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Capítulo 4: Nadie huye del infierno

Días después, era el aniversario de la empresa, Mariza quiso negarse a ir, pero no tuvo mayor excusa, menos cuando su madre la llamó para exigirle que fuera.

Se miró al espejo, llevaba un vestido color celeste, estaba ansiosa, no sabía si se llevaría bien con Jorge, desde hace días no se hablaban, ni siquiera se miraban a la cara.

Bajó la escalera. Él ya la esperaba atento.

Cuando él alzó la vista, sus ojos azules se abrieron enormes, y tragó saliva.

«Es tan hermosa, es la mujer más bella que he visto», pensó.

Ella se reflejó en sus ojos, respiró profundo que él no se dio cuenta.

—¿Estás listo? Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo ella, él asintió.

Subieron al auto.

Al llegar al salón, saludaron a muchas personas, algunos estaban sorprendidos de que no hubiesen ido de luna de miel.

Mariza se sintió harta de toda esa gente, fue al cuarto de baño, se sentía como un pez fuera del agua.

Fue ahí que encontró Valeria, la esposa del medio hermano de Jorge.

—Es una lástima que tú y Jorge no hayan podido ir de luna de miel, debe ser difícil consolar a un hombre con el corazón roto, espero que mi cuñado no haya mencionado el nombre de Mónica en tu lecho, querida —Valeria se echó a reír.

Mariza sintió tanta rabia, que creyó que podría limpiar el suelo con esa mujer, decidió calmarse, no le iba a dar el gusto de caer en provocaciones.

—No te angusties, solo salió mi nombre por los labios de mi esposo, supongo que, estás dándome un consejo, porque eres experta soportando que tu marido te diga otro nombre, lo siento por ti, querida.

—¡¿Cómo te atreves?!

Mariza se detuvo.

—¿Qué?

—¡Me has ofendido!

—¡Oh, querida, eres muy sensible! —exclamó Mariza

—Más te vale que no vayas a escapar, como la mujerzuela de tu hermanita, y abandones a mi pobre cuñado —dijo Valeria sujetando su brazo.

Mariza tuvo suficiente, nadie podía ofender la memoria de su hermana, abofeteó su rostro, la mujer comenzó a sollozar.

—¡No hables de mi hermana! —exclamó y salió de ahí.

Mariza sintió un nudo en la garganta, estaba tan triste de ver como ofendían la memoria de su querida hermana.

—Cuñada, ¿por qué estás tan solita? —exclamó Enrique, el hermanastro de Jorge—. Deberíamos bailar, ¿no lo crees? No sé cómo te pudiste casar con Jorge, es un perdedor, ¿supiste que estuvo con una escort? ¡Es una vergüenza! No sé por qué papá le ha dejado ser el nuevo CEO del Emporio Santalla.

—¡Mariza! Ven ahora mismo conmigo —espetó Sylvia Santalla, su suegra.

Mariza fue con la mujer, Enrique y Valeria también.

Entraron a un salón al fondo, al hacerlo, los ojos de Sylvia parecían enfurecidos.

—¡¿Cómo demonios has golpeado a una Santalla?! ¡Golpeaste a Valeria!

—¡¿Golpeaste a mi esposa?! —exclamó Enrique furioso.

—¡Ella ofendió a mi hermana! No lo permitiré…

—Pequeña insolente, ahora verás… —Sylvia alzó la mano dispuesta a pegarle, Jorge detuvo su mano.

Sylvia le miró incrédula.

—¡Jorge…! ¿Qué haces? ¡No te entrometas…!

—¡A mi esposa no le pegas! ¿Quién te cree que eres, Sylvia?

La mujer se volvió pequeña ante él.

—¿Cómo te atreves a ofender a mi madre?

Jorge empujó a Enrique, cuando los hermanos casi peleaban, Sylvia intervino.

—¡Tu esposa es una vulgar que golpeó a la pobre Valeria! Merece ser disciplinada, ya que tú, como hombre, no tienes mucha fuerza —espetó Sylvia.

—¡Cállate! Mejor no hables sobre como ser un hombre, sobre todo cuando tú no eres un ejemplo de mujer, ¿olvidaste quién se metió en la cama de mi padre, siendo él un hombre casado?

Sylvia se puso pálida.

—¡Jorge! —exclamó su padre Jerónimo al escuchar.

—¡Si no te gusta como le hablo a tu mujer, dile que no lastime a mi esposa! Y están advertidos, ya que conozco la clase de ponzoña que tienen por dentro, no molesten a Mariza, les guste o no, es mi esposa, nadie debe molestarla.

Jorge le dio la mano, Mariza la tomó, salieron de ahí.

—¿Has visto cómo actúa, Jerónimo? ¿Cómo puedes permitir que me trate así?

—Ya basta, mujer, no te metas con Jorge, te lo advertí.

Jerónimo salió de ahí.

—¡Hasta cuando voy a soportar esto! —exclamó Sylvia

—Tienes que buscar la manera de que Jorge sea sacado del testamento, madre; papá, debe dejarme todo a mí.

—Ni siquiera puede dejarle nada a su tonta sobrina, debe convencerse de que mi esposito, es el mejor hijo que tiene —dijo Valeria.

Sylvia asintió.

—Así será.

Jorge salió del salón, subió al auto con Mariza, se fueron.

Hubo un eterno silencio, llegaron a casa, al entrar, él la miró severo.

—¿Qué hiciste, Mariza? ¿No has entendido tu rol en esta familia?

Ella le miró con ojos severos.

—¿Disculpa?

—Solo debes sonreír, actuar como una buena esposa, ¡no tienes que ir armando escándalos!

—¡Pues la próxima vez, dile a tu familia que cierre la boca! O se quedarán sin palabras.

—¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! No olvides quién soy.

—¿Quién eres?

Él dio un paso hacia ella.

—¡Soy tu esposo!

Ella rio con descaro, él odió su risa.

—¿Esposo? Tú no eres nada mío, ¡yo no te pertenezco!

Mariza fue a su alcoba.

Jorge sintió rabia, fue al minibar, se puso a beber, una copa tras otra.

Mariza se cambió por su vestido de dormir, se sentía fatal, aún las palabras de Valeria Santalla golpeaban su mente.

«Hermana, ¿por qué huiste de esa forma? ¿Por qué no pude ayudarte?»

«Flashback:

La última vez que Mariza vio a su hermana Perla fue en el cumpleaños de su cuñado.

—No quiero que repitas mi historia Mariza, nunca sufras por amor, el amor no duele, sé lista.

—¿Por qué dices eso, Perla? ¿Sufres?

Su hermana no respondió, le dio un largo abrazo, al día siguiente, ella desapareció»

Una lágrima corrió por el rostro de Mariza, Jorge entró en la alcoba, ella le miró asustada.

—¿Lloras por mí?

Ella sintió rabia de su pregunta.

—¡Vete de aquí, ve con tu mujerzuela! Déjame en paz.

Él se acercó, parecía fuera de sí, cuando la tomó del brazo con fuerza, la acercó a él.

—¡Ya basta! Ya sabes la verdad, ¡No te amo, nunca te amaré, pero me perteneces, eres mi esposa! Eso no cambiará.

Ella lo abofeteó con fuerza, la mejilla de Jorge enrojeció, su rostro se oscureció, la miró con rabia, ella quiso retroceder, asustada.

—¡Vete con Mónica Flores! Mañana pediré el divorcio... —Mariza intentó huir, caminó unos pasos, dispuesta a marcharse, cuando sintió la mano de Jorge tomar su brazo, la devolvió a él.

Ese movimiento fue repentino, casi agresivo, estaban frente a frente, su rostro estaba tan cerca, podía sentir su aliento cálido con olor a vino, su perfume de olor a menta la envolvía, estaba temblorosa.

 Las pupilas oscuras de Jorge eran enormes, su gesto descarado, casi sensual, sintió un escalofrío.

—¡No te irás! Decidiste meterte en esto por dinero, ¿no? Bien, te quedarás conmigo en este infierno, ninguno escapará, ni tú, ni yo.

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