Antonio Ulfrein
Mi cumpleaños. ¿Qué le ven a ese día? Es uno como todos los demás en el año, es más, se supone que debería dar un concierto, pero adelantaron la gira y lo hice la semana pasada, sólo quiero llegar a casa a revisar los papeles que me faltan.
-Antonio, cumples 25 años, debes celebrarlo- exigió Theodor al otro lado de la llamada telefónica, bufé cansado apartando el aparato para que no me escuche -Todo el mundo quiere verte en esa fiesta, puedes conocer a muchos artistas con quienes grabar nuevos éxitos- reconocí el tono persuasivo, me conoce perfectamente, cuando me hablan de trabajo no puedo ser indiferente.
¿Adicción al trabajo? Supongo, esta bien para mí, de todas formas, no tengo nada más en que ocupar mi tiempo.
Recosté la cabeza en la ventana polarizada del auto sintiéndome cansado, bien, suponiendo que fuera a la fiesta, mi camisa celeste y pantalón marrón están arrugados por todo el día de oficina, tengo que ir a casa y cambiarme.
¿Cuántas horas dormí ayer? ¿Cuatro? El título de rey indiscutible no se defiende solo, definitivamente, y a mi me encanta tenerlo.
-Bien, pero llegaré tarde- no estaba convencido, pero bastaría para evitar las llamadas de Theodor al menos por dos horas, llevé una mano a mi cabello para peinar mis largos rizos oscuros hacia atrás desahogando mi molestia, observé mi reflejo en el vidrio, el cabello me llega a los hombros, es fastidioso en las mañanas y cuando hace mucho calor, lamentablemente al público parece gustarle así que de todas formas no me molesta mucho.
-Hay un par de cosas que debo arreglar, pero iré- agregué para poder cortar al fin la llamada.
-Ese es mi chico, te veo allá galán- de despidió animado antes de cortar.
El silencio otra vez me devolvía cierta calma, me gustaba ese ambiente donde se detectaba sólo el motor de la camioneta avanzando por la carretera, ni la respiración de mi chofer en el asiento delantero era miembro de mi pequeña esfera de paz, debía interrumpirla, sólo por unos segundos.
Le pedí a Carlos, mi chofer, irnos al departamento, no estaba tan cerca, puedo tomar una siesta, acomodé otra vez la cabeza en la ventana observando las nubes, tenían un grisáceo muy oscuro, llovería dentro de poco, cerré los ojos y intenté relajarme.
En un par de minutos el auto dio un freno intempestivo que me devolvió a la realidad en segundos, miré a los lados asustado pensando que habíamos chocado.
-¿Qué pasó?- pregunté alarmado.
-Alguien se abalanzó al auto, señor- respondió la cabellera rubia de casi 23 años antes de desabrocharse el cinturón y salir a revisar, lo seguí de inmediato esperando que no sucediera lo peor.
¿Quién se abalanza a un auto en plena carretera?
La camisa blanca y los vaqueros de Carlos se hacen a un lado y me revelan a una chica tirada en el suelo frente a nosotros.
¿Una chica? ¡Maldita sea, una chica! Saqué mi teléfono mientras nos acercábamos a ella, los demás autos alrededor seguían avanzando, por suerte no habían tanto así que no provocamos un embotellamiento.
Sentí las gotas pesadas de lluvia caer sobre mi cuando la vi, cabello castaño, vestido rosa, zapatillas negras. ¿Vestido? ¿Quién usa vestido en Marzo?
No había sangre, buena señal, analicé llamar a emergencias, tenía el numero listo, pero demorarían en llegar, la carretera era de un solo sentido, el otro estaba al otro lado del bosque, demasiado tiempo perdido, mi tiempo.
Su vestido estaba empezando a pegarse a su cuerpo por el agua, no había nada más que pensar.
-La llevaremos a la clínica más cercana, no quiero que se haga un escándalo de esto, me ocuparé de ella- declaré tajante -Abre la puerta de atrás- ordené y mi chofer desapareció de mi vista.
Me quedé solo con la desconocida, la cargué con cuidado, agradecí no encontrar sangre debajo de ella, dormía tan tranquila entre mis brazos que no sabía si despreocuparme o asustarme, necesitaba que un doctor me dijera que estaba bien y no representaba un problema.
Luego bloquearía cualquier manera que la prensa se entere de esto y no volvería a verla, fácil.
Al llegar a la clínica ingresé con ella por emergencia, no sabía si necesitaba alguna intervención o algunos exámenes urgentes por los golpes y eso era lo que más me preocupaba, no quería algo así en las noticias.
Nada más entrar una enfermera rubia con una coleta alta ajustada, en su uniforme celeste me reconoció agrandando los ojos pensando que era una alucinación, sí, esa suele ser la primera reacción.
Se acercó con una sonrisa más que coqueta, odiaba tanto esas actitudes, para mi suerte, la enfermera rápidamente observó a la chica que traía e hizo que trajeran una camilla, al menos lo que tenía de coqueta lo tenía de profesional.
Reconsideré el haber entrado con ella, me estoy exponiendo a alguna foto que salga en la prensa, voltee hacia los lados y para mi suerte había pocos civiles, demasiado cansados o preocupados por sus familiares que ni me notaron, si enviaba a Carlos quizá no la atendían rápido, ese fue mi motivo principal para entrar y la verdad, tuve suerte.
-Buenas noches. ¿Qué le pasó?- la enfermera me sacó de mis divagues examinando a la chica en la camilla, le tomó los signos cardiacos y llamó al doctor de turno.
-No lo sé, se apareció frente a mi coche en la carretera, por suerte mi chofer frenó a tiempo o eso creímos- expliqué aceleradamente pero sin trabarme -¿Está bien?- necesito oír que está bien.
Abrió la boca, pero no me contestó, un hombre de bata blanca y gafas circulares con cabello corto canoso se acercaba a nosotros captando la atención de ambos. Noté la mirada del doctor en mí, creo que su cerebro está reiniciando, tardó casi 3 segundos en volver a respirar y saludarme.
Esas reacciones eran normales a estas alturas, pero específicamente ahora quería que alguien me respondiera de manera normal y profesional la condición de la chica recostada en la camilla y si debo llamar a mi abogado para que limpie mi desastre antes de que se me salga de las manos.
En un parpadeo ambos volvieron su atención a la castaña aún dormida, la enfermera le dio un pequeño reporte y el doctor escribió un par de cosas en un papel antes de dárselo a la rubia.
-¿Va a estar bien, doctor?- pregunté incapaz de mantenerme sereno y en silencio un segundo más.
-Tengo que realizarle unos exámenes de descarte, pero lo más probable es que sí, parecen contusiones menores nada más, tuvo mucha suerte- me informó aún nervioso después que la rubia se llevara a la castaña, no sin antes lanzarme una mirada insinuante y coqueta.
-Está bien, gracias doctor. ¿Dónde puedo esperar?- insinué mirando a los lados para que entendiera que no quería estar en un lugar público.
-En unos minutos se acercará una enfermera para que registren a la paciente y le darán el número de habitación donde la puede esperar, señor Ulfrein- que bueno que me entendió, su sonrisa aun estaba forzada, nerviosa.
Escuché mi apellido con el matiz de la duda, aún no se creía que estuviera allí, me hizo un poco de gracias, le sonreí, tampoco buscaba ocultar quien era, ni lo conseguiría con mi rostro al descubierto.
-Disculpe. ¿Cree usted que sería mucho pedirle una foto?- preguntó con nerviosismo sin su infaltable sonrisa rígida.
Negué algo cansado, pero lo disimulé frunciendo el ceño como si la pregunta fuera absurda, de todas formas un par de personas aquí ya me vieron y pedirían lo mismo, lo haría con mucho gusto por un par de bocas cerradas. Como artista estoy completamente abocado a mi público, no soy tonto, ellos generan mi éxito.
En un momento ya estaba sentado, mojado y enfadado, me alcanzaron toallas, había olvidado que la lluvia me había dejado el cabello algo goteante y la camisa pegada al cuerpo, sin embargo, me negué a cambiarme, no quería ponerme ropa de hospital, quiero resolver esto para poder irme. Crucé mis brazos y moví mi rodilla para liberar mi estrés, me dijeron que despertaría pronto.
La dichosa desconocida seguía dormida frente a mí, estaba sujetada a la camilla con todas esas cuerdas que llevaban sus signos vitales a una maquina que piteaba y nos alertaría si algo andaba mal, ella si fue obligada a cambiarse, llevaba una bata de hospital y su cabello de seguro fue secado, estaba algo esponjado.
Por suerte la registré como familiar y pagué un poco más para que fuera lo más confidencial posible, tal vez me costo un par de autógrafos fotos y algo no mencionable en horario infantil con la enfermera, pero mi reputación intacta lo vale.
Enical
Al abrir los ojos lentamente lo primero que registré fue el techo blanco, un momento, este no debe ser mi cuarto, bajé la mirada asustada, no, no es mi casa.
Un dolor en el cuerpo me volvía pesada, me punza la cabeza. ¿Y estas cuerdas? ¿Qué carajos? ¿Mi ropa? ¿Un hospital?
-¿Do… Dónde estoy?- la pregunta fue muy floja, mi garganta estaba seca.
-Estás en la clínica Angstrom- me informó una voz grave, fue la primera vez que lo noté, me sobresaltó, creí que estaba sola, de hecho, mi pregunta era a mi misma.
Lo primero que llamó mi atención fueron sus rizos largos hasta los hombros. ¿Quién deja crecer tanto su cabello?
Lo segundo fue que estaba mojado, tenía la camisa ligeramente pegada al cuerpo que le dejaba muy poco a mi descarriada imaginación. ¿Tan buenos están los médicos? Ya sé por qué Sabrina estudia medicina. ¿Aún puedo cambiar de carrera? Un momento, no tiene bata ni nada, no es médico y está empapado. ¿Qué pasó?
Lo tercero que noté fueron sus ojos oscuros me miraba directamente, analizándome completa, sentía que estaba cargado de reclamo, enfado, bufó provocando que parpadee perpleja, estoy segura que tiene algo que reclamarme. Pero… ¿Qué? ¿Qué le pude haber hecho yo a ese hombre tan perfecto? ¿Lo conozco? Creo que he visto esa cara antes.
La oscuridad de la noche reinaba afuera, salvo por las luces de los autos y edificios cercanos, aunque las persianas blancas estuvieran cerradas se podía notar el contraste con la luz blanca de la habitación púrpura que tenía mi camilla, dos puertas, una planta al lado de la ventana y el sofá donde el rizado estaba sentado.
-¿En dónde?- pregunté aún más confundida, nunca escuché ese nombre. ¿Es nuevo? Me incorporé con dolor para poder sentarle, la ligera tela de la bata y la sensación de mi trasero casi en directo a la sábana distraían mi atención del malestar de cuerpo, pero no sé cual era peor, la cabeza me punzó provocando un gesto de fastidió que no pude ni quise ocultar.
-¿En qué estabas pensando?- preguntó enojado sin dejar de mirarme, su pecho se anchó, estaba muy cabreado, ni siquiera espero a que hiciera algún gesto de querer contestar y mi ultimo esfuerzo físico tampoco me dejó energía para hacerlo antes de que continuara bombardeando preguntas de reclamo -¿Por qué te aventaste así a la carretera? ¿Cómo supiste que era mi coche? ¿En qué estabas pensando?- cada pregunta me dejó más mareada que la anterior.
Deshizo el cruce de sus brazos sin que el enojo abandone su voz y sus ojos. ¿Coche? ¿Quién es él, para empezar?
-¿Qué? ¿Disculpa?- fue lo único que supe articular, estaba más confundida que cuando desperté, en ese instante los últimos recuerdos volvieron como flashes obligándome a bajar la mirada, mi cuerpo se inclinó por si solo a un lado en reacción de toda la información que recibí
Empecé a respirar pesado y ruidoso, el rabillo del ojo me informó que alguien se acercaba pero no pude reaccionar -Yo… Yo estaba en el choque… El niño… El señor… ¡Él me empujó!- recordé asustada, se sentía tan irreal, todo fue muy raro, el accidente, el niño, el bosque. Cada palabra fue expulsada tan rápido como los recuerdos llegaban a mí -¡Au!- una punzada me exigió detenerme -No aguanto el dolor. ¿Qué me pasó?- pregunté finalmente mirando al chico que ahora estaba a un metro, me veía dudoso, confundido, pero también alerta. ¿Quién es? ¿Estuvo en el accidente? ¿Será el hijo del que me empujó y no quiere que levante cargos?
-Los doctores dicen que no son golpes graves, te están haciendo exámenes por descarte- me informó mirando mi cuerpo, el enfado aún seguía en su voz, busqué lo que miraba, eran mis brazos vendados con algunos moretones y raspados que lograban verse -¿Dices que alguien te empujó?- inquirió entornando los ojos analizando cada reacción en mi rostro, ya no se veía molesto, se veía alerta, preocupado, el color de sus ojos marrón oscuro es demasiado turbio para poder dar una mirada tan paciente, cambió muy rápido, debe ser falsa.
Tengo un vago recuerdo de él riendo, sonriendo. ¿De dónde lo conozco? No me ha llamado por mi nombre. ¿Quién es? Entrecerré mis ojos en él, no llegaron más recuerdos, es muy guapo, si me hubiese involucrado con alguien así lo recordaría de inmediato, quizá es del campus o vive cerca a mi casa. Si es así…¿Qué haces aquí?
-Deja de mirarme así, es molesto- se quejó interrumpiendo mi esfuerzo mental, desvió la mirada a la ventana, al menos gané la guerra de miradas.
-Lo siento, es que…Te he visto antes, pero no sé dónde, no logro recordarlo- me disculpe ladeando la cabeza aún haciendo el esfuerzo a pesar de las ligeras punzadas en mis cienes que me advertían parar o me dolería más.
Me miró confundido, creo que piensa que dije algo ridículo. Que petulante, debe ser un egocéntrico o presumido para pensarlo así, ni que fuera algún famoso o artista extranjero. Abrió la boca para contestarme, pero una de las puertas se abrió después de tocar, distrayéndonos.
Entró el médico después que mi cuidador le indicó pasar, un hombre mayor de cabello blanco me miró evaluando mi condición, tenía una carpeta entre las manos y anotó algo en ella de inmediato.
-Buenas noches, señor Ulfrein- saludó. ¿Hola? Estoy aquí, soy la paciente. ¿No existo?
Un momento…¿Ulfrein? Ese apellido, ya lo había escuchado. ¿Un futbolista? Eso explicaría el cuerpo. Rizos…¡¿Antonio Ulfrein?!
Fue entonces cuando mis ojos se agrandaron y buscaron los suyos, nos encontramos y entendió al instante que lo reconocí. ¡Si es! ¿Cómo no reconocí esa cara tan…? Me mordí el labio sin querer, la he visto toda mi vida, verlo en la adolescencia cuando tus hormonas están floreciendo como que no es lo más sano. Y esta muerto, la calentura se me fue en un segundo. Espera Enical. ¡Esta muerto! Debería estar frío y tieso siendo comido por los gusanos.
-Señorita… - preguntó el doctor mirándome. ¿Cuánto tiempo pasó?
-Trobaler, Enical Trobaler- contesté apenada, no sé cuanto tiempo hice esperar mi respuesta, esto es un erro, estoy fuera de lugar, me siento extraña, confundida y mareada, y esto no es sólo por el accidente.
Registré como el rizado frunció el ceño mirándome. ¿Tengo algo en la cara o qué?
-Bien, señorita Trobaler, tiene cortes y golpes que no requieren intervención de cirugías por suerte- señaló mis brazos, pero también sentía las heridas de mis piernas, recordé que me corté al intentar abrir esa puerta con la ventana quiñada, entre otras cosas que me lastimaron, pero mi ultimo recuerdo, el coche, el impacto es el que debí generar la mayoría de mis daños -Según los exámenes son contusiones menores, pero ese golpe en el costado y la cabeza son los que más me preocupan en usted, necesito observarlos sólo por prevención, no parecen ser problema- explicó revisando los papeles que tenía en sus manos.
-Muchas gracias doctor, entonces, ¿puede tener el alta hoy?- preguntó Antonio exigente. ¿A dónde me quiere llevar? No ¡Yo no voy con el muerto a ningún lado!
-Debe quedarse por esta noche para descartar algún tipo de reacción al medicamento o alguna manifestación de hemorragias internas que no se vieran en los estudios, sobre todo por el golpe en su cabeza, las próximas 10 horas asegurarán que está fuera de peligro- informó el doctor cerrando la carpeta -Con su permiso, que descanse señorita, caballero- se despidió con una reverencia de cabeza dejando el informe en una cajuela a los pies de la camilla.
Volví a estar a solas con él. Ese doctor no lo miró raro ni nada. ¿Me confundí? Pero lo llamó por su apellido, será solo un familiar. ¿Y esta la casualidad más extraña que he vivido? Lo miré sin saber como empezar a hablar.
-Disculpa, tú… Tú eres- titubee sintiendo que era algo muy estúpido preguntar, de seguro se reiría preguntándome que no veo noticias o estoy loca -Ese, digo él- tartamudee señalando al vacío como si hubiese alguien más en la habitación.
-¿El cantante? Sí, soy yo- respondió irritado. ¿Espera qué? Ahora si necesito un doctor.
-Estoy muerta- deduje en susurro estupefacta sintiendo nauseas.
-¿Qué?- me miró confundido creo que no me escuchó.
-Debo estar muerta. ¿Me morí?- pregunté un poco más alto, de seguro trabaja recibiendo a los nuevos. Claro, que te reciba un famoso debe ser muy bueno para intentar procesar el hecho que ¡Estas muerto!
Estaba horrorizada y quería llorar, mientras se tocaba el pecho buscando mis latidos. Pausa, mis latidos, estoy en un hospital, tengo pulso. Volví a ver a Antonio, llevaba una cara desencajada de más espanto que la mía -Tú- lo señalé -Tú estás, yo estoy- conjeturé moviendo mi dedo hacia mi. ¿Estoy muerta o no? ¡¿Y si me quiere llevar al otro lado?! No, no amigo, estarás muy bueno, aunque con esa camisa me lo puedo pensar…¡Enical, no!
-¿Qué? A ver..- llamó mi atención irritado como un profesor explicando lo mismo por decima vez, alzó sus manos asegurándose de que lo viera, mis ojos reflejaban miedo puro, confusión y estupefacción.
Acerqué mi dedo a él. ¿Lo podré atravesar como un holograma? -¿Eres real?- pregunté frunciendo el ceño.
Fue muy rápido, tomó aire y se acercó para tomando mi mano y guiando mi índice a su mejilla -Sí, soy real- espetó irritado viéndome a los ojos, pero solo lo escuché hablar sin entender, demasiado cerca, esa cara estaba muy fresca para un muerto, tenía su cara a centímetros, sus ojos sobre mí, a su aliento le faltaba poco para entrar por mis fosas nasales.
Me ardían los dedos temblorosos, era como tocar fuego, se sentía muy real, si estoy dormida y me despiertan justo ahora mataré al que sea que tenga en frente, deslice un poco el dedo a su mandíbula, es dura, muy dura y cuadrada, al ser tan delgado se ve perfectamente, no pude evitar la corriente de electricidad que me provocó estremecerme con su piel.
Sus ojos…se veían oscuros e intimidantes al principio, le dieron paso a esta imponencia, exigencia de buscar en los míos todos mis pensamientos para alborotalo todo, para volverme nada, destrozó todas mis defensas dejándome expuesta, vulnerable a su penetrante inspección.
Todo se volvía ilógico, incomprensible, inexplicable, todas mis preguntas se volvieron polvo en sus ojos, no necesitaba preguntar, necesitaba su mirada oscura, imperiosa, determinante, envolvente y peligrosa. Sus rulos enmarcaban su rostro, los que escaparon de la coleta baja que tenía, acariciándolo de forma tan fina que parecía un toque preparado minuciosamente por un artista, caían traviesos por su frente y lados queriendo sustituir sus orejas, tan ensortijados, se veían tan llamativos como el chocolate.
¡Basta! Enical calmate por favor, estas son ligas mayores, tenemos un problema más importante por si no lo notaste.
-Pero…-salí del trance a regañadientes, de todas formas, que esperaba. ¿Un beso? No seas ridícula…Si claro, va a ser el amor de mi vida y me va a hacer hijos. Necesito mirar a otro lado o me voy a descontrolar, alejé mi mano de la zona de guerra hacia mi regazo, inclinándome hacia atrás y agradecí que hiciera lo mismo. Debe estar burlándose de mi, pensando que caí como tonta, seguro le pasa mucho.
-No lo entiendo. ¿Dónde estamos? ¿Cuánto tiempo dormí? ¿Qué día es hoy?- pregunté intentando desviar mi atención a lo importante, mi ceño se frunció volviendo a buscar sus ojos, ya estaba más centrada.
-¿Hoy? Pues 6 de marzo, sábado- contestó extrañado.
-¿Qué? No- mi voz salió muy alto, no grité pero sentía la sorpresa. Es imposible. ¿Marzo? Pero ayer fue mi cumpleaños. ¿Tanto dormí? Pasó por mi mente una idea demasiado estúpida típica de películas, me obligó a entrecerrar los ojos -Si tú estás aquí, me refiero… ¿Qué año es este?- pregunté asustada, no quería oírlo, no quería. En este momento todo me pareció posible, lo lógico ilógico y lo imposible posible.
-Dos mil diez- todo él ya no era duda, ahora era análisis, observación y seguro conjeturas sobre mi nula cordura.
Quiero vomitar, sentí que me faltaba sangre en la cabeza, los hombros pesados, esto es un sueño, definitivamente, nada puede ser real, simplemente no puede -Dos-dos mil diez- asimilar la información era imposible, sólo podía repetirla con los ojos completamente abiertos.
-Por eso tú, estas…- no podía terminar la frase, no tengo la fuerza –Pero, no, esto no existe, nada existe, imposible- negué con la cabeza desesperada, no sé si roce la locura, pero la ironía se apoderó de mí, un intento de sonrisa burlona fue formándose en mis labios, mi mirada se perdió en el vacío, era demasiado gracioso todo esto, todo menos verdadero, mis manos subieron a mis labios intentando ocultar el intento de curva hacia arriba, sabía que no era momento pero todas mis emociones estaban explotando una por una como campo minado.
-Creo que debemos llamar al doctor, estás muy desorientada y a la policía, te deben estar buscando tus familiares- advirtió el rizado mirándome con cuidado, ay no, ya me debe creer loca, bueno, no lo culpo, me reí.
-¡No!- lo detuve volviendo a mi gesto serio, en el peor de los casos y esto…era real. Si revelaba que retrocedí 11 años en el tiempo me encerrarían en un manicomio, nadie me creería, aunque revelara nombre de presidentes, quizá hasta me matarían -Yo… quiero decir, vivo sola, mis padres no viven cerca, sólo se asustarían por nada, son muy ancianos, se los quiero ahorrar- fingí despreocupación -Estaré bien con dormir un poco, como dijo el doctor, debe ser el golpe en la cabeza- aseguré sosteniéndole la mirada, la desvió un momento, no me cree, pero asintió.
-Está bien- dijo sonando sereno, demasiado -Te dejaré sola para que descanses, ya es tarde- no esperó una respuesta y desapareció.
Una vez sola me volví a recostar, miré el techo sintiendo que en mi mente todo era un desastre, busqué respuestas, una explicación, nada. Los recuerdos se entrelazaban, pero no logré encontrar el punto de quiebre exacto que le dio entrada a toda esta locura. El bosque, el hombre cojo, el niño. ¿Qué había sido todo eso? ¿Cómo llegué aquí?
¿Si todo es sueño? Me pellizqué el brazo con las uñas, me dolió mucho por los moretones, nada, no desperté. Quizá sigo desmayada en el bosque, puede ser. ¿Si las voces fueron producto de una pesadilla? Debo haberme golpeado muy fuerte la cabeza con algo. Si, eso debe ser, me acurruqué pensando así para poder dormir. Todo va a estar bien Enical, relájate, cerré los ojos con la esperanza de que todo sea diferente al despertar.
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Antonio La analicé lentamente mientras cerraba la puerta de su habitación, me sostuvo la mirada hasta el último momento, sabe que dudo de lo que dijo, no lo quiero reconocer, pero una parte de mi le cree. ¿Qué hago con eso? ¿Soy una persona tan ingenua? ¿Ella es una buena mentirosa? ¿Alguien la empujó? ¿Está en peligro? Busqué a un enfermero de turno, encontré un pelirrojo que me miraba sin poder creer que fuera yo en realidad, le pague extra por que la cuide bien, sostuve la mentira de la familiar, una sobrina rebelde que puede escaparse, muy creíble y común. Encargué los trámites restantes para que pasara la noche en la clínica sin problemas, una vez fuera del lugar mi chofer esperaba nervioso noticias buenas. -¿Cómo está?- preguntó nada más entre por la puerta trasera del auto, voltee a ver el resto del asiento
Enical -Cu-cuéntame ¿Qué paso?- su tartamudeo me hizo sentir peor, sabía que no debía decirle la verdad. Es que ni yo lo puedo creer, es algo tan absurdo, fantasioso y loco que sería incluso un tema de conversación extraño en alguna cena, pero mi mayor prueba de que en verdad estaba pasando era la persona frente a mí. -Yo… no lo sé, hubo un accidente en la carretera- dije lo primero que recordé, intenté ser breve y le conté, casi sin respirar, todo el accidente, oculté las voces llamándome, eso sí sonaba demasiado, me escuchó atento pretendiendo ocultar su confusión, no lo logró, pero fue un buen intento -Ahora que lo pienso bien, ese niño se me hizo familiar porque lo había visto esta mañana, no es muy común un niño con rasgos asiáticos en Latinoamérica, al menos no por donde vivo. -Bien… primero- rompió el silenc
Enical Llegamos a un edificio gris claro con grandes ventanas que parecían espejos reflejando el resto de la ciudad en él, conté 10 pisos mientras Antonio conducía a la puerta posterior para autos hasta el sótano-cochera. Salimos hasta el ascensor para llegar al piso 8 donde él vivía, recién en el pasillo alfombrado frente al elevador caí en la cuenta de que estaba yendo a la casa de un extraño, enfoqué mi atención en la comida. Ese es el dulce que te ofrece el extraño para que lo sigas, que claramente no debes seguir, Enical tonta. ¿Había rumores de chicas desaparecidas? No recuerdo ninguno, pero no quiero ser la primera. ¿Si es de los que torturan a las personas? No, espera, lo estoy sobre-pensando, relájate, respira, todo esta bien…Espera, recuerdo que lo investigaron por algo turbio una vez. ¿Qué era? Ay no, ni siquiera lo recuerdo…
Enical Culpa y miedo, los únicos elementos que encerraban mi existencia en estos momentos, estaba abusando de la bondad de un extraño y la probabilidad de estar loca crecía a cada segundo, la realidad de negar mi cordura y que todo fuera un juego de mi mente, mis recuerdos, mis amigos, mi familia. ¿Todo mentira? Mi consciencia temblaba como papel, necesito comprobarlo. -Yo... Lo siento, será la última cosa que te pediré, si no estoy loca te prometo que te lo pagaré todo- aseguré sintiendo escalofríos. -¿Es mi imaginación o estás dudando?- bromeó aligerando el ambiente. -Lo siento- dije bajando la mirada -Ya no sé qué creer, hace dos noches estaba celebrando mi cumpleaños- agregué encogiéndome de hombros, los recu
Enical La sala de conferencias estaba pintada de beige con una mesa larga color marrón claro y asientos negros, no podía faltar un proyector con una pared blanca para que todos expongan sus temas importantes con gráficos, se veía todo muy serio e importante. Había seis personas esperando, dos mujeres y cuatro hombres. -Buenos días ¿Ya estamos todos verdad?- saludo Theodor al cerrar la puerta y los presentes dieron los buenos días en forma general mientras nos dirigíamos a los únicos tres asientos juntos disponibles, el rizado iba directo a la cabeza de la mesa y dejé que un asiento nos separara, para Theodor. -¿Quién es la señorita? – preguntó un joven trigueño con unas gafas grisaseas rectangulares, una camisa verde pálido, pantalón negro y cabello corto marrón peinado hac
Enical Todo termino al verme, mis pensamientos pararon, mis preguntas ya ni se intentaban formular, mi existencia no tiene sentido, no aquí, aquí ya existo, una sobra y soy yo. Ni siquiera pensé en qué haría después de verme, creí que todo se pondría negro y terminaría la pesadilla de una u otra forma, pero seguía respirando, sentada en este coche viendo las calles que alguna vez me vieron crecer. Cuando Antonio me propuso ir a España con él, en verdad creí que me dejaría aquí, no tiene ninguna obligación, no me debe nada, yo lo haría. ¿Hacerme responsable de una loca? No gracias, estoy para que me cuiden aún, no para cuidar. Su mirada me decía que iba en serio, era digna de temer para cualquiera, cualquiera menos yo, que ya no tenía nada que perder…encontré en ellos la seguridad justa que necesitaba para no derrumbarme más de lo que ya estaba, par
Enical Soñé contodos, al inició Adrián cargándome hasta mi habitación como lo hacía siempre que me quedaba dormida en la sala para no resfriarme, se sintió muy real, luego los recuerdos de navidades con mis padres y Aferi abriendo sus regalos, se sentía nostálgico y doloroso, espinas nadando en mi pecho desde adentro, arañando todo hasta mi garganta, esa sensación lenta me despertó con un ligero dolor de cabeza y las mejillas mojadas, me asusté al no reconocer el techo, segundos después volví a la “realidad”, una donde estoy en otro continente, en nada mas y nada menos que la casa de Antonio Ulfrein, no recuerdo como llegué a la habitación, debí caminar como sonámbula. ¿O Antonio me trajo? No, imposible. Algo parecido a un globo a punto de reventar en mi abdomen me avisaba que debía ir al baño si no quería morir, la idea de me hizo tentadora unos segundos, pero pensar en que me encuentren apestando a basurero de callejón no me gustó, salí disp
Antonio -Eso es todo- di por terminada la reunión con el equipo, todos salieron de la sala de música mientras tomaba un poco de agua antes de ordenar que almorzar. -¿Cómo está el rey?- Theodor en su camisa azul y pantalón oscuro hizo acto de presencia en la sala casi vacía con una brillante sonrisa. -Explícame como tienes ese humor después de la reunión de tres horas a las 7 a.m.- me quejé apoyando la espalda en el respaldo de la silla y pasándome una mano por el cabello para removerlo un poco, a ver si así desaparece el cansancio. -Cafeína, la mejor amiga del hombre, los cachorros están sobrevalorados- comentó sentándose despreocupadamente. -Si claro, la mejor amiga del sistema nervioso y los corazones- acoté con sarcasmo al cerrar el folder que tenía con los apuntes de la reunión