Enical Trobaler
Al verme al espejo quedé satisfecha con el resultado, llevaba el cabello suelto, llegándome por debajo de los hombros, un vestido color salmón corto que no llegaba a mis rodillas, una chaqueta negra, unas zapatillas negras y un pequeño bolso de cuero negro a juego, me maquillé ligero, lo habitual en mi era siempre suave, un delineado negro con un retoque en las pestañas y un labial rosado, no necesitó camuflaje extra para tapar la resaca porque no había tomado tanto.
La conversación de anoche dio varias vueltas en mi cabeza, Sabrina tenía razón me tomo todo muy en serio, además no puedo quejarme, lo tengo todo, familia, amigos y salud, este sentimiento extraño debe ser sólo un capricho, si no le doy importancia se irá y dicen que el amor llega sin esperarlo ni buscarlo.
Al cerrar la puerta con llave me sentí extraña, vigilada, vi a los lados, pero no había nadie en el pasillo, deben ser ideas mías, Adrián y Sabrina aún debían estar dormidos, le resté importancia y bajé a recepción mientras tarareaba “feliz cumpleaños” sin poder sacármela de la cabeza, encontré al dueño del edificio y lo saludé, Martín era un hombre de aparentemente 50 años, delgado, con ropa casual y muy sonriente en las mañanas, también me deseó un feliz cumpleaños y le sonreí de vuelta.
Al salir un niño estaba mirándome al otro lado de la calle, su cara se me hacía familiar, le sonreí alzando mi mano para saludarlo. ¿Lo conozco? Entrecerré los ojos para verlo mejor, pero me sonrió y se fue corriendo, se me perdió entre las calles, debe ser algún niño nuevo del edificio o el vecindario.
Le resté importancia y me fui al restaurante italiano donde suelo almorzar por mi cumpleaños con mi familia, Aferi con 5 años a punto de entrar a la Primaria es lo mas tierno y aterrador, cuando lo note ya me estará preguntando sobre chicos y fiestas, ya no va a ser mi bebé.
Fue un almuerzo muy normal y aunque se ofrecieron llevarme a casa en su auto preferí ir en bus, estaba a un par de minutos del paradero y últimamente disfrutaba mucho mi tiempo sola, el poco tiempo que me quedara libre con la universidad y las prácticas que tenía.
Un par de minutos después observaba el atardecer apoyada en la ventana del bus, tomé la decisión de ignorar mis tontas corazonadas, no me faltaba absolutamente nada, soy completamente feliz, cerré los ojos buscando dormitar.
Un freno intempestivo me empujó hacia adelante, rápidamente apoyé las manos en el asiento frente a mí para evitar golpearme, me estabilicé observando a los lados asustada. ¿Nos chocamos? Pero todos están bien, sólo igual de confundidos que yo, miré al frente y el chofer se adelantó a mi pregunta.
-Se acaba de chocar un auto adelante- informó el conductor sin despegar la mirada del frente.
Me levanté encendiendo mi teléfono mientras caminaba hasta el conductor -Llamaré a emergencia- informé alarmada -Abra la puerta por favor, sé primeros auxilios- ordené esperando que la operadora me conteste -Hola, quiero reportar un choque en la carretera Nailon, kilómetro 60 creo, hay un bosque al lado del camino, gracias.
El chofer abrió la puerta mirándome preocupado de pies a la cabeza -Con cuidado señorita- dijo haciéndome una reverencia de cabeza como despedida.
-Gracias- le sonreí y bajé lo más rápido que pude, al parecer el choque había sido entre un auto y un pequeño camión de carga, por suerte no fue contra algún transportador de gas o algo inflamable.
Había más personas acercándose, algunos ya estaban sacando al conductor del camión, así que me dirigí al auto, presioné los dientes al verlo estampado contra un árbol, el miedo me recorrió entera, respiré profundo pidiendo no encontrar un cadáver, no soy tan fuerte para algo así.
El conductor tenía manchas de sangre en su camiseta, se veía desorientado pero despierto con un golpe sangrante en la cabeza.
-¡Señor! Por favor resista, ya vienen los paramédicos - grité esperando que me entienda a través del vidrio, volví a ver la parte delantera del auto, la cual había sido la más afectada con el impacto y por desgracia la parte que portaba el motor, un corto circuito bastaría para volarnos a todos -¡Necesito ayuda aquí!- grité llamando la atención de tres hombres que venían hacia mí.
Intenté abrir la puerta, pero estaba atracada -Señor, necesito que cierre los ojos, si puede voltee la cara al otro lado ¿sí?- grité, él asintió y lentamente giró la cabeza, en ese instante le di un certero golpe con el codo a la ventana, por suerte cedió dejando un espacio suficiente para pasar mi mano y abrir la puerta desde dentro, gané un par de rasguños, pero lo logré, respire profundo cuando llegaron las personas que llamé para cargarlo.
Todos nos alejamos lo suficiente del auto para sentirnos seguros, una vez fuera de peligro y con el hombre recostado en el suelo lo examiné rápidamente, no soy doctora ni estudio algo de medicina, pero llevé un curso de primeros auxilios con Adrián por insistencia de Sabrina.
La tuve que aguantar por un mes deshaciéndose en razones y casos extremos de por qué ambos debíamos aprender al menos cómo sobrevivir antes de que ella pudiera atendernos en algún hospital, de vuelta en la escena, el hombre tenía una herida profunda en la pierna, la vendé rápidamente con un trozo de tela.
-Lo siento, es necesario para detener la hemorragia- le expliqué vendando la herida de la pierna y la cabeza intentando sonar calmada, me dolía la lengua de tanto morderla por los nervios, lo primero que haré al volver a casa es presumirle a Sabrina lo que hice, con Adrián me lo estoy pensando, es muy capaz de no dejarme tomar un bus en un año.
Ya se escuchaba a lo lejos las sirenas de la ambulancia, mi lengua dejo de ser el juguete de mis dientes, necesitaba ese sonido, dejé escapar el aire retenido por la tensión, sabía primeros auxilios, pero esa herida en el cráneo seguro necesitaba otros descartes.
Estaba a punto de irme, cuando el hombre me tomó fuerte del brazo, me asusté y lo miré confundida, el hombre señaló el auto.
No puede ser. ¿Cómo no me di cuenta?
-¿No era el único dentro?- pregunté asustada, el hombre de ojos enrojecidos negó con la cabeza.
Sentí que me volvían a poner un collar pesado de espinas, ¿a quién quiero engañar? Esto me asusta, me asusta mucho. ¡Quiero llamar a Adrián y que me venga a recoger ahora!
Le sostuve la mirada antes de asentir y correr al auto lo más rápido que pude, ahí voy de nuevo a meterme en donde no me llaman...
Al llegar reviso el asiento del copiloto, nadie, ni alguna ventana abierta indicando que alguien haya salido por ahí, los asientos traseros estaban vacíos, no hay nadie. ¿Dónde se metió?
Enfoqué mejor mi vista en la parte inferior del asiento trasero y encontré un niño de aproximadamente 5 años. Dios mío, debe tener la misma edad que Aferi, abrí otra vez la puerta del conductor para quitarle el seguro a la puerta de atrás y verlo ahí asustado hecho un ovillo en el piso del auto.
-Hola- dije en voz baja con una sonrisa -Ven conmigo, ¿Sí? Vamos con papá, todo va a estar bien, lo prometo- le ofrecí mi mano, me observó asustado un segundo con sus ojos completamente rojos y luego tomó mi mano saliendo del auto.
Le di un chequeo rápido, no había sangre, un par de raspones, no necesitaba vendarle nada, esto es mucha suerte, estaba a punto de cargarlo cuando vi a otro niño justo frente a mí, nos separaba el auto, era muy parecido al niño a mi costado, debía ser su hermano, tenía la mirada un poco perdida y empezó a caminar hacia el bosque.
Sabrina me había hablado del estado de shock, puede llevar a alguien a huir de un lugar por el miedo o el impacto de la situación, otras veces incluso a fingir que nada está pasando hasta que estallan de un momento a otro, más en los accidentes. Lo primero que deduje es que ese niño estaba conmocionado.
-¡Niño! Ven- intenté llamarlo, pero no me escuchó y empezó a caminar en dirección contraria a mi, hacia el bosque, me asusté de inmediato, lo único que faltaba es que se pierda en el bosque.
-¿Puedes caminar?- pregunté al niño que tenía de la mano y el pequeño asintió -Necesito que camines hasta donde está papá- dije señalando al hombre que nos estaba viendo recostado en el suelo mientras los paramédicos llegaban hasta él –Y le digas que voy por tu hermano, el otro niño- informé señalando al bosque donde veía que el niño se alejaba, tenía que apurarme -¿Si?- él pequeño frunció el ceño y asintió empezando a caminar, mejor dicho correr a su papá y yo hice lo mismo hacia el bosque.
Ya estaba oscureciendo, las luces anaranjadas de los postes alumbraban la escena, las luces de la policía me cegaron un poco mientras intentaba encontrar al niño. ¿Por qué no pregunté el nombre?
-¡Niño! Ven, tu papá esta por este lado- grité pero seguía caminando en dirección contraria a mí, corría hacia él pero no parecía acercarme ni un poco. ¿Qué tan rápido puede caminar un niño?
¿Dónde estoy? Esto debe ser el corazón del bosque. ¿El niño?
Los grandes árboles empezaban a marearme, el sonido del viento entre ellos no me permitía orientarme, no había posición del sol para guiarme, el cielo ya estaba oscuro y estrellado.
Bravo Enical, encima de perder un niño te pierdes tú…¿Dónde están las luces de los policías? Giré sobre mis pies buscando las luces de la ciudad, pero no las encontré.
Fue fugaz, recordé esta tarde, el niño cuando salí del departamento, abrí mis ojos asustada sin poder creerlo, era el mismo, la misma ropa, los mismos ojos, era él. No se parecía tanto al hombre del auto, se me hacía familiar a mí.
Enical estúpida. ¿Dónde te metiste?
Sentí un escalofrío empezar en mi nuca y recorrer todo mi cuerpo, esto parece sacado de una película de terror o “ultratumba”. ¿Es porque no envié esa cadena de correo en el 2011?
Escuché susurros que me pusieron alerta, tengo que salir de aquí.
-Enical- ¿Alguien me llamó? Giré mi cabeza buscando la voz, pero no había nada, solo árboles.
-Enical- otro susurró en dirección contraria y un poco más fuerte, más cerca, volteé otra vez, encontrándome sólo con árboles.
Por favor que alguien me diga que los árboles hablan…
Sé que tenía que correr como en maratón para salvar mi pellejo, pero no podía, me sentía inmóvil, asustada. ¿Esto también es shock?
Escuché mi nombre muchas veces, cada vez más cerca, de lados diferentes y volteé en cada una de las direcciones y otra vez nada, me daba miedo correr, mi cuerpo de todas formas ni me respondía, quería llorar y gritar para que me encuentren, pero el peligro de que me encuentre eso que me estaba llamando o algo peor me volvían el ser callado y asustado que era todo mi cuerpo en esos precisos instantes.
Era una voz fantasmal, grave y seria, imposible de definir si era de hombre o mujer, no se sentía alguna burla o mofa en la entonación, sólo un llamado seco.
El último llamado parecía ser hecho justo detrás de mí, aterrorizada giré lo más rápido que pude mientras presionaba mis uñas incrustándolas en mis palmas, nada, allí no había alguien que pudiese ver, estaba a punto de llorar, gritar y correr a la primera dirección que me pareciera sensata, hasta que escuché algo más que mi nombre.
-¡Ayuda!- un gritó cerca, era de hombre, eso era inconfundible, se escuchaba más realista que los sonidos anteriores, al menos esta sí era humana, mi ritmo cardiaco de la castaña se tranquilizó un poco, quería creer que fue una mala pasada de la mente, tal vez el alcohol aún no ha abandonado mi sangre del todo.
Busqué la voz que pedía ayuda, segundos antes de encontrar al dueño cruzó por mi mente la idea de si era alguien que si necesitaba ayuda o un psicópata asesino en serie.
¿Qué? Acaban de hablarme voces extrañas, además como dice papá, los humanos son más peligrosos.
Volví a escuchar el llamado de ayuda y me acerqué de forma silenciosa, hasta que divisé a un hombre mayor vestido de negro sentado a los pies de un gran árbol.
-¿Hay alguien ahí? Necesito ayuda- gritó antes de tocarse ligeramente la pierna, sonaba asustado volteando a los lados buscando a alguien.
-¿Hola?- me acerqué desde las sombras.
-Oh una niña, ven a ayudarme por favor, me lastimé el tobillo- se alivió estirando una mano.
-¿Qué le sucede?- pregunté dudosa sin acercarme mucho, no se veía con golpes o algo.
-Ayúdame a pararme por favor, es mi pierna izquierda, me torcí el tobillo muy fuerte al tropezarme, sólo necesito un apoyo para caminar a la parada de autobuses- informó con una mirada de súplica y extendiendo el brazo, dudé un par de segundos, pero mis opciones eran irme y ser una persona despreciable por abandonarlo, además de enfrentarme a la cosa que me llamaba, sí, salir del bosque con él era mejor opción.
-Está bien- accedí frente a él extendiendo mi mano -¿Ha visto usted a un niño? Entré al bosque buscándolo, pero lo perdí de vista- informé recordando al niño.
¿Si es un espíritu? ¿Me está buscando? ¿Habré hecho algo? No, el otro niño lo vio. ¿Lo vio, verdad? Ay no, nunca pregunté el nombre…
Mi acompañante rodeó mis hombros con su brazo y se apoyó para pararse, sí que pesaba. Me impulsé un poco para no caerme logrando que se pare con algo de dificultad, se podría decir que ahora encarnaba un bastón.
-¿Un niño? Llevo aquí gritando hace un rato y no he visto a nadie excepto tú- me comentó extrañado cuando se estabilizó -Hay que llamar a un policía entonces, la carretera más cercana queda aquí de frente, desde allí podemos buscar un policía- apuntó con su dedo el camino.
-Lo sé, vengo de allí, ha ocurrido un accidente, de ahí es el niño que estoy buscando, o eso creo- informé sin saber qué era verdad o qué mi imaginación.
-¿Un accidente? ¡Qué terrible! No he visto a nadie en el bosque aparte de usted, señorita- repitió él mientras caminábamos, sólo suspiré en respuesta.
-¿Y qué hacía usted sólo en el bosque?- pregunté después para matar el silencio, algo en mí alertó a la curiosidad, bosque y personas de noche a veces traían secretos oscuros.
-Suelo caminar por el bosque, pero en el día, nunca me había quedado tan tarde y supongo que las sombras me jugaron una mala pasada, no vi bien una rama grande, creo que ya estoy viejo para esto- se justificó con un toque de gracia para aligerar el ambiente.
-Debe tener más cuidado, no todos los días hay personas por aquí, pudo haberse quedado allí toda la noche- estaba reprendiendo a un extraño, yo que no comía mis menestras de pequeña, hay que ser cara dura Enical.
-Sí, desde luego y por suerte no fue así gracias a usted- contestó él con amabilidad.
Le obsequié una sonrisa cortés mientras llegábamos a la carretera -Que extraño, hace un momento hubo un choque ¿Tan rápido se fueron todos?- cuestioné extrañada, por lo general demoran más en limpiar los desastres.
La carretera iluminada por ahora un tono amarillento de las luces públicas se sentía como otro aire al que dejé, ya no tenía autos estacionados mirando alrededor, todos andaban libremente y la policía junto a los autos del choque tampoco estaban, se sentía algo extraño en el ambiente, definitivamente es la resaca, no hay duda.
-Las personas avanzan más rápido de lo que crees, Enical, o retroceden- declaró mi acompañante.
¿Dijo Enical? ¿Le dije mi nombre?
Antes de poder decirle algo se incorporó estabilizándose en ambos pies, su cojera desapareció y volví a sentirme mareada, la confusión volvió a mí y no pude reaccionar al empujón que me dio hacia la carretera, me estabilicé para no caerme cuando una luz llamó mi atención.
Se me escapó un gritillo de susto al ver un auto grande y negro frente a mí, el sonido de la bocina no logró el efecto que esperaba, no podía moverme otra vez, mi cuerpo me notificaba que gotas de agua tocaban mi piel y mi cabello, pero no pude procesarlo bien ni hacer algo para no mojarme, sólo cerré los ojos y todo se volvió negro.
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Antonio Ulfrein Mi cumpleaños. ¿Qué le ven a ese día? Es uno como todos los demás en el año, es más, se supone que debería dar un concierto, pero adelantaron la gira y lo hice la semana pasada, sólo quiero llegar a casa a revisar los papeles que me faltan. -Antonio, cumples 25 años, debes celebrarlo- exigió Theodor al otro lado de la llamada telefónica, bufé cansado apartando el aparato para que no me escuche -Todo el mundo quiere verte en esa fiesta, puedes conocer a muchos artistas con quienes grabar nuevos éxitos- reconocí el tono persuasivo, me conoce perfectamente, cuando me hablan de trabajo no puedo ser indiferente. ¿Adicción al trabajo? Supongo, esta bien para mí, de todas formas, no tengo nada más en que ocupar mi tiempo. Recosté la cabeza en la ventana polarizada del auto sintiéndome cansado, bien, suponi
Antonio La analicé lentamente mientras cerraba la puerta de su habitación, me sostuvo la mirada hasta el último momento, sabe que dudo de lo que dijo, no lo quiero reconocer, pero una parte de mi le cree. ¿Qué hago con eso? ¿Soy una persona tan ingenua? ¿Ella es una buena mentirosa? ¿Alguien la empujó? ¿Está en peligro? Busqué a un enfermero de turno, encontré un pelirrojo que me miraba sin poder creer que fuera yo en realidad, le pague extra por que la cuide bien, sostuve la mentira de la familiar, una sobrina rebelde que puede escaparse, muy creíble y común. Encargué los trámites restantes para que pasara la noche en la clínica sin problemas, una vez fuera del lugar mi chofer esperaba nervioso noticias buenas. -¿Cómo está?- preguntó nada más entre por la puerta trasera del auto, voltee a ver el resto del asiento
Enical -Cu-cuéntame ¿Qué paso?- su tartamudeo me hizo sentir peor, sabía que no debía decirle la verdad. Es que ni yo lo puedo creer, es algo tan absurdo, fantasioso y loco que sería incluso un tema de conversación extraño en alguna cena, pero mi mayor prueba de que en verdad estaba pasando era la persona frente a mí. -Yo… no lo sé, hubo un accidente en la carretera- dije lo primero que recordé, intenté ser breve y le conté, casi sin respirar, todo el accidente, oculté las voces llamándome, eso sí sonaba demasiado, me escuchó atento pretendiendo ocultar su confusión, no lo logró, pero fue un buen intento -Ahora que lo pienso bien, ese niño se me hizo familiar porque lo había visto esta mañana, no es muy común un niño con rasgos asiáticos en Latinoamérica, al menos no por donde vivo. -Bien… primero- rompió el silenc
Enical Llegamos a un edificio gris claro con grandes ventanas que parecían espejos reflejando el resto de la ciudad en él, conté 10 pisos mientras Antonio conducía a la puerta posterior para autos hasta el sótano-cochera. Salimos hasta el ascensor para llegar al piso 8 donde él vivía, recién en el pasillo alfombrado frente al elevador caí en la cuenta de que estaba yendo a la casa de un extraño, enfoqué mi atención en la comida. Ese es el dulce que te ofrece el extraño para que lo sigas, que claramente no debes seguir, Enical tonta. ¿Había rumores de chicas desaparecidas? No recuerdo ninguno, pero no quiero ser la primera. ¿Si es de los que torturan a las personas? No, espera, lo estoy sobre-pensando, relájate, respira, todo esta bien…Espera, recuerdo que lo investigaron por algo turbio una vez. ¿Qué era? Ay no, ni siquiera lo recuerdo…
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Enical Todo termino al verme, mis pensamientos pararon, mis preguntas ya ni se intentaban formular, mi existencia no tiene sentido, no aquí, aquí ya existo, una sobra y soy yo. Ni siquiera pensé en qué haría después de verme, creí que todo se pondría negro y terminaría la pesadilla de una u otra forma, pero seguía respirando, sentada en este coche viendo las calles que alguna vez me vieron crecer. Cuando Antonio me propuso ir a España con él, en verdad creí que me dejaría aquí, no tiene ninguna obligación, no me debe nada, yo lo haría. ¿Hacerme responsable de una loca? No gracias, estoy para que me cuiden aún, no para cuidar. Su mirada me decía que iba en serio, era digna de temer para cualquiera, cualquiera menos yo, que ya no tenía nada que perder…encontré en ellos la seguridad justa que necesitaba para no derrumbarme más de lo que ya estaba, par
Enical Soñé contodos, al inició Adrián cargándome hasta mi habitación como lo hacía siempre que me quedaba dormida en la sala para no resfriarme, se sintió muy real, luego los recuerdos de navidades con mis padres y Aferi abriendo sus regalos, se sentía nostálgico y doloroso, espinas nadando en mi pecho desde adentro, arañando todo hasta mi garganta, esa sensación lenta me despertó con un ligero dolor de cabeza y las mejillas mojadas, me asusté al no reconocer el techo, segundos después volví a la “realidad”, una donde estoy en otro continente, en nada mas y nada menos que la casa de Antonio Ulfrein, no recuerdo como llegué a la habitación, debí caminar como sonámbula. ¿O Antonio me trajo? No, imposible. Algo parecido a un globo a punto de reventar en mi abdomen me avisaba que debía ir al baño si no quería morir, la idea de me hizo tentadora unos segundos, pero pensar en que me encuentren apestando a basurero de callejón no me gustó, salí disp