Kasy al reconocer de quién se trataba, solo pudo decir nerviosa.
—¡Disculpe, señor! ¡Disculpe!
La joven del móvil decía suplicando, pero su mirada estaba dirigida a la loca de cabello largo que lo miraba sorprendida.
—Vamos, Eva, vamos.
—¿Te he visto en algún lado?
—Solo en sus sueños.
Era jalada y corrían por entre las tumbas sin mirar atrás hasta que se escondieron cerca de unos árboles y Kasy comentó a su amiga.
—¿Te diste cuenta de quién era?
—Apenas si le vi la cara, mi corazón no soporta el susto.
—¡Era él!
—¿Quién?
—Apolo Sanders.
No esperó que alguien del club estuviera en el cementerio justo en esos momentos. Kasy se persignó y le dijo a su amiga.
—Si descubre quienes somos, adiós trabajo.
—No creo que nos haya reconocido —miraba a todos lados—, pero sí dio miedo.
Kasy exclamó asustada.
—¡Era la tumba de su padre!
—Supongo que ni se acordará de lo pasado, somos invisible para esa gente.
Kasy la miró y le recordó.
—Dijo que te le hacías familiar.
No le dio importancia a esas palabras y revisó el video complacida.
—Lo importante es que lo conseguimos —revisó el video.
—Sé que funcionará, que el alma del rico me va a abrir camino.
Eva Monar, era muy soñadora y a veces algo ilusa. Por lo pronto su sitio en redes era muy popular, ahora colgaba un video de un reto viral que se suponía daba suerte a los que lo hacían.
**
Otro día en las trincheras, como le decían a la atención VIP que debían de dar. Su uniforme consistía en una falda diminuta y una blusa blanca pegada al cuerpo y un mandil con encaje, una cofia blanca con negro y una sonrisa en el rostro. Su deber era atender de forma ágil y cordial a todos los señores poderosos de la ciudad, nunca mirarlos al rostro y siempre ser rápida con la atención, porque los ricos odiaban el retraso.
Regresó con una charola vacía y con una lista de los pedidos que debía entregar. Kasy se le acercó y le dijo en voz baja.
—Te cuento el chisme del momento.
—¿Cuál es?
—Dicen que Apolo Sanders rompió su compromiso con la bella Brenda Novak.
Cielos. Siempre le pareció raro que un rico dejara a otro rico.
**
Úrsula tomaba un cóctel y charlaba con su nuera, bueno, ex nuera.
—Apolo está raro, no me dice nada, pero sé que cumplirá con su compromiso.
—Odio el rechazo, sabes cómo eso me pone.
Brenda era una hermosa mujer de cabello castaño oscuro, muy sedoso y unas facciones delicadas, pero su mirada era otra cosa: parecía un águila dispuesta a atrapar a una presa.
—Querida, debe ser los nervios.
—¿Sabes cuánto está en juego?, mucho dinero y no me puedo dar el lujo de ser rechazada por nadie.
Eva llevaba los entremeses a la mesa.
—Su orden, señoras, espero que la disfruten.
Brenda le dio una mirada de desprecio. Ella puso su sonrisa de trabajo, claro porque había varios tipos de sonrisa. Por ejemplo, la del trabajo era una semi sonrisa cordial, nada exagerada para parecer profesional. La sonrisa genuina la reservaba para momentos gloriosos, pero de esos escaseaban en su vida.
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Dietrich Novak, era uno de los chicos mimados de la ciudad, un excelente jugador de Polo, además de ser heredero de una gran fortuna y vivir de las regalías que su hermana solía darle. Esa tarde hablaba sobre lo pasado, con la ruptura de su compromiso.
—Hasta agradezco que Apolo salga de nuestras vidas, ese sujeto no le da la talla a mi hermana.
—¿Qué le habrá pasado a Apolo?
—Le dio miedo meterse con una mujer de verdad.
Todos rieron de sus palabras.
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La enviaron a atender la mesa de Novak, llevaba unas bebidas cuando escuchó.
—La verdad es que a Apolo le faltan pantalones para casarse con un Novak.
Ella colocaba las bebidas en cada puesto y escuchaba los comentarios despectivos del grupo.
—¿Se les ofrece algo más?
Novak respondió en tono chocante.
—Sí, que quites tu horrible cara de delante de nosotros.
Algunos rieron. Eva entonces le respondió.
—No sea grosero.
Dietrich dijo a sus colegas.
—Nos salió respondona la cachifa.
—No soy una cachifa, soy una empleada que merece respeto.
—Por favor, anda con tu proletariado y no jodas a los poderosos.
Eva, con mucha determinación y poco sentido común, le señaló.
—Intente servirse sin el proletariado, apuesto que no da la talla.
Eso enojó a Dietrich, que se levantó y le gritó.
—¡Estás despedida!
Algunos miraron lo que pasaba.
—Eso sucederá cuando usted sea mi jefe.
—Cachifa insignificante, ¿acaso no sabes con quién te estás metiendo?
Ella se plantó frente a él y su gran boca respondió.
—Al menos el señor Sanders no ofende a los que lo atienden.
Todos la miraron con rostro sorprendido.
—¡Qué te pasa! —exclamó una de las presentes—, ¿crees que le importas a ese tipo?
Sabía que no, pero no pudo dejar de decirles.
—Tal vez si le importo.
Dietrich sacó su móvil y marcó un número.
—Roberson, tengo un problema con una cachifa altanera, quiero que la despidas.
¡Cuánta petulancia! Todos la miraban y Kasy se detuvo a ver lo que pasaba. Eva era recriminada por el odioso de Dietrich.
—¡Quiero que se largue de aquí por altanera!
El gerente estaba en esa pugna. Dios, escuchó a uno de sus compañeros que decía.
—¡Llegó Sanders!
Kasy estaba tan nerviosa y se apartó.
—Señorita Monar, por favor retírese.
—¡No puede hacerme esto!
—Señorita Monar, por favor pase a la oficina de recursos humanos.
Salía molesta y no iba a la oficina, sabía que tenía que hacer, si algo amaba ese petulante adefesioso era su auto, sacó sus llaves.
Fue al estacionamiento y encontró el auto convertible color naranja y comenzó a rayarlo con mucho placer; sin embargo, no esperó que Dietrich saliera con su séquito y la viera en esas.
—¡Mi auto! ¡No! ¡Llamen a la policía!
Eva volteó al escuchar la potente voz y vio al dueño, quedó congelada con las llaves en sus manos y la prueba de su locura, estaba en problemas, rayos, truenos, no podía escapar.
Dietrich llegó y vio el daño.
—¡Maldita sea!
—Se pudrió —comentó uno de sus amigos—, echado a perder.
Eva estaba pálida y congelada.
—¡Llamen a la policía!
¿Policía? Dios mío estaba perdido.
—¿Quién rayos te crees, m*****a cachifa?
Eva entonces lo miró, estaba más que furioso, era irá convertida en un hombre.
—Yo… yo…
—Dañaste mi auto, loca infeliz.
Y en verdad era en ese momento la chica más infeliz del planeta tierra.
—Yo le pagaré.
—¡Pagarme! —dijo irónico—. Claro que me pagarás, perra.
La tomó del brazo con violencia.
—Me tienes que comprar un auto nuevo.
Eso no se lo esperó y una de las chicas notó su uniforme.
—¡Qué dinero puede tener una empleada!
Más irá en el tipo y zarandeó a la muchacha con violencia.
—Me pagas, perra.
—Le pagaré lo juro.
—Escucha perra, haré que maldigas el día de tu nacimiento de pobretona, me pagarás.
Eva no tenía dinero, era soñadora, solo eso.
Uno de los guardias de seguridad llegó en esos momentos alarmados.
—¡Esa perra cretina me dañó mi auto!
Conocían a Eva y sabían que era una buena chica, pero loca al punto de hacer daño, no y entonces le indicó.
—La reportaré.
—¡No quiero que la reportes, idiota! Quiero que me pague mi auto.
Dietrich era conocido por sus berrinches y excentricidades, era petulante y cruel con los empleados.
—Estableceremos una investigación.
Dietrich lo abofeteó y Eva, sorprendida, lo empujó.
—¡No tienes que golpearlo! ¡Te pagaré el maldito auto si quieres!
Para ese momento era su gran boca hablando y no su razón. Dietrich se le rio en la cara y le dijo a la estúpida chica.
—Quiero verlo, pobretona.
Eso era mucha petulancia y Eva le respondió.
—Piensas que porque trabajo aquí soy pobre. Claro que no. Tengo dinero y un novio rico.
Todos se miraron sorprendidos por su respuesta.
—Él te pagará el dichoso autito.
Kasy le hacía señas de que se callase, pero ella ni miraba.
—Así que eres una de nosotros —la analizó—, porte tienes, pero no te he visto por los clubes y sitios de moda.
Eva le dijo con ínfulas.
—Es que yo sí estudio.
Ellos rieron y entonces Dietrich le preguntó.
—¿Cómo vas a pagar mi auto?
Ese tipo sabía qué preguntar y ella le indicó.
—Bueno, tengo ahorros.
Esa chica era petulante y osada.
—Quiero el dinero mañana.
—Mañana no… El sábado.
—¿Por qué el sábado?
—Es un buen día y para ese entonces mi novio habrá regresado de viaje.
Dietrich se le rio en la cara.
—¿Me consideras estúpido?
—Es lo que puedo prometer.
Dietrich se le acercó con petulancia y la observó.
—Dime tu apellido.
—¿Mi apellido?
—Quiero saber a qué papá rico debo enviarle la factura el sábado.
—Mi apellido es Monar.
—¿Monar? Es algo común.
—Para usted, para mí es especial, ser una Monar del Valle.
—¿Monar del Valle?
—Sí, bueno, anota mi número, no quiero que te salga una arruga por nada.
—¡Por nada! Era mi auto tuneado, valioso.
—Bien, puedo hacerlo, reparar si gustas, quedará mejor de lo que estaba.
—Quiero un auto nuevo.
—Bien, tendrás un auto nuevo.
—¿Tu novio de fantasía me lo dará? —espetó burlón.
Justo cuando su gran boca iba a responder.
—¿Qué pasa, cariño?
Todos voltearon a mirar a quién había dicho tales palabras y se toparon con Apolo Sanders.
Apolo le preguntó con tono familiar.—¿Te está molestando Dietrich?No supo si era un ángel o un demonio, pero era una salida a su gran lío.—Cariño, me enojé mucho y cometí una pequeña tontería.El tipo se acercó a mirar el daño: estaba perdido, aunque ese tono naranja le pareció muy excéntrico, miró a Dietrich enojado.—Respira Dietrich, solo es un auto.—¿Conoces a esta mujer?—Claro que sí.Eva sabía que no la conocía de nada, salvo del cementerio y si le recordaba ese incidente se pudriría todo, se acercó a él y se refugió en sus brazos.—Es mi amorcito.—Y sabes cómo se llama la dama presente aquí.—Claro, es mi dulce…Ella susurró.—Eva.—Eva, mi dulce Eva.Todos estaban confundidos y Dietrich entonces dijo con horror.—¿Tu novia? ¡Dejaste a mi valiosa hermana por esta cosa!Era muy ofensivo ese sujeto.—Apolo sabe lo que es bueno, ¿no es cierto, cariño?—Así es, cariño.Cielos, el tipo, era un ángel de la guarda que olía a dioses y que estaba como un bizcocho de Pascua.—Lo si
Miraba su reloj con insistencia y repetía.—Dios, qué mierda, Dios…Se recostó en la pared del ascensor, pensando que tendría problemas si Sanders le retiraba su ayuda, cuando sintió que detrás de ella se deslizaban las puertas y cayó sentada en el suelo. Menudo lío en el que estaba.—¡Mi culito!Se incorporó con dificultad y, cuando se dio cuenta, estaba en una elegante oficina con sala y muebles color café. Vio un escritorio elegante y un bar del otro lado. Pinturas que adornaban las paredes, estaban dispuestas estratégicamente con luces que las realzaban. Sus pisadas fueron mermadas por la alfombra que amortiguó sus pasos; no había nadie visible.«Dios, qué raro».Miró una armadura completa bien puesta en una esquina.—¿Estoy en el museo?Se acercó a tocarla, nunca había visto una de cerca y esta era reluciente.—Impresionante.Echó un vistazo a todos lados, ni señas del poderoso. En la mesita de centro descansaba un hermoso terrario en donde convergían varias especies armoniosamen
Estaba nerviosa, podía ser la ganadora de cincuenta grandes. Llamó a Kasy y la citó en la tienda de ropa, ella fue muy interesada, pues deseaba saber qué le habían propuesto a su amiga. La vio de pie frente a la tienda, parecía rara, como nerviosa.—¡Ya estoy aquí!—Tardaste.—¿Qué hacemos en Apple Valley?—No sé, todo es muy raro, me dio esta tarjeta y me dijo que la mostrara aquí.—Es una tarjeta del tipo Apolo Sanders. Dios, me siento impresionada.Dentro de la tienda, dos empleadas observaban a las muchachas charlando.—Son pobres. Dios que oso que estén mendigando fuera de la tienda.—Visten con tal pobreza, fuera de onda.Las vieron entrar y se miraron sorprendidas.Las jóvenes miraban los costosos vestidos impresionados.—Esto es el paraíso, son divinos —comentó Kasy—, me muero.Una de las empleadas se acercó a ellas.—Parecen fuera de sus terrenos, chicas.Eva la miró extrañada.—¿Fuera de mis terrenos?—Bien, ¿qué deseas? Puedes mirar lo que quieras, no está a tu altura.Eso
Eva estaba ansiosa de saber si había logrado pasar la prueba, pues el ambiente en el que se movía Apolo Sanders era muy elitista. Estaban entrando a una suntuosa mansión, no sabía lo que realmente iba a ser allí y le preguntó.—¿Y bien?—Bien qué…—¿Pasé o no lo hice? Aunque creo que se lo creyeron.—¿Eso piensas?—Sí, hasta me cayeron bien todos ellos.—Mira tú.Entonces le preguntó con curiosidad.—¿Qué hacemos aquí?—Aquí vivo.Ella lo miró sorprendida y le preguntó.—¿Vamos a vivir juntos?, porque tendrás que hablar con mi padre para eso.—¡Ja!Bajó del auto y ella se quedó sentada esperando.—¡Baja del auto!—Los caballeros les abren las puertas a las damas.Esa petulante criatura se las daba de dama y se colocó las manos en la cintura.—No esperarás que te trate como si fueras mi novia, ¿verdad?Eva se apoyó en la puerta y le preguntó.—¿A tus novias las tratas con respeto?—Escucha… Ha sido una noche muy fastidiosa y… —la vio mirándose las uñas—, ¿me escuchas?—La manicura en es
Eva, fingiendo sorpresa, le dijo a Dietrich.—Dietrich, ¿por qué te sorprende tanto que tenga un trabajo de mesera? ¿Acaso es pecado?Clare miraba a uno y a otro esperando explicaciones, ¿Apolo con una mesera? Su hijo dijo con petulancia.—Bueno… Estimé que alguien como Apolo tendría una modelo de novia.Eva se tocó el cabello de manera coqueta y añadió.—Y soy modelo; sin embargo, mis padres desean que sea una persona útil a la sociedad, por eso me consiguieron un empleo como mesera en el club.Clare dijo con sorpresa ante ese hecho.—Interesante.—Allí fue donde conocí a mi bello Apolo.—¡Bello! —dijeron en coro.El aludido la miró con sorpresa.—Así le digo de cariño y nos vimos en ese evento de las Cruces… —lo acarició—, ¿recuerdas, cariño?Para ese momento tenía que seguirle el paso a Eva.—Sí, lo recuerdo.Eva le puso emoción a la historia.—Se rompió mi taco después de la pasarela y Apolo me ofreció su brazo como apoyo —lo tomó de la corbata—. Me volvió loca su caballerosidad.D
Úrsula se recompuso para decirle a la joven.—Así que eres la novia de mi hijo.—Sí. Usted tiene un hijo muy adictivo, le salió divino.Apolo se aguantó las ganas de reírse al ver a su madre sin palabras.—Tiene sus ojos, es lindo —lo acarició.—Ella es Eva Monar, mi novia —dijo galante.—Vaya…—He escuchado a Apolo hablar de usted y me siento honrada de conocer a tan dulce dama.Hanibal Carpentier se acercó a ellos con una sonrisa.—Se nota que no te conoce, Úrsula, dice que eres dulce.—Hola —lo saludó afable.—Eva, la Eva de Apolo, toda una tentación.—¿Ha encontrado otro grande?—Ja, sigo buscando —le guiñó el ojo.Eva sonreía divertida. Úrsula le dijo a su hijo.—Tenemos que hablar.—Ahora no, estoy con Eva.—Eva, no se morirá si no te tiene cerca.La joven le dijo entonces.—No lo crea, señora, su hijo se ha convertido en el aire para mí.Apolo la vio tan soñadora que hasta le creyó, su madre se acomodó el traje.—Quédate sin aire por un tiempo, vamos, hijo.Apolo se disculpó y f
Todavía no podía digerir que había perdido un millón de dólares.—¡Ay! Dios, un millón de dólares —decía dolida.Apolo meneó molesto la cabeza, entonces le aclaró.—Eso no era nada.—Para mí sí lo era, tú solo me pagarás cincuenta mil, ella me daría más.—Date por satisfecha.Ella lo miró molesta.—Perdí novecientos cincuenta mil dólares. Voy a llorar.—Ja.—Con eso podría haber comprado la casa de mis sueños, o iniciado un negocio.Entonces pensó: buscaré a la madre de Apolo, claro. Apolo, como si leyera su mente, comentó.—Mi madre te odia, no te lo dará de nuevo.Eva le cayó a golpes entonces.—¡Eres un tonto!—Eres una loca, ¿hubieras dejado mi trato por ese dinero?—Claro que sí, además el dinero vale más que el amor.Eso le sorprendió y le comentó.—Creí que eras de las que pensaba lo contrario.—Escucha, vi a mi madre irse un día por dinero con alguien más.Eso no se lo esperó.—No le importó que mi padre la amara o que yo la amara. El dinero siempre vence al amor.Entonces mane
Consejos de Eva para poner celoso a un hombre: Lo primero que se debe hacer es celarlo con otro, pero que se vea mucho mejor que él.Eva se acercó a un muchacho musculoso que bebía un trago en la barra.—Hola, amigo.El chico, muy apuesto, por cierto, se acomodó en su puesto.—Hola.—¿Quieres hacerme un favor?—Lo que tú digas —se entusiasmó.Eva le señaló a Dallas que estaba a la expectativa.—Esa linda niña, quiere poner celoso a un gañán —señaló a Novak—, ¿puedes ayudarnos?El chico divertido por la propuesta, notó a la belleza de cabello corto y rostro de niña engreída y respondió.—Claro, lo que gusten.Fueron hasta donde estaba Dallas.—Mi amiga se llama Dallas.—Rock.—¿Rock? Como la roca.—Sí.Dallas estaba emocionada al ver al tipo, muy fornido y apuesto.—Rock, ella es Dallas.Dallas sonrió sin saber cómo reaccionar.—Dallas, él es Rock.Rock se presentó.—Hola, Dallas, lindo nombre.—Hola.—Y yo soy Kasy.—Hola, Kasy, ¿quieren beber algo, chicas?—¡Sí! —en coro.Eva pidió ot