Antes de llegar a la puerta, el hombre la sostuvo agarrándola con fuerza de la mano.—¿Cómo te atreves? ¡Tú una mujer a hablarme de esa manera! —gritó con una ira muy fuerte.—¡¿Mujer?! —preguntó como si no entendiera que eso significaba.—Sí ¡Mujer! ¿No es eso lo que eres? —interrogó el hombre.—Si
***** Stephano no podía estar más furioso, tomó su celular y llamó a su amigo Adolfo.—Necesito que vengas a buscarme —pidió con irritación, dándole la dirección.“¿Sucede algo?” interrogó el otro preocupado.—Sí, una idiota me puyó los ojos, no puedo ver.Al otro lado de la línea se escuchó una ca
Stefano se dio cuenta de lo que estaba haciendo y saltó apartándose del hombre, espantado, mientras se recriminaba “¿Qué m****a es esta? ¿Por qué carajos voy a sentir corrientazos por un tipo? ¿Acaso tú eres maric0?”, se dijo mentalmente preocupado.—¿Puedo saber qué hace aquí? —interrogó alejándose
Si pensaba que no podía ser tentada en su personaje de Santos Ferrer, esa idea se desvaneció al verlo girarse, desabrocharse el pantalón y bajarlo, quedando solo en bóxer y dejándole ver su gigantesco atributo, al punto que fue inevitable que abriera su boca de par en par, poco le faltó para que su
Stefano huyó asustado, no podía creer lo que acababa de escuchar, pero las palabras de Santos fueron claras, él le había gustado, según hasta le daba dentera, por eso salió sin decir palabras, necesitaba alejarse de aquel hombre antes de hacer algo que lamentaría después. —¡Maldición! ¿Y ahora dónd
Stefano se enfureció, no era un cobarde, no le tenía miedo a su sexualidad. Él estaba seguro de lo que era y le gustaban las mujeres, solo que ese hombre… no sabía por qué provocaba esas emociones en él. Caminó con premura deseando poner una distancia más amplia entre Santos y él, sin saber realme
Sandra lo observó como pidiendo auxilio, con una expresión de dolor, su abuelo vio el golpe en su rostro y pocas veces ella lo había visto indignado, pero esta vez parecía un tejón de la miel, de lo agresivo que se veía, aunque su abuelo estaba llegando a finales de los setenta, por sus constantes e
—Ya decía yo que esa perfección que emanaba de usted no era más que una fachada… cuando no es más que un viejo pervertido —habló furioso Stefano. —Y tú molesto porque te niegas a admitir tu nueva naturaleza —agregó Taddeo sin dejar de sonreír.Stefano los vio una vez más, y se retiró molesto, mient