Cap. 4. La nueva novia de Apolo

Estaba nerviosa, podía ser la ganadora de cincuenta grandes. Llamó a Kasy y la citó en la tienda de ropa, ella fue muy interesada, pues deseaba saber qué le habían propuesto a su amiga. La vio de pie frente a la tienda, parecía rara, como nerviosa.

—¡Ya estoy aquí!

—Tardaste.

—¿Qué hacemos en Apple Valley?

—No sé, todo es muy raro, me dio esta tarjeta y me dijo que la mostrara aquí.

—Es una tarjeta del tipo Apolo Sanders. Dios, me siento impresionada.

Dentro de la tienda, dos empleadas observaban a las muchachas charlando.

—Son pobres. Dios que oso que estén mendigando fuera de la tienda.

—Visten con tal pobreza, fuera de onda.

Las vieron entrar y se miraron sorprendidas.

Las jóvenes miraban los costosos vestidos impresionados.

—Esto es el paraíso, son divinos —comentó Kasy—, me muero.

Una de las empleadas se acercó a ellas.

—Parecen fuera de sus terrenos, chicas.

Eva la miró extrañada.

—¿Fuera de mis terrenos?

—Bien, ¿qué deseas? Puedes mirar lo que quieras, no está a tu altura.

Eso era petulante y agresivo y en el lenguaje de Eva era guerra.

—Mira, güerita, lo cierto es que vine a comprar, un vestido. Es más, mi novio lo va a pagar.

La empleada hizo una mueca y le dijo a la joven.

—¿Dónde está su novio?

—Aquí —le dio la tarjeta.

La mujer miró sorprendida el nombre de Apolo Sanders y cambió su actitud completamente.

—Señorita, bienvenida, ¿en qué puedo servirle?

Modo: sumisa, eso le gustó mucho, entonces comenzaron a asesorarla.

—Es un evento en la noche y quiero lucir bien.

La empleada sacó los vestidos más caros, Kasy estaba sorprendida por el trato que recibía su amiga.

—Pruebe este y este…

Salió con un hermoso vestido y Kasy reía emocionada.

—Dios mío, eres mi ídolo.

—Esto no es tan fácil como consideras. Ni yo mismo sé lo que ese sujeto quiere y tengo miedo que no sea lo que yo espero.

—Cincuenta grandes por fingir ser su novia, Dios, estar cerca de él ya es un lujo.

Eva no quería ilusionarse de más, solo deseaba que esos meses pasaran lo más rápido posible y ya. Cuando llegó a casa, recibió una llamada de un número desconocido:

—¿Diga?

—¿Ya lo tienes?

Esa voz…

—¿Quién me habla?

Apolo enojado le indicó.

—Apolo Sanders, ¿ya lo tienes?

—El vestido, sí.

—Tienes cita con el estilista Ru en avenida Apple dentro de media hora.

—Espere.

—Te recojo al salir del salón de belleza.

Cerró. Eva miró molesta el teléfono y salió rumbo a ese salón de belleza que le había indicado. Cuando llegó quedó con la boca abierta al ver el sitio tan elegante, ella llevaba el vestido y los zapatos. Mostró la tarjeta para que le dieran ingreso y un sujeto afeminado salió y miró a la joven con atención.

—Tú eres la chica Sanders, ¿verdad?

—Se podría decir que sí.

—Hay tanto qué hacer contigo, niña.

En verdad no esperó que la atendieran como a una reina, la bañaron, la peinaron, pedicura, manicura, cuando vio la hora eran las siete de la noche y ella se enfundaba el bello, bello vestido que le quedaba como un guante.

—Cielos… Es tan hermoso —decía mirándose en el ancho espejo—. Dios, me gusta tanto.

—Vienen por ti, chica Sanders.

Al salir vio el auto convertible de Sanders. Él ni la miraba, entonces se acercó y carraspeó. Entonces, Apolo giró su cabeza y vio a la bella señorita Monar, enfundada en un hermoso y tentador vestido negro, corto y con escote, tacos altos y el cabello hermosamente cepillado, se veía sedoso.

Eva se pasó dos dedos por la frente, viró su pie, señal de que estaba nerviosa y él comentó.

—Vaya, lo que un poco de maquillaje puede hacer.

Ella sonrió, no solo era maquillaje, era toda ella, simple como eso. Él le indicó que subiera y ella se quedó de pie sin hacer nada.

Apolo frunció el ceño.

—¡Sube!

—Los caballeros abren la puerta de las damas.

Eso era el colmo de la petulancia y le dijo en tono irónico.

—No veo a una dama.

—Yo tampoco a un caballero, pero soy su “novia” y debe comenzar a tratarme como tal.

Eso era el colmo, pero ya estaba metido en eso y se bajó a abrirle la puerta con toda clase de modos burlones.

—Su majestad.

—Gracias, plebeyo.

Apolo se comenzó a arrepentir de lo que estaba haciendo. Manejó no sabía a donde rayos, solo veía que la zona se volvía exclusiva y ella comenzó a inquietarse.

—Entonces debo tratarte como a un novio, ¿verdad?

—Así es.

Eso sería fácil, es decir, no había tenido tantos novios, pero los que tuvo siempre los dominó, miró de reojo al apuesto triple cero y sonrió: pan comido, Eva. Cuando ingresaron a una espléndida mansión, se quedó cortada, es decir, no esperó que sea tan… Rayos de alto nivel.

—¿Lista para lo que viene?

Sacaba un frasco de pastillas y tomaba un poco. Ya comenzó a ponerse intenso todo eso. Eva bajó junto con él y sonrió con timidez.

—Veamos de qué estás hecha, Eva Monar.

Eva se dio valor y puso su mejor sonrisa y entró más resuelta, «cincuenta grandes ahí voy», se dijo.

**

Algunos voltearon a mirar la entrada de Apolo y su acompañante, algunos murmuraron entre ellos.

—¿Por qué hacen eso?

—Les encanta el chisme.

Ella esbozó una sonrisa y él apretó su brazo para saludar a los conocidos.

—Apolo, es bueno verte.

—Lo mismo digo, señor Albery.

Eva asintió educadamente y él, tal Albery comentó.

—Linda jovencita, ¿es tu amiga?

—No, es mi novia.

Eva rio de pronto ante su respuesta y le dijo a Apolo.

—Cariño, las novias podemos ser amigas.

Apolo no se esperó esas palabras y Albery la saludó con cordialidad.

—Irvin Albery.

—Eva Monar del Valle.

—Encantado.

—Encantada.

Apolo tiró con suavidad de ella y le dijo entre dientes.

—¿Qué es eso de que las novias pueden ser amigas?

—Es obvio que si soy cercana a ti debo de ser tu amiga.

Una mujer se acercó, vestía un vintage y usaba un sombrero de plumas.

—Apolo, querido, ¡cuánto tiempo! —la mujer reflexionó un poco para decir—. La última vez que te vi fue cuando tiraste del caballo a mi sobrino.

¡Era la tía de Dietrich! No se lo esperó.

—Es cierto, Pola, hace mucho, buenos recuerdos.

La mujer reparó en la bella joven que estaba muy atenta a lo que decían.

—¿Y esta hermosa criatura?

—Ella es mi novia.

—Oh.

Eva vio su sorpresa; si no se desplomó en ese instante, no supo por qué.

—Hola, mucho gusto.

—Hola, querida —le dio dos besos.

—Es un lindo vintage.

La mujer sonrió emocionada y comentó.

—¿Verdad que sí?

—La hace lucir regia.

—Gracias, qué encanto.

Ahora se sentía acoplada. Al menos podía responder ante tantas miradas.

—¿Tiraste al sobrino de la dama?

—Lo volvería a tirar mil veces si pudiera.

Oh, qué malvado. Una bella mujer de unos cuarenta años se acercó a ellos.

—Me dijeron que Apolo Sanders estaba aquí y yo les dije, no hablen locuras.

La mujer abrazó y besó al tipo que sonreía tibiamente.

—Tienes la cara dura al venir aquí después de lo que le hiciste a mi hijo —le indicó ella.

—Muchas aguas corrieron, Clare.

—Es cierto, pero ya sabes —lo codeó—, la sociedad no olvida.

Reparó en Eva y acarició su rostro.

—¡Qué criatura tan linda!

—Mucho gusto, soy Eva.

—¿Eva?, ¿Cómo la Eva de Adán?

La joven con suspicacia respondió.

—Soy la Eva de Apolo. Es mi novio.

La mujer lo miró con ojos de plato sopero.

—Esto es totalmente nuevo. Apolo con novia, creí que mi Brenda lo pescaría.

Dios, ¿qué estaba pasando allí?

—Querido, no me habías dicho nada —dijo ella.

—Te lo iba a decir… Algún día.

Ella rio y lo acarició delante de la dama.

—Siempre tan hermético —entonces se dirigió a la dama—. Él sabe que puede decirme todo, pero aun así se pone tan reacio, que si no lo quisiera tanto lo dejaría a un lado.

Besó la comisura de su boca, la mujer estaba sorprendida.

—De todas formas, es bueno, verte, querido.

—Lo mismo digo.

La dama se fue a saludar a otros invitados y él le dijo:

—No tienes que ser tan pegajosa.

—Me dijiste que actuara tal como soy.

Estaba comenzando a arrepentirse y ella se colocó frente a él.

—¿Qué?

—Si no dices algo inteligente se darán cuenta de lo robótico que eres —ella rio un poco alto—. Ya párale, cariño.

Algunos los miraron.

—¡Qué m****a haces!

—Actúo y te hago ver como un tipo divertido —se mecía y en uno de sus descuidos le robó un beso—. Eres divino, querido.

Apolo la miró sorprendido y esbozó una sonrisa. Ella tomó una copa y le comentó.

—Esto se pone mejor.

Dietrich hizo su entrada y al dar una vuelta vio a la pareja charlando amenamente y decidió ir a fastidiarlos.

Eva comentó en ese instante.

—Parecen aburridos —viraba su pie—. Nada como un buen reventón.

Entonces…

—Así que decidiste traer a la mesera a coger roce.

Dietrich siempre tan inoportuno.

—Dietrich.

—Sigo esperando mi auto que tu novia mesera me dañó —le lanzó una mirada lujuriosa—. Sin ese uniforme te ves interesante.

—Gracias, sin esos chillidos que pegas te ves decente.

Eso dejó a Dietrich fuera de onda y Apolo esbozó una sonrisa. Clare se les acercó.

—Queridos, ¿todo bien?

Dietrich entonces le explicó a su madre.

—Apolo trajo a una mesera a la fiesta, madre.

—¿Una mesera?

Clare miró a la joven con cierta sorpresa.

—Es una mesera que sale ahora con Apolo.

Eva tenía que salir delante de todo aquello y más al ver el poco ánimo de Apolo de apoyarla.

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