Enical
Llegamos a un edificio gris claro con grandes ventanas que parecían espejos reflejando el resto de la ciudad en él, conté 10 pisos mientras Antonio conducía a la puerta posterior para autos hasta el sótano-cochera.
Salimos hasta el ascensor para llegar al piso 8 donde él vivía, recién en el pasillo alfombrado frente al elevador caí en la cuenta de que estaba yendo a la casa de un extraño, enfoqué mi atención en la comida.
Ese es el dulce que te ofrece el extraño para que lo sigas, que claramente no debes seguir, Enical tonta. ¿Había rumores de chicas desaparecidas? No recuerdo ninguno, pero no quiero ser la primera. ¿Si es de los que torturan a las personas? No, espera, lo estoy sobre-pensando, relájate, respira, todo esta bien…Espera, recuerdo que lo investigaron por algo turbio una vez. ¿Qué era? Ay no, ni siquiera lo recuerdo…
Enical Culpa y miedo, los únicos elementos que encerraban mi existencia en estos momentos, estaba abusando de la bondad de un extraño y la probabilidad de estar loca crecía a cada segundo, la realidad de negar mi cordura y que todo fuera un juego de mi mente, mis recuerdos, mis amigos, mi familia. ¿Todo mentira? Mi consciencia temblaba como papel, necesito comprobarlo. -Yo... Lo siento, será la última cosa que te pediré, si no estoy loca te prometo que te lo pagaré todo- aseguré sintiendo escalofríos. -¿Es mi imaginación o estás dudando?- bromeó aligerando el ambiente. -Lo siento- dije bajando la mirada -Ya no sé qué creer, hace dos noches estaba celebrando mi cumpleaños- agregué encogiéndome de hombros, los recu
Enical La sala de conferencias estaba pintada de beige con una mesa larga color marrón claro y asientos negros, no podía faltar un proyector con una pared blanca para que todos expongan sus temas importantes con gráficos, se veía todo muy serio e importante. Había seis personas esperando, dos mujeres y cuatro hombres. -Buenos días ¿Ya estamos todos verdad?- saludo Theodor al cerrar la puerta y los presentes dieron los buenos días en forma general mientras nos dirigíamos a los únicos tres asientos juntos disponibles, el rizado iba directo a la cabeza de la mesa y dejé que un asiento nos separara, para Theodor. -¿Quién es la señorita? – preguntó un joven trigueño con unas gafas grisaseas rectangulares, una camisa verde pálido, pantalón negro y cabello corto marrón peinado hac
Enical Todo termino al verme, mis pensamientos pararon, mis preguntas ya ni se intentaban formular, mi existencia no tiene sentido, no aquí, aquí ya existo, una sobra y soy yo. Ni siquiera pensé en qué haría después de verme, creí que todo se pondría negro y terminaría la pesadilla de una u otra forma, pero seguía respirando, sentada en este coche viendo las calles que alguna vez me vieron crecer. Cuando Antonio me propuso ir a España con él, en verdad creí que me dejaría aquí, no tiene ninguna obligación, no me debe nada, yo lo haría. ¿Hacerme responsable de una loca? No gracias, estoy para que me cuiden aún, no para cuidar. Su mirada me decía que iba en serio, era digna de temer para cualquiera, cualquiera menos yo, que ya no tenía nada que perder…encontré en ellos la seguridad justa que necesitaba para no derrumbarme más de lo que ya estaba, par
Enical Soñé contodos, al inició Adrián cargándome hasta mi habitación como lo hacía siempre que me quedaba dormida en la sala para no resfriarme, se sintió muy real, luego los recuerdos de navidades con mis padres y Aferi abriendo sus regalos, se sentía nostálgico y doloroso, espinas nadando en mi pecho desde adentro, arañando todo hasta mi garganta, esa sensación lenta me despertó con un ligero dolor de cabeza y las mejillas mojadas, me asusté al no reconocer el techo, segundos después volví a la “realidad”, una donde estoy en otro continente, en nada mas y nada menos que la casa de Antonio Ulfrein, no recuerdo como llegué a la habitación, debí caminar como sonámbula. ¿O Antonio me trajo? No, imposible. Algo parecido a un globo a punto de reventar en mi abdomen me avisaba que debía ir al baño si no quería morir, la idea de me hizo tentadora unos segundos, pero pensar en que me encuentren apestando a basurero de callejón no me gustó, salí disp
Antonio -Eso es todo- di por terminada la reunión con el equipo, todos salieron de la sala de música mientras tomaba un poco de agua antes de ordenar que almorzar. -¿Cómo está el rey?- Theodor en su camisa azul y pantalón oscuro hizo acto de presencia en la sala casi vacía con una brillante sonrisa. -Explícame como tienes ese humor después de la reunión de tres horas a las 7 a.m.- me quejé apoyando la espalda en el respaldo de la silla y pasándome una mano por el cabello para removerlo un poco, a ver si así desaparece el cansancio. -Cafeína, la mejor amiga del hombre, los cachorros están sobrevalorados- comentó sentándose despreocupadamente. -Si claro, la mejor amiga del sistema nervioso y los corazones- acoté con sarcasmo al cerrar el folder que tenía con los apuntes de la reunión
Enical Cada día perdía más su sentido, la luz del día ya no me impedía llorar cuando estaba sola, si a mi cuerpo se le antojaba, cual fuera la hora, yo sólo cumplía hasta quedarme dormida y poder verlos otra vez. En verdad intentaba fingir llevarlo bien para Antonio porque era el único que reflejaba preocupación al verme, la única persona que se preocupaba por mi, ni yo lo hacía. A veces entraba al estudio buscando un libro y distraerme, pero nunca creí que hasta eso perdiera el atractivo para mi, imaginarme las historias, las emociones en mi piel, todo se volvió gris, insípido y aburrido. Soy la princesa inútil encerrada en una torre, aislada, esperando que algo o alguien me rescatara para devolverme a casa, ni siquiera puedo rescatarme, no hay camino, se sentía como bajar en una parada de bus equivocado sin saber
Enical Definitivamente crucé un limite en ese rincón, soy otra persona, no sé si una mejor, pero una más resignada a aceptar lo que veo ahora como una verdad, Antonio Ulfrein existe y es la misma persona que me alojó en su casa. Perdí, me acaba de derrotar algo a lo que ni sabía que me enfrentaba, el sabor de la derrota se me hacia tan horrible como el del fierro en jarabe que me daban de niña. No había perdido contra algo antes, es decir sí como cualquier otro, pero no este tipo de caídas estrepitosas, pelear sola nunca fue lo mío, incluso para entrar a la universidad estudie con Sabrina y Adrián, creo que ya me di cuenta de lo mala que soy defendiéndome sola. ¡¿Quién me mandó a hacerme la heroína en un maldito accidente?! Un propósito…¿Un motivo para que yo esté aquí? ¿Cuál? Tend
Enical Bien, es lindo, es algo normal, digo, creo que también es modelo. ¿Cierto? Entonces es lógico que una parte de mí crea que es lindo, pero nada más Enical. -Buen día- saludó Antonio rompiendo la mirada vacía de la recepcionista y el alboroto en mi cabeza -Una mesa para dos, por favor- solicitó con una sonrisa amable. -Bienvenidos a Chinepolis, claro- contestó la joven de cabello rojo pintado y ojos verdes, era más alta que yo y su blusa blanca abierta en los primeros botones me hizo ver que claramente ahí también me llevaba centímetros de ventaja, con su falda tubo negra y tacones que le quedaban muy bien definiendo su figura -Su nombre por favor y número de teléfono- dijo fingiendo que era lo más normal pedir esos datos, Antonio no se lo tragó y alzó una ceja -Es para mantenerlo al tanto de nuestras ofertas- sugirió con inocencia.