Al día siguiente.
Mariza despertó, se levantó de la cama, se miró al espejo, sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más. Luego rio como si estuviese loca.
—¡Vaya novia absurda!
Se quitó el vestido, sintió tanta rabia, que tomó unas tijeras del cajón, lo cortó, se sentía decepcionada, fue a darse un largo baño, se vistió.
Salió de ahí, y buscó en la maleta de Jorge Santalla, entonces sonrió al verla, era una tarjeta de crédito, la llevó consigo.
En el hospital.
Jorge pagó la cuenta del hospital, el doctor dio la orden para que Mónica saliera, siempre que estuviese guardando reposo en casa.
De pronto, Jorge recibió muchas notificaciones de transacciones bancarias.
«Compra por diez mil pesos»
«Compra por veintidós mil pesos»
«Compra por cincuenta mil pesos»
Se quedó perplejo, pensó si le habían robado la tarjeta, notó que solo llevaba consigo una tarjeta de crédito, la cartera estaba íntegra en casa.
—¿Será posible…? —murmuró
Vio a Mónica junto a su amiga Chantal.
—¿Me llevarás a casa?
Jorge asintió, salieron de ahí, subieron al auto.
Al llegar, Chantal se adelantó al departamento.
—¿Me acompañas arriba?
Él se negó.
Ella quiso volver a llorar.
—Basta de chantajes baratos, Mónica.
—¿Es por ella? ¿Te gustó? Dime, ¿ella te gusta?
Jorge se quedó callado.
—Mariza es una mujer hermosa, es de tu clase social, y no es la mujer repudiada por toda la sociedad, como yo —notó que la mujer hundió la mirada llorosa—. Pero, ella no es la mujer que amas, esa soy yo, ¿lo olvidaste? —ella quiso tocar su rostro, y él se alejó.
—No sé si te sigo amando, Mónica, tú me destruiste…
Ella sollozó.
—No digas eso, sé que me amas, siempre me has amado.
—Tú me enseñaste algo, el amor no es eterno, no das lo que recibes, así que, no sé si te amo.
—Si me dejas yo me muero, Jorge, por favor.
—No voy a dejar a Mariza por ti, ningún tonto haría eso.
Ella lloró.
—¡Ella solo quiere tú dinero!
—Tal vez, pero eso no te hace mejor que ella.
—¡Fui obligada! Debía dinero, por eso lo hice.
—Mientes, Mónica, pudiste pedirme dinero, pero preferiste esto, preferiste quemarlo todo. Mariza y yo somos un matrimonio por contrato, no somos nada real, eso no significa ningún cambio entre tú y yo.
Los ojos de Mónica se abrieron ilusionados.
—¡Déjala, no la amas, no debes amargar tu vida por esa mujer! Dale dinero, deshazte de ella, vuelve a mí, amor mío.
—No, ¿crees que todo es tan fácil? ¿Qué olvidaré tu traición? Estás equivocada, me heriste como no tienes una idea, Mónica, tal vez nunca te perdone.
—¡Moriré sin ti!
—No me amenaces, y no te hagas daño, vete a casa.
Jorge dio la vuelta, pero se detuvo ante sus palabras.
—Amor… —ella sollozó—. ¿Me llamarás? Al menos eso alejará mis ideas terribles sobre morir…
Él rodó los ojos, con desesperación, a pesar de que quería odiarla, tenía miedo de que se hiciera daño, no la amaba, al menos no sentía ese amor de antes, pero entonces, ¿qué era esa sensación?
«Sé que no la amo, no puedo amar a quien me traicionó de una cruel manera, entonces, ¿por qué tengo miedo de que algo malo le pase? ¿Por qué tengo terror de que sea por mi culpa?», pensó
—Te llamaré —murmuró
Ella lo escuchó, sonrió.
«Sé que me amas a mí, Jorge, te tengo donde quiero, no me vas a dejar, por las buenas o malas te quedarás conmigo, sufrirás lo que te toca sufrir, y no serás el único, te lo juro», pensó con una mirada cruel.
Jorge volvió a la casa, al llegar observó a Mariza en la sala, tenía una cantidad descomunal de paquetes en la sala.
—¿Así que fuiste a gastar cien mil pesos o más?
Ella esbozó una blanca sonrisa, llevaba un vestido, tacones y labial, se veía preciosa.
—¿Dijiste que era la esposa interesada? Bueno, solo te doy lo que esperas.
Él asintió con gran decepción, sonrió.
—Y yo que pensé que me amabas.
Ella se levantó.
—¿Quién amaría a un hombre que ni siquiera se ama a sí mismo y vuelve con la zorra de su ex? —exclamó con una burla en su mueca
Vio los ojos de Jorge centellar con rabia.
—Acepto tu trato, Jorge, seamos un matrimonio perfecto para la sociedad, pero al cerrar la puerta, eres un extraño para mí; puedes ir con tu querida ex, y yo puedo irme con cualquier hombre que sea mejor que tú.
Jorge se acercó a ella, enfurecido, la tomó de los brazos, la acercó a él.
Quedaron frente a frente, tan cerca, ella no apartó su mirada, observó como los ojos de Jorge recorrieron sus labios con un deseo inusual.
El corazón de la mujer latía con desesperación, quería que él no notara que temblaba, sintió su boca seca, como si esperara un beso que no llegaba.
—Al fin te quitas la máscara, bueno, al menos no dudaste en mostrar tu verdadera cara —Jorge la soltó—. Haz lo que quieras, mujer, no me interesa nada de tu vida, gasta todo mi dinero, y sé discreta con tus amantes, yo seré discreto con las mías.
Los ojos de Mariza le miraron con dolor, pero le dio la espalda, no iba a permitir que la viera.
—Bien.
Ella intentó irse, estaba dispuesta a subir a su habitación.
—Entonces, ese te amo de ayer, ¿era falso?
Mariza sintió que temblaba, quería gritar que no, que lo odiaba por romper su corazón, levantó la barbilla, tragó sus lágrimas.
—Era falso, tú no mereces mi amor.
—Felicidades, ayer casi me creo tu actuación, me alegra saber que no me equivoqué con una falsa mujer como tú.
Mariza subió de prisa, cerró la puerta, las lágrimas rodaron por sus mejillas.
«Nunca te volveré a querer, Jorge Santalla, ahora te aborrezco», pensó.
Días después, era el aniversario de la empresa, Mariza quiso negarse a ir, pero no tuvo mayor excusa, menos cuando su madre la llamó para exigirle que fuera. Se miró al espejo, llevaba un vestido color celeste, estaba ansiosa, no sabía si se llevaría bien con Jorge, desde hace días no se hablaban, ni siquiera se miraban a la cara. Bajó la escalera. Él ya la esperaba atento. Cuando él alzó la vista, sus ojos azules se abrieron enormes, y tragó saliva. «Es tan hermosa, es la mujer más bella que he visto», pensó. Ella se reflejó en sus ojos, respiró profundo que él no se dio cuenta. —¿Estás listo? Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo ella, él asintió. Subieron al auto. Al llegar al salón, saludaron a muchas personas, algunos estaban sorprendidos de que no hubiesen ido de luna de miel. Mariza se sintió harta de toda esa gente, fue al cuarto de baño, se sentía como un pez fuera del agua. Fue ahí que encontró Valeria, la esposa del medio hermano de Jorge. —Es una lástima que tú
—¡Suéltame! —gritó, él estrechó su cintura, ella le miró angustiada. —¡Calma, esposita! ¿Qué es lo que quieres? —preguntó afianzando su agarre a la curva de su cintura—. Ah, ya sé, te voy a dar lo que quieres —dijo con osadía, y besó sus labios con prisa. Mariza se asustó, él la besaba codicioso, con pasión, intentó alejarse, sus brazos fuertes la envolvían, sintió que sus agallas fallaban, su cuerpo cedía, ella lo amaba. Cuando fue consciente, estaba recostada sobre la cama, Jorge estaba encima de ella. —No, Jorge, aléjate… —¿Por qué? —dijo él y detuvo el beso—. ¿No dijiste que me amabas? Estoy cumpliendo tus sueños salvajes. Ella quiso alejarse, no pudo, él volvió a apresar sus labios. Sus besos exigentes la sofocaban, los abandonó para reclamar la piel de su cuello. El hombre dejó un camino húmedo en su piel, ardiente. Jorge no pensaba, se abandonó a su deseo, le quitó el vestido, su piel pálida le gustaba y ese olor a rosas le fascinaba. Estaba quemándose en ese cuerpo,
Mariza sollozó en el baño.«Soy una imbécil, no debí dejar que la pasión nublara mi mente, la verdad es que lo amo, que fui débil, estoy enamorada y cedí ante él, pero ¿dónde demonios se ha ido mi dignidad? ¡Ha sido mi peor error! Pero, es la última vez, ahora todo lo que haré será acabar con este maldito matrimonio, no me iré con las manos vacías, debo encontrar la forma de conseguir dinero para saber de mi hermana, y estudiar, para poder trabajar por mí misma», pensó.Su padre era tan machista que nunca dejó que sus hijas estudiaran la universidad, Mariza solo logró estudiar el colegio y hacer algunos pequeños cursos de marketing, y computación, su padre se negó a pagarle nada más, tampoco la dejó trabajar.Cuando Jorge llegó al departamento de Mónica, ella lloraba sin parar, Chantal estaba a su lado, ella también lloraba.—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó con angustiaMónica miró su rostro.—Fui a unos análisis médicos, Jorge, ¡tengo leucemia! Estoy muriendo.Ella se abrazó a él.Jo
Mariza se levantó de la mesa, se alejó.Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.—¿A dónde quiero ir?Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No
——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo
Jorge estaba en la empresa, terminó la última junta, fue directo a su oficina, su mejor amigo Bernardo fue tras él.—¿Sabes que Diego inauguró un nuevo restaurante? ¿Qué tal si vamos a cenar ahí? Llevaré a Solange, lleva a tu esposa, ellas se llevan bien.Jorge lo pensó.—Bueno, ¿a qué hora estarán ahí?Bernardo miró su reloj.—Siete de la noche, ¿te parece?—Déjame hablar con Mariza, y te confirmó.—Vale.Bernardo se fue.Jorge estaba por llamar a Mariza, cuando Mónica llamó, él no le respondió, llevaba toda la semana sin responder a las llamadas o mensajes de la mujer, no quería hablar con ella, sentía que, si lo hacía, se sentiría fatal.De pronto, llegó un mensaje, tenía consigo una fotografía.«Mónica no está bien, es su segundo día sin querer comer, Jorge, tuvo hemorragias nasales, el doctor le hizo ayer una trasfusión de plaquetas, si tienes compasión, ven a verla. Chantal»El mensaje se acompañaba de una fotografía de Mónica llorando, y se lograban apreciar pañuelos cubiertos d
Mariza estaba recostada, las luces apagadas y solo una tenue luz se colaba por la ventana, cuando escuchó que su teléfono móvil vibró.Se levantó y lo tomó, cuando leyó el mensaje sintió que la sangre se fue a los pies, sus ojos se volvieron llorosos.«¡Qué estúpida! ¿Por qué pensé que no pasaba nada entre ellos? Claro que pasa, claro que son amantes, a él ni le ha importado que ella sea una… ¡Basuras los dos! Les odio, no puedo seguir en esto, debo hacer un plan, no voy a terminar en un matrimonio absurdo, sin amor, siendo humillada, solo por un lugar en la sociedad y una vida cómoda, que seguro puedo obtener yo sola», pensó con rabia.Al día siguiente.Jorge se despertó desesperado, miró alrededor, Mónica estaba sonriente, acariciando su rostro.—Duerme, cariño, ayer fuiste tan encantador cuando hicimos el amor.—¿Encantador?Él se levantó, miró su ropa, solo la camisa no estaba, pero su pantalón y bragueta estaban cerrados.—Ayer no pasó nada, Mónica, ¿Por qué intentas hacerme creer