Capítulo 4

Un mes y medio después

Camille esperaba nerviosa a que la fueran a buscar a la habitación. La habían dejado sola la mayoría del tiempo, solo había tenido la compañía de las estilistas y una camarera que no la dejó morir de hambre. Le hubiese gustado tener allí a su familia para que le dieran ánimos. La ceremonia se iba a realizar en un lugar muy elegante. Marcia le había dicho más temprano, que sería algo sencillo, con pocos invitados.

—Todo está listo, comenzaremos en unos minutos —avisó Marcia desde la puerta.

Detrás de la mujer mayor, había un hombre unos años más viejo. Según le había dicho Marcia, era su esposo. Sería él quien la llevaría del brazo hasta el novio.

La joven madre se sacudió el nerviosismo del cuerpo y cuadrando los hombros, siguió a la pareja. Se sorprendió, cuando vio frente a sí a su futuro esposo, era el mismo hombre maleducado, que la hizo caer al piso mientras llovía.

Ella esperaba que no la recordara, durante la corta ceremonia estuvo rezando que no le hiciera comentario alguno sobre ese día. Sin embargo, la preocupación de Camille fue infundada, él prácticamente ni le dirigió una mirada, lo hizo cuando fue casi obligatorio. El resto del tiempo la ignoró y la trató con indiferencia. Y no cambió nada cuando llegaron a la fiesta, la siguió ignorando, y no solo a ella, para él, los invitados no existían. Ni siquiera esperó que terminara el festejo, la tomó por un brazo y la sacó de allí.

—Los invitados, la familia… —decía ella, mientras trataba de seguirle el paso.

—Ninguno me importa, no los aguantaba más. Ya estamos casados, lo demás no importa —contestó él.

Ella fue casi empujada dentro de un auto, que conducía el mismo. Sin volver a dirigirle la palabra durante todo el trayecto, la llevó a una hermosa casa. Luego la ayudó a salir y la llevó dentro de la enorme mansión. Cuando entraron al salón, le ordenó que se sentará en el sofá.

—Mi boda contigo, solo fue para complacer a mi abuelo —inició él con calma, pero con un dejo de ironía—, su última voluntad es, que me case con la nieta de su mejor amigo. Así que quise satisfacerla. Pero no te equivoques, no tendremos un matrimonio tradicional.

—Entendido —dijo Camille.

—No te podrás meter en mi vida. Para los demás, seremos una pareja como cualquier otra. Vivirás en mi casa, fingiremos que consumamos el matrimonio cada noche, pero al igual que tú harás, tampoco me meteré en tu vida.

Camille estuvo de acuerdo con todo lo que le dijo, no se atrevió a rechazarlo. Él no le agradaba, había sido un idiota con ella cuando por poco la atropella. Además, no quería que él supiera que estaba sustituyendo a otra persona para casarse con él. Si era el pandillero que Marcia decía, lo mejor era mantenerlo en la ignorancia.

—¿Dónde dormiré? —prefirió preguntar—, quiero cambiarme de ropa, si es posible dormir.

—Cuando subas la escalera, la segunda habitación a la derecha —respondió él y le dio las indicaciones necesarias para que la encontrara sin dificultad.

Jason observó con atención a Amber Thrasher, pensó que era hermosa y tenía una apariencia casi de inocencia, no podía imaginar como alguien que se viera como ella, se podía casar por dinero. Decidió molestarla, se acercó a ella, y le dijo que, si tenía necesidades fisiológicas, él podía satisfacerlas.

Camille no entendió al principio, luego le molestó que le hiciera semejante propuesta.

—No gracias, estoy y estaré muy bien.

—Podemos seguir con nuestras propias vidas, esto será lo para calmar un deseo —dijo él, acercándose más.

Ella se alejó unos pasos, lo rodeó y subió la escalera apresurada, buscando la habitación que ocuparía a partir de ese día. Cuando entró, le puso seguro a la puerta y se recostó a esta. Luego se acercó a la cama, sacó el teléfono del bolso y llamó a su madre.

—Es tarde, cariño, ¿qué pasa? —preguntó su madre medio dormida—, ¿ya terminó la fiesta de bodas?

—Sí, salimos antes de tiempo y quise saber cómo estaba Darrin, disculpa si te desperté, no era mi intención —respondió Camille, tratando de no pensar en lo que acababa de pasar.

—Puedes hacerlo cuando quieras, solo me preocupé porque es un poco tarde —dijo Evaline—, cuéntame, ¿cómo es el hombre que no quieren de esposo?

Ella no quería preocupar de más a su madre, por tanto, maquilló un poco la interacción que había tenido con Jason Norwood.

—Todo saldrá bien, cariño, verás que pronto estarás libre —Evaline intentaba subirle el ánimo—. Mañana llamaré a tu padre y le contaré lo que me dijiste, pero por favor, toma cinco minutos y hazle saber cómo estás, ya sabes cuánto se preocupa.

—Lo haré, lo prometo —respondió mientras se acostaba sobre su espalda.

En el salón, Jason la vio correr, huyendo de él. No se movió del lugar donde estuvieron los dos, pensando, que la dejaría tranquila por ese día, pero, encontraría otra ocasión para seguir molestándola. Una sonrisa apareció en sus labios al imaginar lo mucho que se iba a divertir jugando con ella.

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