Enical Trobaler
Era una tarde preciosa, ver el cielo tan azul me hacía pensar que recién estaba amaneciendo, esa tranquilidad de un día soleado adornado por nubes blancas como copos de algodón flotantes calaban hasta mi alma, la calle estaba particularmente limpia para ser medio día, de acuerdo, eso sí era extraño…
Una de las canciones más conocidas de Antonio Ulfrein conquistaba cada espacio del auto, a mi mente llegó la imagen de ese chico de rulos oscuros que reconocían como “El rey”, él había nacido para la música y nadie afirmaba lo contrario, compuso desde rock hasta baladas, todas y cada una de sus canciones fueron un éxito por todo el mundo, muy pegajosas, debo admitir.
Me acomodé el vestido celeste que hacía juego con el lazo de mi cabeza mientras tarareaba la canción meciendo mis sandalias blancas al ritmo de la música, vi por el rabillo del ojo que papá alzó el volumen moviendo la cabeza y cantando el coro.
Nunca he sido muy fan de escuchar música, no lo sé, prefiero caminar o leer escuchando la calle, el mar o el vacío de los parques, he visto a personas que no pueden vivir sin audífonos o sin conocer las últimas canciones en tendencia, en mi caso, no he sentido esa necesidad, he disfrutado a variados géneros y artistas como “El rey”, pero no me considero una fan o seguirle cada paso a un artista, sólo pensarlo me da flojera.
Papá bajó el volumen cuando se le pasó la euforia, la manga de su camisa blanca aparecía en campo de visión, ya que al estar sentada atrás del conductor no me deja verlo, el resto de la canción me envolvió, recordé las grandes portadas con su rostro hace menos de dos años…
-Antonio, murió de un infarto ¿Verdad?- pregunté apoyando la cabeza en la ventana a mi lado.
La noticia fue de lo único que se habló en todos los medios de comunicación por varias semanas, incluso meses, luego unas cuantas películas en su honor, documentales y todo lo que se podía vender sobre su vida, talento e historia en lo personal y musical, qué tanto había dejado a los demás sobre él antes de irse, aunque de lo personal no había nada, sin pareja ni hijos, se decía que era un amargado obsesionado con el trabajo, supongo que la corona tiene un precio.
-Las noticias dicen que tuvo un accidente con sus medicamentos llegando a una sobredosis accidental y eso le causo el infarto, salieron rumores de que él se lo provocó por depresión, aunque otros dicen que fingió su muerte y está retirado, en internet hay un video de su espíritu caminando por su mansión- dijo con humor, pude notar como sus rulos chocolate se movían, se estaba riendo y negando con la cabeza.
Roger Trobaler siempre ha sido un hombre realista y directo que no cree en los fantasmas o lo sobrenatural, cuando era niña y lloraba asustada en mi habitación, pensando que un monstruo iba a comerme, venía a arrullarme con su típica frase “Debes temerles a los humanos porque ellos si pueden hacerte daño” no sé si su intención era calmarme, pero al día siguiente no quería ir a la escuela, era muy divertido oír a mamá gritándole en el desayuno.
El ambiente le dio paso a otra canción de Antonio. ¿Otra? Debe ser el álbum completo…
“Depresión” fue la palabra que llegó a mí “¿Qué puede aterrorizar a una persona que lo tiene todo?” me pregunté inclinándome al asiento para echarme en él y mirar el techo “¿Es tan desolador el éxito? Cuéntame Antonio…” incité a la nada, me hizo algo de gracia, para hablar con él necesitaría un tablero de madera y un collar, creo.
Cerré los ojos reconociendo la canción “Tu mirada en mí”, no sé por qué, pero esa canción me gusta mucho, es pegajosa, me recosté de lado sintiéndome verdaderamente cómoda, es como si te cantaran en el oído transportándote a otro lugar, me ocurrían con pocas canciones.
“Ojos café, mirada traviesa,
sonríeme otra vez, sabes que quieres
¿Aún no le he contado a tu sombra?
¿Cómo me enloquece tu mirada en mí?”
-¡Enical!- diablos, me interrumpió en mi lugar feliz, abrí los ojos asustada viendo a papá con la vista fija en la carretera -No te duermas, no te voy a cargar esta vez y la festejada no puede llegar con cara de sueño a su almuerzo- advirtió fastidiándome.
-No estaba dormida, sólo disfrutaba la música- me excusé a la defensiva impulsándome para sentarme -Además ni de broma me duermo. ¿Y perderme esa deliciosa pizza que comeré yo solita?- uh, eso sí que me despertó.
Tenía motivos para estar feliz y no curiosear sobre la vida de un artista que nunca conocí y estaba muerto, celebrar mi ingreso a la universidad con solo 17 años de edad si era algo que debería captar todos mis pensamientos.
No necesitábamos la ocasión para salir, pero serviría muy bien para describir las fotos en redes sociales, entramos a parqueo de mi pequeño restaurante italiano favorito, las paredes eran de color rojo y crema con fotos de pizzas, pastas y lugares en Italia, estaba a medio llenar, había alrededor de 15 mesas, pero sólo 7 estaban ocupadas cuando encontré a mamá en una de ellas con mi hermana.
Geraldine Trobaler, mi madre, era la mujer más inteligente que he conocido, astuta, estricta y muy severa, pero con sus hijas se permitía ser dulce y consentidora, para el resto de humanos existentes en el planeta era un ser con el que se tenía que tener cuidado, incluso papá, logró enamorarla, pero dominarla jamás. Sus ojos verdes y pestañas largas a juego con su cabello azabache la hacían encantadora y risueña, bastaba que abriera la boca para quejarse y se iba la magia.
Nos estábamos acercando mientras papá guardaba las llaves del auto en el pantalón, en cuanto se sentó yo ya estaba sonriéndole al encanto de ojos verdes en la silla para bebés, Aferi tenía un vestido amarillo muy lindo que resaltaba sus rulos chocolate como los de papá.
-¿Cómo está la niña más bonita?– me sonrió al reconocerme alzando sus manos para que la cargara.
-¡Epa!- el quejido de mamá me detuvo y voltee a verla, llevaba un vestido verde con dorado muy lindo, ¿Por qué todas llevamos vestido? ¿Hace tanto calor hoy? Mamá suele usar pantalones por comodidad…
-¿Ya te lavaste las manos?- preguntó apuntándome con su índice, ese vestido camuflaban muy bien su carácter, cualquiera que la viera le echaría años menos con un aura de inocencia, esas son las peores… -Y tú también Roger, al lavabo- sentenció cruzándose de brazos.
Me quería reír de papá, la mayoría de las veces parecía un hijo más, le di una mirada de molestia y culpa a mamá sabiendo que igual no me dejaría cargar a Aferi hasta que vaya al baño, hice un mohín y me fui jugueteando con la falda entre mis dedos, vi a papá copiar mi mohín antes de seguirme como un niño castigado.
-Así se doma a las bestias- se burló mamá mientras se cruzaba de brazos, la escuché - ¿No es así, Aferi?- le preguntó a mi hermana que sólo se rio sin entender el chiste.
-Ahora sí, ya estoy limpia mamá- aparecí detrás de ella mostrándole las palmas, me sonrió y envió un beso volado -Ahora si pulguita. ¿Dónde nos quedamos?- Aferi me sonrió y volvió a alzar sus manos, esta niña es la cosa más linda.
Le hice gestos extraños cuando la saqué de la silla, me miraba enseñando sus muelas, con un año de vida aún no tenía todos los dientes.
-Tu hija ni parece que va a ir a la universidad- comentó mamá cuando papá llegó.
Estaba a unos metros enseñándole a Aferi fotos de Italia en las paredes, pero podía oírlos.
Roger le sonrió al sentarse a su lado y mirarnos -Tienes razón, sigue siendo la niña que se asusta o llora en todas las películas- se burló.
-Puedo oírlos- me quejé fingiendo enojo, se encogieron de hombros y se rieron como mensaje de que no era un secreto y cuando Aferi interrumpió mi drama colocando sus manos en mis ojos.
Cuatro años después:
¿Un deseo? ¿Qué puedo pedir? Lo tengo todo.
¿Segura?
Bueno, casi todo, pero no me puedo quejar, todos mis amigos están aquí celebrando conmigo, veré a mamá, papá y Aferi mañana, todo está perfecto.
Tengo 21, todo está bien…demonios, tengo 21 y me siento como de 80…¿Esto es porque no me di un acostón con ese chico en esa fiesta hace 3 años?
Siempre me he refugiado en los libros y mis amigos, con un recelo infundado en hacer amistades nuevas o arriesgarme a tener un novio, no lo sé, no me sentía segura ni conmigo misma ni con los chicos que se presentaban, pero era extraño, siempre he sentido que alguien me llama, como si me buscara o me exigiera encontrarlo.
Bajo esa idea de ser más valiente dejé que Derek entrara en mi vida, terrible decisión, encontré mi lado más torcido para querer y encapricharme con alguien que claramente no me quería, sólo decía quererme, que me rompiera el corazón en verdad ahora no me parece algo tan malo, se convirtió en mi excusa para negarle el paso a alguien más a intentar enamorarme.
-¡Feliz cumpleaños! – exclamaron todos al unísono mientras aplaudían, me asusté antes de recordar que me estaban cantando y debía pedir mi deseo, todos los años había pedido algún objeto vano, misteriosamente siempre lo obtenía, a ver si este año lo pongo más difícil…
Deseo encontrar al amor de mi vida. O que me encuentre, lo que pase primero.
Enical, que dramática para pedirlo así…Ya me arrepentí. ¿Si mejor pido un nuevo teléfono?
Miré el conjunto de vaqueros celestes y blusa lila que llevaba antes de tomar aire y apagar las velar. Todos me aplaudieron y les sonreí aplaudiendo.
Mi mejor amigo se llevó el pastel antes de poder pasar un dedo encima, me conoce, iba a protestar, pero todos me asaltaron el aire en abrazos de felicitaciones.
Adrián Tello, vuelve aquí con mi torta…
Oh no, lo llamé sin querer, noté como se acercaba un chico bronceado de cabello oscuro y ojos miel en camisa azul y pantalón blanco, se remangó sin soltar las botellas que traía entre las manos.
-¡Eh! Abran paso que la tengo que felicitar- amenazó y todos se alejaron de mí, debo admitir que tiene poder. Tomé la botella que me ofreció y sin advertirlo me cargó y sacudió entre sus brazos haciéndome reír -Te estás haciendo vieja, enana.
-Mido metro 1.65 m Adrián, soy estatura promedio, no todos medimos 1.80 m- me quejé separándome de él antes de darle un sorbo a mi bebida.
-Estatura promedio para enanos, lindura- entrecerré los ojos sin poder enfadarme del todo por su burla cuando usa motes cariñosos, es como el hermano mayor que nunca tuve, adoro como me guiña un ojo sabiendo que está perdonado.
Antes de poder atacar otros brazos de piel morena me rodean y puedo adivinar antes de voltear de quién se trata, Sabrina aparece frente a mí, una morocha de 1.70 m con sus rulos libres cayendo un poco más por debajo de sus hombros, con un vestido amarillo de verano que resaltaba lo moreno de su piel, me abraza otra vez para felicitarme y seguro disculparse por haberse perdido la canción de cumpleaños.
-¿Cómo la está pasando mi mejor amiga?- saludó llena de emoción sin soltarme.
-Bien, bien, algo asfixiada en estos últimos segundos, pero bien creo- se sonreí -Saludaré al resto, les encargo la música, por favor miren que nadie rompa algo- miré a Adrián y Sabrina para que entendieran que les hablaba a ambos mientras me alejaba. Uh, casi lo olvido, voltee a verlos, ay, debo gritar para que me escuchen -Oh cierto, gracias por ayudarme a limpiar el departamento luego, los amo- grité por lo fuerte de la música, les envié un beso volado y salí corriendo a lo cobarde.
-¡¿Qué nosotros qué?!- alcance a oírlos quejarse y me reí.
Sabrina Erviti
Enical había huido como marido infiel después de tirar la bomba, esa escurridiza, me crucé de brazos y bufé cansada, bueno de todas formas iba a ayudarla, pero odio que me obliguen.
-Trobaler se está aprovechando estar de reina hoy- escuché a Adrián y lo vi entrecerrar los ojos intentando encontrar a Enical -Nos vemos al rato Sab- ni siquiera me miró, ahora que lo pienso no me ha dirigido la palabra en bastante tiempo. ¿Me está evitando el imbécil?
Le sonreí con falsa simpatía y antes que lo notara ya no tenía su bebida en la mano -Gracias primor, me moría de sed- le guiñé un ojo ya que ahora sí se digno a mirarme.
Fue fugaz, pero creo que recién notó que llevo vestido, me miró de arriba a abajo y luego revoloteó la vista por mi cabeza. ¿Hola? Mis ojos están aquí, en fin, mejor me largo, no lo hice adrede, sólo me alejé moviendo las caderas al sonido de la música.
-¡Hey! Era mío- lo oí quejarse resignado.
¿Dónde se metió? Ya había pasado un rato y no encontraba a Enical por ningún lado, no la vi con Adrián y mejor ni preguntarle porque se pone en modo papá y es capaz de parar la fiesta.
Entornille los ojos en la silueta dibujada por la sobra, el balcón estaba cerrado, sólo por si acaso, no podemos confiar en borrachos. ¿Qué tal si uno se mataba? Más vale prevenir que lamentar, pero esa silueta la conozco bien.
Abrí la puerta encontrando a mi mejor amiga con los brazos apoyados en la baranda de madera color blanco, estaba distraía en las luces de la ciudad, se veía melancólica, no me notó hasta que hablé.
-¿Qué haces aquí afuera?– pregunté apoyada en el marco de la puerta.
-Tomar un poco de aire, supongo– mentirosa, ni siquiera me voltea a ver porque sabe que la descubriré, desvié la vista a la cuidad, por la noche se ve muy linda desde el quinto piso.
-¿Está todo bien?– pregunté acercándome y apoyando los codos y la espalda en la baranda sin dejar de mirarla.
-Creo que si- dudó encogiéndose de hombros antes de darle un sorbo a su trago -Todo va de maravilla, el próximo año termina la universidad, al fin haré lo que me gusta mientras viaje por todo el país, vendré siempre que pueda a visitar a mis padres, Aferi, Adrián y a ti.
-Pero...- la interrumpí porque sabía que no iría al punto.
-¿Pero? No hay peros, no debería… No lo sé Sab, no debería quejarme de lo que tengo y en serio que no lo hago, pero…- ahí estaba, un pero, entonces hay una razón. Suspiró pesadamente antes de continuar -Quiero sentirme completa, hay un espacio vacío aquí, es como si me estuviera olvidando de algo importante- puso una mano en su corazón -El estar con alguien y sentir que es especial, creo que es eso, no lo sé, siento que es lo único que no tengo, siempre me he sentido extraña como si algo me faltara, como si olvidara algo importante, pero no sé qué es, acabo de cumplir 21 años, mi historial romántico ha sido un desastre -ladeó la cabeza haciendo una mueca -Si me pongo a pensarlo, un pobre desastre, me persigue la desgracia- dramatizó llevándose las manos a la cabeza, no pude evitar sonreír y negar con la cabeza, así es Enical…
Cuando la conocí era la niña alegre que le hablaba a los nuevos en la escuela, y yo era la nueva rara por mi cabello tan esponjado y gafas grandes, desde entonces no nos hemos separado, la he visto reírse, llorar, caerse, perderse por bajar en estaciones equivocadas de autobús y toda clase de tonterías, pero lo que sólo vi una vez en ella fue enamorarse y tuvo el capricho de enamorarse del chico que todos le advertimos que no le convenía, típico de Enical, siempre ha buscado los desastres o los corazones rotos, si no fuera por Adrián en serio estaría preocupada por sus decisiones amorosas, pero mientras podamos cuidarla no hay problema.
-Enical Trobaler no exageres- llamé su atención con una risa ligera y me vio a los ojos esperando a que continuara -Bien, tu historial no lo voy a discutir, te has tomado muy en serio toda tu vida el tener un novio, es normal que hayas tenido un “pobre- alcé mis dedos para enfatizar las palabras -Historial”, ya quisiera yo haberme involucrado solo con 4- lo último lo dije por lo bajo sólo para hacerla sonreír antes de darle un trajo a mi botella -Pero ese no es el punto, Derek era un idiota, hasta el ciego de Adrián lo notó, solo tú eres tan cabezota para encapricharte con él, no digo que esté mal que luego de él te hayas vuelto más cuidadosa con tus sentimientos, pero quizá, no te haría mal dejarte llevar a veces, no todo al que le coquetees tiene que terminar siendo tu novio- alcé las cejas de forma insinuante notando en sus ojos que estaba más animada, tiene que aprender a soltarse un poco, de todas formas no hay prisa, solo tenemos 21.
-¡Sab por Dios!- se indignó esbozando una sonrisa y reímos.
-Sabes a lo que me refiero, tampoco te quiero de este lado oscuro, sólo espéralo, no hemos llegado ni a la mitad de nuestras vidas, pronto yo también acabaré la carrera y me recibiré de médico, quien sabe si conocemos al indicado cuando ya seamos millonarias- sugerí antes de abrazarla sintiendo sus brazos rodeando mi espalda -Solo vive tu vida, siéntelo todo y deja de pensarlo tanto, ya llegara el pobre infeliz que tenga que aguantar los celos de tu padre y Adrián- me burlé cuando la solté, eso sí que me hacía gracia y no pude evitar las carcajadas.
Enical me sonrió, sé que estaba a punto de agradecerme cuando unos chicos nos invitaron a bailar, nos sonreímos dando por terminada la charla espiritual, antes de disfrutar del resto de la fiesta.
Adrián Tello
El sol empezaba a despertarme dándole directo a mis ojos cerrados, me removí fastidiado sintiendo un ligero dolor de cabeza. ¿Cuánto bebí anoche?
-¡En! Apaga la luz- me quejé girándome para darle la espalda al sol, entreabrí los ojos para acomodarme y noté el tono amarillo de mi almohada. ¿Enical tenía blusa amarilla ayer? Me pregunté vagamente acomodándome para dormir, abrí los ojos en un segundo al recordar que no, la busqué rápidamente y me calmé al encontrarla durmiendo justo frente a mí sentada con los pies sobre el sofá y la cabeza apoyada en el brazo del mueble.
Alcé la mirada y me encontré con los rulos descontrolados de Sabrina, tenía el cuello torcido, eso de seguro dolería en un rato, se veía graciosa durmiendo, ni parecía insoportable, deberían hacerla dormir más horas al día, a ver si así deja de ser tan brusca…Le escuché un suspiro y un recuerdo extraño llegó a mí.
-¡Quédate quieta!- le susurré con mal humor.
-No, tu suéltame, vas a despertar a todos- se quejó, pero no se movió.
-Están borrachos, hasta Enical lo está, no se despertarán, aunque pase una estampida- expliqué y ambos volteamos a ver a los demás en los sillones asegurándonos de no despertarlos.
-Que clase de imbécil no puede desenredar una pulsera- me regañó volviendo a entregarme su cabeza para ayudarla.
-Es más difícil de lo que parece y estoy borracho- me excusé ofendido.
-No intentes justificar tu retraso mental- espetó en voz baja.
Entrecerré los ojos aguantándome decirle algo más porque ya sentía sueño y había acabado de desenredar la pulsera desconocida, la noté hace unos minutos porque algo brillaba en su cabello oscuro.
Se la entregué y me dejé caer a su lado en el sofá soltando un bufido, vaya que me dolía la cabeza, ella estiró una mano para apagar la luz y quedamos bajo la tenue penumbra del cielo, debía faltar muy poco para el amanecer.
-Gracias- la escuché susurrar. ¿Una ilusión? ¿Cuándo Sabrina me ha agradecido algo? La volteé a mirar sorprendido, al notarme volteó a verme extrañada sin entender.
-¿Me has agradecido?- pregunté incrédulo
Miro a los lados antes de verme como bicho raro y asentir.
-Mañana de seguro llueve- susurré irónico y sentí su puño en mi hombro, sé que se me hará un moretón, me incliné hacia ella de todas formas –Anda, agradéceme otra vez- insistí divertido, entrecerró sus ojos en mí y estaba a punto de golpearme, pero atrapé su mano -Que aburrida- me quejé y sin pensarlo bien recosté la cabeza en sus piernas, fue un impulso estúpido y suicida, pero sentí que quería hacerlo y el alcohol apoyaba cualquier idea.
-¿Qué haces?- preguntó irritada pero no me movió.
Verla hacia arriba era extraño, gracias a la luz del cielo podía verle la cara, me estaba viendo a los ojos, sin el ceño fruncido, sólo me miraba sin decir una palabra y yo tampoco quería hablar, se veía linda, sus labios chocolate estaban entreabiertos y la mirada algo nerviosa con los parpados pesados, se le notaba el sueño. Acercó una mano a mi y creí que me tocaría la mejilla, una sospecha descabellada que se acercaría a besarme y un impulso de levantarme hacia ella nacieron en ese segundo. Fueron rápidamente asesinados por el golpe que me dio en la frente.
-Duérmete ya- fue lo último que me dijo recostando la cabeza en el sillón, no me botó o dijo algo para que saliera de su regazo y tampoco me apetecía salir, me sentía demasiado cómodo aquí.
¿Habrá sido un sueño? Sabrina no es así, creo que estoy teniendo ideas rarísimas…
Estaba a punto de pellizcarle la nariz a mi almohada cuando Enical me asustó.
-¡Oh si claro, voy a apagar al sol, idiota!- me contestó con ironía, la volteé a ver de inmediato adorando como bostezaba y se llevaba las manos a los ojos para adaptarse a la luz, esa pedazo de gente es lo más parecido que tengo a una hermana, a veces era como un cachorro haciendo gestos que dan ganas de jugar con él y mimarlo, mientras que otras veces era yo el bebé porque soy un inútil completo sin proponérmelo en diversos aspectos y allí ella se convierte en mi hermana mayor ayudándome en todo, creo que he llegado al punto de no poder vivir si esa niña. ¿Qué diablos voy a hacer cuando empiece a viajar?
Noté que habíamos sobrevivido 5 personas, aunque faltaba revisar los cuartos y el baño… vi a Enical lanzarle una patada al castaño de camiseta roja y pantalón negro a su lado, esa es mi chica.
-Dennis- lo llamó aún con voz soñolienta, como no contestó le dio otra patada, pero esta vez más fuerte, eso tenía que doler.
-Mujer, con cuidado- se quejó Dennis con una mueca de fastidio -Soy edición limitada- fingió estar ofendido.
No pude evitar reírme, noté que Sabrina acababa de despertar, su cuerpo vibro debajo de mi cabeza y sus labios dibujaron una sonrisa aún con los ojos cerrados, incluso el rubio vestido de negro que estaba echado en el sofá personal con las piernas hacia arriba se estaba riendo de lo que dijo su mejor amigo.
-Hay que ver la autoestima que se carga- comentó Sabrina abriendo los ojos -Quítate, Ad- no esperó ni dos segundos para mover sus rodillas y acercó sus brazos para empujarme, fui más rápido levantándome de ese campo minado antes de morir a golpes. ¿Desde cuándo tengo tan buenos reflejos?
-Porque ya no se fabrican más idiotas, eres algo más como en peligro extinción- acoté con sorna mirando a Dennis antes de irme al otro extremo del sillón, una Sabrina salvaje con mal humor mañanero y resaca era peligroso.
-Apúrate y ve a comprar el pan, voy a poner agua para desayunar- le ordenó Enical sentándose y estirando los brazos.
-Si mamá- obedeció Dennis malhumorado antes de dirigirse al baño, cuando salió todos seguíamos mirándonos con sueño sin ganas de despertar aún -¡Yo no limpiaré el baño!- gritó saliendo del pasillo a paso ligero hasta la puerta. ¿Qué mierda había en el baño?
-Ni yo- dijeron Enical y Sabrina a la vez, me voltearon a mirar y caí en la cuenta que era el último que quedaba.
-¡No es justo, recién estoy despertando!- me quejé frunciendo el ceño y las vi reírse con Rafael que bajó los pies del sillón y empezó a estirarse.
Últimamente quedábamos los 5 juntos al acabar las fiestas, Enical era la que terminaba más sobria de todos y generalmente nos cuidaba, Sabrina por el contrario era la más alcohólica, mi historial de borracheras no me enorgullece, pero no soy competencia para ella, al igual que Dennis y Rafael, esos dos retrasados son unos completos mujeriegos, no había chica a la que no hayan afanado desde la escuela.
Era muy fácil para mi recordarnos a los 9 o 12 años cuando nos conocimos, se ve como si hubiera sido ayer, extraño esas épocas despreocupadas, por suerte, aunque no estemos en las mismas universidades seguíamos en contacto.
Esa mañana, sólo por tratarse de la casa de Enical, Dennis y Rafael se ofrecieron a ayudar con la limpieza, por suerte no había otro soldado caído por la casa, así que terminamos en un par de horas entre risas y música, el departamento Enical era pequeño, al igual que el mío de al lado, solo para un par de estudiantes tenía lo esencial, cocina, sala, dos habitaciones y un baño, bueno, era más de lo que podía tener un universitario promedio, pero el trabajar y casi no gastar en estudios, porque eran estatales, nos permitió ciertos lujos, eso y la suerte de que el dueño nos conocía desde niños y no nos cobraba mucho.
Cuando acabamos sólo quería volver a mi cuarto a seguir durmiendo, tenía hambre, iba a ofrecerle a Enical almorzar juntos, pero recordé que saldría con sus padres así que mejor duermo y me pido algo al despertar.
-¿Segura que no quieres que te recoja?- le pregunté a la castaña en la puerta de su casa mientras pasaba una mano por los ojos, quiero tomar una ducha caliente e irme dormir de una vez.
-Para cuando despiertes ya habré vuelto- aseguró -A veces eres demasiado paranoico- sentí la queja en su voz.
-¿Por qué será?- acusé entrecerrando los ojos en ella recordando todas las veces en las que se ha perdido por desorientación y he tenido que recogerla.
-No exageres eso fue hace dos años- fundamentó indignada, bueno era cierto que últimamente ya no se perdía, pero no estaba de más vigilarla, tengo un presentimiento extraño estos días, creo que estoy viendo demasiadas noticias en la mañana.
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Enical Trobaler Al verme al espejo quedé satisfecha con el resultado, llevaba el cabello suelto, llegándome por debajo de los hombros, un vestido color salmón corto que no llegaba a mis rodillas, una chaqueta negra, unas zapatillas negras y un pequeño bolso de cuero negro a juego, me maquillé ligero, lo habitual en mi era siempre suave, un delineado negro con un retoque en las pestañas y un labial rosado, no necesitó camuflaje extra para tapar la resaca porque no había tomado tanto. La conversación de anoche dio varias vueltas en mi cabeza, Sabrina tenía razón me tomo todo muy en serio, además no puedo quejarme, lo tengo todo, familia, amigos y salud, este sentimiento extraño debe ser sólo un capricho, si no le doy importancia se irá y dicen que el amor llega sin esperarlo ni buscarlo. Al cerrar la puerta con llave me sentí extraña, vigilada, vi a
Antonio Ulfrein Mi cumpleaños. ¿Qué le ven a ese día? Es uno como todos los demás en el año, es más, se supone que debería dar un concierto, pero adelantaron la gira y lo hice la semana pasada, sólo quiero llegar a casa a revisar los papeles que me faltan. -Antonio, cumples 25 años, debes celebrarlo- exigió Theodor al otro lado de la llamada telefónica, bufé cansado apartando el aparato para que no me escuche -Todo el mundo quiere verte en esa fiesta, puedes conocer a muchos artistas con quienes grabar nuevos éxitos- reconocí el tono persuasivo, me conoce perfectamente, cuando me hablan de trabajo no puedo ser indiferente. ¿Adicción al trabajo? Supongo, esta bien para mí, de todas formas, no tengo nada más en que ocupar mi tiempo. Recosté la cabeza en la ventana polarizada del auto sintiéndome cansado, bien, suponi
Antonio La analicé lentamente mientras cerraba la puerta de su habitación, me sostuvo la mirada hasta el último momento, sabe que dudo de lo que dijo, no lo quiero reconocer, pero una parte de mi le cree. ¿Qué hago con eso? ¿Soy una persona tan ingenua? ¿Ella es una buena mentirosa? ¿Alguien la empujó? ¿Está en peligro? Busqué a un enfermero de turno, encontré un pelirrojo que me miraba sin poder creer que fuera yo en realidad, le pague extra por que la cuide bien, sostuve la mentira de la familiar, una sobrina rebelde que puede escaparse, muy creíble y común. Encargué los trámites restantes para que pasara la noche en la clínica sin problemas, una vez fuera del lugar mi chofer esperaba nervioso noticias buenas. -¿Cómo está?- preguntó nada más entre por la puerta trasera del auto, voltee a ver el resto del asiento
Enical -Cu-cuéntame ¿Qué paso?- su tartamudeo me hizo sentir peor, sabía que no debía decirle la verdad. Es que ni yo lo puedo creer, es algo tan absurdo, fantasioso y loco que sería incluso un tema de conversación extraño en alguna cena, pero mi mayor prueba de que en verdad estaba pasando era la persona frente a mí. -Yo… no lo sé, hubo un accidente en la carretera- dije lo primero que recordé, intenté ser breve y le conté, casi sin respirar, todo el accidente, oculté las voces llamándome, eso sí sonaba demasiado, me escuchó atento pretendiendo ocultar su confusión, no lo logró, pero fue un buen intento -Ahora que lo pienso bien, ese niño se me hizo familiar porque lo había visto esta mañana, no es muy común un niño con rasgos asiáticos en Latinoamérica, al menos no por donde vivo. -Bien… primero- rompió el silenc
Enical Llegamos a un edificio gris claro con grandes ventanas que parecían espejos reflejando el resto de la ciudad en él, conté 10 pisos mientras Antonio conducía a la puerta posterior para autos hasta el sótano-cochera. Salimos hasta el ascensor para llegar al piso 8 donde él vivía, recién en el pasillo alfombrado frente al elevador caí en la cuenta de que estaba yendo a la casa de un extraño, enfoqué mi atención en la comida. Ese es el dulce que te ofrece el extraño para que lo sigas, que claramente no debes seguir, Enical tonta. ¿Había rumores de chicas desaparecidas? No recuerdo ninguno, pero no quiero ser la primera. ¿Si es de los que torturan a las personas? No, espera, lo estoy sobre-pensando, relájate, respira, todo esta bien…Espera, recuerdo que lo investigaron por algo turbio una vez. ¿Qué era? Ay no, ni siquiera lo recuerdo…
Enical Culpa y miedo, los únicos elementos que encerraban mi existencia en estos momentos, estaba abusando de la bondad de un extraño y la probabilidad de estar loca crecía a cada segundo, la realidad de negar mi cordura y que todo fuera un juego de mi mente, mis recuerdos, mis amigos, mi familia. ¿Todo mentira? Mi consciencia temblaba como papel, necesito comprobarlo. -Yo... Lo siento, será la última cosa que te pediré, si no estoy loca te prometo que te lo pagaré todo- aseguré sintiendo escalofríos. -¿Es mi imaginación o estás dudando?- bromeó aligerando el ambiente. -Lo siento- dije bajando la mirada -Ya no sé qué creer, hace dos noches estaba celebrando mi cumpleaños- agregué encogiéndome de hombros, los recu
Enical La sala de conferencias estaba pintada de beige con una mesa larga color marrón claro y asientos negros, no podía faltar un proyector con una pared blanca para que todos expongan sus temas importantes con gráficos, se veía todo muy serio e importante. Había seis personas esperando, dos mujeres y cuatro hombres. -Buenos días ¿Ya estamos todos verdad?- saludo Theodor al cerrar la puerta y los presentes dieron los buenos días en forma general mientras nos dirigíamos a los únicos tres asientos juntos disponibles, el rizado iba directo a la cabeza de la mesa y dejé que un asiento nos separara, para Theodor. -¿Quién es la señorita? – preguntó un joven trigueño con unas gafas grisaseas rectangulares, una camisa verde pálido, pantalón negro y cabello corto marrón peinado hac
Enical Todo termino al verme, mis pensamientos pararon, mis preguntas ya ni se intentaban formular, mi existencia no tiene sentido, no aquí, aquí ya existo, una sobra y soy yo. Ni siquiera pensé en qué haría después de verme, creí que todo se pondría negro y terminaría la pesadilla de una u otra forma, pero seguía respirando, sentada en este coche viendo las calles que alguna vez me vieron crecer. Cuando Antonio me propuso ir a España con él, en verdad creí que me dejaría aquí, no tiene ninguna obligación, no me debe nada, yo lo haría. ¿Hacerme responsable de una loca? No gracias, estoy para que me cuiden aún, no para cuidar. Su mirada me decía que iba en serio, era digna de temer para cualquiera, cualquiera menos yo, que ya no tenía nada que perder…encontré en ellos la seguridad justa que necesitaba para no derrumbarme más de lo que ya estaba, par