¿Por qué a Anastasia se le hacía tan difícil caminar?
De momento estaba recargada de la pared, el mundo le daba vueltas y un bochornoso calor la llevó a desabotonarse parte de la camisa con el sudor corriendo por su frente. Cayó de rodillas al salir del ascensor, gateando con la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo. Sentía como si iba a morir en cualquier minuto, su capacidad de raciocinio se nubló completamente y por un par de segundos quiso vomitar.
Sorpresivamente cuando encontró la habitación ya la puerta estaba abierta.
— llegas tarde. — Por alguna razón escuchó la voz de Félix a sus espaldas, su amado prometido, un poco más grave y pesada de lo que normalmente era, cerró la puerta tras de sí tal y como le habían ordenado.
Era una suite de lujo, cualquiera podría darse cuenta con solo verla aunque estuviese a oscuras, como era la situación. Anastasia se fue desprendiendo de sus ropas una por una hasta acercarse a la cama de su pareja, quien le estaba dando la espalda.
— ¿Qué haces aquí, Félix?
Ella hace una mueca de completo disgusto al escuchar la voz de su ex novio, solo escuchar aquella patética voz era suficiente para hacerla rabiar dentro de su mal humor. Ella nota que él se acerca y tiene una cara borrosa, Anastasia frunce el entrecejo, completa y absolutamente mareada. Ella termina de quitarse todo lo que le incomodaba de ropa.
— Yo soy quien debería preguntar qué estás haciendo tú aquí, ¿Por qué te desnudas en mi habitación? ¿Quién te dijo dónde estaba? — Él empezó a acosarla a preguntas, pero se mantuvo lejos en todo momento.
Anastasia siente el tono de voz de Félix mucho más frío y siniestro, al punto en que le dio escalofríos y por un momento vaciló, cubriéndose con la sábana.
— Yo soy la que debería preguntar qué haces en esta habitación. — Murmura ella. — ¿Acaso me estás persuiguiendo como un puto acosador? ¿No te bastó lo que me hiciste ya?
Él se quedó en silencio.
Anastasia solo siente los pasos pesados y furiosos que caminan hacia su dirección, Félix se sube en la cama y la sujeta del mentón, le dice un par de cosas pero ella no recuerda nada de lo que él le dijo, solo sabía que le estaba preguntando algo.
No sabe qué le respondió tampoco, ni cómo fue que él empezó a mirarla como si la fuese a arrojar por la ventana.
Mucho menos recuerda la forma en que esa mirada tan intensa terminó convirtiéndose en un fuego que se cernió sobre ella hasta abrasarla en las llamas.
''¿Qué es lo que haces aquí, Félix?'' Le preguntó una vez más.
Sus memorias llegan hasta ahí, así que jamás pudo escuchar la respuesta a su pregunta.
Lo único que recordaba fue el calor que abrazó su cuerpo durante toda la noche y la pocas gentileza que recibió como moneda de cambio.
A la mañana siguiente, justo en el momento cuando abrió los ojos buscó a Félix echando una mirada por encima, pero junto a ella no había nadie sobre la cama de inmenso tamaño, lo que causó que se levantara de sobresalto, teniendo cuidado con el dolor de cabeza y el mareo repentino por hacer semejante gracia. Miró la iluminada habitación con desdén, su propio cuerpo estaba cubierto de moretones y mordidas sobre destendidas sábanas. — ¿F-Félix?
Vaciló al llamarlo una vez más, nadie contestó.
— Oh, vaya. Veo que ya despertaste. — Anastasia entró en pánico cuando aquel hombre salió de la ducha, apenas envuelto de la cadera por una toalla. — ¿Dormiste bien?
Por instinto Anastasia retrocedió con miedo.
— ¿Q-quién es usted? ¿Qué hace en mi habitación? ¿Dónde está mi novio? ¿Por qué estás desnudo?
Él alzó una ceja cuando las preguntas llegan una por una hacia él, su gesto expresa diversión, como siquiera comenzar a reírse.
— Vaya, esas son demasiadas preguntas, creí que todo había quedado en claro anoche pero al parecer estabas tan desesperada que ni siquiera prestaste atención a lo que te dije, ¿No es así? — Él la mira directo a los ojos, mismos ojos que parecen ver a través de ella. — ¿Quieres que te repita todas y cada una de las cosas sobre las que conversamos anoche?
— ¿Qué? ¡No! — Anastasia frunce el entrecejo y le da una mala mirada. — ¡Usted es un completo grosero! ¡Es un aprovechado!
Ella se había percatado de la desnudez que tenía bajo las sábanas, rápido ella corre hacia el espejo y deja la manta atrás, se había caído en el suelo.
— ¡¿Qué diablos me hiciste?! — Exclamó ella. — ¡Mi cuerpo está cubierto de chupetones y mordidas!
Por un momento ella empieza a hiperventilarse, un sinfin de escenarios empiezan a montarse dentro de su cabeza y ella solo puede imaginar que había ocurrido lo peor.
— Tranquilízate, ¿De acuerdo? — Él se frunció el entrecejo.
— ¡¿Por qué me voy a tranquilizar cuando un extraño aparece de la nada?!
— Ok, admito que ambos estábamos bajo los efectos del alcohol, ¿Pero por qué vienes a echarme toda la culpa si ninguno de los dos estábamos sobrios? Todavía te di tres minutos para salir de la habitación y no quisiste.
— ¡¿Tres minutos?! — Anastasia se quedó boquiabierta. — ¡¿Por qué iba a salir de mi propia habitación?! ¡Tú eres el intruso que se metió aquí así que eras tú el que tenía que irse al final!
Pero ese hombre la miró como si estuviera completamente loca.
— ¿De qué hablas? Fuiste tú la que se coló a mi habitación anoche y te empezaste a desnudar sobre mi cama. — Explicó. — ¿Ya vas a explicarme quién eres?
Anastasia no creía en eso, no quería creerlo, mejor dicho. Pero luego se fija en una verdad innegable: Él también estaba desnudo, con marcas sobre la piel y la única cosa que lo cubría era una toalla.
— No puede ser..., ¿Una equivocación? — Anastasia tembló en el lugar, si él estaba desnudo y ella también eso quería decir una sola cosa: — ¿Qué número de habitación es esta? Seguro te has equivocado tú, esta es la habitación 216.
Aquel desconocido siguió mirando hacia ella como si estuviese viendo a una loca desubicada frente a sus ojos, cualquier rastro de simpatía que pudo haber tenido desapareció completamente y una fría mirada apareció en sus ojos.
— ¿De qué hablas? Estamos en la suite imperial 236, la habitación 216 es en el piso de abajo.
Anastasia se quedó helada.
¿Cómo había terminado subiendo un piso demás?
Pero ese no era el único detalle, se vio en la obligación de detenerse al percatarse de otro detalle:
— Anoche... Anoche T-tú y yo no... ¡No! ¿Verdad?
— ¿Hablas de tener sexo? — Su rostro no mostró impresión, dice las cosas directamente, sin tapujos ni rodeos. — Sí, creo que ya había quedado bastante claro pero al parecer no fue así.
Anastasia sintió que sus piernas se debilitaron completamente.
— Es demasiada coincidencia que una persona tan simple como tú haya podido ingresar a esta habitación. — Se mostró sorprendido de repente, ella jamás se esperó que con su gran mano la tomara del cuello. — ¿Acaso te mandó mi padre? ¡¿Es eso?! ¡¿Fue él quien te hizo venir hasta aquí y te inventaste todo el teatro de anoche para engañarme?!
El quejido de Anastasia se vio ahogado al igual que su súplica porque la dejase respirar, trató de soltar la mano sobre su cuello pero la fuerza de aquel hombre era increíble. — Ugh... ¡Nno.! — Tosió cuando él la soltó, arrojándola a la cama de manera brusca.
— ¿Entonces cómo lograste colarte a esta habitación? — Su rostro mostró una expresión furiosa, como si estuviese a punto de golpearla, y nada le garantizaba que no lo iba a hacer. — Recoge tu ropa y piérdete de mi vista. ¡Ahora!!
Por alguna razón Anastasia sintió escalofríos al escuchar aquello. Él la soltó de golpe y desde el piso ella recuperó el aliento, tosiendo una y otra vez. No hiso falta que le diera la misma orden dos veces, aun cuando todo su cuerpo estaba temblando continuó vistiéndose conforme se dirigía hacia la salida igual que un cordero asustado. Todavía podía sentir la presión de aquellos enormes dedos en la garganta, bloqueando su respiración.
Y su mundo estaba a punto de desmoronarse cuando confirmó lo que más temía en cuanto vio el letrero en la puerta al salir:
236 escrito en la puerta.
Quien se había equivocado de habitación realmente fue ella.
Esa vez precisamente se permitió llorar en el rincón del ascensor por tan aterradora experiencia, y rogaba internamente no tener que volver a ver a aquel hombre terrorífico jamás.
Ella miró la maldita puerta 216.Anastasia tuvo una combinación de sentimientos cruzados entre sí, siente rabia, impotencia, tristeza y también está de muy mal humor por todas las cosas malas que le habían ocurrido en una misma noche.Esta vez sí abrió la puerta correcta, se cercioró que realmente fuera la habitación 216 al menos treinta veces, mientras sus vecinos de habitación la miraban como si fuera una loca, y ella no dudaba aparentar ser una dada su andrajosa y descuidada apariencia, pero finalmente entra en la habitación, que no era tan lujosa como la anterior, por supuesto.Ve algunas pertenencias allí, asume que son algunas de las cosas que Rebecca dejó anteriormente, todo su cuerpo está completamente cansado, como si un avión le hubiese caído encima, su caminar es pesado, la cabeza le está matando y cuando se mira frente al espejo ve unas completamente desagradables ojeras muy pronunciadas.Y ella todavía no había mencionado que su cabello parecía un nido de alguna clase de
Rígido en su silla de madera, sin hablar. Si Erick era un hombre terrible su padre multiplicaba por cinco su mal carácter. — Entonces ¿Para qué has venido a perturbar mi tranquilidad? — Dejó de lado su trabajo, carraspeando la garganta antes de pedirle a su asistente que le hiciera llegar un vaso de agua, una excusa para sacarla de ahí y poder conversar a solas con su primogénito. Y cuando estuvieron a solas, Erick se permitió reír en sus narices. —Créeme, no es para preguntar por tu salud. — Podré esperar muchas cosas de ti, pero eso jamás. Sé que todos los días te levantas rogando que se acorte el tiempo para que me veas dentro de una urna, pero tu odio solo me hace más fuerte. Erick se encogió de hombros, no le dio la razón, pero tampoco negó lo que dijo. — Lo que he venido a pedirte es que dejes de enviarme mujeres a donde sea que estoy, es molesto. — Si eligieras a una señorita para establecer tu familia no sería tan molesto como piensas. — Dio un trago a su taza de té, ne
''Erick... Sé un poco más gentil. ''Definitivamente Anastasia había visto algo que no debía.En medio de sus piernas se podía distinguir una figura femenina, con un llamativo vestido ceñido al cuerpo y tacones altos. Gracias a Dios la censura del escritorio no le permitió ver la desfachatez que estaba haciendo en la oficina del presidente, la manera en que empuñaba las manos mostraba que sufría por la manera tan rústica en que Erick empujaba su cabeza sin cambiar ni siquiera un poco esa expresión fría y distante de siempre, como si estuviera aburrido.— Eres terrible, llevas aquí diez minutos y ni siquiera eres capaz de causarme una erección ¿A eso le llamas atender mis necesidades sexuales? Apestas, lárgate. — Dijo él con firmeza, tomando un pañuelo para limpiarse las manos que antes sujetaban el cabello de esa mujer sin piedad.Anastasia se paralizó, comprendiendo que no podía quedarse viendo o sería ella quien terminaría en una situación penosa, rápidamente tomó la agenda de su es
Si las miradas mataran Erick ya estaría metiendo su cadáver en la cajuela de aquel lujoso automóvil, podía verlo tenso, incluso había dejado de beber de su taza de café.— ¿Disculpa? — Preguntó, como si hubiese escuchado mal.— Dije que no, no voy a casarme con usted. — Respondió Anastasia, encogiéndose en su silla y con miedo de seguir hablando. — Usted es mi jefe, además yo ya tengo a alguien a quien amo y con quien espero casarme en un futuro.— Piénsalo bien, yo puedo darte todo lo que quieras. Viajes al extranjero, automóviles del año, joyas, todo lo que me pidas te lo daré, solo necesito esto de ti. — Sonaba casi como una súplica, pero su rostro mostraba descontento. — ¿Qué es lo que pides a cambio de casarte conmigo? Lo pagaré.La propuesta de Erick era sencilla: Necesitaba de una mujer a quien no amara y de quien estaba seguro que no lo amaría para realizar un matrimonio contractual y heredar la compañía de su anciano padre, quien se rehusaba a entregársela mientras estuviera
¿Por qué de nuevo?Todo su mundo parecía dar vueltas, de nuevo unas sábanas que no conocía de nada se deslizaron por su cuerpo en el momento en que se sentó, cuando miró a los alrededores pudo percatarse de que no estaba en su casa, tampoco en la casa de un conocido cercano, probablemente ni siquiera estaba cerca de su vecindario siquiera.Al arrastrar su paso hasta la sala se percató de que estaba haciendo un muy mal tercio entre Erick y una mujer que no conocía para nada, ellos dos se lanzaban miradas de perros rabiosos luego de que osadamente ella alzara su mano y la estampara contra la mejilla de él quien ni se inmutó, tampoco reflejó dolor. Anastasia pudo imaginar el ardor que debió sentir con el simple hecho de escuchar el sonido que hizo el golpe.Pero, antes de continuar con la dramática escena será mejor contar lo que ocurrió desde el principio.* * *La mañana siguiente su trabajo comenzó como siempre, ella llegando temprano, revisando la agenda y cuidándose de no convertirs
Mirar a Félix marchándose con aquella mujer fue una de las escenas más impactantes y difíciles de soportar para Anastasia, no podía describir el tipo de impotencia que estaba sintiendo para cuando salió del supermercado y simplemente los vio alejándose, fue un golpe directo al corazón.— ¡Maldito desgraciado!Justo cuando él se le había confesado en un acto de amor eterno, se sintió completamente estúpida por haber creído ciegamente en aquellas palabras.— Puedes llorar si quieres, aquí no juzgamos a las personas lloronas.Se sobresaltó al escuchar al dueño de aquellas palabras. — ¿Qué hace usted aquí, señor Erick? Parece un acosador. — Anastasia trató de seguir su camino y pretender que no lo vio.Pero él se movió primero, deteniendo su paso justo frente a ella y rodeándola con los brazos para ocultarla.— Dije que podías llorar, deja de hacerte la fuerte. — Lo había visto todo, entendiendo el sentimiento dio consuelo a Anastasia, quien en seguida rompió en llanto contra su pecho.*
Anastasia simplemente no podía creer lo que sus ojos estaban viendo en ese momento.Justo en frente de su casa había una hilera de vehículos mucho más costosos y lujosos que el vecindario en sí, estaban estacionados en ambos lados de la calle, sintió pánico cuando la sonrisa de Erick, cargada de un brillo particularmente malicioso, se dirigió hacia ella, lo que le confirmó el hecho de que estaba mucho más involucrado en la situación de lo que pensaba.Por no insinuar que era directamente culpable.— ¡¿Qué diablos es eso?!Erick la miró como si no entendiera de qué estaba hablando, incluso cuando vio al grupo de hombre sacar todas sus pertenencias de lo que consideraba su hogar.— ¿A qué se refiere? — Preguntó Erick, divertido.— ¡Se están robando mis cosas, mi gato! ¡Ayuda, me están robando! — Su preocupación no hizo más que crecer al ver que todos los vecinos estaban observando tal espectáculo. — ¡Llamen a la policía!— Ana... ¿Qué está sucediendo? — Preguntó una de sus vecinas, la m
— Por favor, señorita, debe salir y comer algo. — La voz llamándola del otro lado de la puerta sonaba preocupada, pero a Anastasia ni siquiera le importó. — Ya ha pasado una semana desde que llegó aquí y no ha salido de su habitación, podría enfermarse.— ¿Una semana? — Levantó perezosamente la cabeza de la almohada, contemplando de nuevo las desconocidas paredes color melón. — El tiempo sí que va más lento cuando estás en el infierno.— No diga eso, el señor Russo se ha encargado de usted desde que llegó.— ¿Cuánto fue? — Anastasia abrió la puerta de repente.— ¿Disculpe? — Preguntó de vuelta la mucama, Emily, a quien habían asignado como cuidadora.Anastasia no retrocedió. — Quiero saber cuánto te pagó Erick para que dijeras eso.Emily era una mujer joven, con un bonito cabello castaño ondulado, debía tener serios problemas financieros si terminó aceptando trabajar como mucama de alguien casi contemporánea a ella. — No hizo tal cosa, señorita. — Suspiró, tratando de extender la band