30. ...

La tensión en el apartamento era palpable. Desde nuestra conversación de la noche anterior, Chasse y yo habíamos caído en un incómodo silencio. Aunque me había prometido que manejaría la situación, no podía dejar de pensar que me estaba ocultando algo importante. Ese mismo pensamiento me había robado el sueño, y mientras me levantaba esa mañana, sentí la carga de las dudas acumulándose como un peso en el pecho.

Chasse no estaba. Había salido temprano a la oficina, según decía la nota que dejó en la encimera. La caligrafía apurada parecía reflejar su prisa. "Tengo que arreglar unas cosas en la empresa. Nos vemos en la cena. Cuídate, mi amor." Intenté que la dulzura de sus palabras calmara mi ansiedad, pero no lo lograron.

Decidí salir a caminar para despejar mi mente. Las calles de la ciudad estaban llenas de vida: el bullicio del tráfico, el murmullo de las conversaciones, los olores de los puestos de café y comida rápida. Pero para mí, todo pasaba como un borrón. Mi mente seguía ancl
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