Capítulo 4

Zoé desayunaba tranquilamente, mirando un canal de televisión en donde presentaban un nuevo parque de atracciones. Le encantaría ir, pero no contaba con la facilidad de dejar un día libre y poder salir a divertirse.

Algo que no se reprochaba, se había acostumbrado a que fuera de esa forma. De todas formas, desde sus dieciséis comenzó a trabajar, estudiando hasta que sus responsabilidades la dejaron.

Ahora un decepción no representaba tanto como en esos años. Al menos fue lo que siempre se repitió para no sentirse tan mal por tener una vida llena de todo menos sus sueños.

Se metió una cucharada de cereal a la boca y suspiró, al tiempo la puerta de su habitación fue golpeada formándose una lluvia de voces cerca, solo que no lograba distinguir que decían.

Se vio extrañada. ¿Quien podría ser? Ella no esperaba a nadie. No la conocía ninguno en realidad y el hotel donde se hospedó no era precisamente uno donde estuvieran pendientes de su comodidad.

Se limpió la boca y abrió la puerta, en tanto cientos de flashes fueron directo a su rostro. La confusión duró unos cuantos segundos antes de que su reacción se hiciera ver.

__ No sé a quién buscan, pero se equivocaron de puerta. - dijo amablemente a quienes estaban al frente.

Ninguno pareció escucharla, ni de cerca le hicieron caso, concentrándose en sacar cada ángulo posible de la chica.

__ De verdad, no quiero ser grosera, pero...

__ Señorita, es mejor que venga con nosotros. - le dijo alguien conteniendo el montón de periodistas que por poco se iban sobre ella. Lo reconoció, era uno de los sujetos que trabajaban para su jefe.

¿Que hacían allí? Bueno, no importaba, era necesario que saliera de ese lugar antes de que la aplastaran, por lo cual aceptó ser sacada de ese sitio a toda prisa. La subieron a un auto y ella no dijo nada, aunque tenía miles de preguntas que hacer.

¿Que estaba pasando? No había explicación alguna en su mente para que los periodistas estuvieran interesados en ella. ¿Que tenía de especial? No se había ganado la lotería, ni tenía nada que la volviera famosa.

Pero toda duda tomó aún mayor magnitud cuando un periódico fue lanzado sobre la mesa con demasiada fuerza. Sin poder evitarlo se sobresaltó al oír la madera ser golpeada.

__ Me puede explicar ¿que demonios es eso? - Rafael expuso su molestia contra ella, culpándola de lo sucedido.

__ No sé de qué habla. - alcanzó a decir Zoé.

__ ¿Me va a decir que no sabe nada de eso señorita Johnson? - se rió sin nada de diversión en ello. - Por favor, si desde que la conozco lo único que ha hecho es una tontería o insolencia tras otra. Pero esto es pasar los límites.

__ Señor. - el abogado asomó con un poco de cautela al ver el ambiente tenso que simuló algo espeso rodearlos.

__ No sé de qué está hablando, señor. Si me explica lo que pasa lo entendería.

__ ¡No se haga la ignorante! - soltó Rafael con el nudo de la corbata más apretado de lo normal.

__ ¡No me grite! - alzó la voz la chica también. - Más respeto porque es la verdad. No comprendo nada porque no me lo explican.

Rafael tiró del nudo para quitarlo con el enfado emanando de cada poro de su piel.

__ Señor, si me dice cuál es el problema, podría ayudar. - intervino el abogado con su maletín al frente.

__ A ver, hable. - instó Zoé esperando que al menos dijera lo que ocurría porque aún no tenía el contexto de todo.

El dueño del casino se sentó en la silla atrás del escritorio y suspiró. Debía calmarse, con eso no estaba logrando mucho. Zoé pidió un vaso con agua, que le fue entregado por el sujeto que la había rescatado de toda esa gente, la cual ni sabía cómo habían dado con ella, ni siquiera Zoé recordaba cómo regresar la primera noche que se quedó ahí

__ Explícame tú ¿porque ronda una noticia de que estoy casado con esta señorita? - el agua que Zoé estaba tomando salió disparada por su nariz y boca, llenando el escritorio, el periódico y hasta al mismo Rafael con las salpicaduras.

¿Escuchó mal?

Su jefe pasó la mano por su cara para limpiarse, mientras la chica tomó el periódico que tenía frente a ella.

«Rafael Santamarina contrajo nupcias»

No escuchó mal ¡Su nombre figuraba junto al de su jefe en aquel periódico!

__ ¡Yo no estoy casada con este...! Con usted. - expuso con desagrado. - Ni siquiera me gusta, es un...¡Definitivamente no me casé con él!

__ Sí lo hizo. - dijo el abogado y los dos afectados lo vieron con incredulidad. - Ambos firmaron el acta que les traje y que usted me envió a avisar a quienes correspondían.

Los ojos de su jefe se volvieron a él con claro enojo. No se trataba de algo simple ¡Lo había casado!

__ Pero ¿que hiciste? - gritó incorporándose de inmediato. - ¿Que demonios estabas pensando? ¿Como se te ocurre hacer semejante estupidez? ¿Acaso no oíste que te dije que me rehusaba a casarme? ¡Menos con ella!

__ A mí tampoco me hace gracia esto. - se puso de pie dejando caer el periódico en la mesa. - Pero usted envió a su abogado a casarnos, así que usted nos saca de este embrollo.

__ Más respeto que soy su jefe. - elevó su tono de voz.

__ No, aún no lo es. Tengo dos minutos para gritarle lo que es para mí, un despota, gritón, malhumorado y un hijo de...me pondré un alto yo sola. O me voy a desahogar completamente. - curvó la sonrisa más cínica que pudo dar.

Rafael no podía creer la forma en la cual le estaban hablando.

__ Con permiso. Debo trabajar y ya que estoy en pijama, supongo que tendré que hacerlo así. - por más vergüenza que tuviera de estar en shorts con pandas y una camiseta over size no iba a viajar hasta su cuarto, donde seguramente estaban los periodistas aún.

__ Esto nos concierne a los dos. - le recordó Rafael.

__ Pero yo tengo un trabajo. Usted es el jefe y quien nos casó por...no sé porqué, pero yo estaba soltera y ahora usted me vuelve a ese estado.

Se guardó el insulto hacia a él, por más que las respuestas estuvieran en la punta de la lengua de su jefe, este no quiso hacer más grande el problema, además que era culpa de su abogado y con él iba a desquitarse también.

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