Días después, era el aniversario de la empresa, Mariza quiso negarse a ir, pero no tuvo mayor excusa, menos cuando su madre la llamó para exigirle que fuera.
Se miró al espejo, llevaba un vestido color celeste, estaba ansiosa, no sabía si se llevaría bien con Jorge, desde hace días no se hablaban, ni siquiera se miraban a la cara.
Bajó la escalera. Él ya la esperaba atento.
Cuando él alzó la vista, sus ojos azules se abrieron enormes, y tragó saliva.
«Es tan hermosa, es la mujer más bella que he visto», pensó.
Ella se reflejó en sus ojos, respiró profundo que él no se dio cuenta.
—¿Estás listo? Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo ella, él asintió.
Subieron al auto.
Al llegar al salón, saludaron a muchas personas, algunos estaban sorprendidos de que no hubiesen ido de luna de miel.
Mariza se sintió harta de toda esa gente, fue al cuarto de baño, se sentía como un pez fuera del agua.
Fue ahí que encontró Valeria, la esposa del medio hermano de Jorge.
—Es una lástima que tú y Jorge no hayan podido ir de luna de miel, debe ser difícil consolar a un hombre con el corazón roto, espero que mi cuñado no haya mencionado el nombre de Mónica en tu lecho, querida —Valeria se echó a reír.
Mariza sintió tanta rabia, que creyó que podría limpiar el suelo con esa mujer, decidió calmarse, no le iba a dar el gusto de caer en provocaciones.
—No te angusties, solo salió mi nombre por los labios de mi esposo, supongo que, estás dándome un consejo, porque eres experta soportando que tu marido te diga otro nombre, lo siento por ti, querida.
—¡¿Cómo te atreves?!
Mariza se detuvo.
—¿Qué?
—¡Me has ofendido!
—¡Oh, querida, eres muy sensible! —exclamó Mariza
—Más te vale que no vayas a escapar, como la mujerzuela de tu hermanita, y abandones a mi pobre cuñado —dijo Valeria sujetando su brazo.
Mariza tuvo suficiente, nadie podía ofender la memoria de su hermana, abofeteó su rostro, la mujer comenzó a sollozar.
—¡No hables de mi hermana! —exclamó y salió de ahí.
Mariza sintió un nudo en la garganta, estaba tan triste de ver como ofendían la memoria de su querida hermana.
—Cuñada, ¿por qué estás tan solita? —exclamó Enrique, el hermanastro de Jorge—. Deberíamos bailar, ¿no lo crees? No sé cómo te pudiste casar con Jorge, es un perdedor, ¿supiste que estuvo con una escort? ¡Es una vergüenza! No sé por qué papá le ha dejado ser el nuevo CEO del Emporio Santalla.
—¡Mariza! Ven ahora mismo conmigo —espetó Sylvia Santalla, su suegra.
Mariza fue con la mujer, Enrique y Valeria también.
Entraron a un salón al fondo, al hacerlo, los ojos de Sylvia parecían enfurecidos.
—¡¿Cómo demonios has golpeado a una Santalla?! ¡Golpeaste a Valeria!
—¡¿Golpeaste a mi esposa?! —exclamó Enrique furioso.
—¡Ella ofendió a mi hermana! No lo permitiré…
—Pequeña insolente, ahora verás… —Sylvia alzó la mano dispuesta a pegarle, Jorge detuvo su mano.
Sylvia le miró incrédula.
—¡Jorge…! ¿Qué haces? ¡No te entrometas…!
—¡A mi esposa no le pegas! ¿Quién te cree que eres, Sylvia?
La mujer se volvió pequeña ante él.
—¿Cómo te atreves a ofender a mi madre?
Jorge empujó a Enrique, cuando los hermanos casi peleaban, Sylvia intervino.
—¡Tu esposa es una vulgar que golpeó a la pobre Valeria! Merece ser disciplinada, ya que tú, como hombre, no tienes mucha fuerza —espetó Sylvia.
—¡Cállate! Mejor no hables sobre como ser un hombre, sobre todo cuando tú no eres un ejemplo de mujer, ¿olvidaste quién se metió en la cama de mi padre, siendo él un hombre casado?
Sylvia se puso pálida.
—¡Jorge! —exclamó su padre Jerónimo al escuchar.
—¡Si no te gusta como le hablo a tu mujer, dile que no lastime a mi esposa! Y están advertidos, ya que conozco la clase de ponzoña que tienen por dentro, no molesten a Mariza, les guste o no, es mi esposa, nadie debe molestarla.
Jorge le dio la mano, Mariza la tomó, salieron de ahí.
—¿Has visto cómo actúa, Jerónimo? ¿Cómo puedes permitir que me trate así?
—Ya basta, mujer, no te metas con Jorge, te lo advertí.
Jerónimo salió de ahí.
—¡Hasta cuando voy a soportar esto! —exclamó Sylvia
—Tienes que buscar la manera de que Jorge sea sacado del testamento, madre; papá, debe dejarme todo a mí.
—Ni siquiera puede dejarle nada a su tonta sobrina, debe convencerse de que mi esposito, es el mejor hijo que tiene —dijo Valeria.
Sylvia asintió.
—Así será.
Jorge salió del salón, subió al auto con Mariza, se fueron.
Hubo un eterno silencio, llegaron a casa, al entrar, él la miró severo.
—¿Qué hiciste, Mariza? ¿No has entendido tu rol en esta familia?
Ella le miró con ojos severos.
—¿Disculpa?
—Solo debes sonreír, actuar como una buena esposa, ¡no tienes que ir armando escándalos!
—¡Pues la próxima vez, dile a tu familia que cierre la boca! O se quedarán sin palabras.
—¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! No olvides quién soy.
—¿Quién eres?
Él dio un paso hacia ella.
—¡Soy tu esposo!
Ella rio con descaro, él odió su risa.
—¿Esposo? Tú no eres nada mío, ¡yo no te pertenezco!
Mariza fue a su alcoba.
Jorge sintió rabia, fue al minibar, se puso a beber, una copa tras otra.
Mariza se cambió por su vestido de dormir, se sentía fatal, aún las palabras de Valeria Santalla golpeaban su mente.
«Hermana, ¿por qué huiste de esa forma? ¿Por qué no pude ayudarte?»
«Flashback:
La última vez que Mariza vio a su hermana Perla fue en el cumpleaños de su cuñado.
—No quiero que repitas mi historia Mariza, nunca sufras por amor, el amor no duele, sé lista.
—¿Por qué dices eso, Perla? ¿Sufres?
Su hermana no respondió, le dio un largo abrazo, al día siguiente, ella desapareció»
Una lágrima corrió por el rostro de Mariza, Jorge entró en la alcoba, ella le miró asustada.
—¿Lloras por mí?
Ella sintió rabia de su pregunta.
—¡Vete de aquí, ve con tu mujerzuela! Déjame en paz.
Él se acercó, parecía fuera de sí, cuando la tomó del brazo con fuerza, la acercó a él.
—¡Ya basta! Ya sabes la verdad, ¡No te amo, nunca te amaré, pero me perteneces, eres mi esposa! Eso no cambiará.
Ella lo abofeteó con fuerza, la mejilla de Jorge enrojeció, su rostro se oscureció, la miró con rabia, ella quiso retroceder, asustada.
—¡Vete con Mónica Flores! Mañana pediré el divorcio... —Mariza intentó huir, caminó unos pasos, dispuesta a marcharse, cuando sintió la mano de Jorge tomar su brazo, la devolvió a él.
Ese movimiento fue repentino, casi agresivo, estaban frente a frente, su rostro estaba tan cerca, podía sentir su aliento cálido con olor a vino, su perfume de olor a menta la envolvía, estaba temblorosa.
Las pupilas oscuras de Jorge eran enormes, su gesto descarado, casi sensual, sintió un escalofrío.
—¡No te irás! Decidiste meterte en esto por dinero, ¿no? Bien, te quedarás conmigo en este infierno, ninguno escapará, ni tú, ni yo.
—¡Suéltame! —gritó, él estrechó su cintura, ella le miró angustiada. —¡Calma, esposita! ¿Qué es lo que quieres? —preguntó afianzando su agarre a la curva de su cintura—. Ah, ya sé, te voy a dar lo que quieres —dijo con osadía, y besó sus labios con prisa. Mariza se asustó, él la besaba codicioso, con pasión, intentó alejarse, sus brazos fuertes la envolvían, sintió que sus agallas fallaban, su cuerpo cedía, ella lo amaba. Cuando fue consciente, estaba recostada sobre la cama, Jorge estaba encima de ella. —No, Jorge, aléjate… —¿Por qué? —dijo él y detuvo el beso—. ¿No dijiste que me amabas? Estoy cumpliendo tus sueños salvajes. Ella quiso alejarse, no pudo, él volvió a apresar sus labios. Sus besos exigentes la sofocaban, los abandonó para reclamar la piel de su cuello. El hombre dejó un camino húmedo en su piel, ardiente. Jorge no pensaba, se abandonó a su deseo, le quitó el vestido, su piel pálida le gustaba y ese olor a rosas le fascinaba. Estaba quemándose en ese cuerpo,
Mariza sollozó en el baño.«Soy una imbécil, no debí dejar que la pasión nublara mi mente, la verdad es que lo amo, que fui débil, estoy enamorada y cedí ante él, pero ¿dónde demonios se ha ido mi dignidad? ¡Ha sido mi peor error! Pero, es la última vez, ahora todo lo que haré será acabar con este maldito matrimonio, no me iré con las manos vacías, debo encontrar la forma de conseguir dinero para saber de mi hermana, y estudiar, para poder trabajar por mí misma», pensó.Su padre era tan machista que nunca dejó que sus hijas estudiaran la universidad, Mariza solo logró estudiar el colegio y hacer algunos pequeños cursos de marketing, y computación, su padre se negó a pagarle nada más, tampoco la dejó trabajar.Cuando Jorge llegó al departamento de Mónica, ella lloraba sin parar, Chantal estaba a su lado, ella también lloraba.—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó con angustiaMónica miró su rostro.—Fui a unos análisis médicos, Jorge, ¡tengo leucemia! Estoy muriendo.Ella se abrazó a él.Jo
Mariza se levantó de la mesa, se alejó.Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.—¿A dónde quiero ir?Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No
——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo
Jorge estaba en la empresa, terminó la última junta, fue directo a su oficina, su mejor amigo Bernardo fue tras él.—¿Sabes que Diego inauguró un nuevo restaurante? ¿Qué tal si vamos a cenar ahí? Llevaré a Solange, lleva a tu esposa, ellas se llevan bien.Jorge lo pensó.—Bueno, ¿a qué hora estarán ahí?Bernardo miró su reloj.—Siete de la noche, ¿te parece?—Déjame hablar con Mariza, y te confirmó.—Vale.Bernardo se fue.Jorge estaba por llamar a Mariza, cuando Mónica llamó, él no le respondió, llevaba toda la semana sin responder a las llamadas o mensajes de la mujer, no quería hablar con ella, sentía que, si lo hacía, se sentiría fatal.De pronto, llegó un mensaje, tenía consigo una fotografía.«Mónica no está bien, es su segundo día sin querer comer, Jorge, tuvo hemorragias nasales, el doctor le hizo ayer una trasfusión de plaquetas, si tienes compasión, ven a verla. Chantal»El mensaje se acompañaba de una fotografía de Mónica llorando, y se lograban apreciar pañuelos cubiertos d
Mariza estaba recostada, las luces apagadas y solo una tenue luz se colaba por la ventana, cuando escuchó que su teléfono móvil vibró.Se levantó y lo tomó, cuando leyó el mensaje sintió que la sangre se fue a los pies, sus ojos se volvieron llorosos.«¡Qué estúpida! ¿Por qué pensé que no pasaba nada entre ellos? Claro que pasa, claro que son amantes, a él ni le ha importado que ella sea una… ¡Basuras los dos! Les odio, no puedo seguir en esto, debo hacer un plan, no voy a terminar en un matrimonio absurdo, sin amor, siendo humillada, solo por un lugar en la sociedad y una vida cómoda, que seguro puedo obtener yo sola», pensó con rabia.Al día siguiente.Jorge se despertó desesperado, miró alrededor, Mónica estaba sonriente, acariciando su rostro.—Duerme, cariño, ayer fuiste tan encantador cuando hicimos el amor.—¿Encantador?Él se levantó, miró su ropa, solo la camisa no estaba, pero su pantalón y bragueta estaban cerrados.—Ayer no pasó nada, Mónica, ¿Por qué intentas hacerme creer
—¿Jorge? ¿Qué haces aquí??El hombre se abalanzó contra ese sujetó, lo tomó del cuello de la camisa, estuvo por golpearlo, el hombre suplicaba porque no lo hiciera.Mariza intervino.—¡¿Qué crees que haces seduciendo a mi mujer?!—¡Basta! —exclamó Mariza, consiguió que soltara al hombre, ella se interpuso entre los dos.—¡¿Qué crees que haces, Mariza?! ¡Quítate de mi camino, o te quitó! —bramó como una fiera rabiosaMariza le dio una fuerte bofetada que lo dejó perplejo.El golpe fue suficiente para que Jorge volviera a la realidad, la miró con un tormento en sus ojos.—¿Quieres quedarte con él? ¡Quédate con él! No serás la primera mujerzuela que elige la basura.Mariza le miró con furia, no dijo nada más, y él pudo ver que la había lastimado.Jorge dio la vuelta, iba a irse, excepto que pensó que ella iría detrás de él, saber que se quedaba ahí fue un gran golpe a su ego, algo que no pudo soportar, fue por ella.—Nos vamos —dijo tomando su mano, ella la soltó, él la cargó a su hombro