Capítulo 2

—¿La seguiste hasta la casa como te pedí? —preguntó Marcia por teléfono a uno de sus empleados, obteniendo una respuesta segundos después—, muy bien. Mantén vigilancia sobre ella, quiero saber qué hace en cada momento.

La puerta de la habitación se abrió cuando dijo la última oración y mostró a una rubia que la miró con el ceño fruncido.

—Quiero información diaria, a esta misma hora estaré esperando que me llames —dijo antes de colgar.

—¿Sobre quién mantienes vigilancia? —preguntó Amber Thrasher.

—A tu remplazo —respondió Marcia y no agregó más información.

Amber se quedó en blanco, no sabía de qué hablaba su madre. A la mujer mayor no le tomó ni media hora contarle todo el plan que había elaborado desde la mañana que estuvo en el hospital.

—¿Crees que acepte? —preguntó la joven.

—Por supuesto que lo hará, necesita el dinero. Escuché muy bien cuando el médico le dijo que su hijo podía morir sin esa operación —respondió Marcia sin ninguna duda.

—¡Qué bien!, no me veo de esposa de ese delincuente sin futuro —celebró la mujer más joven—, no entiendo por qué al abuelo se le ocurrió semejante estupidez.

—Tu abuelo no pensó en ti, puso por delante su amistad. Pero no te preocupes, tesoro, ya me encargo que vaya esa… joven, por ti, al altar.

Ese matrimonio arreglado, no era, ni de cerca, del agrado de Marcia. No casaría a su hija con alguien que no le daría reputación a su familia, lo único que podía hacer era quitársela.

—Estaré recibiendo información a diario de la joven. En cuanto vea que es el momento adecuado, la usaré para que venga a mí, espero que no sea tanto tiempo, la boda se está acercando.

Y Marcia tuvo suerte, no tuvo que esperar mucho, dos días después, recibió lo que quería de Camille. Concretamente, información del lugar donde trabajaba.

—¿Quiero saber quién es el jefe de ella?, qué puedo usar en su contra para un pequeño chantaje —ordenó con malicia.

Tres días después, tuvo la información necesaria. El jefe de Camille le era infiel a su esposa con prostitutas. Marcia le mostró fotos comprometedoras, y el hombre se vio acorralado. Camille era una buena empleada, pero casi ni la conocía y preferiría mantener su estatus, su puesto dependía del padre de su mujer.

—Gracias, fue un placer hacer tratos con usted —dijo Marcia con ironía.

Él la miró con odio, pero no le dijo nada de lo que estaba pensando, lo tenía contra la pared y ambos lo sabían.

—¿Hay más fotos? —preguntó, sin molestarse en perder el tiempo con la ironía.

—Las hay, pero te las daré en algún momento que yo decida —respondió ella con una sonrisa malévola.

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Camille no entendía por qué había sido despedida. Era muy buena empleada, solo faltando cuando tenía que llevar a su hijo al hospital, pero no tenía descuidado su trabajo. Desde que lo dejó ingresado, su madre se ocupaba de él, dándole a ella el tiempo para buscar un segundo trabajo y atender el que ya tenía.

—¿Hice algo mal? —le preguntó a la mujer de recursos humanos que le dio la carta de despido.

—No, pero hay reducción de personal y el tuyo es uno de los que van a rescindir —le respondió la mujer.

—Necesito este trabajo.

La otra mujer la miró con lástima, sabía por lo que estaba pasando, pero no podía hacer nada, la orden había venido de las oficinas de los superiores.

Camille tomó la carta de recomendación y salió de allí, tenía que buscar con urgencia un trabajo, no podía quedarse lamentándose y lamiendo las heridas.

Sin embargo, le fue más difícil que la primera vez que buscó empleo. En algunos le decían tajante que no cumplía lo que pedían, en otros lugares ni siquiera le daban una respuesta. Lo que ella no sabía, era que detrás de cada rechazo, estaba la mano de Marcia, ella mantenía la vigilancia sobre Camille y ordenaba que dificultarán que encontrara un trabajo.

Comenzó a llover cuando salió de la última entrevista, pensó que le dirían que sí, se veían entusiasmados cuando hizo la primera entrevista con ellos, prometieron llamarla, y cuando lo hicieron, fue para darle una negativa. Ella no sabía para qué la citaron en las oficinas, con una llamada de teléfono hubiese bastado. Salió del lugar y caminó bajo la lluvia, esperando que confundieran las gotas de agua con las lágrimas que rodaban por sus mejillas. De pronto, un hombre en una moto pasó a su lado y casi la choca, ella para evitar el accidente se tiró a un lado.

—¡Imbécil! —le gritó desde el piso.

Fue escuchada por el motorista, que se detuvo y regresó hasta donde estaba ella.

—¿Imbécil yo?, estabas en el medio de la calle como una loca —le dijo él cuando se quitó el casco.

—Eso no te da derecho a chocarme, idiota —exclamó Camille.

—Sigue en la calle y serás atropellada por alguien más. Si quieres morir, hazlo sola, no involucren a nadie más —gruñó él y preparó el casco para ponérselo—, me debes una disculpa, casi me caigo de la moto por tu culpa.

Ella sabía que tenía algo de razón, pero eso no le daba derecho a tratarla mal. No se disculparía.

Él movió la cabeza con desaprobación, se puso el casco y salió a toda velocidad.

—Idiota, te vas a morir por ir tan rápido, no por chocar conmigo —murmuró ella viéndolo alejarse.

Luego se olvidó de él y continuó pensando en el gran problema que tenía.

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