—¡Suéltame! —gritó, él estrechó su cintura, ella le miró angustiada.
—¡Calma, esposita! ¿Qué es lo que quieres? —preguntó afianzando su agarre a la curva de su cintura—. Ah, ya sé, te voy a dar lo que quieres —dijo con osadía, y besó sus labios con prisa.
Mariza se asustó, él la besaba codicioso, con pasión, intentó alejarse, sus brazos fuertes la envolvían, sintió que sus agallas fallaban, su cuerpo cedía, ella lo amaba.
Cuando fue consciente, estaba recostada sobre la cama, Jorge estaba encima de ella.
—No, Jorge, aléjate…
—¿Por qué? —dijo él y detuvo el beso—. ¿No dijiste que me amabas? Estoy cumpliendo tus sueños salvajes.
Ella quiso alejarse, no pudo, él volvió a apresar sus labios.
Sus besos exigentes la sofocaban, los abandonó para reclamar la piel de su cuello.
El hombre dejó un camino húmedo en su piel, ardiente.
Jorge no pensaba, se abandonó a su deseo, le quitó el vestido, su piel pálida le gustaba y ese olor a rosas le fascinaba.
Estaba quemándose en ese cuerpo, como si fuera la primera, o la última vez, observó cómo Mariza se estremecía en sus brazos, arqueándose al ligero roce, siguió la caricia, torturándola.
Se quitó la ropa, ella se quedó quieta, admiró el cuerpo perfecto, Jorge sonrió al ver su cara de deseo.
—¿Me deseas?
Ella se quedó callada, su respiración la delataba, era rápida, estaba ahí, lista para él.
Se colocó encima de ella y la colmó de caricias.
Ella estaba dudosa, no sabía qué decir, tenía miedo y confusión, él la derretía con sus caricias.
—¿Quieres que te haga mía?
—Por favor, Jorge... —gritó poseída por el deseo.
Jorge sintió como si aquello fuera una orden, fueron uno solo, sintió como sus uñas se clavaban en su espalda, ella lanzó un quejido de dolor, que rápido se desvaneció; notó que poco a poco, con cada movimiento, su voz sonaba como una hermosa melodía de satisfacción.
—¿Te gusta?
Ella acunó su rostro y lo besó con ardor.
—¡Te amo, Jorge…! —dijo al romper el beso, estaba fuera de sí, dominada por la pasión.
Eso lo sorprendió, sonrió, era la primera vez que una mujer decía algo así en la intimidad.
—¡Oh, Mariza! —exclamó embistiéndola con rapidez, una corriente de calor y frío lo invadió.
Sus cuerpos se estremecieron de placer al llegar al éxtasis.
Él se recostó a su lado, su cuerpo estaba cansado, el sueño lo invadió, en minutos se durmió.
Mariza lo observó, tocó su rostro.
«¿Es así como se siente el amor? Es como estar en las nubes, y no pensar más que en este momento»
Jorge abrió los ojos, la abrazó a su pecho, y se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente.
Él abrió los ojos, observó a la mujer a su lado, se quedó perplejo, los recuerdos vinieron a él como un torbellino.
Podía recordar cada caricia y beso que se dieron.
«No debí hacerlo, ha sido un gran error. Ella espera amor, o tal vez miente, pero… al final voy a terminar creando una gran confusión, no debí hacerla mía», pensó
Su teléfono resonó.
Ella se movió entre las mantas, abrió los ojos cuando escuchó que él tomaba la llamada.
Mariza se envolvió en una manta, se levantó detrás de él, pudo escuchar lo que hablaba, se quedó congelada.
—Hola.
—¡Voy a morir, Jorge!
—¿Qué dices, Mónica? No digas tonterías —espetó
—Es verdad, voy a morir, ¿me amaste, aunque sea un poquito?
—Claro que te amo, no digas tonterías, ¿qué está pasando?
—Tengo cáncer, Jorge, ¡voy a morir! Ven rápido, por favor, te necesito.
—¡¿Qué?! —exclamó, colgó la llamada, luego de decir que iría de inmediato,
Cuando se giró, miró a Mariza, quien lo veía con ojos decepcionados, severos y llorosos.Él negó.
—No llores.
—¿Qué fue esto? ¿Qué fue?
Él hundió la mirada, negó.
—Yo no te obligué, esto solo fue sexo, un desliz y nada más, sabías perfectamente mis sentimientos, sabías el riesgo que corrías, Mariza.
Ella abofeteó su rostro, él se quedó perplejo.
—¡Te odio! Eres alguien ruin, juro que un día pagarás por esto, tendrás una mala vida, te recordaré este día, me burlaré de ti.
Ella lo empujó, corrió al baño, se encerró con llave.
Jorge tocó su mejilla que dolía, miró la cama, sus ojos se abrieron enormes, observó pequeñas manchas rojas en las sábanas blancas.
«He sido el peor de los hombres con Mariza, ahora me odia más», pensó
Su teléfono volvió a resonar, respiró profundo, se vistió deprisa, se fue de ahí.
Mariza sollozó en el baño.«Soy una imbécil, no debí dejar que la pasión nublara mi mente, la verdad es que lo amo, que fui débil, estoy enamorada y cedí ante él, pero ¿dónde demonios se ha ido mi dignidad? ¡Ha sido mi peor error! Pero, es la última vez, ahora todo lo que haré será acabar con este maldito matrimonio, no me iré con las manos vacías, debo encontrar la forma de conseguir dinero para saber de mi hermana, y estudiar, para poder trabajar por mí misma», pensó.Su padre era tan machista que nunca dejó que sus hijas estudiaran la universidad, Mariza solo logró estudiar el colegio y hacer algunos pequeños cursos de marketing, y computación, su padre se negó a pagarle nada más, tampoco la dejó trabajar.Cuando Jorge llegó al departamento de Mónica, ella lloraba sin parar, Chantal estaba a su lado, ella también lloraba.—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó con angustiaMónica miró su rostro.—Fui a unos análisis médicos, Jorge, ¡tengo leucemia! Estoy muriendo.Ella se abrazó a él.Jo
Mariza se levantó de la mesa, se alejó.Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.—¿A dónde quiero ir?Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No
——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo
Jorge estaba en la empresa, terminó la última junta, fue directo a su oficina, su mejor amigo Bernardo fue tras él.—¿Sabes que Diego inauguró un nuevo restaurante? ¿Qué tal si vamos a cenar ahí? Llevaré a Solange, lleva a tu esposa, ellas se llevan bien.Jorge lo pensó.—Bueno, ¿a qué hora estarán ahí?Bernardo miró su reloj.—Siete de la noche, ¿te parece?—Déjame hablar con Mariza, y te confirmó.—Vale.Bernardo se fue.Jorge estaba por llamar a Mariza, cuando Mónica llamó, él no le respondió, llevaba toda la semana sin responder a las llamadas o mensajes de la mujer, no quería hablar con ella, sentía que, si lo hacía, se sentiría fatal.De pronto, llegó un mensaje, tenía consigo una fotografía.«Mónica no está bien, es su segundo día sin querer comer, Jorge, tuvo hemorragias nasales, el doctor le hizo ayer una trasfusión de plaquetas, si tienes compasión, ven a verla. Chantal»El mensaje se acompañaba de una fotografía de Mónica llorando, y se lograban apreciar pañuelos cubiertos d
Mariza estaba recostada, las luces apagadas y solo una tenue luz se colaba por la ventana, cuando escuchó que su teléfono móvil vibró.Se levantó y lo tomó, cuando leyó el mensaje sintió que la sangre se fue a los pies, sus ojos se volvieron llorosos.«¡Qué estúpida! ¿Por qué pensé que no pasaba nada entre ellos? Claro que pasa, claro que son amantes, a él ni le ha importado que ella sea una… ¡Basuras los dos! Les odio, no puedo seguir en esto, debo hacer un plan, no voy a terminar en un matrimonio absurdo, sin amor, siendo humillada, solo por un lugar en la sociedad y una vida cómoda, que seguro puedo obtener yo sola», pensó con rabia.Al día siguiente.Jorge se despertó desesperado, miró alrededor, Mónica estaba sonriente, acariciando su rostro.—Duerme, cariño, ayer fuiste tan encantador cuando hicimos el amor.—¿Encantador?Él se levantó, miró su ropa, solo la camisa no estaba, pero su pantalón y bragueta estaban cerrados.—Ayer no pasó nada, Mónica, ¿Por qué intentas hacerme creer
—¿Jorge? ¿Qué haces aquí??El hombre se abalanzó contra ese sujetó, lo tomó del cuello de la camisa, estuvo por golpearlo, el hombre suplicaba porque no lo hiciera.Mariza intervino.—¡¿Qué crees que haces seduciendo a mi mujer?!—¡Basta! —exclamó Mariza, consiguió que soltara al hombre, ella se interpuso entre los dos.—¡¿Qué crees que haces, Mariza?! ¡Quítate de mi camino, o te quitó! —bramó como una fiera rabiosaMariza le dio una fuerte bofetada que lo dejó perplejo.El golpe fue suficiente para que Jorge volviera a la realidad, la miró con un tormento en sus ojos.—¿Quieres quedarte con él? ¡Quédate con él! No serás la primera mujerzuela que elige la basura.Mariza le miró con furia, no dijo nada más, y él pudo ver que la había lastimado.Jorge dio la vuelta, iba a irse, excepto que pensó que ella iría detrás de él, saber que se quedaba ahí fue un gran golpe a su ego, algo que no pudo soportar, fue por ella.—Nos vamos —dijo tomando su mano, ella la soltó, él la cargó a su hombro
Al día siguiente.Mariza estaba lista, sabía que Jorge la esperaba para ir a la fiesta de aniversario del Emporio Santalla.La mujer bajó la escalera, observó el rostro de Jorge al verla, la forma en que la admiraba la hizo sentir estremecer, pero quiso ignorarlo.«Es tan hermosa, que cualquier hombre podría ser feliz por tenerla, ¿Por qué no lo vi antes?», pensó—¿Estás lista?Ella asintió.Al llegar al lujoso salón, saludaron a todo el mundo.Sylvia miraba a Jorge y a Mariza con antipatía.—Espero que estés lista para dar el discurso en favor de tu marido.Mariza miró a Jorge con nervios.—Si no quieres, no estás obligada —dijo él.—¿Y esta es la buena esposa que te conseguiste, Jorge? —exclamó la mujer con desdénJorge miró a Sylvia con rabia, no dijo nada más.La fiesta continuó, Jorge le pidió a Mariza bailar.Ella quería negarse, pero no tuvo alternativa, las miradas estaban en los dos, ella pudo escuchar como algunas personas murmuraban sobre ellos.Bailaron al ritmo de una suav