¿Será que nuestro papu misterioso ya descubrió todo? ¿Le preguntará algo a Aelina? ¡Descubrelo en los proximos capitulooos! gracias por leer y comentar tambien!!
El Rey Lobo entrecerró sus ojos, escrutando a Aelina con una intensidad que parecía capaz de penetrar hasta el fondo de su alma.—¿No te habías dado cuenta? —preguntó, mientras la incredulidad teñía cada sílaba de sus palabras.—¿De qué? No puedo creerlo —cuestionó Aelina, tratando de comprender cómo aquel hombre lobo, que solo parecía capaz de rudeza y mal trato, podría hacerle algún bien.Valdimir exhaló un suspiro que pareció cargar el peso de mil años.—Dame tu mano —ordenó, con un tono de voz que no dejaba espacio para la discusión.Aelina vaciló, con la desconfianza grabada en cada línea de su rostro. Valdimir, impaciente, chasqueó la lengua y, sin más ceremonia, sujetó el delgado brazo de la joven por la muñeca.—Quédate quieta y relájate —dejó en claro sin dejarla de mirar.En ese instante, como si el universo contuviera el aliento, la magia de Valdimir comenzó a manifestarse. Las venas de su fuerte brazo se oscurecieron, como ríos de tinta fluyendo bajo su piel, mientras una t
El corazón de Aelina latía desbocado, como si quisiera escapar de su pecho. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban el pánico que la invadía. La joven sentía que el aire se le escapaba de los pulmones, incapaz de articular palabra alguna. La revelación de Valdimir la había golpeado con la fuerza de una ola de un par tempestuoso, dejándola paralizada y vulnerable.El silencio en la habitación era tan pesado y tenso que podía cortarse con un cuchillo, porque Aelina no sabía que decir, y Valdimir estaba esperando, con una paciencia escalofriante para la muchacha, a que ella confesara. De repente, como si un resorte se hubiera activado en su interior, Aelina comenzó a reír. Era una risa nerviosa, casi histérica, que brotaba de lo más profundo de su ser en un intento desesperado por negar la realidad.—¿Que vengo del futuro? —exclamó entre carcajadas con sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo—. ¡Por favor, Valdimir! ¿Pero qué cosas dices? No puedo creer que me hayas tomado en serio an
En ese momento, la luz dorada que emanaba del cuerpo etéreo de Aelina creaba un contraste surreal entre el tiempo detenido y su propia existencia fuera de él. Sus ojos azules, en ese instante brillantes como estrellas en la noche más oscura, no se apartaban del rostro congelado de Valdimir mientras su mente se agitaba con pensamientos contradictorios.—Si retrocedo el tiempo —susurró la muchacha en un hilo de voz en medio de esa quietud absoluta—, todo «esto» se perderá.Un nudo se formó en su garganta, y por un instante, la duda nubló sus deseos. Sus dedos, brillantes en luz dorada, se acercaron al rostro del Rey Lobo, deteniéndose a milímetros de distancia de su piel bronceada, como si quisiera tocarlo, pero sabía que no podía hacerlo.—Pero si no lo hago —continuó, sonando bastante preocupada—, él sabrá mi verdad. Podría ser peligroso para mi misión de destruirlo…Aelina se dejó caer sobre la cama, sintiéndose como si llevara el peso del mundo. Sus ojos se clavaron en el techo, perd
El tiempo fluía de manera inversa, como un río que remontara su cauce, y Aelina, suspendida en ese limbo etéreo, observaba con fascinación los acontecimientos que se deshacían ante sus ojos. La habitación, antes sumida en la penumbra nocturna, se iluminaba y oscurecía en un ciclo acelerado, mientras la figura de Valdimir se movía en el proceso.Los ojos de Aelina, se entornaron con curiosidad al notar un patrón en los movimientos del Rey Lobo. En más de una ocasión, lo vio acercarse a su yo dormido, su rostro a escasos centímetros del suyo, como si estuviera a punto de robar un beso prohibido. El ceño de Aelina se frunció, una mezcla de confusión y algo más profundo —¿deseo, quizás?— agitándose en su interior.«No», se reprendió mentalmente, sacudiendo su cabeza etérea. «Seguramente tramaba alguna maldad. Eso tiene más sentido viniendo de él»Sin embargo, la duda ya se había plantado en su mente, echando raíces que se negaban a ser ignoradas.El espectáculo del tiempo retrocediendo con
Cuando concluyeron la cena, tal como había prometido Aelina, no probó ni una gota de vino, rehusándose a nublar sus sentidos con el alcohol porque ya sabía lo que podía ocurrir si lo hacía. Ahora, bajo la tenue luz de la luna que se colaba por los ventanales, ambos caminaban con paso tranquilo por los silenciosos pasillos del palacio, rumbo al invernadero que Valdimir había mencionado pertenecía a su madre.A medida que avanzaban, Aelina no podía evitar sentir una creciente inquietud ante el sepulcral silencio que reinaba en el lugar. Sus ojos escudriñaban cada rincón en penumbras, buscando en vano algún indicio de movimiento. La ausencia de guardias era evidente, como si el palacio entero hubiera caído en un profundo letargo.Con el ceño fruncido y un ligero temblor en su voz, Aelina finalmente externó su preocupación:—¿Por qué no hay guardias por ninguna parte?Valdimir, con una mirada tranquila que brillaba bajo la luz de los candelabros, respondió sin mucho afán y con un tono de v
El ambiente del invernadero, antes cálido y acogedor, pareció enfriarse de repente con las palabras de pronto iba a decir Valdimir. Su voz, teñida de una melancolía apenas perceptible, hizo eco en el espacio cuando él dijo:—A ella le gustaba este tipo de cosas, la vida, las flores... —musitó, con su mirada perdida entre las plantas, como si intentara vislumbrar algo más allá de ellas.Aelina se giró para observarlo, notando el sutil cambio en su expresión. Los ojos de Valdimir, usualmente agudos y penetrantes, parecían ahora velados por una bruma de recuerdos. Su mente claramente vagaba por senderos del pasado, lejos del presente aromático y vivo del invernadero. Intrigada y conmovida por esta faceta más vulnerable del Rey Lobo, Aelina se acercó a él, con su voz suave como el roce de uno de esos pétalos que tocó hace poco:—Mi madre murió cuando yo estaba muy pequeña —comenzó, con sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de su manga—. Sufrió una enfermedad que se la llevó poco
Luego de aquel arrebato apasionado, cuando finalmente se separaron, sus alientos entrecortados se entremezclaron con el aire perfumado del invernadero. El aroma dulce de las flores y la fragancia terrosa de las plantas creaban una atmósfera embriagadora que parecía amplificar cada sensación. Aelina, con los labios enrojecidos e hinchados y los ojos entrecerrados, miró a Valdimir con una mezcla compleja de emociones reflejadas en su rostro. La sorpresa brillaba en sus pupilas dilatadas, mientras que un destello de deseo innegable ardía en lo profundo de su mirada azul. Sin embargo, un leve fruncimiento de su ceño revelaba la molestia que sentía consigo misma por no poder controlar estos sentimientos que la invadían por esa bestia con apariencia de hombre que… debía eliminar para salvar a todos.Valdimir, por su parte, la observaba con una intensidad abrasadora en sus ojos color ámbar. Su mirada recorría cada centímetro del rostro de Aelina, como si estuviera intentando grabar a fuego ca
Valdimir asintió con un movimiento casi imperceptible de su cabeza ante la pregunta de Aelina, mientras sus penetrantes ojos ámbar miraban a la pelinegra con una expresión indescifrable en su rostro. Entonces, la joven Reina, con el corazón latiendo aceleradamente, no pudo evitar que su mente viajara al recuerdo de aquel librito enigmático, aquel diario que parecía un códice antiguo que había visto en manos de Valdimir mientras ella retrocedía el tiempo. La conexión entre ese libro y la marca en el pecho del Rey Lobo le parecía sugerente, aunque también estaba la posibilidad que no tuvieran relación alguna.—¿Significa algo, tu marca de “nacimiento”? —preguntó la muchacha, en un hilo de voz en medio de la leve oscuridad de la habitación. Sus ojos, grandes y curiosos, buscaban en el rostro de Valdimir algún indicio de la verdad que ocultaba.El Rey Lobo la observó por un largo momento, con sus ojos recorriendo cada línea del rostro de Aelina como si estuviera memorizando cada detalle. F