Valdimir cree que Aelina escapará ¿realmente lo hará? ¡Eso lo sabremos pronto! gracias por leer!! :D
Valdimir, con su imponente figura recortada contra la penumbra, giró lentamente hacia Aelina ya que sus anteriores palabras las había dicho sin mirar a Aelina a la cara. Pero ahora, sus ojos, profundos y atormentados, se clavaron en los de ella con una intensidad que parecía querer traspasar su alma.—Ahora sabes que soy un monstruo, uno verdadero —pronunció Valdimir, su voz ronca y cargada de amargura —he de asumir que te aterra tenerme cerca.Aelina, sintiendo el peso de esas palabras, se irguió ligeramente. Sus ojos, llenos de una osadía que contrastaba con la fragilidad de su figura, se encontraron con los de Valdimir sin vacilar.—Si eres un monstruo, lo sé perfectamente, lo he sabido desde el inicio, pero... —hizo una pausa, mientras sus labios temblaban ligeramente antes de continuar —No intentaré escapar, como tú lo asumiste hace poco —cuando dijo eso, ella vio como los ojos de él se abrieron un poco, mostrando un atisbo de sorpresa que él intentó disipar de la forma tan rápida
Hace tres años atrás – Reino de KolgrimValdimir, con veinticinco años recién cumplidos en aquel tiempo, se movía con gracia en la penumbra de su celda, o, mejor dicho, su hogar. Sus músculos, tonificados por años de entrenamiento durante su cautiverio, se tensaban bajo su piel canela mientras practicaba con una espada robada de uno de los guardias que mató hace un par de años atrás. El acero brillaba tenuemente a la luz de la única linterna de aceite que parpadeaba en la pared de piedra.El joven príncipe guardaba celosamente aquella arma, ocultando la espada bajo el colchón raído cada vez que escuchaba pasos acercándose. Su ropa, ahora no era más que harapos. El pantalón, gastado y deshilachado, apenas se sostenía en sus caderas. Su torso desnudo revelaba cicatrices que solo podían verse si lo observabas con detalle, testigos silenciosos de los atentados contra su vida.La vida de Valdimir se había vuelto más difícil en los últimos 5 años. El hambre era su compañera constante, tanto
En uno de esos días hace tres años atrás, en la quietud de la noche, mientras yacía en su cama demasiado pequeña para su cuerpo adulto, Valdimir se retorcía incómodo. Su cabello, ahora una cascada oscura que se derramaba sobre la almohada contrastaba con la palidez de las sábanas viejas, resaltada por la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana enrejada. Las cadenas en sus muñecas y tobillos tintineaban suavemente con cada movimiento, un recordatorio constante de su cautiverio.De repente, el chirrido de la puerta al abrirse cortó el silencio como un cuchillo. Valdimir, con sus sentidos agudizados por su ser licántropo, captó de inmediato el aroma familiar: una mezcla de jazmín y pergamino viejo que solo podía pertenecer a Irina. Su cuerpo se tensó instintivamente, pero permaneció inmóvil, dándole la espalda a la entrada.Irina, ahora una mujer de 28 años entró con pasos cautelosos. La luz del pasillo dibujó su silueta esbelta en el suelo de piedra antes de que la puerta se
La noche envolvía el paisaje con su manto oscuro cuando Valdimir, con el corazón latiendo a mil por segundo y las manos temblorosas, se dispuso a montar a caballo por primera vez en su vida. El animal, de pelaje moteado en blanco y ébano, relinchaba inquieto, como si percibiera la inexperiencia y el nerviosismo de su jinete. Irina, su hermana, con un gesto de paciencia en su rostro iluminado por la tenue luz de la luna, lo ayudó a subir, colocándose ella delante para llevar las riendas.El camino hacia el castillo se extendía ante ellos como una cinta oscura en la penumbra. Valdimir, acostumbrado a la estrechez de las cuatro paredes de su habitación/celda, sentía que el mundo se abría ante sus ojos maravillados. El viento fresco de la noche acariciaba su rostro, trayendo consigo aromas desconocidos que despertaban su curiosidad. Sin embargo, bajo esa capa de asombro, una tensión constante recorría su cuerpo. Sus músculos se contraían involuntariamente, preparados para un ataque que su
Valdimir, con el corazón latiendo desbocado en su pecho, cruzó el umbral de la puerta. En ese mismo instante, el aroma familiar que había percibido se mezclaba ahora con el olor metálico del miedo y la anticipación.La escena que se desplegó ante él era como un cuadro macabro, una representación nada agradable de una reunión familiar que él no esperaba encontrar. Su padre, el Rey, se erguía imponente, con su figura recortada contra la luz tenue de las velas. A su lado, Nikolai, su hermano, reposaba en un sofá con una sonrisa enigmática dibujada en sus labios, como si guardara un secreto oscuro que amenazaba con estallar en cualquier momento. Y allí, junto a un hombre desconocido —que Valdimir intuyó era un humano por su esencia que no encontró familiar—, estaba Irina, su hermana, con la mirada esquiva y las manos ocultas tras su espalda luego de que se adelantó y entró primero que él. El hombre humano desconocido era el Rey Theodor, el padre de Aelina, el Rey Humano. Sin embargo, esos
Valdimir, con su figura imponente envuelta en esa capa oscura que, le lucía mejor de lo que debería, se erguía en el centro de la habitación. Su rostro, una máscara de frío odio, contrastaba con el mar agitado de emociones que se sacudía en su interior. Sus ojos, de un ámbar ahora gélido, reflejaban un dolor profundo que luchaba por mantenerse oculto tras una barrera de ira y desconfianza.—¡Acaba con Nikolai para que puedas convertirte en rey! —insistió Irina al ver que Valdimir aun no mataba a su hermano.—¿Crees que todavía me creo esa mentira del cetro y mi “salvación”, Irina? Ya deja de mentir… —Su voz surgió como un susurro amenazante, llena de una amargura que parecía emanar de lo más profundo de su ser. Una sonrisa sin alegría se dibujó en sus labios, era una mueca que hablaba de traición y promesas rotas—. Me mentiste con lo de mi madre, solamente para traerme aquí e intentar acabar conmigo... ya no es necesario que continues con la farsa de que deseas convertirme en rey, tu t
El silencio que siguió a la desaparición de Irina y el Rey Theodor a través del espejo fue absoluto, pesado como una losa sobre los hombros de Valdimir. La habitación, antes cargada de tensión y gritos, ahora parecía sumida en un vacío tan profundo como el que se extendía al otro lado del cristal encantado.Valdimir permaneció inmóvil, su figura alta y esbelta recortada contra la luz mortecina de las velas. Su rostro, normalmente serio e indiferente se contrajo por un instante, traicionando una emoción que luchaba por salir a la superficie. Sus ojos, de un tono ámbar como la miel reflejada al sol, se llenaron de lágrimas no derramadas. Con un gesto casi mecánico, alzó una mano para limpiarlas, negándose a mostrar debilidad incluso en este momento donde esos sentimientos que se obligaba a reprimir pretendían traicionarlo.El espejo, testigo silencioso de la tragedia que acababa de desarrollarse con el anterior Rey, dejó de ondular, su superficie volviendo a ser un cristal sólido y opaco
El aire se estremeció cuando el Rey de los Humanos emergió del otro lado del espejo. Cayó pesadamente al suelo, su cuerpo cubierto de una fina capa de ceniza gris que se arremolinaba a su alrededor como una bruma etérea. Sus extremidades temblaban incontrolablemente, sacudidos por un frío sobrenatural que parecía emanar de sus propios huesos.Valdimir, con sus ojos ambarinos brillando de una mezcla de curiosidad y desconfianza, observó la patética figura del monarca humano. A pocos pasos de distancia, Nikolai permanecía inmóvil, atado a una silla por los invisibles lazos de la magia de Valdimir. El silencio en la habitación era tan denso que casi podía tocarse.Con pasos deliberadamente lentos, Valdimir se acercó al rey caído. Su voz, cuando habló, era suave, pero con una tensión que no pudo disimular:—¿Por qué vino sin mi hermana? Se suponía que... estaría con ella.El Rey de los Humanos, con un esfuerzo visible que tensaba cada músculo de su cuerpo, comenzó a incorporarse. Sus movim