El día después de aquella conversación con Chasse, apenas pude dormir. Mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que estaba ocurriendo: yo, Harmony Phillips, asistente ejecutiva y defensora de una vida ordenada y predecible, estaba considerando participar en un plan absurdo que no tenía ni pies ni cabeza. Todo por un contrato que él prometía sería "temporal".
Entré en la oficina temprano esa mañana, decidida a poner límites. Si iba a aceptar algo más, debía quedarme tranquila sabiendo que mi reputación y mi vida personal no se verían comprometidas.
Cuando llegué, Chasse ya estaba en su oficina. La luz de su pantalla iluminaba su rostro mientras revisaba algunos documentos con una intensidad que me resultaba casi intimidante. Me armé de valor, toqué la puerta y, sin esperar respuesta, entré.
—Tenemos que hablar —anuncié, cruzándome de brazos frente a su escritorio. —Él levantó la mirada, y una leve sonrisa apareció en sus labios, como si ya supiera lo que iba a decir.
—Buenos días para ti también, Armonía. —Ignoré su tono sarcástico y aquel apodo y fui al grano.
—Si voy a seguir adelante con esto, necesito claridad. No más sorpresas, no más improvisaciones. Quiero un contrato que especifique exactamente qué estoy aceptando. —Chasse dejó el bolígrafo que sostenía y me miró fijamente, como si estuviera evaluando mis palabras.
—Sabía que dirías eso —respondió finalmente—. Y estoy de acuerdo.
—¿De acuerdo?
—Si. Tienes razón. Esto debe hacerse de manera profesional si vamos a seguir adelante. —Me quedé un momento en silencio, sorprendida por su disposición.
—Bien. Entonces quiero que quede claro que esto es un acuerdo estrictamente profesional. Nada de expectativas fuera de lo estipulado en el contrato. —Chasse asintió con seriedad.
—Perfecto. Te haré llegar el borrador esta tarde para que lo revises.
—Quiero revisar cada cláusula con un abogado antes de firmar.
—Por supuesto. —Me relajé un poco al escuchar su tono cooperativo, aunque seguía sintiendo que me estaba metiendo en aguas profundas.
—Eso es todo lo que tengo que decir —añadí, girándome hacia la puerta.
—Harmony —me detuvo su voz, profunda y casi... ¿suave?
—¿Qué?
—Gracias por considerarlo. Sé que te estoy pidiendo algo poco convencional.
—Eso se quedó corto. —Lo miré de reojo y salí de la oficina antes de que pudiera añadir algo más.
Esa misma tarde, como había prometido, Chasse me envió el borrador del contrato. Era un documento largo y detallado, pero también meticulosamente redactado. Cada cláusula parecía diseñada para proteger tanto su reputación como la mía. Sin embargo, había una sección que llamó mi atención.
Cláusula 6.4: El acuerdo debe mantenerse en estricta confidencialidad. Cualquier incumplimiento resultará en penalizaciones económicas y terminación inmediata del contrato.
Solté un suspiro pesado. Sabía que eso era más serio de lo que había querido admitir.
Decidí llamar a mi amiga y abogada de confianza, Lucy Carter, para que revisara el documento conmigo. Lucy era una persona práctica y directa, exactamente lo que necesitaba en ese momento.
Nos reunimos esa noche en mi apartamento. Lucy llegó con su computadora portátil y una expresión curiosa en el rostro.
—¿Así que ahora firmas contratos con tu jefe? Esto suena jugoso.
—No es lo que piensas. —Lucy levantó una ceja mientras abría el documento en su pantalla.
—Explícame qué está pasando, porque esto no parece un simple acuerdo laboral.
Le conté todo. Desde la reunión improvisada hasta la propuesta de Chasse. Mientras hablaba, ella permaneció en silencio, asintiendo de vez en cuando. Cuando terminó, se reclinó en el sofá y soltó un largo suspiro.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto?
—No, pero siento que no tengo opción.
—Siempre tienes opción, Harmony. Solo quiero asegurarme de que entiendes las implicaciones.
—Por eso estás aquí —dije con una sonrisa débil.
Lucy pasó la siguiente hora revisando cada línea del contrato, haciendo anotaciones y sugerencias. Finalmente, cerró su laptop y me miró con seriedad.
—Está bien redactado. No veo ninguna laguna que pueda perjudicarte, pero eso no significa que sea una buena idea.
—Lo sé, Lucy. Solo... necesito salir de esto lo más rápido posible. —Ella me miró con compasión antes de asentir.
—De acuerdo. Si decides firmarlo, estoy aquí para lo que necesitas.
Dos días después, me encontré nuevamente en la oficina de Chasse, con el contrato revisado en mis manos. Él estaba sentado detrás de su escritorio, con su habitual expresión imperturbable.
—¿Lo revisaste? —preguntó mientras me ofrecía una taza de café.
—Si. Aquí algunas modificaciones con ayuda de mi abogada.
—Perfecto. Déjame verlo. —Le entregué el documento, y él lo leyó en silencio durante unos minutos. Su rostro no mostró ninguna reacción mientras pasaba de una página a otra. Finalmente, cerró el contrato y me miró.
—Acepto tus cambios.
—¿Así de fácil?
—No estoy aquí para complicarte la vida, Harmony. Quiero que esto funcione para ambos. —Me quedé un momento en silencio antes de asentir.
—Entonces, ¿qué sigue?
—Firmar. Y luego, actuar como si realmente estuvieras comprometida conmigo y nos amaramos con locura. —Su tono era tan casual que casi me hizo reír.
—No es tan simple como lo haces parecer, Chasse.
—Nada lo es, pero podemos hacerlo funcionar. —Tomé el bolígrafo que me ofrecía y, con una mezcla de nervios y determinación, firmé el contrato. En ese momento, sentí que cruzaba una línea de la que ya no había vuelta atrás.
El sábado por la noche, la gala de beneficencia fue nuestro primer gran desafío como "prometidos". El evento fue deslumbrante, lleno de personas influyentes y reporteros curiosos. Mi vestido rojo, que Chasse había insistido en comprar, me hacía sentir como si estuviera en un cuento de hadas torcido.
Chasse, por supuesto, estaba impecable. Su presencia imponente parecía iluminar la habitación, y no pude evitar notar cómo las miradas de todos se dirigieron hacia él... o hacia nosotros.
—Relájate —me susurró mientras caminábamos hacia el centro del salón—. Todo va a salir bien.
—Eso es fácil para ti decirlo. Tú haces esto todo el tiempo.
—Y ahora tú también. —Me guiñó un ojo, lo que me hizo reprimir una sonrisa.
Durante las siguientes horas, Chasse demostró por qué era el CEO de una multinacional. Manejaba cada conversación con una mezcla de carisma y confianza que dejaba a todos encantados. Yo, por otro lado, me limité a seguir su ejemplo, sonriendo y asintiendo en los momentos adecuados.
Todo iba bien hasta que me encontré cara a cara con una mujer que parecía conocer demasiado bien a Chasse.
—Chasse, querido —dijo ella con una sonrisa radiante—. ¿Quién es esta encantadora mujer a tu lado?
—Ella es Harmony, mi prometida —respondió él sin vacilar. La mujer me estudió con una mirada afilada antes de extender su mano.
—Soy Samantha Lowell. Una vieja amiga de Chasse. —El énfasis en "vieja amiga" no pasó desapercibido.
—Un placer conocerte —dije, esforzándome por sonar educada.
—El placer es mío. —Samantha volvió a mirar a Chasse, ignorándome por completo—. No sabía que estabas comprometido. Es una sorpresa.
—La vida está llena de sorpresas, Samantha —respondió Chasse con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
La tensión entre ellos era palpable, y no podía evitar preguntarme qué historia compartían. Sin embargo, antes de que pudiera indagar más, Chasse me tomó de la mano y me alejó.
—¿Quién era ella? —pregunté en cuanto estuvimos fuera del alcance de los oídos indiscretos.
—Nadie importante.
—¿Seguro? Porque parecía bastante interesada en ti. —Él se detuvo y me miró directamente.
—Harmony, si quieres que esto funcione, necesitas confiar en mí.
— ¿Confiar en ti? —repetí, incrédula—. Esto es un contrato, Chasse. No se trata de confianza. —Él no respondió de inmediato, pero algo en su expresión cambió. Por un breve momento, vi algo más allá de su fachada perfecta.
—Tienes razón —dijo finalmente—. No es confianza. Es necesidad. —Su honestidad me tomó por sorpresa, pero antes de que pudiera responder, alguien más se acercó para felicitarlo.
Esa noche, mientras regresábamos al auto, no pude evitar sentir que acababa de adentrarme en un mundo mucho más complicado de lo que había imaginado.
El eco de los tacones se escuchaba por el amplio pasillo mientras me dirigía hacia la oficina de Chasse al día siguiente de la gala. A pesar de los nervios iniciales, todo había salido sorprendentemente bien. Sin embargo, la aparición de Samantha y la interacción que tuvieron siguieron rondando mi mente durante toda la noche. Había algo en su tono, en la forma en que lo miraba, que no terminaba de convencerme.Cuando entré a la oficina de Chasse, él estaba sentado detrás de su escritorio, inmerso en una llamada. Sus ojos se levantaron apenas crucé la puerta, y me indicó con un gesto que tomara asiento.Aproveché el tiempo para observarlo. Vestía un traje gris oscuro que complementaba perfectamente su porte imponente. Siempre parecía tan seguro de sí mismo, como si nada pudiera afectarlo. Pero yo sabía que bajo esa fachada había un hombre dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger lo que había construido.Colgó la llamada y me miró directamente.—Gracias por venir. ¿Quieres café? —
HARMONY Mi nerviosismo iba en aumento mientras me preparaba para la cena en casa de Samantha. No podía dejar de pensar en lo que ella podría estar tramando. Conociendo su actitud en la gala, estaba claro que no iba a hacerme la vida fácil. En lugar de una cena, sentía que iba a testificar en un juicio.Me encontraba frente al espejo, ajustando el elegante vestido negro que había elegido para la ocasión. Era sencillo pero lo suficientemente cómodo para una cena como esta. Mis tacones brillaban con el leve resplandor de la lámpara de mi habitación, y me aseguré de que mi maquillaje fuera impecable.Un golpe en la puerta me sobresaltó. Era Chasse. Al abrir, lo encontré vestido con un traje azul marino que le quedaba perfectamente. Su mirada recorrió mi atuendo de arriba abajo antes de que una leve sonrisa asomara en sus labios.—Te ves bien, Harmony.—Gracias. Tú tampoco estás nada mal.—¿Estás lista?—Tan lista como puedo estar para algo así.Caminamos juntos hacia el auto que nos espe
HARMONY La semana siguiente a la cena en casa de Samantha fue un torbellino de actividades. Entre reuniones, agendas ajustadas y las insistentes preguntas de los empleados que buscaban cualquier detalle de mi "relación" con el gran ceo y jefe de la compañía, sentí que apenas tenía tiempo para respirar. Aún así, la actuación debía continuar, y lo peor de todo era que empezaba a perder la línea que separaba mi vida real de la farsa que estábamos construyendo juntos.Esa mañana, Chasse me había citado en su despacho para hablar sobre un próximo viaje de negocios. Según él, necesitaba que lo acompañara a una cumbre en Aspen.—¿Aspen? —pregunté, mirando el itinerario que me había entregado.—Si. Es una reunión importante con posibles inversores. Quieren conocernos en un ambiente más relajado.—Y "nosotros" ¿incluye a tu asistente? —bromeé, aunque sabía cuál sería su respuesta. Chasse me lanzó una mirada significativa, cruzando los brazos sobre su pecho.—"Nosotros" incluye a mi prometida.
HARMONY La cumbre en Aspen había llegado a su tercer día, y el ambiente comenzaba a cambiar. Las formalidades del inicio daban paso a conversaciones más casuales, pero también más perspicaces. Cada inversor parecía estar probándonos, intentando encontrar alguna grieta en nuestra fachada. Hasta ahora, habíamos logrado mantenernos impecables. Pero todo en mí sabía que estábamos jugando un juego peligroso, y una sola palabra mal colocada podría derrumbarlo todo.Esa mañana, mientras desayunábamos en el lujoso comedor del resort, Chasse revisaba un informe en su tablet mientras yo intentaba disimular mi creciente nerviosismo. La última noche habría sido un éxito completo si no fuera porque uno de los invitados, Richard, me había mirado con sospecha cada vez que abría la boca. Me sentía como si pudiera ver a través de mí.—Pareces tensa —dijo Chasse, sin levantar la vista de la pantalla.—¿Tensa? ¿Por qué estaría tensa? Solo estamos tratando de engañar a un grupo de multimillonarios que
HARMONY La cumbre llegaba a su último día, y la tensión que había estado acumulándose entre Chasse y yo parecía haberse asentado en el aire como la nieve espesa que cubría los alrededores de Aspen. Aunque habíamos logrado engañar a la mayoría, yo no podía sacarme de la cabeza la sensación de que Richard aún no estaba convencido. Cada mirada que lanzaba en nuestra dirección me hacía dudar. Sabía que debía mantener la compostura, pero fingir durante tanto tiempo me estaba desgastando más de lo que imaginaba.La mañana comenzó con una última reunión, un desayuno formal en el salón principal del resort. Era la despedida oficial, el momento de reforzar las alianzas y cerrar acuerdos. Me vestí con un conjunto elegante pero discreto, algo que reflejara confianza sin llamar demasiado la atención. Chasse me esperaba en la puerta de nuestra suite, luciendo impecable como siempre.—¿Lista para el acto final? —preguntó mientras me ofrecía su brazo.—Tan lista como puedo estar —respondí, tomando
El avión despegó de Aspen dejando atrás la cumbre y, con suerte, las sospechas de Richard. Miré por la ventana mientras las montañas cubiertas de nieve se hacían cada vez más pequeñas. A pesar de que el fin de semana había terminado, no podía ignorar la sensación de inquietud que se había instalado en mi pecho. ¿Cuánto tiempo más podría sostener esta farsa sin que todo colapsara?Chasse estaba sentado a mi lado, completamente inmerso en su laptop, como si nada hubiera pasado. Ese era su superpoder, actuar con una calma inquebrantable incluso en las situaciones más tensas. Yo, por otro lado, tenía un nudo en el estómago que no se deshacía.—¿Crees que Richard se lo creyó? —pregunté, tratando de no sonar tan insegura como me sentía.Chasse no levantó la vista de la pantalla, pero pude notar un leve cambio en su expresión, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.—Harmony, Richard es un hombre astuto. No sé si se lo creyó por completo, pero sí sé que no tiene pruebas. Eso
La oficina estaba sumida en un silencio que solo se rompía con el sonido constante de los teclados y teléfonos al otro lado del pasillo. Desde mi escritorio, podía ver la puerta cerrada de la oficina de Chasse, lo que me daba un respiro necesario para organizar mis pensamientos. Los días transcurrían entre reuniones, llamadas y el constante recordatorio de que estábamos jugando con fuego. Cada interacción con Chasse se volvía más personal, más íntima, como si la línea entre lo real y lo falso se desdibujara poco a poco.Estaba revisando algunos informes cuando Claire, apareció frente a mí con una carpeta en la mano.—Harmony, el señor Michels necesita que subas esto a su oficina. Tiene una reunión en quince minutos y quiere que revises algunos documentos antes de que llegue.—Claro, se lo llevo enseguida —respondí, intentando no mostrar mi incomodidad. Cada vez que subía a esa oficina, sentía que me adentraba más en un terreno desconocido.Tomé la carpeta y caminé hacia la puerta. La
El amanecer se asomaba por las ventanas de mi departamento, proyectando sombras largas y alargadas sobre el suelo de madera. No había dormido bien. Mi mente no dejaba de repasar la noche anterior, las miradas de Richard, las palabras de Chasse, e incluso la incómoda sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse. Era como si estuviera caminando al borde de un precipicio, sin saber si el próximo paso sería seguro o el que me llevaría al vacío.Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. No esperaba a nadie, así que me acerqué con cautela, mirando por la mirilla. Era Chasse. Por supuesto que era él.Abrí la puerta con cierta vacilación. Él estaba ahí, con un café en cada mano y su impecable traje, como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunté, intentando ocultar mi sorpresa.—Sabía que probablemente no dormiste bien —respondió, pasándome uno de los cafés. —Yo tampoco lo hice. Además, tenemos que hablar.—¿De qué? —Me hice a