Ah! tarde o temprano Valdimir se va a enterar de todo jajaj ¿Que hará Aelina al respecto? ¡Descubrelo en un proximo capitulooo! gracias por leer, y comentar adios!!
Cuando concluyeron la cena, tal como había prometido Aelina, no probó ni una gota de vino, rehusándose a nublar sus sentidos con el alcohol porque ya sabía lo que podía ocurrir si lo hacía. Ahora, bajo la tenue luz de la luna que se colaba por los ventanales, ambos caminaban con paso tranquilo por los silenciosos pasillos del palacio, rumbo al invernadero que Valdimir había mencionado pertenecía a su madre.A medida que avanzaban, Aelina no podía evitar sentir una creciente inquietud ante el sepulcral silencio que reinaba en el lugar. Sus ojos escudriñaban cada rincón en penumbras, buscando en vano algún indicio de movimiento. La ausencia de guardias era evidente, como si el palacio entero hubiera caído en un profundo letargo.Con el ceño fruncido y un ligero temblor en su voz, Aelina finalmente externó su preocupación:—¿Por qué no hay guardias por ninguna parte?Valdimir, con una mirada tranquila que brillaba bajo la luz de los candelabros, respondió sin mucho afán y con un tono de v
El ambiente del invernadero, antes cálido y acogedor, pareció enfriarse de repente con las palabras de pronto iba a decir Valdimir. Su voz, teñida de una melancolía apenas perceptible, hizo eco en el espacio cuando él dijo:—A ella le gustaba este tipo de cosas, la vida, las flores... —musitó, con su mirada perdida entre las plantas, como si intentara vislumbrar algo más allá de ellas.Aelina se giró para observarlo, notando el sutil cambio en su expresión. Los ojos de Valdimir, usualmente agudos y penetrantes, parecían ahora velados por una bruma de recuerdos. Su mente claramente vagaba por senderos del pasado, lejos del presente aromático y vivo del invernadero. Intrigada y conmovida por esta faceta más vulnerable del Rey Lobo, Aelina se acercó a él, con su voz suave como el roce de uno de esos pétalos que tocó hace poco:—Mi madre murió cuando yo estaba muy pequeña —comenzó, con sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de su manga—. Sufrió una enfermedad que se la llevó poco
Luego de aquel arrebato apasionado, cuando finalmente se separaron, sus alientos entrecortados se entremezclaron con el aire perfumado del invernadero. El aroma dulce de las flores y la fragancia terrosa de las plantas creaban una atmósfera embriagadora que parecía amplificar cada sensación. Aelina, con los labios enrojecidos e hinchados y los ojos entrecerrados, miró a Valdimir con una mezcla compleja de emociones reflejadas en su rostro. La sorpresa brillaba en sus pupilas dilatadas, mientras que un destello de deseo innegable ardía en lo profundo de su mirada azul. Sin embargo, un leve fruncimiento de su ceño revelaba la molestia que sentía consigo misma por no poder controlar estos sentimientos que la invadían por esa bestia con apariencia de hombre que… debía eliminar para salvar a todos.Valdimir, por su parte, la observaba con una intensidad abrasadora en sus ojos color ámbar. Su mirada recorría cada centímetro del rostro de Aelina, como si estuviera intentando grabar a fuego ca
Valdimir asintió con un movimiento casi imperceptible de su cabeza ante la pregunta de Aelina, mientras sus penetrantes ojos ámbar miraban a la pelinegra con una expresión indescifrable en su rostro. Entonces, la joven Reina, con el corazón latiendo aceleradamente, no pudo evitar que su mente viajara al recuerdo de aquel librito enigmático, aquel diario que parecía un códice antiguo que había visto en manos de Valdimir mientras ella retrocedía el tiempo. La conexión entre ese libro y la marca en el pecho del Rey Lobo le parecía sugerente, aunque también estaba la posibilidad que no tuvieran relación alguna.—¿Significa algo, tu marca de “nacimiento”? —preguntó la muchacha, en un hilo de voz en medio de la leve oscuridad de la habitación. Sus ojos, grandes y curiosos, buscaban en el rostro de Valdimir algún indicio de la verdad que ocultaba.El Rey Lobo la observó por un largo momento, con sus ojos recorriendo cada línea del rostro de Aelina como si estuviera memorizando cada detalle. F
De repente, el ambiente de la habitación se transformó súbitamente cuando Aelina pronunció aquellas palabras que estaban impulsadas por su enorme curiosidad. Fue entonces que, sin más demora, el espejo en las manos de Aelina cobró vida propia. Su superficie, antes lisa y reflectante, volvió a ondular una vez más, indicando de esa forma que la magia estaba iniciando otra vez. Pero en esta ocasión, el bronce pulido se transformó en un remolino de colores metálicos, reflejando destellos dorados y cobrizos que danzaban hipnóticamente a la luz tenue de la habitación detenida por el tiempo.Fue en ese preciso instante cuando ocurrió lo impensable. Valdimir, quien hasta ese momento había permanecido inmóvil, atrapado en el tiempo por la magia de Aelina, comenzó a mostrar signos de consciencia. Sus ojos, que antes parecían fijos en un punto inexistente, cobraron vida repentinamente. Las pupilas se dilataron, enfocándose con una claridad sobrenatural en la escena que se desarrollaba frente a él
Aelina abrió sus ojos con lentitud, sintiendo como la consciencia regresaba a ella como una suave marea. Lo primero que notó fue el resplandor dorado que aún emanaba de su piel, un brillo etéreo que parecía danzar sobre su epidermis. Sin embargo, su atención fue rápidamente capturada por un detalle nuevo y alarmante: una cadena dorada, tan brillante y etérea como la luz que la envolvía, se enrollaba alrededor de su muñeca izquierda. Sus ojos siguieron el trayecto de la cadena, descubriendo con asombro que el otro extremo estaba firmemente sujeto a la muñeca derecha de Valdimir.El Rey Lobo estaba sentado a su lado, con las piernas cruzadas en una postura que sugería una paciencia forzada. Su cuerpo también brillaba con la misma luz sobrenatural, creando un contraste dramático con la severidad de su expresión.—¡Ahh! —exclamó Aelina, envuelta en sorpresa y temor.Los ojos de Valdimir, dorados y penetrantes, se clavaron en ella con una intensidad que hizo que un escalofrío recorriera su
—Sácanos de aquí —la voz de Valdimir se hizo escuchar en la habitación, con su tono grave y autoritario cortando el aire como un cuchillo afilado. Sus ojos, ahora parecían dos brasas ardientes, fijos en Aelina con una intensidad que hablaba de una furia que apenas él podía contener.—Cuando regresemos a nuestra realidad, te castigaré como nunca, y dudo mucho que esta vez gimas de placer involuntario —declaró, con cada palabra siendo una amenaza indiscutible. La forma en que sus músculos se tensaban bajo su piel brillante, la manera en que sus dedos se curvaban como si ansiaran cerrarse alrededor de algo (o alguien), todo indicaba que no estaba haciendo una advertencia real.Aelina sintió cómo un escalofrío recorría su espina dorsal. Tragó saliva con dificultad, sintiendo su garganta repentinamente seca. Sus ojos, grandes y llenos de aprensión, recorrieron la habitación frenéticamente, buscando una salida que sabía que probablemente no existía.En sus experiencias anteriores con los esp
—En esta época tenía ocho años —comenzó a decir Valdimir, con su voz teñida de una melancolía apenas perceptible. Se acercaron al niño que yacía en la cama, con su mirada perdida en el paisaje más allá de la ventana. El cristal con barrotes reflejaba la luz del atardecer, por lo que, en ese instante, la habitación estaba pintada en tonos dorados y carmesíes—. No conocía más que esta habitación. No recuerdo qué día exactamente fue este, ya que, para mí, en aquel tiempo, todos los días eran iguales —explicó el Rey Lobo al lado de Aelina, con una impasibilidad que apenas ocultaba el mar de emociones que bullía en su interior.En ese instante, Aelina podía sentir el peso de los recuerdos de Valdimir, tan tangibles como el polvo que danzaba en los rayos de sol que se colaban por la ventana.De repente, la puerta se abrió con un chirrido, rompiendo el silencio sepulcral de esa celda disfrazada de alcoba. Un niño más grande, de unos doce años, entró saltando con la energía despreocupada de la