Con ocho meses de embarazo, la criatura que espero es un vínculo prohibido, una promesa de amor y traición. El padre es el esposo de mi hermana, Abril. ¿Cómo llegamos a este punto? Mi decisión de alejarme de mi familia y dar a luz en un rincón apartado de la ciudad se convirtió en un acto de desesperación. Lo que debería ser la cúspide de la felicidad se ha tornado un infierno de emociones encontradas. Mi nombre es Ana Paula Rincón, y esta es mi historia… Nuestra familia, de principios intachables y riqueza incuestionable, adoptó a Abril cuando era apenas un bebé. Su origen, es un misterio velado por la sombra de la sirvienta que la trajo al mundo. Años después, nací yo, la hermana que no comparte lazos sanguíneos con ella. Nuestra complicidad, sin embargo, es inquebrantable. A pesar de nuestras diferencias físicas yo, de tez blanca y ojos azules como el mar; ella, de piel morena y ojos color miel—, nos queremos como verdaderas hermanas. Hace un año, Abril partió hacia Estados U
Después de un fuerte dolor y un gran susto, Luis José finalmente había suturado mi herida. Su voz, amable y reconfortante, me hizo sentir menos vulnerable. —Bien, ya terminamos. ¿Cómo te sientes? —preguntó, mientras sus ojos azules buscaban los míos. —Creo que el susto ha pasado un poco. De verdad, muchas gracias. No sé qué habría hecho si no hubieras estado aquí. ¿Te debo algo? Me gustaría pagarte por lo que hiciste. — Luis José sonrió, y su mirada se volvió más intensa. —Por favor, ¿cómo crees? Hasta me ofendes con la pregunta. —Su tono era cálido, pero había algo más en su expresión. —Es solo que te has tomado tantas molestias que me da mucha pena contigo. —Bueno, pensándolo bien, creo que puedes pagarme de una forma. Un miedo repentino me invadió. Había imaginado lo peor, y mi expresión debió delatarme, porque él inmediatamente aclaró: —No es lo que estás imaginando. —Su mano rozó la mía, y mi corazón dio un vuelco—. —No me estoy imaginando nada. Solo estaba pensando
Después de ceder al deseo y a la atracción que ambos compartíamos, nuestros cuerpos se fundieron en una unión intensa. Después de habernos dejado llevar por nuestros instintos, habíamos quedado exhaustos, y sin darnos cuenta nos quedamos dormidos hasta el día siguiente. Las palabras compartidas en la intimidad revelaban una conexión profunda. Pero antes de que yo pudiera responder a la pregunta que el me había hecho sobre si tenía a alguien más en mi vida, mi celular sonó, interrumpiendo el momento. Era una llamada urgente de una de mis amigas que estaba preocupada porque no había llegado a dormir a la habitación. — ¡Hola! —Ana Paula, ¿dónde estás metida? Tu madre ha llamado un montón de veces y dice que no puede comunicarse contigo. Además, recuerda que debemos salir dentro de un par de horas hacia Ciudad de México. —¿Ah, sí? Tranquila, todo está de maravilla. Me comunicaré con ella, y no te preocupes, ya voy a la habitación. —Colgué la llamada y me dirigí a Luis: — Lo si
Luis José se quedó en shock, sin palabras. No podía explicar nada; había ocultado su matrimonio. Pero el problema más grave era saber que estaba casado con mi hermana Abril.—Ana Paula, por favor, tenemos que hablar, pero no aquí. Las cosas no son como las imaginas. —¿Hablar? ¿Crees que hay algo que decir después de esto? No tengo nada que hablar contigo, pero sí con mi hermana. No merece tener a un canalla como tú a su lado. —¡No, por favor! No armes un escándalo. Eso mataría a tu hermana. —¿Y por qué no pensaste en eso antes de meterte en la cama conmigo? —Te juro que no sabía que tú y Abril eran hermanas. Casi nunca hablaba de su familia. Después de que tus padres se opusieron a nuestro matrimonio, ella quiso desligarse de todo. —¿Pero acaso hacía falta que lo supieras? El punto es que le fuiste infiel, y desgraciadamente fue conmigo. Tengo que decírselo inmediatamente. No puedo quedarme callada con una canallada como esta. —¡No, por favor! No puedes hacerlo. —¿Y quién me lo
La atmósfera vibrante de la fiesta de cumpleaños se prolongó hasta el amanecer. Me vi atrapada, atendiendo a los invitados, entre ellos los padres de Nelson, mis futuros suegros, cuyos ojos brillaban de felicidad al saber que ya teníamos fecha para la boda. Lo que había comenzado como una celebración de mi cumpleaños se convirtió en mi peor pesadilla. El compromiso matrimonial eclipsó lo que debió ser el día más especial. Sin embargo, la verdadera tormenta se desató cuando mis ojos se encontraron con los de un hombre atractivo, solo para descubrir que era el esposo de mi hermana. El amor prohibido floreció en mi corazón, una espina que se clavó profundamente dejando una herida muy dolorosa. Ansiaba el final de la fiesta, deseando encerrarme en mi habitación durante los próximos 50 años. (…) Al día siguiente… La luz del día se filtraba a través de las cortinas, y yo seguía atrapada en mi habitación. No quería enfrentar el mundo exterior, pero Abril, como en los viejos tiempos
Nelson nos observó a ambos con recelo después de haberle dado la devastadora noticia sobre la enfermedad de mi hermana. A pesar de la gravedad de la situación, su desconfianza hacia Luis José era evidente. Había algo en él que no le inspiraba confianza, y Nelson no estaba tan lejos de la verdad.—Lamento mucho lo de tu hermana —dijo Nelson—. Espero que todo se solucione. Pero me imagino que no les molestará que los acompañe. Entre los tres podremos conversar mejor sobre el problema de Abril, ¿no crees, cariñito? Además muy pronto seré parte de tu familia, por lo que todo lo que pase con ellos me concierne. Mis manos temblaban, y la ansiedad me helaba por dentro. Sentía que mis piernas flaquearían en cualquier momento y me desplomaría al suelo.—No es necesario, Nelson —respondí—. Luis José y yo ya hemos terminado de hablar. De hecho, iba de salida cuando entraste al café. Luis José enseguida intervino para apoyar lo que yo acababa de decir:—Tienes razón, Ana Paula. Abril debe estar
Ese día, al regresar a casa, me sentía impotente y afectada tras la conversación con Luis José. Había confirmado el delicado estado de salud de mi hermana Abril, y aunque lo amaba profundamente, no podía ignorar que él era su esposo. La situación me obligaba a mantenerme callada y alejarme de él para siempre. — Ana Paula, por fin llegas. Papá y mamá preguntaron por ti. Nos invitaron a almorzar en el club, pero no respondías el celular. — Lo siento, Abril, pero no me siento bien. Me retiro a mi habitación. — ¡Espera! Mira cómo tienes el pie inflamado y sangrando. El dolor de la herida era indescriptible. Me había olvidado de cuidar la herida debido a mis preocupaciones. — Debes curarte esa herida, Ana Paula. Debería decirle a Luis José que te examine. — ¡No! No es necesario, yo puedo hacerlo. — ¿Por qué no? Luis José es un excelente médico. Aunque aún no se ha especializado, estás en buenas manos. — No quiero molestarlo. Puedo cuidarme sola. Ver a Luis José junto a mi hermana m
La tensión en la habitación era palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso y cargado de secretos. Y me sentía atrapada en un torbellino de emociones, me debatía entre la culpa y el deseo prohibido que me consumía lentamente. Luis José, tratando de apaciguar la ola de coraje que se veía en Nelson, intentó calmar las aguas antes de que la situación empeorara. Mientras yo después de aquel beso que me había estremecido, no podía evitar sentirme culpable y traidora. Mis ojos se encontraron con los de Nelson, quien me miraba con una mezcla de confusión y celos al mismo tiempo, sin tener la certeza real de lo que estaba sucediendo. — Nelson, no es necesario que adoptes esa actitud —dijo Luis José, con voz firme—. Pero solo estoy en la habitación de Ana Paula para curarle la herida en el pie. Se le salió un punto y había que suturar de nuevo. Nelson, con sarcasmo, respondió: — ¡Ah claro! Se me había olvidado que eres médico. Qué amable de tu parte, ¿no crees, cariñito? Es bue