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—¿Jorge? ¿Qué haces aquí??El hombre se abalanzó contra ese sujetó, lo tomó del cuello de la camisa, estuvo por golpearlo, el hombre suplicaba porque no lo hiciera.Mariza intervino.—¡¿Qué crees que haces seduciendo a mi mujer?!—¡Basta! —exclamó Mariza, consiguió que soltara al hombre, ella se interpuso entre los dos.—¡¿Qué crees que haces, Mariza?! ¡Quítate de mi camino, o te quitó! —bramó como una fiera rabiosaMariza le dio una fuerte bofetada que lo dejó perplejo.El golpe fue suficiente para que Jorge volviera a la realidad, la miró con un tormento en sus ojos.—¿Quieres quedarte con él? ¡Quédate con él! No serás la primera mujerzuela que elige la basura.Mariza le miró con furia, no dijo nada más, y él pudo ver que la había lastimado.Jorge dio la vuelta, iba a irse, excepto que pensó que ella iría detrás de él, saber que se quedaba ahí fue un gran golpe a su ego, algo que no pudo soportar, fue por ella.—Nos vamos —dijo tomando su mano, ella la soltó, él la cargó a su hombro
Al día siguiente.Mariza estaba lista, sabía que Jorge la esperaba para ir a la fiesta de aniversario del Emporio Santalla.La mujer bajó la escalera, observó el rostro de Jorge al verla, la forma en que la admiraba la hizo sentir estremecer, pero quiso ignorarlo.«Es tan hermosa, que cualquier hombre podría ser feliz por tenerla, ¿Por qué no lo vi antes?», pensó—¿Estás lista?Ella asintió.Al llegar al lujoso salón, saludaron a todo el mundo.Sylvia miraba a Jorge y a Mariza con antipatía.—Espero que estés lista para dar el discurso en favor de tu marido.Mariza miró a Jorge con nervios.—Si no quieres, no estás obligada —dijo él.—¿Y esta es la buena esposa que te conseguiste, Jorge? —exclamó la mujer con desdénJorge miró a Sylvia con rabia, no dijo nada más.La fiesta continuó, Jorge le pidió a Mariza bailar.Ella quería negarse, pero no tuvo alternativa, las miradas estaban en los dos, ella pudo escuchar como algunas personas murmuraban sobre ellos.Bailaron al ritmo de una suav
Jorge conducía el auto a toda prisa, quería llegar a casa, mucho antes que su propio padre, porque Sylvia le había llamado para decirle que su padre Jerónimo quería hablar con Mariza, pues estaba molesto por su actitud en el evento.Él ahora tenía más temor de que le hicieran algo a Mariza que provocara más resentimiento contra él. Jorge no podía soportarlo.***Mariza alistaba sus maletas, cuando escuchó que llamaron a la puerta.Escuchó que la empleada abrió.Pronto, la misma empleada fue a la habitación. La mujer se sorprendió al ver la maleta de la mujer.—Señora, sus suegros están en el salón, quieren verla de inmediato.Mariza lanzó un suspiro. Estaba nerviosa.Sin embargo, se armó de valor y bajó la escalera para encontrarse con ellos en el salón principal.Al verla, Jerónimo se levantó del sofá.—¡Mariza, no puedes hacernos esto! ¿Sabes sobre nuestra reputación? La familia no podrá enfrentar el escándalo por el divorcio, por favor, no te divorcies de mi hijo.—Yo… lo siento muc
Enrique intentó detener a Jorge, antes de que cometiera una locura. Jorge golpeó el rostro de Enrique, escuchó los gritos de su padre.—¡Deténganse!Mientras Sylvia ayudaba a su hijo para que se levantara del suelo.—¡Por favor, paren con esto! —gritó asustada al ver la sangre en la nariz de su hijo.—Son un par de traidores, pero tú, Enrique, eres lo peor. ¿Por qué enredarte con esta mujer? ¿Qué ganabas? Ah, ya, ¿sentirte un poco como yo?—¡Cállate! —gritó Enrique.Mónica estaba de rodillas, sollozando.—¡Perdóname, Jorge, él me obligó! Me dijo que si no lo hacía iba a perjudicarte…Jorge miró a esa mujer tal y como era. No creía más en ella.—¡Eres una porquería, Mónica Flores! Tu enfermedad, tu arrepentimiento, toda tú eres la peor de las mentiras. No quiero volver a verte, por lo que me resto de vida.La mujer lloraba aún de rodillas.Jorge dio la vuelta, se fue de ahí.Jerónimo miró a Enrique con gran decepción.—Tú y tu hermano son ahora una completa decepción en mi vida. Recoge
Mariza iba en el taxi, viajaría a Bahía Blanca, necesitaba ir al cementerio donde estaba su hermana, luego de eso, visitaría a Pedro Rincón.Pronto llegó a la estación de tren, bajó su maleta, y caminó hasta la ventanilla de venta de boletos. Compró uno y esperó en la plataforma.Estaba ahí, esperando.Pensó en Jorge que, cuando despertara, encontraría los papeles de divorcio; ella ya no estaría y sus anillos estarían tirados en el pasillo.Él la había perdido para siempre, pero el corazón de Mariza se sentía tan pesado.«Siento que he sido yo quien perdió más. ¿Por qué tenía que fijarme en ti esa noche, Jorge? ¿Por qué debía sentir esta conexión que nunca sentí por nadie más? ¡Pobre tonta, con una sola sonrisa que me dedicaste, me enamoré, pero tú, no sabes amar, te has vuelto veneno, Jorge, y qué triste que ames a quien te está matando, supongo que es lo que mereces!», pensó.Aunque Mariza quería negarlo, guardaba una esperanza de que Jorge Santalla apareciera y la detuviera, salvánd
Los ojos de Jorge se volvieron oscuros, era como si la noche estuviera en ellos. mirò a la mujer con tanto desprecio, que Mónica tuvo miedo.—¡Jorge, ayer tu hermano me drogó! Te juro que yo no quería, él… ¡Me violó!—¡Cállate, falsa, mentirosa, embustera! Eres lo peor que me pasó en la vida, Mónica Flores, ¡maldita sea el día en que te conocí! Ahora, lárgate, no me hagas volverme loco.—¡Jorge, estoy enferma! ¿Lo olvidaste?Jorge volvió a sujetar su cuello.—¿Tú, enferma? Tú solo estás enferma, pero de la mente —dijo y la soltó. La mujer cayó al suelo, chilló de rabia, fingía bien, pero la venda ya no estaba en los ojos de Jorge, tuvo miedo, ya no podría controlarlo como siempre quiso.—¡Lárgate, Mónica! Vete de la ciudad, es más, Vete del país o juro que acabaré contigo. ¡Vete! —gritó con rabia.Mónica retrocedió, ni siquiera ese día en que Jorge la descubrió con otro hombre, fue tan cruel con ella como hoy, era como si estuviera loco, como si quisiera matarla.—¿Por qué me haces est
Mariza llegó a esa mansión, había jurado que no iría, pero, decidió hacerlo.Sus padres se habían hospedado en una vieja villa de los Santalla antes, y después de la boda, pero luego, tuvieron que volver a su casa de bahía Blanca.Ir ahí no estaba planeado, no quería ver a sus padres, menos admitir que se había divorciado, pero eso ya no importaba. No permitiría ni un solo golpe de su padre.Cuando llegó a casa pidió hablar con su madre.—Enseguida le avisaré que usted está aquí, señora, pero su padre no está.Mariza sintió alivio.—Está en el club hípico, no volverá hasta dentro de un par de horas.Mariza asintió.Su madre bajó y sonrió feliz al verla.Mariza la abrazó con fuerzas, pensó que podría ser el último abrazo, ya que, siendo divorciada, seguro su padre nunca quería volver a verla.—Hija, ¿Qué haces aquí? ¿Y tu marido?—Madre, me divorcié.Los ojos de su madre abrieron enormes, casi caía desmayada, pero Mariza la sostuvo con fuerza.—¡¿Qué fue lo que pasó, Mariza?! ¿Por qué
—¡Yo nunca le daré el divorcio a Enrique! Es mi esposo, y aunque se revuelque con mil zorras, será solo mío.Enrique arrebató las fotografías de las manos de Amaranta, pero era tarde. Podía ver que la forma en que ella lo miraba había cambiado.—Amaranta, yo…—¡A mí es a quien le debes pedir perdón!Enrique mirò a Valeria con odio.—¡Se acabó! —gritó—. ¡Estoy harto de ti, de tu mala actitud, de tu amargura! No importa que seas bella, o que seas de alta alcurnia, escúchame bien, Valeria, estás loca, y eres mala persona. No te quiero, no siento nada por ti, haremos un examen de fertilidad, y si no puedes darme un hijo, firmas el divorcio y te largas de mi vida.Los ojos de la mujer se abrieron con miedo, retrocedió, comenzó a llorar. Enrique intentó irse, pero la mujer se arrastró a sus pies.—¡Suéltame, estás loca!Al final, Valeria quedó ahí en el suelo llorando.Amaranta salió corriendo y encontró a Enrique en el jardín.Ella intentó desviarse del camino, no verlo, pero èl cerró el ca