*****
Stephano no podía estar más furioso, tomó su celular y llamó a su amigo Adolfo.
—Necesito que vengas a buscarme —pidió con irritación, dándole la dirección.
“¿Sucede algo?” interrogó el otro preocupado.
—Sí, una idiota me puyó los ojos, no puedo ver.
Al otro lado de la línea se escuchó una ca