Luis José se quedó en shock, sin palabras. No podía explicar nada; había ocultado su matrimonio. Pero el problema más grave era saber que estaba casado con mi hermana Abril. —Ana Paula, por favor, tenemos que hablar, pero no aquí. Las cosas no son como las imaginas. —¿Hablar? ¿Crees que hay algo que decir después de esto? No tengo nada que hablar contigo, pero sí con mi hermana. No merece tener a un canalla como tú a su lado. —¡No, por favor! No armes un escándalo. Eso mataría a tu hermana. —¿Y por qué no pensaste en eso antes de meterte en la cama conmigo? —Te juro que no sabía que tú y Abril eran hermanas. Casi nunca hablaba de su familia. Después de que tus padres se opusieron a nuestro matrimonio, ella quiso desligarse de todo. —¿Pero acaso hacía falta que lo supieras? El punto es que le fuiste infiel, y desgraciadamente fue conmigo. Tengo que decírselo inmediatamente. No puedo quedarme callada con una canallada como esta. —¡No, por favor! No puedes hacerlo. —¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? —No puedes decirle nada porque tu hermana está enferma del corazón. La tensión en el aire era palpable cuando las palabras de Luis José resonaron en mi mente. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, y mi corazón latió con fuerza. ¿Hasta qué punto era cierto lo que decía? No lo sabía, pero la gravedad de la situación me paralizó. —¿Qué estás diciendo? —exclamé, con mis ojos clavados en los suyos—. ¿Hasta dónde llega tu capacidad de mentir? ¡No te creo! Luis José mantuvo la mirada fija en mi, su expresión era seria y decidida. —Por favor, Ana Paula —susurró—. Lo que te estoy diciendo es verdad, pero este no es el momento para explicártelo. Permíteme que hablemos en otro lugar. Si quieres, puede ser mañana mismo. Y si después de escucharme mantienes la idea de contárselo todo a Abril, está bien. Yo seré quien se lo diga. Justo en ese instante, Abril apareció y nos encontró en medio del pasillo. Llevaba rato buscando a Luis José, y al verlo hablando conmigo, su rostro se iluminó con una sonrisa. —Cariño, por fin te encuentro —dijo, entregándole una copa—. Pero qué bueno que los veo conversando. Hermana, me tenías preocupada, espero que te sientas mejor. El nerviosismo se apoderó de mí. Sentía que se me veía la cara de mentira, y en cualquier momento Abril podría descubrirlo todo. La valentía que había sentido minutos atrás al amenazar a Luis José con contarle toda la verdad a Abril se desvaneció al tenerla frente a mí. El ambiente se llenó de secretos y traiciones, y yo me debatía entre la lealtad y el amor prohibido. ¿Cómo podría enfrentar a mi hermana con la verdad? ¿Y qué pasaría cuando Abril descubriera que me había enamorado de su adorado esposo? El destino había tejido una red peligrosa, y yo estaba atrapada en ella, sin saber si la verdad nos liberaría o nos destruiría a todos. —Ana Paula, ¿estás bien? Pareces distante. Abril me miró con preocupación, sus ojos oscuros reflejaron su incertidumbre al no entender qué me estaba pasando. —Disculpa, Abril. Una migraña me atacó de repente, y la verdad prefiero retirarme a mi habitación. Mi voz sonó débil, pero no podía quedarme en medio de los dos, era demasiado aberrante lo que estaba pasando. —¡No puedes hacerle esto a tu prometido! Abril se cruzó de brazos, y en un tono severo me dijo: —Acaba de llegar y te está buscando. Si no sales, papá te arrastrará hasta la fiesta. Ese fue el peor momento, para completar mis penas, tenía que aparecerse Nelson, el hombre que menos quería ver, se tenía que aparecer justo ahora. Y como si fuera poco, Luis José, en un ataque de celos, añadió: —Vaya, cuñada, no sabía que estabas comprometida. Pero mi esposa tiene razón, no deberías hacer esperar a tu novio. — dijo irónicamente. Me vi obligada a regresar a la fiesta para recibir a Nelson. No sabía si lo que Luis José había dicho sobre Abril era cierto. Eso tendría que aclararlo con él en otro momento. Cuando entré a la sala, mi padre me tomó del brazo y dijo: —Hija, por fin apareces. Esta fiesta es para celebrar tu cumpleaños y el regreso de tu hermana. Pero mira quién tiene una gran sorpresa para ti. Nelson estaba de pie frente a mí, sosteniendo un enorme ramo de rosas rojas. Se acercó y me las entregó, pero la sorpresa no terminó ahí. —Mi vida, ¡feliz cumpleaños! No sabes cuánto ansiaba verte. Nelson pronunció las palabras con énfasis, asegurándose de que todos en la sala escucharan. Pero cuando me abrazó, su voz se volvió un susurro: —¿Dónde estabas que no contestabas mis llamadas? Hablaremos de eso después. Al separarse y entregarme el ramo de rosas rojas, su sonrisa se ensanchó, completando mi tormento: —Aprovechando esta celebración especial para mi princesa, quiero entregarle el anillo de compromiso y anunciar que nuestra boda será en un mes. El suelo parecía tambalear bajo mis pies. No esperaba recibir una noticia así. Mis padres estallaron de alegría; para ellos, era la unión perfecta. Nelson inyectaba millones en el bufete de papá y en otros negocios compartidos. Casarme con él multiplicaría nuestras ganancias y aseguraría el bienestar económico de la familia. La expresión de Luis José era igual o peor que la mía. Su mirada se clavó en mí. Abril corrió a felicitarme, ajena al amargo trago que yo estaba pasando. —Felicidades, hermana. Pero cariño, también debes felicitar a Ana Paula. Luis José se acercó, me abrazó y me susurró al oído: —Mañana tenemos que vernos. Lo que sentí por ti no fue mentira. Me estremecí. Odiaba a Luis José con todas mis fuerzas, pero también quería huir con él, sin importar las consecuencias. El salón se llenó de aplausos y felicitaciones mientras Nelson deslizaba el anillo en mi dedo. Pero mi mente estaba en otro lugar. Luis José, con su mirada intensa, me había dejado una promesa en sus palabras susurradas: “Mañana te llamo. Lo que sentí por ti no fue mentira.” ¿Era posible amar a alguien prohibido? Mi corazón latía desbocado, dividido entre el compromiso y la pasión. Abril sonreía, ajena a mi tormento, mientras Luis José se alejaba con una expresión indecifrable. La fiesta continuó, pero yo estaba atrapada en un laberinto de emociones. ¿Cómo escaparía de este triángulo amoroso? ¿Podría seguir adelante con Nelson sabiendo que mi corazón pertenecía a otro. (…)
La atmósfera vibrante de la fiesta de cumpleaños se prolongó hasta el amanecer. Me vi atrapada, atendiendo a los invitados, entre ellos los padres de Nelson, mis futuros suegros, cuyos ojos brillaban de felicidad al saber que ya teníamos fecha para la boda. Lo que había comenzado como una celebración de mi cumpleaños se convirtió en mi peor pesadilla. El compromiso matrimonial eclipsó lo que debió ser el día más especial. Sin embargo, la verdadera tormenta se desató cuando mis ojos se encontraron con los de un hombre atractivo, solo para descubrir que era el esposo de mi hermana. El amor prohibido floreció en mi corazón, una espina que se clavó profundamente dejando una herida muy dolorosa. Ansiaba el final de la fiesta, deseando encerrarme en mi habitación durante los próximos 50 años. (…) Al día siguiente… La luz del día se filtraba a través de las cortinas, y yo seguía atrapada en mi habitación. No quería enfrentar el mundo exterior, pero Abril, como en los viejos tiempos
Nelson nos observó a ambos con recelo después de haberle dado la devastadora noticia sobre la enfermedad de mi hermana. A pesar de la gravedad de la situación, su desconfianza hacia Luis José era evidente. Había algo en él que no le inspiraba confianza, y Nelson no estaba tan lejos de la verdad.—Lamento mucho lo de tu hermana —dijo Nelson—. Espero que todo se solucione. Pero me imagino que no les molestará que los acompañe. Entre los tres podremos conversar mejor sobre el problema de Abril, ¿no crees, cariñito? Además muy pronto seré parte de tu familia, por lo que todo lo que pase con ellos me concierne. Mis manos temblaban, y la ansiedad me helaba por dentro. Sentía que mis piernas flaquearían en cualquier momento y me desplomaría al suelo.—No es necesario, Nelson —respondí—. Luis José y yo ya hemos terminado de hablar. De hecho, iba de salida cuando entraste al café. Luis José enseguida intervino para apoyar lo que yo acababa de decir:—Tienes razón, Ana Paula. Abril debe estar
Ese día, al regresar a casa, me sentía impotente y afectada tras la conversación con Luis José. Había confirmado el delicado estado de salud de mi hermana Abril, y aunque lo amaba profundamente, no podía ignorar que él era su esposo. La situación me obligaba a mantenerme callada y alejarme de él para siempre. — Ana Paula, por fin llegas. Papá y mamá preguntaron por ti. Nos invitaron a almorzar en el club, pero no respondías el celular. — Lo siento, Abril, pero no me siento bien. Me retiro a mi habitación. — ¡Espera! Mira cómo tienes el pie inflamado y sangrando. El dolor de la herida era indescriptible. Me había olvidado de cuidar la herida debido a mis preocupaciones. — Debes curarte esa herida, Ana Paula. Debería decirle a Luis José que te examine. — ¡No! No es necesario, yo puedo hacerlo. — ¿Por qué no? Luis José es un excelente médico. Aunque aún no se ha especializado, estás en buenas manos. — No quiero molestarlo. Puedo cuidarme sola. Ver a Luis José junto a mi hermana m
La tensión en la habitación era palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso y cargado de secretos. Y me sentía atrapada en un torbellino de emociones, me debatía entre la culpa y el deseo prohibido que me consumía lentamente. Luis José, tratando de apaciguar la ola de coraje que se veía en Nelson, intentó calmar las aguas antes de que la situación empeorara. Mientras yo después de aquel beso que me había estremecido, no podía evitar sentirme culpable y traidora. Mis ojos se encontraron con los de Nelson, quien me miraba con una mezcla de confusión y celos al mismo tiempo, sin tener la certeza real de lo que estaba sucediendo. — Nelson, no es necesario que adoptes esa actitud —dijo Luis José, con voz firme—. Pero solo estoy en la habitación de Ana Paula para curarle la herida en el pie. Se le salió un punto y había que suturar de nuevo. Nelson, con sarcasmo, respondió: — ¡Ah claro! Se me había olvidado que eres médico. Qué amable de tu parte, ¿no crees, cariñito? Es bue
Regresando a casa, el silencio pesaba en el auto. Mi madre, al volante, parecía esperar una respuesta que yo no podía articular. Lo que debió ser un motivo de alegría se había convertido en mi peor pesadilla: el hijo que llevaba en mi vientre era el resultado de un pecado, cometido sin saber lo que estaba haciendo. — Pero hijita, desde que salimos del consultorio del doctor, no has dicho una sola palabra. ¿Acaso no te da gusto que vas a ser madre? — mi madre rompió el silencio con preocupación. — Yo… la verdad es que yo…no me esperaba esto — balbuceé, luchando contra las lágrimas. — Bueno hija, es lo más lógico que podía pasar si tú y Nelson no se cuidaron. Ahora lo importante es que hablemos con Nelson para adelantar la boda para este mismo fin de semana; no podemos dejar que pase más tiempo. — ¿Qué? ¿Decirle a Nelson? ¿Casarme este fin de semana? ¿Pero te volviste loca, mamá? — exclamé, sintiendo que su presión me estaba aplastando por completo. Mi madre frenó el auto de repente
Luis José manejaba el automóvil mientras yo me perdía en mis pensamientos. Muchas cosas rondaban mi mente, pero una en particular persistía desde que supe de mi embarazo. El silencio entre nosotros se prolongó hasta que estacionó el auto en un mirador, revelando una vista impresionante de la ciudad. La paz y la calma del lugar me tranquilizaron, y el contacto con la naturaleza me hizo sentir un poco más serena. —Bajemos del auto. — dijo Luis José. —Respirar aire puro te ayudará a calmarte para que podamos hablar. .Sin pronunciar palabra, descendí del vehículo. Estaba exhausta de llorar y de no dormir desde que descubrí que el hombre del que estaba enamorada era el esposo de mi hermana. Nos sentamos en unas rocas cercanas al auto. El silencio se prolongó, una eternidad para mí. Luis José esperó pacientemente hasta estar seguro de que estuviera un poco más tranquila; hasta que finalmente rompió el silencio: — ¿Podemos hablar? ¿Te sientes mejor? — Sí. — ¿Es mi hijo el que esp
Mi padre estaba a punto de revelarle a Nelson la noticia de mi embarazo cuando el teléfono de la casa sonó, interrumpiendo el destino con su estridente urgencia. Era yo, claro, llamando justo a tiempo antes de que se desatara la tercera guerra mundial. —Hola, Ana Paula, ¿dónde demonios te has metido? Nelson acaba de llegar y está hablando con papá. —Abril, mi hermana, sonaba preocupada. —¿Ya papá le contó a Nelson sobre el bebé? — pregunté con mi voz temblorosa y sintiendo un susto que se alojó en mi estomago. —No, aún no. Justo iba a empezar a hablar con él cuando el teléfono lo interrumpió ya que se imaginó que podías ser tú. ¿Pero dónde estás? ¿Y Luis José está contigo? —Sí, Abril, pero por favor, pásale el teléfono a papá. Necesito hablar con él urgentemente antes de que pueda contarle lo de mi embarazo a Nelson. ¡Apresúrate! Mi padre tomó la bocina, se escuchaba realmente molesto. —¿En dónde estás, Ana Paula? Tu prometido está en casa, y deberías estar aquí para que habl
Yo trataba de luchar por mantener la calma mientras enfrentaba a Nelson. El aire estaba cargado de tensión, y las palabras amenazaban con terminar de destruir mi vida más de lo que ya estaba. — Nelson, no es necesario que sepas quién es el otro hombre —le dije con voz temblorosa, la verdad es que en el fondo tenía mucho miedo de su reacción—. El daño ya está hecho, no podemos continuar anclados en un compromiso que ya no tiene razón de ser. Nelson me miró con su furia contenida ya que no podía pegar cuatro gritos en vista del lugar en donde nos encontrábamos. Sus ojos oscuros parecían atravesarme, ya no sabía cómo hacer para tratar de calmarlo y hacerlo entender que ya no había nada que hacer. — ¡Necesito saberlo! —exigió—. ¿Quién es el canalla que te ha embarazado? Si estás esperando un hijo de otro hombre, merezco saber la verdad. ¿Quién es tu amante? Comencé a sudar frío, me mordí el labio inferior, sentía que en cualquier momento podía caer desmayada al piso. No podía revela