y la Aelina pensando: yo me vi llevando tu chamaco en mi vientre!! O_O Bueno, nuestro papu lobo misterioso, poco a poco está dejando de ser misterioso... pero ¿que otros secretos guardará? ¡No te pierdas el proximo capituloo! Aelina hará algo que ni te imaginas :P
—¿Por qué... no te mataron al nacer? —preguntó Aelina, incapaz de contener su curiosidad morbosa.Valdimir exhaló lentamente, sus ojos perdidos en recuerdos antiguos y dolorosos. —Se han escuchado de tres ocasiones cuando el licántropo con la marca de la magia voraz apareció —comenzó, mostrándose muy serio y pensativo —. La primera, no pudieron matarlo. Su poder protegió al bebé, estaba dispuesto a vivir y sobrevivir, pero poco a poco, la magia lo fue absorbiendo.—¿Su magia lo fue absorbiendo? —repitió Aelina, fascinada y horrorizada a partes iguales.—Su poder lo controló —asintió Valdimir con su rostro ensombreciéndose—. La magia de la sombra voraz, le encanta destruir, como su nombre lo indica. Su deseo de muerte es voraz, poco a poco desea ver todo destruido, sin vida... Ese antepasado mío intentó luchar, pero llegó un momento en que su poder, su maldición, pudo más que él, y...—¿Murió? —interrumpió Aelina con sus ojos fijos en Valdimir, prestando atención a cada palabra.—Logra
Para ese momento, el mundo de los recuerdos de Valdimir, atrapado en el espejo de bronce pulido, se transformó ante los ojos de Aelina y el propio Valdimir. El escenario cambió abruptamente, dejando atrás la opresiva habitación para dar paso a un paisaje abierto y verdoso. Ya no se encontraban en el imponente palacio real de Kolgrim. En su lugar, se hallaban en un área apartada y serena, donde la naturaleza reinaba con su manto esmeralda.Detrás de Valdimir se alzaba una torre circular de tres pisos, construida con piedras grises y desgastadas por el tiempo. Su silueta se recortaba contra el cielo azul, como un centinela solitario en medio de la campiña. Aelina observó con atención las ventanas de la torre, notando con un escalofrío que su forma le recordaba dolorosamente a las de aquella deprimente habitación donde Valdimir había pasado su infancia, confinado como un criminal con cadena perpetua.En la entrada de este lugar, sobre la hierba fresca y mullida, yacía el joven príncipe Va
—No tiene caso que hagas eso, Aelina. Deja de llamar a este recuerdo. Solo somos espectadores, ¿acaso lo olvidaste? —dijo Valdimir con un suspiro cansado.Aelina, con el corazón latiendo aceleradamente, se volvió hacia él. Su rostro pálido reflejaba la angustia que sentía por el joven príncipe atrapado en el recuerdo.—¿Te harán daño? —preguntó ella, en un susurro tembloroso por la preocupación.Valdimir no respondió de inmediato. En cambio, dirigió su mirada hacia el Rey que se aproximaba, observándolo con una fría tranquilidad que contrastaba con la agitación de Aelina. El monarca, con una agilidad sorprendente para su edad, se bajó del caballo aún en movimiento. El polvo se levantó bajo sus botas, formando una nube dorada en el aire, luego entró a esa área con premura.Detrás del Rey, dos jinetes más se acercaban a toda velocidad. Aelina los reconoció al instante: Nikolai, con su cabello rojizo ondeando al viento como una llama viva, y la joven de cabello azabache, sin duda Irina, c
En el instante en que Aelina accedió a salvar a Valdimir y no acabar con él para salvar el futuro, una transformación sobrecogedora envolvió ese mundo de los recuerdos donde se encontraban. El ambiente a su alrededor comenzó a sacudirse con una energía que prácticamente podían tocar con las manos, mientras los colores se fundían en un caleidoscopio de tonalidades cobrizas. La realidad que los rodeaba parecía disolverse como acuarela bajo la lluvia, con cada objeto y sombra perdiendo su definición hasta volverse una bruma etérea.De repente, como si el universo mismo respondiera a su decisión, una puerta de una luz dorada se materializó ante ellos. El resplandor era tan intenso que Aelina tuvo que entrecerrar los ojos, sintiendo cómo el calor de esa luz acariciaba su piel, Valdimir que estaba a su lado, también sentía lo mismo en ese instante. El contraste entre la puerta luminosa y el mundo que se desvanecía a su alrededor era sobrecogedor, sin embargo, la joven no quería marcharse tod
Valdimir, con su imponente figura recortada contra la penumbra, giró lentamente hacia Aelina ya que sus anteriores palabras las había dicho sin mirar a Aelina a la cara. Pero ahora, sus ojos, profundos y atormentados, se clavaron en los de ella con una intensidad que parecía querer traspasar su alma.—Ahora sabes que soy un monstruo, uno verdadero —pronunció Valdimir, su voz ronca y cargada de amargura —he de asumir que te aterra tenerme cerca.Aelina, sintiendo el peso de esas palabras, se irguió ligeramente. Sus ojos, llenos de una osadía que contrastaba con la fragilidad de su figura, se encontraron con los de Valdimir sin vacilar.—Si eres un monstruo, lo sé perfectamente, lo he sabido desde el inicio, pero... —hizo una pausa, mientras sus labios temblaban ligeramente antes de continuar —No intentaré escapar, como tú lo asumiste hace poco —cuando dijo eso, ella vio como los ojos de él se abrieron un poco, mostrando un atisbo de sorpresa que él intentó disipar de la forma tan rápida
Hace tres años atrás – Reino de KolgrimValdimir, con veinticinco años recién cumplidos en aquel tiempo, se movía con gracia en la penumbra de su celda, o, mejor dicho, su hogar. Sus músculos, tonificados por años de entrenamiento durante su cautiverio, se tensaban bajo su piel canela mientras practicaba con una espada robada de uno de los guardias que mató hace un par de años atrás. El acero brillaba tenuemente a la luz de la única linterna de aceite que parpadeaba en la pared de piedra.El joven príncipe guardaba celosamente aquella arma, ocultando la espada bajo el colchón raído cada vez que escuchaba pasos acercándose. Su ropa, ahora no era más que harapos. El pantalón, gastado y deshilachado, apenas se sostenía en sus caderas. Su torso desnudo revelaba cicatrices que solo podían verse si lo observabas con detalle, testigos silenciosos de los atentados contra su vida.La vida de Valdimir se había vuelto más difícil en los últimos 5 años. El hambre era su compañera constante, tanto
En uno de esos días hace tres años atrás, en la quietud de la noche, mientras yacía en su cama demasiado pequeña para su cuerpo adulto, Valdimir se retorcía incómodo. Su cabello, ahora una cascada oscura que se derramaba sobre la almohada contrastaba con la palidez de las sábanas viejas, resaltada por la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana enrejada. Las cadenas en sus muñecas y tobillos tintineaban suavemente con cada movimiento, un recordatorio constante de su cautiverio.De repente, el chirrido de la puerta al abrirse cortó el silencio como un cuchillo. Valdimir, con sus sentidos agudizados por su ser licántropo, captó de inmediato el aroma familiar: una mezcla de jazmín y pergamino viejo que solo podía pertenecer a Irina. Su cuerpo se tensó instintivamente, pero permaneció inmóvil, dándole la espalda a la entrada.Irina, ahora una mujer de 28 años entró con pasos cautelosos. La luz del pasillo dibujó su silueta esbelta en el suelo de piedra antes de que la puerta se
La noche envolvía el paisaje con su manto oscuro cuando Valdimir, con el corazón latiendo a mil por segundo y las manos temblorosas, se dispuso a montar a caballo por primera vez en su vida. El animal, de pelaje moteado en blanco y ébano, relinchaba inquieto, como si percibiera la inexperiencia y el nerviosismo de su jinete. Irina, su hermana, con un gesto de paciencia en su rostro iluminado por la tenue luz de la luna, lo ayudó a subir, colocándose ella delante para llevar las riendas.El camino hacia el castillo se extendía ante ellos como una cinta oscura en la penumbra. Valdimir, acostumbrado a la estrechez de las cuatro paredes de su habitación/celda, sentía que el mundo se abría ante sus ojos maravillados. El viento fresco de la noche acariciaba su rostro, trayendo consigo aromas desconocidos que despertaban su curiosidad. Sin embargo, bajo esa capa de asombro, una tensión constante recorría su cuerpo. Sus músculos se contraían involuntariamente, preparados para un ataque que su