Cap. 3 La propuesta

Miraba su reloj con insistencia y repetía.

—Dios, qué m****a, Dios…

Se recostó en la pared del ascensor, pensando que tendría problemas si Sanders le retiraba su ayuda, cuando sintió que detrás de ella se deslizaban las puertas y cayó sentada en el suelo. Menudo lío en el que estaba.

—¡Mi culito!

Se incorporó con dificultad y, cuando se dio cuenta, estaba en una elegante oficina con sala y muebles color café. Vio un escritorio elegante y un bar del otro lado. Pinturas que adornaban las paredes, estaban dispuestas estratégicamente con luces que las realzaban. Sus pisadas fueron mermadas por la alfombra que amortiguó sus pasos; no había nadie visible.

«Dios, qué raro».

Miró una armadura completa bien puesta en una esquina.

—¿Estoy en el museo?

Se acercó a tocarla, nunca había visto una de cerca y esta era reluciente.

—Impresionante.

Echó un vistazo a todos lados, ni señas del poderoso. En la mesita de centro descansaba un hermoso terrario en donde convergían varias especies armoniosamente, esa era la única vida que había en esa gran oficina. Consultó su reloj. El desgraciado le dijo a las ocho en punto, eran las ocho y quince y ni señales.

—Maldito rico hijo de puta, ¿crees que tengo tu tiempo?

Jugaba con su largo cabello y de repente se escuchó su voz varonil.

—Espero que entiendas que te tengo en mis manos.

Ella dio un salto, ¿de dónde salió?

—Yo… usted dijo ocho en punto y llegué puntual.

Él miró su reloj y le señaló:

—Falso llegaste un minuto tarde.

—No es cierto.

—Te estuve observando.

¿Por dónde? Ella miró a todos lados, sacó un frasco de pastillas y las tomó sin agua.

—Eva… ¿Eva qué?

—Monar del Valle.

—¿Cuántos años tienes?

—22 años.

—¿Tienes novio?

—Por el momento, no —la estaba entrevistando—, ¿usted tiene novia?

—Solo contesta lo que te pregunto.

—Ok.

Hizo una mueca, odiaba las muecas, viraba los ojos para un lado y luego al otro.

—Eres irritante.

—Usted también, ¿qué quiere de mí?

—Buena pregunta, salve tu trasero, me debes mucho.

—¿Le compró un auto a Nova?

Apolo le explicó entonces.

—Es un auto hecho a la medida, se los manda a tunear, por eso los costos son mayores, eso toma su tiempo.

—Ok, ¿puedo sentarme?

Él le indicó que lo hiciera y ella se sentó jalando su falda que era corta y se remangaba al sentarse dejando ver sus muslos. Intentó obviar ese detalle de ver las piernas torneadas de la bella joven.

—Eva me debes mucho y quiero que me pagues.

Ella entonces le dijo entonces.

—Puedo limpiar su oficina, su casa… piscina, sacar a pasear a su perro.

—No tengo perro y no quiero una sirvienta, no todavía, quiero una persona que me ayude en una idea que tengo.

Ella era mala para los negocios y se lo hizo saber.

—Lo siento, de negocios, no sé nada.

—Eso lo tengo en claro, eres astuta, me seguiste el juego, no había visto a alguien como tú.

Ella dijo en voz baja.

—Era mi pellejo.

—Exacto, era tu pellejo, pero me gustó cómo resolviste las cosas, dejaste dudoso a Dietrich —sonrió triunfal.

Ella para congraciarse con él comentó.

—Usted tampoco lo hizo tan mal.

—Eres altanera, osada e inventiva, irritante y rebelde.

Eso no sonaba halagador.

—Escuche, no lo estoy insultando —se levantó molesta—. Me equivoqué, lo sé, pero le pagaré. Así tenga que venderle mi alma al diablo.

Él se rio burlonamente de ella y eso la irritó más.

—Yo creo que el diablo ya te tiene.

—Al grano, señor Sanders.

—Quiero que finjas ser mi novia.

Eva lo miró horrorizada, de todo lo que pensó ni siquiera dio en el blanco, eso comenzaba a ponerse bizarro.

Eva movió su mano, algo no caminaba en todo ese asunto y preguntó.

—¿Usted quiere que yo sea su novia?

—Para nada, quiero que finjas ser mi novia.

Eso era muy dark, es decir, de todo lo loco que había escuchado en su vida, aquello se llevaba al primer lugar.

—Es que no entiendo…

—Eres buena fingiendo, me di cuenta en ese estacionamiento, te ofrezco un trabajo como mi novia ficticia.

Entonces dijo lo que pensaba.

—Un trabajo es pagado.

—Pagaré tu estupidez de cincuenta mil dólares, además de darte ropa, algunas joyas y llevarte a sitios que nunca conocerías como mesera.

Ella rio irónica y comentó.

—Me siento como en Navidad, ¿por qué querría hacer eso? Usted sale con modelos, chicas top, puede tener a quien sea…

—Es cierto.

—Yo no estoy en sus estándares, soy más real.

Apolo entonces la miró analítico, era hermosa, piernas torneadas, cabello cuidado y largo, le encantaban las chicas de cabello largo, ojos verdes, nariz respingada. Bonita mucho, tetas grandes y tentadoras, sin duda todo un bombón.

—Escucha, Eva —hizo una pausa—. Un trabajo es un trabajo, si digo que deseo que hagas algo lo harás, simple como eso.

—Quiere que finja ser su novia.

—Así es, por seis meses.

Eso era muy raro, pero tenía que sacar algo de todo esto.

—Escuche es tentador, quiero cincuenta adicionales al trato.

¡Qué!

—Eso no es negociable.

—Veamos… —se colocó el cabello detrás de la oreja—. Usted es un hombre top, tiene dinero y por alguna razón extraña me necesita.

—No te daré más dinero.

—Le debo cincuenta, ¿qué me quedará después de eso?

—Tendrás fama, serás reconocida y tal vez, tu carrera de modelo despunte y dejes de andar en las tumbas de gente decente invocando hechizos.

¡Ups!

—Como ves, ganarías mucho conmigo.

—Necesito dinero, quiero comprarme la casa de mis sueños y eso cuesta.

—No hay trato.

En ese momento entró Donald con una carpeta.

—Siento llegar tarde.

—Odio que lleguen tarde —miró a Eva.

—Sí, lo sé, dile al tráfico eso.

—Yo madrugo para venir aquí.

—Tú vives aquí, yo no.

Entonces reparó en la joven que lo miraba atenta.

—Guao, cuando dijiste que era bonita, no mentiste.

¿Había dicho que era bonita? Eso era totalmente nuevo.

—Sí, pero no habrá trato.

—¿Qué pasó?

—Quiere más dinero.

Era de esperarse y ella añadió.

—Es mi imagen también.

Donald lo miró sorprendido y él hizo un gesto de fastidio, entonces se presentó.

—Donald Grayson.

—Eva Monar del Valle.

La admiró, era una bella chica y claro que intentaría pescar algo más.

—Eva, ya te explicó mi cliente lo que quiere.

—Sí, y yo le dije que lo haría con la condición de que me pague un poco más.

—¿Cuánto?

Apolo respondió molesto:

—Cincuenta más.

—Vaya, eso es saber negociar, ¿te parece veinte?

—No, cincuenta mil, estará bien.

Donald miró a Apolo serio, muy serio.

—Bien, te haremos una prueba.

Eva tenía que ser cauta.

—¿Qué tipo de prueba?

—Tendrás que convencer a unas personas de que eres la novia indicada para Apolo.

Apolo lo miró desconcertado y Donald le explicó.

—Si esas personas creen que tú eres novia de Apolo, entonces te pagaremos.

Eva entonces le preguntó.

—¿Qué tendría que hacer?

—Bien, irás con él a una reunión y veremos tu comportamiento.

Entonces con cierta pena les dijo a los dos caballeros.

—Es que no tengo ropa para ese tipo de eventos.

—Eso lo sé, ese trozo de tela que usas como vestido lo dice todo.

Ella, molesta, le respondió.

—Esto es moda.

—Bien, Eva, si lo haces bien, te pagará mi cliente ese dinero.

Ella sonrió triunfal, entonces reflexionó.

—Esperen, tengo que saber algo del señor Sanders para hacerlo bien.

—Toda mi vida se encuentra en las redes sociales. Soy solo eso.

Eva no se iba a tragar ese cuento y se lo hizo saber.

—Debe haber algo más.

—No quiero que sepas de mi vida y tampoco quiero saber de la tuya, solo quiero que finjas ser mi novia.

La joven preguntó.

—¿Cómo quiere que actué?

—Solo sé tú misma.

Eso estaba aún más raro.

—¿Quiere que sea yo misma?

—Sí, simple, solo sé tú misma, nada más.

—Como ves, Eva, todo es fácil.

Algo no caminaba y Donald le dio una tarjeta.

—Anda a este lugar, te darán ropa adecuada.

—Ok —se guardó la tarjeta en medio del sostén—, solo me presento y ya, ¿verdad?

—Eso mismo, no puedes decirle a nadie sobre esto, si pasas la prueba te haremos un contrato para que lo firmes.

Eva se detuvo y le preguntó.

—¿Cómo sé que pasaré esa prueba?

—Lo sabrás, se notará. Solo quiero que seas tú misma, solo eso.

Parecía que ya lo tenía, pero todavía había algo raro en todo eso.

**

Cuando salió, Donald se abanicó acalorado.

—Es un monumento esa mujer.

—Es una loca, eso es seguro, ¿piensas que le daré más dinero?

—Veremos si lo vale, por lo pronto la apruebo, es linda.

Apolo hizo un gesto de fastidio y Donald le indicó.

—¿No te mueve ni una fibra?

—No estoy para esas emociones, solo quiero que el tiempo pase —dijo con tristeza.

—Pasará, eso es seguro, pero tu familia deseará desplumarla.

—Lo sé.

—Apolo, eres mi amigo, solo espero que todo esto no se te salga de las manos.

Para ese momento también deseaba lo mismo, solo esperaba que Eva estuviera a la altura del reto que se les venía encima.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo