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Secretos en el café

La atmósfera vibrante de la fiesta de cumpleaños se prolongó hasta el amanecer. Me vi atrapada, atendiendo a los invitados, entre ellos los padres de Nelson, mis futuros suegros, cuyos ojos brillaban de felicidad al saber que ya teníamos fecha para la boda.

Lo que había comenzado como una celebración de mi cumpleaños se convirtió en mi peor pesadilla. El compromiso matrimonial eclipsó lo que debió ser el día más especial. Sin embargo, la verdadera tormenta se desató cuando mis ojos se encontraron con los de un hombre atractivo, solo para descubrir que era el esposo de mi hermana. El amor prohibido floreció en mi corazón, una espina que se clavó profundamente dejando una herida muy dolorosa.

Ansiaba el final de la fiesta, deseando encerrarme en mi habitación durante los próximos 50 años.

(…)

Al día siguiente…

La luz del día se filtraba a través de las cortinas, y yo seguía atrapada en mi habitación. No quería enfrentar el mundo exterior, pero Abril, como en los viejos tiempos, vino a buscarme. Éramos una familia feliz entonces, antes de que todo esto sucediera. En ese momento, solo quería poder regresar el tiempo y no haber conocido a Luis José, pero era como tratar de recoger el agua derramada.

—Buenos días, dormilona, dijo mientras abría las cortinas. El aroma del desayuno recién preparado llenó la habitación, pero yo no había dormido en toda la noche. No tenía apetito, pero Abril insistió.

—Por favor, Ana Paula, acompáñame a desayunar. Papá y mamá aún no se han levantado, y no quiero comer sola, por eso se me ocurrió prepararte el desayuno como en los viejos tiempos.

Dijo con voz suave, pero al mismo tiempo había una urgencia en su actitud.

—¡Sola! —repetí. —¿Y tu marido? ¿Dónde está?, me imaginé que iban a desayunar todos en el comedor.

—Luis José salió muy temprano. — respondió Abril, un poco desanimada. —Un colega del congreso en Cancún lo llamó. Parece que tiene algo importante que decirle y debían reunirse a primera hora. Fue todo de repente.

La sombra de la incertidumbre pasó por su rostro, y su mirada se perdió, era como si no estuviera convencida de lo que estaba diciendo.

Así comenzó otro día en nuestra complicada familia, donde los secretos y las emociones prohibidas amenazaban con desmoronar lo que quedaba de nuestra felicidad.

—¿Y siempre sale así de improviso? —pregunté intrigada, aunque dentro de mi imaginaba que tal vez había salido de casa para poder encontrar la oportunidad de verse conmigo para que pudiéramos hablar.

—¡Ay, hermana! Ya sé lo que estás insinuando, pero déjame decirte que mi Luis José es el hombre más fiel de este mundo. Él es incapaz de engañarme. Y para tu tranquilidad, jamás hemos tenido problemas con eso.

Tragué profundo. No podía creer que Abril confiara tanto en él. Para mí, era insoportable la idea de vivir con este remordimiento y no poder mirar a los ojos a mi hermana.

Justo en ese momento, sonó mi celular. Me había llegado un mensaje. Ella me dijo con mucha cortesía:

—¡Ay, déjame pasarte el teléfono!

De inmediato, le dije, aterrada, mientras daba un salto de la cama:

—¡No! No te molestes, yo lo busco. — ella me dijo muy sorprendida por mi actitud:

—Parece que estabas esperando ese mensaje. Y no creo que sea de tu prometido, porque la cara que tenías anoche cuando Nelson se apareció era más bien de velorio.

—Es que estaba muy cansada del viaje y, como te dije anoche, tenía una fuerte migraña.

—No me digas que ese mensaje que te pasaron es de tu salvador desconocido. Ese extraño que conociste en Cancún, y no me contaste nada más. Me dejaste con las ganas de saber qué fue lo que pasó realmente. Mucho cuidado, Ana Paula. Mira que ya tienes la fecha de la boda, no puedes darle tanta importancia a un desconocido que tal vez no vuelvas a ver jamás.

Mientras Abril hablaba sin parar, abrí el mensaje. Era de un número desconocido y decía:

​“Hola, es Luis Joseˊ. Este es mi número. Necesito que hablemos por favor. Te espero en el café Garibaldi dentro de media hora. No faltes.​”

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué debía hacer? Tenía la oportunidad de contarle todo a Abril en ese momento, pero no tenía el valor de hacerlo. Además, no dejaba de pensar en lo que Luis José me había dicho sobre su estado de salud. Si era cierto, podría provocarle un infarto fulminante y no estaba dispuesta a ser la culpable de poner en riesgo la vida de mi hermana.

“Ay no, ni pensarlo, mejor no,” murmuré sin darme cuenta de que Abril me estaba escuchando.

—¿Mejor no qué? ¿De qué estás hablando? — preguntó Abril, sorprendida.

Sin darme cuenta, había pensado en voz alta. En ese instante, sentí que el infarto me daría a mí.

—¡Ah! Que mejor no desayuno porque me acaba de escribir una amiga que quiere verme porque tiene que decirme algo urgente.

—¿Una amiga? ¿En serio te escribió una amiga? ¿No será más bien ese salvador desconocido? — cuestionó Abril con una ceja alzada.

—¡Claro que no! Ya te dije que se trata de una amiga. Tú ve a desayunar, porque me espera en media hora y tengo el tiempo justo para arreglarme. Después hablamos.

Abril me dejó sola y se fue al comedor, un poco molesta. Teníamos un año sin vernos, y lo más lógico era que estuviera con ella. Sin embargo, me urgía hablar con Luis José antes que nada y poner las cosas claras. Envié un mensaje avisándole que iba saliendo hacia el café. Me vestí con lo primero que encontré y salí de casa antes de que mis padres despertaran.

(…)

Conduje el auto a toda prisa, ansiosa por llegar. Estacioné a unas calles del café y me coloqué unos lentes oscuros junto con una gorra deportiva.

Al entrar al café, vi a Luis José sentado en una de las mesas. Vestía ropa deportiva y lucía tan guapo como la primera vez que lo vi. Se levantó enseguida cuando me acerqué lentamente. Al estar frente a él, me dijo:

—Estás preciosa.

—No vine aquí para recibir elogios —respondí—. Estoy aquí para hablar sobre mi hermana Abril.

—Lo siento, Ana Paula. No fue mi intención. Por favor, toma asiento. ¿Quieres un café? ¿Ya desayunaste?

—No quiero tomar ni comer nada. Solo quiero saber si es cierto lo de la enfermedad de mi hermana. Necesito que me digas la verdad y me cuentes todo lo que está pasando.

Él pidió un café, dio un sorbo y luego me miró a los ojos mientras comenzaba a contarme:

—Nos conocimos hace un año y unos meses. Ella vino a mi consulta para un chequeo de rutina, pero la referí a un especialista ya que los estudios indicaron que tenía un problema cardiaco y yo solo soy médico residente del hospital. Así que le aconsejé que consultara a un cardiólogo y así lo hizo.

Hizo una pausa, visiblemente afectado. Luego continuó:

—Días después, regresó a mi consultorio, esta vez muy deprimida. Me dijo que le habían diagnosticado insuficiencia cardiaca. Por eso sufría frecuentes episodios de falta de oxígeno, inflamación en las piernas, mareos y cansancio extremo.

—¿Por qué no nos lo ha dicho? Somos su familia, tenemos derecho a saberlo.

—Ella decidió evitar enfrentamientos con la familia después de nuestra boda. No quiso hablar más con tus padres. Yo solo respeté su decisión. Y, como entenderás, no puedes decirle que ya estás enterada de su enfermedad, porque el único que lo sabe soy yo y por supuesto su cardiólogo.

—Es imposible que le diga que sé sobre su enfermedad. A ver ¿Qué le diría? Que su esposo, con quien estuve en Cancún el fin de semana, me pidió que guardara silencio para no causarle un infarto. ¡Eres un cínico! Mi pobre hermana no merece tener a su lado a un hombre como tú.

—Por favor, Ana Paula, trata de controlarte. No has dejado que termine de explicarte cómo llegamos a casarnos. Cuando sepas toda la verdad, entenderás muchas cosas. No soy un mujeriego ni un canalla como imaginas.

—Lo único que sé es que no quiero volver a verte nunca más en mi vida. Esto ha sido lo peor que me ha podido pasar. He traicionado a mi propia hermana sin saberlo. Y todo por tu culpa.

El café estaba sumido en un silencio incómodo. Pero ocurrió algo que no estaba planeado y que nos dejó a Luis José y a mi completamente sorprendidos. Era la inesperada aparición de Nelson. ¿Qué hacía él aquí? ¿Cómo había llegado justo en este momento crucial?

Antes de que pudiera articular una palabra, la puerta del café se abrió con un tintineo, y allí estaba Nelson, con su expresión de asombro y confusión. Sus ojos se encontraron con los míos, y su mandíbula se tensó al verme junto a Luis José. Enseguida caminó lentamente hasta acercarse a nuestra mesa muy sorprendido, ya que no entendía qué hacía yo a esa hora de la mañana acompañada por mi cuñado.

—Ana Paula… —Nelson murmuró mi nombre, como si no pudiera creer lo que veía.

La tensión en el café era palpable, mientras los tres altamente sorprendidos nos enfrentábamos a nuestros sentimientos secretos. El triángulo amoroso se había vuelto aún más enredado con la llegada inesperada de Nelson. Yo, me sentía, atrapada entre la lealtad hacia mi hermana enferma y a mi creciente conexión con Luis José, sin embargo, trataba de esforzarme por mantener la calma.

Nelson, con su mirada penetrante, no estaba dispuesto a aceptar una simple explicación. La pregunta flotaba en el aire: ¿qué estaba pasando realmente entre Luis José y yo?

Traté de buscar las palabras adecuadas, sintiendo la presión que ejercía él con su mirada clavada en mi, yo debía hacer cualquier cosa por mantener a Nelson alejado de todo lo que estaba pasando.

Él menos que nadie podía saber la verdad, porque eso desataría un gran escándalo en toda la familia y ahora la salud de mi hermana estaba primero que nada.

—Luis José es el esposo de mi hermana, Nelson. No permitiré que pienses algo inapropiado, las cosas no son como te las imaginas.

Nelson frunció el ceño. —Entonces explícame qué está sucediendo. Estás demasiado nerviosa para que esto sea solo una conversación casual.

—Mi hermana, Abril, está enferma del corazón —le dije ante la mirada de sorpresa de Luis José, que me había pedido que lo mantuviera en secreto, pero no se me ocurrió decir otra cosa para justificar nuestra presencia en el café. Así que continúe diciéndole:

— Ella no quiere que la familia lo sepa. Luis José me pidió hablar lejos de casa para poder contarme lo que está pasando con su salud. ¿Te das cuenta lo grave de todo esto?

Nelson pasó una mano por su cabello, visiblemente afectado. —Esto es un desastre. No pensé que algo así estuviera pasando con Abril, la verdad es que anoche la vi muy bien, no parece estar enferma.

La historia se complicaba aún más y solo me preguntaba si alguna vez podría encontrar una solución que no rompiera corazones ni traicionara confianzas. El café, antes un lugar tranquilo, ahora albergaba secretos y emociones a punto de estallar. ¿Cómo seguiría adelante con todo esto? Las mentiras iban creciendo como una bola de nieve.

Pero no me había quedado otra alternativa que contarle a Nelson sobre la enfermedad de Abril, era eso o que imaginara que algo estaba pasando entre Luis José y yo. Al menos eso lo calmaría un poco y lo mantendría lejos de sus sospechas.

(...)

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