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——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo
Jorge estaba en la empresa, terminó la última junta, fue directo a su oficina, su mejor amigo Bernardo fue tras él.—¿Sabes que Diego inauguró un nuevo restaurante? ¿Qué tal si vamos a cenar ahí? Llevaré a Solange, lleva a tu esposa, ellas se llevan bien.Jorge lo pensó.—Bueno, ¿a qué hora estarán ahí?Bernardo miró su reloj.—Siete de la noche, ¿te parece?—Déjame hablar con Mariza, y te confirmó.—Vale.Bernardo se fue.Jorge estaba por llamar a Mariza, cuando Mónica llamó, él no le respondió, llevaba toda la semana sin responder a las llamadas o mensajes de la mujer, no quería hablar con ella, sentía que, si lo hacía, se sentiría fatal.De pronto, llegó un mensaje, tenía consigo una fotografía.«Mónica no está bien, es su segundo día sin querer comer, Jorge, tuvo hemorragias nasales, el doctor le hizo ayer una trasfusión de plaquetas, si tienes compasión, ven a verla. Chantal»El mensaje se acompañaba de una fotografía de Mónica llorando, y se lograban apreciar pañuelos cubiertos d
Mariza estaba recostada, las luces apagadas y solo una tenue luz se colaba por la ventana, cuando escuchó que su teléfono móvil vibró.Se levantó y lo tomó, cuando leyó el mensaje sintió que la sangre se fue a los pies, sus ojos se volvieron llorosos.«¡Qué estúpida! ¿Por qué pensé que no pasaba nada entre ellos? Claro que pasa, claro que son amantes, a él ni le ha importado que ella sea una… ¡Basuras los dos! Les odio, no puedo seguir en esto, debo hacer un plan, no voy a terminar en un matrimonio absurdo, sin amor, siendo humillada, solo por un lugar en la sociedad y una vida cómoda, que seguro puedo obtener yo sola», pensó con rabia.Al día siguiente.Jorge se despertó desesperado, miró alrededor, Mónica estaba sonriente, acariciando su rostro.—Duerme, cariño, ayer fuiste tan encantador cuando hicimos el amor.—¿Encantador?Él se levantó, miró su ropa, solo la camisa no estaba, pero su pantalón y bragueta estaban cerrados.—Ayer no pasó nada, Mónica, ¿Por qué intentas hacerme creer
—¿Jorge? ¿Qué haces aquí??El hombre se abalanzó contra ese sujetó, lo tomó del cuello de la camisa, estuvo por golpearlo, el hombre suplicaba porque no lo hiciera.Mariza intervino.—¡¿Qué crees que haces seduciendo a mi mujer?!—¡Basta! —exclamó Mariza, consiguió que soltara al hombre, ella se interpuso entre los dos.—¡¿Qué crees que haces, Mariza?! ¡Quítate de mi camino, o te quitó! —bramó como una fiera rabiosaMariza le dio una fuerte bofetada que lo dejó perplejo.El golpe fue suficiente para que Jorge volviera a la realidad, la miró con un tormento en sus ojos.—¿Quieres quedarte con él? ¡Quédate con él! No serás la primera mujerzuela que elige la basura.Mariza le miró con furia, no dijo nada más, y él pudo ver que la había lastimado.Jorge dio la vuelta, iba a irse, excepto que pensó que ella iría detrás de él, saber que se quedaba ahí fue un gran golpe a su ego, algo que no pudo soportar, fue por ella.—Nos vamos —dijo tomando su mano, ella la soltó, él la cargó a su hombro
Al día siguiente.Mariza estaba lista, sabía que Jorge la esperaba para ir a la fiesta de aniversario del Emporio Santalla.La mujer bajó la escalera, observó el rostro de Jorge al verla, la forma en que la admiraba la hizo sentir estremecer, pero quiso ignorarlo.«Es tan hermosa, que cualquier hombre podría ser feliz por tenerla, ¿Por qué no lo vi antes?», pensó—¿Estás lista?Ella asintió.Al llegar al lujoso salón, saludaron a todo el mundo.Sylvia miraba a Jorge y a Mariza con antipatía.—Espero que estés lista para dar el discurso en favor de tu marido.Mariza miró a Jorge con nervios.—Si no quieres, no estás obligada —dijo él.—¿Y esta es la buena esposa que te conseguiste, Jorge? —exclamó la mujer con desdénJorge miró a Sylvia con rabia, no dijo nada más.La fiesta continuó, Jorge le pidió a Mariza bailar.Ella quería negarse, pero no tuvo alternativa, las miradas estaban en los dos, ella pudo escuchar como algunas personas murmuraban sobre ellos.Bailaron al ritmo de una suav
Jorge conducía el auto a toda prisa, quería llegar a casa, mucho antes que su propio padre, porque Sylvia le había llamado para decirle que su padre Jerónimo quería hablar con Mariza, pues estaba molesto por su actitud en el evento.Él ahora tenía más temor de que le hicieran algo a Mariza que provocara más resentimiento contra él. Jorge no podía soportarlo.***Mariza alistaba sus maletas, cuando escuchó que llamaron a la puerta.Escuchó que la empleada abrió.Pronto, la misma empleada fue a la habitación. La mujer se sorprendió al ver la maleta de la mujer.—Señora, sus suegros están en el salón, quieren verla de inmediato.Mariza lanzó un suspiro. Estaba nerviosa.Sin embargo, se armó de valor y bajó la escalera para encontrarse con ellos en el salón principal.Al verla, Jerónimo se levantó del sofá.—¡Mariza, no puedes hacernos esto! ¿Sabes sobre nuestra reputación? La familia no podrá enfrentar el escándalo por el divorcio, por favor, no te divorcies de mi hijo.—Yo… lo siento muc
Enrique intentó detener a Jorge, antes de que cometiera una locura. Jorge golpeó el rostro de Enrique, escuchó los gritos de su padre.—¡Deténganse!Mientras Sylvia ayudaba a su hijo para que se levantara del suelo.—¡Por favor, paren con esto! —gritó asustada al ver la sangre en la nariz de su hijo.—Son un par de traidores, pero tú, Enrique, eres lo peor. ¿Por qué enredarte con esta mujer? ¿Qué ganabas? Ah, ya, ¿sentirte un poco como yo?—¡Cállate! —gritó Enrique.Mónica estaba de rodillas, sollozando.—¡Perdóname, Jorge, él me obligó! Me dijo que si no lo hacía iba a perjudicarte…Jorge miró a esa mujer tal y como era. No creía más en ella.—¡Eres una porquería, Mónica Flores! Tu enfermedad, tu arrepentimiento, toda tú eres la peor de las mentiras. No quiero volver a verte, por lo que me resto de vida.La mujer lloraba aún de rodillas.Jorge dio la vuelta, se fue de ahí.Jerónimo miró a Enrique con gran decepción.—Tú y tu hermano son ahora una completa decepción en mi vida. Recoge