Valdimir y Aelina se están llevando mejor "Y puede ser que haya algo mas allí" xD ¿como terminará esa cena? ¡Descúbrelo en el proximo episodiooo!
En ese momento, el silencio de la noche se vio interrumpido por los pensamientos turbulentos de Valdimir. Las expresiones de su rostro, normalmente herméticas, ahora reflejaban una mezcla de incredulidad y preocupación mientras observaba a la joven reina. «¿Cuántas copas bebió, cuatro o cinco y ya está ebria? No puedo creerlo», reflexionó con su ceño frunciéndose imperceptiblemente. Con un suspiro apenas audible, declaró:—Ya es hora de irnos.La reacción de Aelina fue inmediata y apasionada. Sus ojos, brillantes por el alcohol, se abrieron de par en par, y su voz, ligeramente arrastrada, resonó en el comedor:—¿Qué? ¡No! —exclamó, dejándose caer sobre la mesa en una postura de falso descanso. Sus cabellos, antes perfectamente peinados, caían en suaves ondas sobre el mantel—. Nos estamos divirtiendo, Rey Lobo. Solo falta algo de música, sigamos hablando.Con un movimiento torpe pero decidido, Aelina se incorporó con sus mejillas sonrojadas por el vino y la excitación. Extendió la mano
Al amanecer siguiente, Aelina despertó terrible. Su garganta la sentía tan reseca como el desierto de Kolgrim, y su cabeza palpitaba con un dolor tan intenso que hasta el más tenue rayo de luz que se filtraba por las ventanas le arrancaba gemidos de agonía.—Ahh, ¿por qué el sol hoy amaneció tan radiante en este reino que siempre está nublado...? —musitó Aelina con sus párpados apenas entreabiertos, luchando contra la luminosidad que parecía atravesar su cráneo como dagas afiladas. Sus dedos se crisparon sobre las sábanas de seda, buscando un ancla en medio de su malestar.Como si el universo hubiera escuchado su súplica silenciosa, la habitación comenzó a sumergirse gradualmente en una penumbra reconfortante. Las pesadas cortinas de terciopelo se deslizaron sobre los ventanales, con sus pliegues ondulando como olas nocturnas que engullían la luz del día. Este repentino alivio permitió a Aelina, por fin, abrir completamente sus ojos. Y allí, para su absoluto asombro, vio algo que jamás
El Rey Lobo entrecerró sus ojos, escrutando a Aelina con una intensidad que parecía capaz de penetrar hasta el fondo de su alma.—¿No te habías dado cuenta? —preguntó, mientras la incredulidad teñía cada sílaba de sus palabras.—¿De qué? No puedo creerlo —cuestionó Aelina, tratando de comprender cómo aquel hombre lobo, que solo parecía capaz de rudeza y mal trato, podría hacerle algún bien.Valdimir exhaló un suspiro que pareció cargar el peso de mil años.—Dame tu mano —ordenó, con un tono de voz que no dejaba espacio para la discusión.Aelina vaciló, con la desconfianza grabada en cada línea de su rostro. Valdimir, impaciente, chasqueó la lengua y, sin más ceremonia, sujetó el delgado brazo de la joven por la muñeca.—Quédate quieta y relájate —dejó en claro sin dejarla de mirar.En ese instante, como si el universo contuviera el aliento, la magia de Valdimir comenzó a manifestarse. Las venas de su fuerte brazo se oscurecieron, como ríos de tinta fluyendo bajo su piel, mientras una t
El corazón de Aelina latía desbocado, como si quisiera escapar de su pecho. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban el pánico que la invadía. La joven sentía que el aire se le escapaba de los pulmones, incapaz de articular palabra alguna. La revelación de Valdimir la había golpeado con la fuerza de una ola de un par tempestuoso, dejándola paralizada y vulnerable.El silencio en la habitación era tan pesado y tenso que podía cortarse con un cuchillo, porque Aelina no sabía que decir, y Valdimir estaba esperando, con una paciencia escalofriante para la muchacha, a que ella confesara. De repente, como si un resorte se hubiera activado en su interior, Aelina comenzó a reír. Era una risa nerviosa, casi histérica, que brotaba de lo más profundo de su ser en un intento desesperado por negar la realidad.—¿Que vengo del futuro? —exclamó entre carcajadas con sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo—. ¡Por favor, Valdimir! ¿Pero qué cosas dices? No puedo creer que me hayas tomado en serio an
En ese momento, la luz dorada que emanaba del cuerpo etéreo de Aelina creaba un contraste surreal entre el tiempo detenido y su propia existencia fuera de él. Sus ojos azules, en ese instante brillantes como estrellas en la noche más oscura, no se apartaban del rostro congelado de Valdimir mientras su mente se agitaba con pensamientos contradictorios.—Si retrocedo el tiempo —susurró la muchacha en un hilo de voz en medio de esa quietud absoluta—, todo «esto» se perderá.Un nudo se formó en su garganta, y por un instante, la duda nubló sus deseos. Sus dedos, brillantes en luz dorada, se acercaron al rostro del Rey Lobo, deteniéndose a milímetros de distancia de su piel bronceada, como si quisiera tocarlo, pero sabía que no podía hacerlo.—Pero si no lo hago —continuó, sonando bastante preocupada—, él sabrá mi verdad. Podría ser peligroso para mi misión de destruirlo…Aelina se dejó caer sobre la cama, sintiéndose como si llevara el peso del mundo. Sus ojos se clavaron en el techo, perd
El tiempo fluía de manera inversa, como un río que remontara su cauce, y Aelina, suspendida en ese limbo etéreo, observaba con fascinación los acontecimientos que se deshacían ante sus ojos. La habitación, antes sumida en la penumbra nocturna, se iluminaba y oscurecía en un ciclo acelerado, mientras la figura de Valdimir se movía en el proceso.Los ojos de Aelina, se entornaron con curiosidad al notar un patrón en los movimientos del Rey Lobo. En más de una ocasión, lo vio acercarse a su yo dormido, su rostro a escasos centímetros del suyo, como si estuviera a punto de robar un beso prohibido. El ceño de Aelina se frunció, una mezcla de confusión y algo más profundo —¿deseo, quizás?— agitándose en su interior.«No», se reprendió mentalmente, sacudiendo su cabeza etérea. «Seguramente tramaba alguna maldad. Eso tiene más sentido viniendo de él»Sin embargo, la duda ya se había plantado en su mente, echando raíces que se negaban a ser ignoradas.El espectáculo del tiempo retrocediendo con
Cuando concluyeron la cena, tal como había prometido Aelina, no probó ni una gota de vino, rehusándose a nublar sus sentidos con el alcohol porque ya sabía lo que podía ocurrir si lo hacía. Ahora, bajo la tenue luz de la luna que se colaba por los ventanales, ambos caminaban con paso tranquilo por los silenciosos pasillos del palacio, rumbo al invernadero que Valdimir había mencionado pertenecía a su madre.A medida que avanzaban, Aelina no podía evitar sentir una creciente inquietud ante el sepulcral silencio que reinaba en el lugar. Sus ojos escudriñaban cada rincón en penumbras, buscando en vano algún indicio de movimiento. La ausencia de guardias era evidente, como si el palacio entero hubiera caído en un profundo letargo.Con el ceño fruncido y un ligero temblor en su voz, Aelina finalmente externó su preocupación:—¿Por qué no hay guardias por ninguna parte?Valdimir, con una mirada tranquila que brillaba bajo la luz de los candelabros, respondió sin mucho afán y con un tono de v
El ambiente del invernadero, antes cálido y acogedor, pareció enfriarse de repente con las palabras de pronto iba a decir Valdimir. Su voz, teñida de una melancolía apenas perceptible, hizo eco en el espacio cuando él dijo:—A ella le gustaba este tipo de cosas, la vida, las flores... —musitó, con su mirada perdida entre las plantas, como si intentara vislumbrar algo más allá de ellas.Aelina se giró para observarlo, notando el sutil cambio en su expresión. Los ojos de Valdimir, usualmente agudos y penetrantes, parecían ahora velados por una bruma de recuerdos. Su mente claramente vagaba por senderos del pasado, lejos del presente aromático y vivo del invernadero. Intrigada y conmovida por esta faceta más vulnerable del Rey Lobo, Aelina se acercó a él, con su voz suave como el roce de uno de esos pétalos que tocó hace poco:—Mi madre murió cuando yo estaba muy pequeña —comenzó, con sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de su manga—. Sufrió una enfermedad que se la llevó poco