Le picaron las palmas de las manos, con la intuición de que sucedería, instantes antes de que sonara su celular. Dándose la vuelta, busco en el bolsillo de su sucio pantalón que había estado tirado en el suelo, y respondió, sabiendo de inmediato quién era.— Estás muerto.Silencio. Luego, un vacilante,— ¿Te divertiste?— Escúchame bien , maldito...— ¡Si ese es tu hermano, — Catalina gritó desde el baño, — puedes decirle que será un hombre muerto cuando lo vea!— Ya está hecho, preciosa — respondió Alessander entre sus apretados dientes.— ¿Todavía estás ahí? — Alessadro sonaba tan orgulloso de sí mismo que él apretó su mano alrededor de su celular, deseando que fuera el cuello de su gemelo.— ¿Cuentame detalles? ¿Asumo que aprovechaste la situación?— Ese es el problema, cabrón. Yo no tomo ventaja de las mujeres ajenas y especialmente no de mi cuñada.— Así que no hiciste... — Su hermano se aclaró la garganta. — ¿Tú sabes?— No. ¿Por qué no me iluminas? Exactamente ¿qué pensaste que
— ¿Los hombres realmente fantasean con bibliotecarias? Pensaba que al hombre promedio le gustaba algo más exótico... Es por eso que las películas porno y las revistas descaradas son tan populares, ¿Oh no? Ahora era el turno de él para estallar en carcajadas. — ¿Revistas descaradas? — ¿Qué? Así es como todos las llaman, ¿no es así? — Claro. Sólo que nunca pensé escuchar ese término viniendo de tus lindos y recatados labios. El casual cumplido la hizo ruborizarse, pero inmediatamente alejó el placer que le causaba. — Oh, ¿tú me ves como una mujer recatada? En un instante, su expresión se volvió seria. Enojada. — Por supuesto que sí. ¿Qué mujer espera a casarse para perder su virginidad? Catalina liberó un gruñido. — Estás equivocado. Lo intenté. Lo intenté muchas veces, pero soy tan desagradable que ningún hombre quiso...— las lágrimas amenazaron con cerrar su garganta. — No eres desagradable, preciosa.— Susurró Alessander, tomando su delicado rostro entre sus manos y besá
Mientras Alessadro daba la vuelta en el coche por la autopista que los llevaría al norte de Palermo, tuvo que luchar para no mostrar su diversión. A pesar de que Catalina estaba valientemente tratando de mantener su rostro inexpresivo, su disgusto era más que evidente. Obviamente, lo sucedido en París la había dejado enojada. Si la estaba leyendo de forma correcta,( y él tenía un talento definitivo a la hora de leer a la gente), ella estaba bastante contrariada por como se habían dado las cosas. Sin lugar a dudas, su esposita hubiese preferido quedarse completamente desnuda y disfrutando más tiempo en los brazos y en la cama de su hermano. Lo cual era exactamente la respuesta que él había estado esperando. Alessandro sonrió. Sí, claro que la gente no entendería sus propósitos. ¿Y a él que le importaba? Pero su ajedrez para recuperar a Alessander y traerlo de vuelta a casa dependía única y exclusivamente de una pieza indispensable: ella. La miró de soslayo. Ella estaba tan t
— Oh, — dijo ella suspirando cuando vio la enorme casa que reinaba sobre un terreno elevado en el extremo de un camino de tierra. — Es maravillosa. — se bajó del coche y giró lentamente en un círculo, disfrutando de la vista de los altos árbolesy las colinas. —Qué hermoso lugar. Se dio cuenta de que a ella le encantaba. La maravilla en su expresión era auténtica y se acercaba al reflejo de lo que él había sentido la primera vez que había visto el terreno. — Gracias. Me alegra que te guste. — ¿Cómo lo encontraste? Alessandro se encogió de hombros.. — Su antiguo dueño no pudo continuar viviendo en este lugar aislado debido a su edad, por aquel entonces , yo buscaba un sitio en el que ...relajarme por unos días, de vez en cuando. Ella sonrió con una amplia y despreocupada sonrisa que hizo capturar su aliento. — ¿Me mostrarás los alrededores? Él se echó a reír. — Habría demasiado que ver, esta hacienda cuenta con decenas de acres, pero seguro, te voy a daré una vuelta. Otro día. A
— Ven. El agua está prefecta. Caty se puso de pie con incertidumbre en la orilla, mientras él le indicaba que se acercara más. Ella se inclinó más cerca. Algo muy extraño le estaba sucediendo a su cuerpo. Luego de su pequeño juego de seducción, se sentía rara. Incómoda en su propio cuerpo... Comprimió los labios. Lo estaba deseando. A pesar de que él no era Alessander, ella lo deseaba al punto de que el lugar entre sus muslos le dolía. Su cuerpo estaba en llamas y no estaba segura de cuánta más tentación podría resistir. Sólo había un problema. Era una cobarde. Había sido demasiado cobarde para llevar puesto un bikini y era demasiado cobarde como para desnudarse hasta quedar en su sujetador y bragas. No eran blancos, pero sí de un color melocotón pálido que era tan fino, que no dejaba nada a la imaginación. Tal vez ella se retorció ante la idea, porque ahora Alessandro estaba empezando a mirarla de manera extraña. Tenía que meterse al agua y rápido. Tal vez la temperatura de l
Ella abrió la boca, se mordió el labio y parpadeó varias veces. Mientras él se inclinaba para besarla, ella forzó una carcajada, sacudió la cabeza y se apartó, mirándolo desde encima de su hombro. — No juegues conmigo, Alessandro. Sé muy bien lo horrenda que soy. No tienes que... — Shhh... Lo había notado antes y veo que sí. Tienes serios problemas de autoestima, pastelito. Pero no miento. Eres deliciosa. Bajó su cabeza, enjaulando uno de sus duros pezones en su boca y luego lo pellizcó con sus dientes mientras torturaba al otro entre sus dedos, rodándolos suavemente antes de mirarla directamente a los ojos. — Olvídalo todo. Olvida que yo me iba a casar con tu hermana. Olvida que estás enamorada de mi hermano y solo disfruta lo que soy capaz de darte. A Catalina sus palabras le parecieron una especie de súplica. Y guardó silencio, solo se limitó a asentir. Él iba a continuar hablando, pero ella le cubrió la boca con su mano. — Escucha...sé que esta situación entre nosotros no
Alessandro no se estrelló en el camino de regreso a la casa, pero condujo como un loco … todo el tiempo. Principalmente porque ella se entretuvo tocándole, tentándole desde el asiento del pasajero. Con sus manos rozando sobre su pecho, acariciando sus muslos, apretando incluso el espectacular bulto entre sus piernas , mientras él apretaba los dientes y trataba de concentrarse en la carretera, con los nudillos blancos agarrando el volante porque sus vidas dependían de ello. Durante ese paseo salvaje de cinco minutos, ella saboreaba un desconocido poder embriagante, el conocimiento seguro de que ella era la razón por la que él apenas se aferraba a su control. El poder cambió, sin embargo, cuando empezó a besarlo. Comenzó por su cuello, en las esquinas de su boca, y estaba trabajando su camino hacia abajo cuando de repente él frenó y tiró de ella para sentirla más cerca. Los jadeos de ambos llenando el interior del coche. Sus intentos de apartarse de él fueron improductivos, hast
Caty sonrió. Esta vez, no había creído que todo se debía a una fantasía. Estaba consciente de lo que acababa de hacer y se sentía endemoniadamente feliz. Alessandro empujaba su cabello fuera del rostro de ella y susurraba cochinadas que la volvieron a sonrojar. Sintiendo su corazón expandirse, Catalina trató de retroceder para protegerse a sí misma, mientras todavía podía. — Así que, ¿esto cuenta como algo de lo que debo aprender para satisfacer a un hombre ? — Ella jadeó, tomando una profunda respiración antes de poder continuar. — ¿Alimentarlo, nadar con él semidesnuda, portarme mal en su coche y decirle cochinadas? — No a todos nos mueve lo mismo pastelito, — le susurró él.— pero creo que tú sabrás manejarme espléndidamente. Eso la hizo sonreír con satisfacción. Se volteó, mirándolo y lo recorrió con curiosidad. — Lo único que sé es que quiero volver a hacerlo. Otra vez, por favor... Él la besó en la oreja y se abrió camino hasta su hombro continuando los besos mientras ell