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Mariza iba en el taxi, viajaría a Bahía Blanca, necesitaba ir al cementerio donde estaba su hermana, luego de eso, visitaría a Pedro Rincón.Pronto llegó a la estación de tren, bajó su maleta, y caminó hasta la ventanilla de venta de boletos. Compró uno y esperó en la plataforma.Estaba ahí, esperando.Pensó en Jorge que, cuando despertara, encontraría los papeles de divorcio; ella ya no estaría y sus anillos estarían tirados en el pasillo.Él la había perdido para siempre, pero el corazón de Mariza se sentía tan pesado.«Siento que he sido yo quien perdió más. ¿Por qué tenía que fijarme en ti esa noche, Jorge? ¿Por qué debía sentir esta conexión que nunca sentí por nadie más? ¡Pobre tonta, con una sola sonrisa que me dedicaste, me enamoré, pero tú, no sabes amar, te has vuelto veneno, Jorge, y qué triste que ames a quien te está matando, supongo que es lo que mereces!», pensó.Aunque Mariza quería negarlo, guardaba una esperanza de que Jorge Santalla apareciera y la detuviera, salvánd
Los ojos de Jorge se volvieron oscuros, era como si la noche estuviera en ellos. mirò a la mujer con tanto desprecio, que Mónica tuvo miedo.—¡Jorge, ayer tu hermano me drogó! Te juro que yo no quería, él… ¡Me violó!—¡Cállate, falsa, mentirosa, embustera! Eres lo peor que me pasó en la vida, Mónica Flores, ¡maldita sea el día en que te conocí! Ahora, lárgate, no me hagas volverme loco.—¡Jorge, estoy enferma! ¿Lo olvidaste?Jorge volvió a sujetar su cuello.—¿Tú, enferma? Tú solo estás enferma, pero de la mente —dijo y la soltó. La mujer cayó al suelo, chilló de rabia, fingía bien, pero la venda ya no estaba en los ojos de Jorge, tuvo miedo, ya no podría controlarlo como siempre quiso.—¡Lárgate, Mónica! Vete de la ciudad, es más, Vete del país o juro que acabaré contigo. ¡Vete! —gritó con rabia.Mónica retrocedió, ni siquiera ese día en que Jorge la descubrió con otro hombre, fue tan cruel con ella como hoy, era como si estuviera loco, como si quisiera matarla.—¿Por qué me haces est
Mariza llegó a esa mansión, había jurado que no iría, pero, decidió hacerlo.Sus padres se habían hospedado en una vieja villa de los Santalla antes, y después de la boda, pero luego, tuvieron que volver a su casa de bahía Blanca.Ir ahí no estaba planeado, no quería ver a sus padres, menos admitir que se había divorciado, pero eso ya no importaba. No permitiría ni un solo golpe de su padre.Cuando llegó a casa pidió hablar con su madre.—Enseguida le avisaré que usted está aquí, señora, pero su padre no está.Mariza sintió alivio.—Está en el club hípico, no volverá hasta dentro de un par de horas.Mariza asintió.Su madre bajó y sonrió feliz al verla.Mariza la abrazó con fuerzas, pensó que podría ser el último abrazo, ya que, siendo divorciada, seguro su padre nunca quería volver a verla.—Hija, ¿Qué haces aquí? ¿Y tu marido?—Madre, me divorcié.Los ojos de su madre abrieron enormes, casi caía desmayada, pero Mariza la sostuvo con fuerza.—¡¿Qué fue lo que pasó, Mariza?! ¿Por qué
—¡Yo nunca le daré el divorcio a Enrique! Es mi esposo, y aunque se revuelque con mil zorras, será solo mío.Enrique arrebató las fotografías de las manos de Amaranta, pero era tarde. Podía ver que la forma en que ella lo miraba había cambiado.—Amaranta, yo…—¡A mí es a quien le debes pedir perdón!Enrique mirò a Valeria con odio.—¡Se acabó! —gritó—. ¡Estoy harto de ti, de tu mala actitud, de tu amargura! No importa que seas bella, o que seas de alta alcurnia, escúchame bien, Valeria, estás loca, y eres mala persona. No te quiero, no siento nada por ti, haremos un examen de fertilidad, y si no puedes darme un hijo, firmas el divorcio y te largas de mi vida.Los ojos de la mujer se abrieron con miedo, retrocedió, comenzó a llorar. Enrique intentó irse, pero la mujer se arrastró a sus pies.—¡Suéltame, estás loca!Al final, Valeria quedó ahí en el suelo llorando.Amaranta salió corriendo y encontró a Enrique en el jardín.Ella intentó desviarse del camino, no verlo, pero èl cerró el ca
Jerónimo miró a Enrique.—Padre, perdóname, por favor, no sé qué me pasó, me dejé llevar por…—Por la ambición, por la lujuria, ¿cómo puedes ser mi hijo, Enrique?? No te importó tu hermano, no te importé yo. Sabías que esa mujer era una traidora, pudiste decirlo desde que esto empezó. ¡Hubieras evitado el divorcio de Jorge y Mariza!—¡¿Qué!? —exclamó incrédulo.—¡Ayuda! —escucharon los gritos.Se miraron a los ojos, y fueron corriendo.Cuando entraron a la casa, escucharon los lamentos de Amaranta.—¡Amaranta!Los ojos de Enrique se abrieron tan grandes, como si fueran a salir de sus cuencas.—¡Oh, por Dios! ¡Valeria! —gritó desesperado.Jerónimo tocó su pecho, estaba impactado.Los paramédicos llegaron pronto, pero no pudieron hacer nada. Valeria había muerto al instante, al golpear tan fuerte su cabeza.***Jorge iba en camino a Mayrit, buscaría a cada amiga que conocía de Mariza, a todo el mundo, hasta que recibió esa llamada. Estacionó con rapidez a un lado del camino, pensó si era
Jorge fue a casa, no podía estar en paz en ningún lugar, pensaba en Mariza, llevaban poco tiempo juntos, ¿dos meses? No importaba, la extrañaba tanto, ni siquiera ver su rostro, ni siquiera oír su voz, incluso si era solo un insulto.Cuando llegó a casa, la encontró fría y vacía.No había nadie esperándolo, se sentía como un perro abandonado.Subió la escalera, entró a su habitación, abrazó las almohadas donde ella durmió, olió su perfume, no había nada más de ella, y, sin embargo, toda esa habitación era ella, su fantasma se paseaba por ahí.—¿Por qué descubrí mi amor por ti cuando te pierdo? Soy un imbécil, me odiarás, pero déjame conquistarte, déjame demostrarte que soy digno de tu gran amor.Jorge durmió en esa cama.Al día siguiente.Mónica estaba en casa, su amiga la observaba, mientras ella terminaba de empacar.—¿A dónde te irás, Chantal?—Con un amigo, me va a ayudar por ahora con mi tratamiento, me puso en el seguro médico.—Bien por ti.—¿Y tú qué harás?Mónica sonrió de esa
Mariza estaba a punto de ir a dormir.Observó el teléfono móvil, no podía encenderlo; si lo hacía, podían localizarla.«Estoy paranoica», pensó.Mariza se calmó, y fue a tomar un baño caliente. Aún no venía su menstruación.Llevaba un retraso de quince días, pero ella era muy irregular, así que pensó que un baño caliente podría ayudar a que la menstruación viniera.Había pasado, por tanto, estrés, estos dos meses, màs el tiempo de la boda, que pensó que era normal, que aún no menstruara. Se metió en la bañera, no pudo evitar pensar en Jorge, odiaba no controlar su mente.«Todo lo que debo pensar es en Perla, debo saber dónde está su hijo, es por eso que ella viene a mi mente todo el tiempo, que viene a mis sueños, no quiere que deje a su hijo desamparado», pensó.Salió del baño y se vistió con la ropa de dormir, estaba a punto de recostarse, cuando las luces se apagaron.Se asustó mucho.Casi entraba en pánico, solía temer mucho a la oscuridad, tomó su teléfono y encendió la linterna
Mariza se levantó de la camilla, le habían dado el alta, solo quería ir a casa, al salir encontró a ese hombre.—¿Puedo llevarte a casa?—Lo siento, yo no te conozco, y…El hombre sonrió.—Soy tu vecino, hace poco, acabo de rentar el departamento al lado tuyo.Ella se quedó sorprendida, no conocía a ese hombre.—Bueno, vamos a donde mismo.Augusto sonrió, ambos caminaron a la salida.—Toma mi mano, Mariza, estás débil, no quiero que nada malo te pase.Ella dudó, tomó su mano.Pronto llegaron a su camioneta, subieron y èl condujo.—¿Cómo te sientes? Sè que no me conoces, Mariza, pero no quiero que nada malo te pase, me preocupé mucho al verte sobre el suelo.Ella asintió.—Gracias, estaré bien. Estoy embarazada, así que es algo normal hasta cierto punto.Èl la mirò.«Mariza es aún más hermosa que Perla, y está embarazada», pensó—¿Y el padre de tu hijo? Debería estarte cuidando.Mariza hundió la mirada, pensó en Jorge.—Mi hijo… no tiene padre, seré madre soltera, eso es —dijoSe detuvi