Las restantes dos semanas antes de la boda, me las arreglé para evitar al prometido de mi hermana, sin embargo, sabía que no podría no estar cerca de él por mucho tiempo.
La mañana de la boda la casa empezó a bullir de actividad y emoción en cuanto todos se levantaron. El desayuno estaba preparado en la mesa de la cocina para que cada cual pudiera servirse. Decidí salir a desayunar al jardín para no estorbar a nadie. A Cecilia le estaban haciendo la manicura y la pedicura en su habitación. La peluquera llegó para peinarnos a todas las mujeres de la casa, y yo solo quería un sencillo moño italiano, así que fui la primera.
La boda no se celebraba hasta las siete de la tarde, pero durante todo el día hubo gente que pasaba por la casa. Desde que llegaron las damas de honor, a eso de las de las tres, no pude ni acercarme a mi hermana, así que las dejó solas y decidió ayudar a mi madre en lo que pudiera. Sin embargo, todo parecía estar asombrosamente controlado. El vestido de novia de Ceci estaba extendido sobre la cama de nuestra madre. Padre había quedado relegado a la habitación de invitados para vestirse, y todo el mundo parecía tener algo que hacer. Recibimos un millón de llamadas y entregas de paquetes, y me presté voluntaria para contestar al teléfono y abrir la puerta.
A eso de las cinco de la tarde comenzó la cuenta regresiva. Todas las damas de honor ya estaban listas, y a las seis en punto se pusieron sus vestidos. Yo respiré hondo y también me sevistí. Una de las amigas de mi hermana me subió la cremallera mientras otra tiraba de la tela, en lo que intentaba esconder barriga. No se miré al espejo. Ya sabía cómo me quedaba el vestido. Aun con el peso que había perdido, apenas podía respirar, mis pechos habían quedado completamente comprimidos y sobresalían por el borde del escote, lo juro. Aquello estaba realmente estrecho y la cremallera casi no cerraba. Era muy consciente de que me quedaba fatal, pero no me importaba. Aquel suplicio solo duraría unos minutos ¿qué importaba? Había encontrado unos zapatos de satén marrón de tacón alto que iban a juego y me los puse.
De pronto parecía una mujer altísima. Pero continuaba sin una mujer bonita. Sentía que en el último año había encontrado mi verdadera identidad, gracias al esfuerzo que había hecho por liberarme del pasado y del daño que había sufrido De pronto me sentía en paz conmigo misma, incluso con ese vestido que me quedaba tan mal.
Me puse un poco más de rubor, y el tono de la tela ya no deslucía tanto la palidez de mi piel.
Fui a ver a mi hermana, y ahí fue cuando todo se vino abajo porque al entrar en la habitación de nuestra madre, no la encontré.
Él enorme vestido blanco de encaje yacía sobre la cama, etéreo y fantasmagórico. Sobre él descandaba el anillo de compromiso que tantas veces me había disgustado por temor a que le hicieran daño a Cecilia en un intento por robarl junto a él estaban los pendientes de diamantes que le había regalado Alessandro. Incluso, también se encontraba el collar de perlas con cierre de diamante que madre le había dado como regalo de boda.
Fruncí el entrecejo. A esas alturas, Ceci ya debería estar vestida, por un momento, creí que tal vez estaría en el baño a causa de nervios de última hora, pero cuando mi mirada cayó sobre el espejo de la coqueta sudé frío.
" No puedo hacerlo"
Estaba escrito con lápiz labial rojo sobre el espejo y caí en cuenta de mi hermana menor, la chica que supuestamente estaría casandose dentro de menos de veinte minutos...parecía haberse arrepentido y había escapado por la unica ventana abierta de la habitación.
***
Mirando a mi alrededor, a toda mi familia. Habíamos invitado a varios primos de Rusia y estaban todos allí, incluso mi abuela la Señora Sofía Ivanova había venido para la ocasión.
Miré mi reloj de pulsera, frunciendo el entrecejo. Habían pasado veinte minutos desde la hora prevista y no había señales de la llegada de mi prometida.
Sin embargo, cuando ya había transcurrido media hora y no llegaba y peor, la gente comenzaba a hacer comentarios suspicaces sobre la demora, no pedí explicaciones. Salí de la iglesia, tomando mi coche y yendo directamente a casa de sus padres.
Unos minutos después, el padre Cecilia entró a la habitación tras Catalina y se le saltaron las lágrimas. Estaba sobrecogido por la visión de la ausencia de la novia.
— Oh, Dios, no.— Susurró su padre.— Estamos perdidos.
—¿Por qué? ¿Qué sucede?
— ¡Maldición! Ese hombre está esperando en la iglesia. Nos matará. Nos matará a todos por este desplante.
Lo ví dejarse caer derrotadamente sobre la cama, y ocultar su rostro entre sus manos.
— Dios. Ese hombre...ese hombre no es cualquiera, Cecilia. Es el heredero al puesto del Padrone.
¡¿Padrone?!
— ¿Estás diciéndome, que los Visconti son...?
— Sí, hija. Esa familia lidera la mafia en nuestro país. Tu hermana, ella me aseguró que todo estaba bien, que...— mi padre rompió en llanto y yo di un paso atrás, nunca lo había tan acongojado en toda mi vida.— Esa gente nos matará. A tu madre, a ti y a mí.
Justo en ese momento escuché una gran conmoción proveniente del primer piso. La voz del mafioso llamaba a mi hermana a gritos y hacía retumbar toda la casa.
* * *
— No sufriré está vergüenza pública por culpa de su hija menor. Demando que me entreguen a Catalina en su lugar.
—No puedo hacer eso —repuso Mariano con sinceridad.
—¿Por qué no?
—¿ Está usted loco? ¿ Acaso no es evidente? ¿Cómo pretende cambiar a una novia por otra? ¡Esto es inaudito!
—¿No sería mejor que esperaramos? Quizás Cecilia regrese y ...
—No —gruñí, sin demasiadas ganas de mantener la educación, y fijé la mirada en la pareja D'mario.—¿Ustedes lo sabian?¿ Sabían que Cecilia planeaba escapar?
—No. Por supuesto que no. Todos estos días se le veía feliz, entusiasmada por la boda. Incluso esta mañana...— comenzó Celeste, pero no la dejé terminar.
— Eso ya no importa. La boda no se cancelará, ya se los he dicho. Denme a Catalina y que todo continúe cómo estaba previsto.
— Ya le he dicho que no. No puedo hacer eso. —dijo Mariano con una mirada de pánico, ante mi evidente enojo.
—¿Esa es su última palabra? De ser así, espero que se atenta a las consecuencias.
— Lo haré.— anunció la otra hermana entrando de improviso en el salón.— Cecilia no regresará, la conozco. Es egoísta y engreída. Tiene veinte años, pero es mimada e infantil, no le importa lo que nos pueda suceder en lo más mínimo.
La contemplé en siencio, notando lo horrible que le quedaba el vestido que le habían puesto, pero que a la vez resaltaba su busto de forma prácticamente indecente.
—Yo tengo veinte y dos, no sueño con casarme con el hombre perfecto. No soy bonita, ni románica y a este paso moriré soltera. Ni siquiera tengo novio, ni voy a citas. Y, además, acabo de graduarme para ser maestra de escuela. Solo deseo continuar trabajando una vez que nos casemos. ¿Me lo permitirás?
Elevé las cejas, pero ella elevó aún más su mentón de manera petulante y retadora. No teníamos tiempo que perder, así que asentí.
—Hija, no lo hagas. No...
— Padre, tu lo dijiste. De lo contrario nos matarán a todos.
Volvió a mirarme directamente a los ojos, se llenó de aire, y me extendió su mano.
— Está decidido entonces. Me casaré con ustedes, señor Visconti.
Para mí, era como si estuviera a punto de abandonarlo todo definitivamente e iniciar mi andanza por un mundo diferente a lo que había conocido, era como haber naufragado en un mar tormentoso y de aguas desconocidas. Algo así inspiraba miedo, sobre todo para una chica como yo, que era vulnerable y frágil ante los comentarios orientes. Además, tendría que casarme con ese horrible vestido porque no había oportunidad ni tiempo para comprar otro.Mientras mi madre no dejaba de arreglarme el largo velo sobre la cabeza. Las damas de honor me ayudaron a bajar la escalera sosteniéndo el gigantesco ramo que habría sido de mi hermana.Después, subí al coche con mi padre para ir a la iglesia donde me casaría con.. él.Eran innegables los cambios en Alessander. Se le veía más serio, cínico y amenazador. Durante el trayecto a la iglesia, no pude dejar de preguntarme, qué le habría pasado para volverse así de mala persona.Mi padre se emocionó mientras el coche se acercaba a la iglesia y yo hub
— Enséñame cómo complacer a un hombre.Alessandro, quien acababa de tomar un trago de champán, se atragantó y siguió tosiendo hasta que Catalina se arrodilló y comenzó a golpear su espalda.— Estoy bien. Sólo... creo que no he entendido bien...Con el rostro enrojecido pero tratando de actuar indiferente, Caty volvió a sentarse a sentarse sobre la costosísima alfombra del suelo, cruzó las piernas y se alisó la falda del vestido para cubrir sus rodillas. — Me escuchaste perfectamente.Quiero que me enseñes cómo complacer a un hombre.Él la miró con los ojos muy abiertos, luego se compuso un poco. Haciendo un gran espectáculo al llevarse un pedazo de la carne que comían a la boca y mirando alrededor del lujoso salón de hotel, murmuró: — ¿Por qué querrías algo así?¿Es acaso una broma?Ella se inclinó hacia delante y agitó la mano delante de su cara, sabiendo que eso lo molestaba.—No estoy bromeando. Sonriendo ahora, Alessandro tomó su mano y la besó, moviendo las cejas hacia arriba y
Bolsa de viaje con artículos de aseo. Sí, por supuesto.¿Ropa interior sexi? No. Solo ropa interior.Anticonceptivos. Listo.Habitación del hotel. Rodó los ojos. Si, todo listo.Catalina se quedó mirando el techo un momento. No había cambiado en los cinco minutos que había estado de pie allí, mirándolos. Tenía todo lo que necesitaba. Que comience la educación sexual.¿Cierto?Mordiéndose el labio, cerró los ojos y trató de hablarse a sí misma para no perder todo el valor.Aun así, ella dudó.Algo de esto se sentía mal.¿Podría ella realmente desnudarse con su esposo? ¿Tocarlo? ¿Dejar que él la tocara?La imagen de él cerniéndose sobre ella en la cama, rodeándola con la piel caliente y duros músculos, ciertamente, no era desagradable, pero no le estaba moviendo su mundo tampoco.Tal vez había algo realmente mal con ella.— Acéptalo Caty, — le había dicho Brian después de haberlo encontrado en la cama con una de sus compañeras. — Un hombre necesita más que una tabla rígida debajo de é
Él se inclinó y la besó, usando sus dientes en esta ocasión para añadir una nueva dimensión a su placer. Deslizando la muñeca de su agarre, él la alzó en sus brazos, la llevó a la cama y suavemente le lanzó hacia abajo. — Desnúdate.Él vio sus ojos abriéndose por su ronca orden, pero él ya estaba frenéticamente sacando su propia camisa mientras se quitaba los zapatos. Se desabrochó sus jeans y los empujó hacia debajo de su cadera, con todo y la ropa interior y los dejó en el suelo con sus calcetines. Cuando levantó la vista, ella no se había movido. Estaba mirando su miembro, con una mirada de asombro en su rostro, lo hizo enducerse aún más.— Definitivamente esto me va a doler — Catalina susurró.Él apenas y registró el comentario. Era un poco más grande que el promedio, pero ella no tendría problemas para aceptarlo. Agarrando sus caderas, se la llevó con lentitud a la cama. — Espera, — ella chilló. —Quiero verte. Quiero tocarte — ella insistió.— Hazlo. Nada te lo impide. Tal como
— Eres tan ardiente. Quiero hacértelo una y otra vez. Caty sonrió al oír la voz rasposa de su esposo, pero no se molestó en responder ya que su boca estaba ocupada haciendo otras cosas y no parecía interesada en renunciar al ardiente y duro miembro que estaba chupando. En cambio, transmitió su agradecimiento por el cumplido, sonriendo aún más cuando él gimió. — Nunca tendré suficiente de ti, preciosa ¡Dios! Nunca, ¿me entiendes? — Sus dedos se enredaron en el cabello de ella y tiró de él. — Mírame. Sólo por diversión, ella se resistió y lo chupó con más fuerza. Arremolinando su lengua alrededor de la punta ancha de su miembro. Él susurró en un suspiro. Él agarró un poco más de su cabello en un puño, con más fuerza y tiró de él, obligándola a ponerlo en libertad, incluso mientras ella gemía en señal de protesta. — Eres una pequeña golosa, ¿no es así? Los ojos de Caty se abrieron de golpe y, por un momento, su sueño y la realidad competían por la supremacía. Realidad: Su visión
Cinco horas antes:En el bar del hotel, Alessadro miraba a su gemelo con ojo crítico. Su hermano estaba actuando extraño y él podía bien imaginar por qué. Echándose hacia atrás en su silla, alzó la mano y le hizo una seña.— Vamos ya, escúpelo.— ¿Eh?— ¿Qué está pasando? Has estado actuando con un nerviosismo muy impropio de ti, desde que llegaste aquí.—¿Qué te hace pensar que estoy nervioso, hermano? Solo estoy...La frente de Alessadro se arrugó.— Desesperado por escapar, ¿no?Alessander liberó un suspiro.— Sabes perfectamente que no comprendo cuál es tu interés en presentarme a tu nueva esposa. Bien puedo conocerla dentro de unos meses, cuando vaya a Italia.—Sí, como no.— Farfulló Alessadro. — Como si yo no conociera tus excusas de sobra. Luego, dentro de unos meses, te saldrá alguna cosa urgente por trabajo y no regresarás a casa. Han pasado cinco años desde la última vez que nuestros padres te vieron. — Soy un hombre ocupado y lo sabes. —masculló Alessander.— Me sé tu
— Catalina — le oyó decir al hombre que continuaba sobre su cama. Ella negó con la cabeza. Ahora que sabía la verdad, la diferencia le parecía tan obvia.Alessander tenía el pelo mucho más largo que su hermano. Hablaba más lentamente. La había tocado de una manera que le había resultado tan familiar...en la cama no había sido el confiado y orgulloso hombre con el que se había casado, sino uno más cuidadoso, tierno...uno más vacilante.Sintió ganas de llorar. Nunca en su vida se había sentido tan humillada y usada.A excepción de la anoche en que él mismo la había rechazado.Un intenso dolor la atravesó, tirando de su corazón y ella se aferró automáticamente a ello, para endurecerse. Lade él al encontrarla en la habitación, la noche anterior, había sido sido otro indicio. Él no había esperado que ella estuviera allí. Simplemente le había seguido la corriente, probablemente para no herir sus sentimientos, o simplemente porque había estado medio perdido de borracho. Ciertamente, n
Le picaron las palmas de las manos, con la intuición de que sucedería, instantes antes de que sonara su celular. Dándose la vuelta, busco en el bolsillo de su sucio pantalón que había estado tirado en el suelo, y respondió, sabiendo de inmediato quién era.— Estás muerto.Silencio. Luego, un vacilante,— ¿Te divertiste?— Escúchame bien , maldito...— ¡Si ese es tu hermano, — Catalina gritó desde el baño, — puedes decirle que será un hombre muerto cuando lo vea!— Ya está hecho, preciosa — respondió Alessander entre sus apretados dientes.— ¿Todavía estás ahí? — Alessadro sonaba tan orgulloso de sí mismo que él apretó su mano alrededor de su celular, deseando que fuera el cuello de su gemelo.— ¿Cuentame detalles? ¿Asumo que aprovechaste la situación?— Ese es el problema, cabrón. Yo no tomo ventaja de las mujeres ajenas y especialmente no de mi cuñada.— Así que no hiciste... — Su hermano se aclaró la garganta. — ¿Tú sabes?— No. ¿Por qué no me iluminas? Exactamente ¿qué pensaste que