Aelina está a punto de saber el pasado, ¿que le mostrará el espejo? descubrelo en el proximo capitulooo!
De repente, el ambiente de la habitación se transformó súbitamente cuando Aelina pronunció aquellas palabras que estaban impulsadas por su enorme curiosidad. Fue entonces que, sin más demora, el espejo en las manos de Aelina cobró vida propia. Su superficie, antes lisa y reflectante, volvió a ondular una vez más, indicando de esa forma que la magia estaba iniciando otra vez. Pero en esta ocasión, el bronce pulido se transformó en un remolino de colores metálicos, reflejando destellos dorados y cobrizos que danzaban hipnóticamente a la luz tenue de la habitación detenida por el tiempo.Fue en ese preciso instante cuando ocurrió lo impensable. Valdimir, quien hasta ese momento había permanecido inmóvil, atrapado en el tiempo por la magia de Aelina, comenzó a mostrar signos de consciencia. Sus ojos, que antes parecían fijos en un punto inexistente, cobraron vida repentinamente. Las pupilas se dilataron, enfocándose con una claridad sobrenatural en la escena que se desarrollaba frente a él
Aelina abrió sus ojos con lentitud, sintiendo como la consciencia regresaba a ella como una suave marea. Lo primero que notó fue el resplandor dorado que aún emanaba de su piel, un brillo etéreo que parecía danzar sobre su epidermis. Sin embargo, su atención fue rápidamente capturada por un detalle nuevo y alarmante: una cadena dorada, tan brillante y etérea como la luz que la envolvía, se enrollaba alrededor de su muñeca izquierda. Sus ojos siguieron el trayecto de la cadena, descubriendo con asombro que el otro extremo estaba firmemente sujeto a la muñeca derecha de Valdimir.El Rey Lobo estaba sentado a su lado, con las piernas cruzadas en una postura que sugería una paciencia forzada. Su cuerpo también brillaba con la misma luz sobrenatural, creando un contraste dramático con la severidad de su expresión.—¡Ahh! —exclamó Aelina, envuelta en sorpresa y temor.Los ojos de Valdimir, dorados y penetrantes, se clavaron en ella con una intensidad que hizo que un escalofrío recorriera su
—Sácanos de aquí —la voz de Valdimir se hizo escuchar en la habitación, con su tono grave y autoritario cortando el aire como un cuchillo afilado. Sus ojos, ahora parecían dos brasas ardientes, fijos en Aelina con una intensidad que hablaba de una furia que apenas él podía contener.—Cuando regresemos a nuestra realidad, te castigaré como nunca, y dudo mucho que esta vez gimas de placer involuntario —declaró, con cada palabra siendo una amenaza indiscutible. La forma en que sus músculos se tensaban bajo su piel brillante, la manera en que sus dedos se curvaban como si ansiaran cerrarse alrededor de algo (o alguien), todo indicaba que no estaba haciendo una advertencia real.Aelina sintió cómo un escalofrío recorría su espina dorsal. Tragó saliva con dificultad, sintiendo su garganta repentinamente seca. Sus ojos, grandes y llenos de aprensión, recorrieron la habitación frenéticamente, buscando una salida que sabía que probablemente no existía.En sus experiencias anteriores con los esp
—En esta época tenía ocho años —comenzó a decir Valdimir, con su voz teñida de una melancolía apenas perceptible. Se acercaron al niño que yacía en la cama, con su mirada perdida en el paisaje más allá de la ventana. El cristal con barrotes reflejaba la luz del atardecer, por lo que, en ese instante, la habitación estaba pintada en tonos dorados y carmesíes—. No conocía más que esta habitación. No recuerdo qué día exactamente fue este, ya que, para mí, en aquel tiempo, todos los días eran iguales —explicó el Rey Lobo al lado de Aelina, con una impasibilidad que apenas ocultaba el mar de emociones que bullía en su interior.En ese instante, Aelina podía sentir el peso de los recuerdos de Valdimir, tan tangibles como el polvo que danzaba en los rayos de sol que se colaban por la ventana.De repente, la puerta se abrió con un chirrido, rompiendo el silencio sepulcral de esa celda disfrazada de alcoba. Un niño más grande, de unos doce años, entró saltando con la energía despreocupada de la
En un instante que pareció estirarse eternamente, Nikolai se abalanzó sobre Valdimir. El aire se llenó con el sonido de jadeos y el crujir de las sábanas mientras los dos niños forcejeaban sobre la cama. El contraste entre ellos era dolorosamente evidente: Nikolai, más grande y fuerte, con sus movimientos precisos y letales; Valdimir, pequeño y frágil, luchando con la desesperación de quien sabe que su vida pende de un hilo.—¡¿Por qué no me matas como lo hiciste con la flor, eh, pequeño monstruo?! —gruñó Nikolai, con su rostro contorsionado en una mueca de odio puro. El cuchillo centelleaba peligrosamente cerca de la garganta de Valdimir—. ¡Solo estoy haciendo lo que nadie se atreve o no puede! —gritó el jovencito con una convicción escalofriante, demasiado madura y retorcida para alguien de apenas doce años.La lucha continuó, brutal y despiadada. Los bracitos de Valdimir, débiles y temblorosos, cedieron poco a poco ante la fuerza implacable de su hermano mayor. Con un movimiento ráp
Antes de que Aelina pudiera procesar esta revelación que ella recordó que el Rey Lobo le dijo en una ocasión que ella ignoró porque no le creía, pudo ver ahora como el recuerdo se desvaneció como humo en el viento. En ese instante, la escena cambió, mostrando ahora a un Valdimir más crecido, aparentando unos doce años. Su cabello, ahora tan largo que le llegaba a la cintura, le daba un aire etéreo y delicado que contrastaba cruelmente con las cadenas que lo aprisionaban.Un grillete en su cuello, manos y piernas lo mantenían cautivo, aunque las cadenas, más largas que antes, le permitían moverse por la habitación. La visión de un niño encadenado de esa manera era desgarradora, y Aelina sintió que su corazón se contraía dolorosamente.En este nuevo recuerdo, Valdimir no estaba solo. Empuñaba una espada de madera, practicando esgrima con un hombre cuya presencia emanaba una fuerza indiscutible. Aelina, observando la escena con atención, no tuvo duda de que se trataba de un hombre lobo.E
Aelina se cubrió la boca con horror, incapaz de apartar la mirada de la brutal escena que se desarrollaba ante ella. El pequeño Valdimir luchaba con todas sus fuerzas contra los cuatro atacantes, pero la batalla era terriblemente desigual. Los lobos lo mordían y arañaban, sus garras dejando profundos surcos sangrientos en la piel del niño. Los gritos de dolor de Valdimir resonaban en la habitación, mezclándose con los gruñidos de los lobos y el tintineo de las espadas.—¡No quiero ver! —exclamó Aelina, cerrando los ojos y cubriéndose el rostro con las manos, incapaz de soportar más la visión de tal crueldad.—No morí ese día, como puedes darte cuenta —dijo el Valdimir adulto con una sonrisa carente de humor, desviando su atención de la escena para ver a Aelina.Pero incluso con los ojos cerrados, Aelina no podía escapar de los sonidos de la batalla. Cuando finalmente se atrevió a mirar de nuevo, quedó boquiabierta ante lo que vio.El pequeño Valdimir, cubierto de sangre y heridas, habí
Aelina sintió un nudo formarse en su garganta ante esas palabras. ¿Qué otros horrores aguardaban en los recuerdos de Valdimir? Desviando su atención del Rey Lobo, se concentró en la escena que se desarrollaba ante ellos.Valdimir adolescente y su hermana conversaban animadamente. Irina, con gestos entusiastas, le contaba sobre sus paseos a caballo y las actividades de su día. Valdimir la escuchaba con atención, bebiendo cada palabra como un joven sediento en el desierto, mientras sus dedos acariciaban con reverencia la carta de su madre.El contraste entre la alegría de ese momento y el horror de la escena anterior era desgarrador. Aelina se encontró conteniendo el aliento, temerosa de lo que pudiera venir a continuación, pero incapaz de apartar la mirada de este raro momento de felicidad en la vida del joven Valdimir.—Déjame ver tu brazo, Valdimir —dijo Irina con un tono de voz aparentemente tranquilo.Al instante, Valdimir adolescente alzó la mirada, sus ojos color ámbar abriéndose