Capítulo 3

Camille entró a la cafetería del hospital por una taza de café, había salido muy temprano de casa y no le había dado tiempo de prepararse uno. Tenía que cargar las energías de su cuerpo, las necesitaba durante ese día, quería verse jovial para un trabajo por el que había aplicado. Al sacar el monedero para pagar, se cayó al piso una tarjeta que su madre le dio cuando se encontraron. Ella la tomó rápido y la echó al bolso, no quería usarla, pero algo le impidió deshacerse de la pequeña cartulina. Sin verla, ni tocarla, sintió como si la estuviese quemando.

Se tomó rápido el brebaje caliente y salió apresurada para tomar el autobús que la llevaría a la cita. Sin embargo, después de esperar casi una hora para ser atendida como el resto de candidatos, le comunicaron que no le darían el trabajo. Ese empleo era casi su última esperanza. Decepcionada, caminó por la calle hasta llegar a un parque, donde se sentó a pensar que haría a continuación.

—Piensa, Cami, piensa —se dijo en voz baja.

Pero lo único que vino a su mente, fue la tarjeta con los datos de la señora con su propuesta loca. Camille cerró los ojos con un suspiro de resignación, sacó la tarjeta y se quedó unos minutos observándola. Armándose de valor, marcó el número que estaba allí grabado.

—¿Por qué tiempo tengo que estar en ese matrimonio falso? —preguntó, yendo directo al grano, sin saludar.

—Hola, Camille. Veo que has decidido aceptar mi propuesta —dijo Marcia, esbozando una sonrisa.

—Responda mi pregunta —exigió Camille—, si la llamo es porque aceptaré, por supuesto, si el trato tiene una duración de tiempo razonable.

Marcia quería demorar en darle una respuesta por haberla hecho esperar, pero no podía darse el lujo de hacerlo, la fecha del matrimonio se estaba acercando.

—¿Dónde te encuentras?, podemos reunirnos en el café que está cerca de la plaza principal, tiene una excelente vista —propuso Marcia—, allí podremos hablar con tranquilidad.

—Estoy cerca de ahí, no demore —respondió Camille y colgó el teléfono antes de que la otra mujer siguiera hablando.

Se puso de pie y caminó los pocos metros que había hasta su destino. Allí esperó que llegara la mujer que parecía tener la vida de su hijo en sus manos.

Media hora después, y a pesar de que no le dieron tantos detalles como quería, aceptó la loca propuesta.

—Sin embargo, quiero que pague primero la mitad de los gastos médicos —exigió Camille.

—No, no lo haré —negó Marcia de forma categórica—, solo pagaré, cuando el matrimonio sea un hecho.

—¿Qué me asegura que lo hará? —inquirió Cami.

—¿Quién me asegura que te casarás si pago antes?

Camille insistió, pero fue imposible convencer a la mujer mayor. La boda sería primero, luego sería el pago.

—No puedes decirle a Jason que tienes un hijo —indicó Marcia.

—Será muy complicado ocultarlo cuando tengo que visitarlo en el hospital —dijo Camille con sorna—, ¿cómo lo haré?

—No sé cómo lo harás, pero no puedes decirle, Amber no tiene hijos —respondió Marcia.

Viendo que sería imposible imponerse, porque lo haría, ya que no dejaría abandonado a su hijo, prefirió callar. En cambio, pidió información de la boda. Cómo tendría que ir vestida y demás información. Eso entusiasmó a Marcia y le contó con lujo de detalles, lo que iba a acontecer.

Cuando salió del café, se dirigió al hospital, si no podría ver a su hijo tan seguido, quería pasar el tiempo que más pudiera junto a él.

—¿Otro intento de empleo fallido? —preguntó Evaline cuando entró a la habitación.

—Sip, igual que los demás —respondió ella.

—¿Aplicaste para otro?

Ella negó con la cabeza y le contó a su madre lo que había hecho, además, le dijo lo que exigía Marcia.

—Sé que será muy difícil para ti, pero yo me quedaré con él, lo cuidaré como si fueras tú quien lo estuviera haciendo —aseguró Evaline.

—Por eso también acepté, estarás ahí, como siempre estuviste conmigo —dijo Camille y abrazó a su madre.

—¿Cuándo es la boda? —preguntó Evaline.

Para ella era muy rápido, aunque le convenía para que el cuidado de su hijo fuera cuanto antes. Ni siquiera conocía al novio, lo conocería el mismo día del casamiento.

—Solo espero que no sea tan malo como lo describió la señora Thrasher —le dijo Camille a su madre en voz baja.

—Crucemos los dedos —dijo Evaline.

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