—¿Qué haces aquí, querida esposa? ¿Te golpeó la puerta al salir?
Mariza hundió la mirada.
—Yo no sabía que mi padre recibió dinero…
Jorge se echó a reír a carcajadas.
—¿Así que esta es tu mejor treta? ¿Mentir?
—No estoy mintiendo, en comparación con tu querida zorra, yo no miento.
Jorge la tomó del brazo con rabia.
—¡¿Qué has dicho?!
Mariza se asustó, él ya estaba ebrio, lo sintió tan cerca de su cuerpo.
—Al menos a ella la dejé, ¿por qué debería estar casado con una cazafortunas como tú?
Ella intentó manotear, Jorge estrechó más su cintura contra él, miró sus ojos verdes, se acercó a ella.
—¡Aléjate! Divórciate de mí, haz lo que quieras si no me crees, yo sé la verdad, tu fortuna no me interesa.
—¿No? Entonces, dime, ¿por qué te casaste conmigo?
Ella titubeó.
—¡¿Por qué?!
—¡Porque te amo! —exclamó por impulso, al instante se sintió tonta por lo que dijo.
Los ojos de Jorge se abrieron enormes.
—¿Me amas? —preguntó, miró su rostro, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas que se aferraban a no rodar por sus mejillas, sus pestañas temblaban como alas de mariposas.
Jorge sonrió al ver lo hermosa que era, parecía tan dulce, tierna, sin malicia.
Sintió como su cuerpo reaccionaba a ella, besó sus labios sin pensar, la llevó hasta la cama.
Cuando ella quiso detenerlo, no pudo, había una pasión desatada en sus ojos lujuriosos, y ella no pudo escapar, lo amaba, sí, era su primer y único amor.
Sintió su dulce beso, se las ingenió para que su boca se abriera, y entonces su lengua pudo acariciarla, el beso apremió hasta dejarla sin aliento, solo se detuvo cuando un claro gemido se liberó.
Ella estaba recostada en la cama, él, encima de ella, observó su dulce rostro.
«Es la mujer más hermosa que he conocido, sí, es hermosa, podría simplemente poseer su cuerpo, perderme en sus labios, ¿y de qué serviría? No estoy limpio, ni mi mente, ni mi corazón están limpios para ella, dijo que me amaba, ¿qué clase de amor le voy a dar? No debo…», pensó
Se alejó de ella, arregló su traje, había una decepción inmensa en los ojos de Mariza.
—¿Es por ella? ¿Los rumores son verdad? Mi marido ama a otra mujer, ¿es cierto?
Él la miró con ojos severos, hundió la mirada.
—Ya basta, estas son las reglas del juego; ante el mundo entero, incluyendo a nuestros padres y familiares, somos la pareja perfecta, al cerrar la puerta, cada uno puede vivir como quiera, ¿estás de acuerdo?
—¿Qué gano yo con eso?
—Supongo que, si volviste, fue porque tu padre te aclaró que esto es un gran acuerdo financiero, si no lo quieres, solo firma el divorcio, pero también me encargaré de que el contrato comercial con tu familia se anule para siempre.
Ella hundió la mirada, pudo ver él titubeó en su rostro, la frustración en sus manos en un puño.
—Decídete, niña.
El teléfono de Jorge sonó, él respondió.
—¿Qué quieres ahora? Dije que me dejaras… ¡¿Qué?! ¿Qué le pasó? ¡Dios mío! Voy para allá.
Colgó la llamada, sus ojos se encontraron con los de Mariza
—¿Así que te irás en la luna de miel con ella?
—¡Mónica intentó… está mal! Y ella me importa, entiéndelo, y si no lo entiendes, entonces divórciate, si no, acepta el maldito trato, déjame en paz.
El hombre salió de la habitación.
Mariza no pudo detenerlo, sintió como si le hubiesen arrancado el corazón, se sentó al borde de la cama, sus ojos se volvieron llorosos, rompió en llanto.
—Jorge, pensé que me amarías, que por fin algo bueno me pasaba en la vida, pero no es así, solo fuiste un espejismo…
En el hospital.
Jorge llegó, encontró a la amiga de Mónica en el pasillo.
—¡Jorge! Qué bueno que viniste, ella está tan mal.
—¿Qué le pasó?
—¡Quiso cortarse las venas! Llegué justo a tiempo.
Él hundió la mirada.
Fue hasta la habitación, sintió su corazón, estremecer, verla así, tan pálida y frágil en la camilla, arrugó su corazón.
Mónica abrió los ojos.
—¡Jorge, viniste! —exclamó sollozando
Él bajó la mirada, quiso sentirse de nuevo cómodo.
«Sí, quiero protegerla, abrazarla, que nada le haga daño, pero sigo sintiendo esto en mi corazón, como un muro que se ha formado entre los dos, como si no pudiese atravesarlo y no soy capaz de amarla como antes», pensó.
—¿Por qué lo hiciste?
—¡Porque te amo!
Jorge recordó las palabras de Mariza, ella dijo las mismas palabras, pero en aquellos ojos verdes vio algo que no veía en Mónica, era una dulzura, algo limpio, real, recordó ese beso, incluso tocó sus labios por instinto.
—¿No me crees?
Mónica lo devolvió a la realidad, él asintió.
—No vuelvas a herirte, duerme.
—¿Te quedarás conmigo?
Jorge respiró.
—No dejaré a mi esposa por ti. —La mujer chilló
—¿Por qué me haces esto?
—He hecho mucho por ti, incluso iba a casarme contigo, pero no más, lo arruinaste, Mónica, estoy aquí porque me das lástima, debes ganarte mi perdón.
La mujer lloró en silencio.
Jorge salió de la habitación, lo recordó todo.
«Flashback:
—¡No voy a casarme con Mariza Faucher, ya te lo dije Sylvia, amo a Mónica Flores, y es mi única respuesta!
—¡Eres un tonto! Ella es una mujerzuela, es una prostituta, pregúntalo a tus amigos, ¿por qué crees que se alejaron todos de ti? Ella cobra por favores íntimos, ¡pagarás caro haber caído en sus redes! ¡Jorge! Si la gente lo sabe, seremos el hazmerreír.
—¡Mientes porque me odias!
Sylvia, su madrastra rio.
—No necesito destruir tu vida, tú lo has hecho por tu propia mano.
Jorge salió de la mansión Santalla subió al auto, y fue al departamento de Mónica.
Iba a tocar la puerta, pero conocía la clave para entrar, abrió la puerta, apenas lo hizo, unos sonidos eróticos emergieron del lugar, lo que le provocó un escalofrío.
Sintió rabia.
Corrió rápido como pudo, abrió la puerta, vio a Mónica desnuda, sentada a horcajadas sobre ese hombre.
—¡Mónica! —gritó con rabia, vio todo rojo, golpeó a ese hombre y a ella la empujó lejos de él.
—¡No hice nada! ¿Qué es lo que pasa? ¡Pague por este servicio, ella es solo una prostituta! —dijo el hombre.
Esas palabras lo enloquecieron, miró a Mónica con gran decepción, ella cayó a sus pies.
—¡Perdóname, Jorge!»
Al día siguiente. Mariza despertó, se levantó de la cama, se miró al espejo, sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más. Luego rio como si estuviese loca. —¡Vaya novia absurda! Se quitó el vestido, sintió tanta rabia, que tomó unas tijeras del cajón, lo cortó, se sentía decepcionada, fue a darse un largo baño, se vistió. Salió de ahí, y buscó en la maleta de Jorge Santalla, entonces sonrió al verla, era una tarjeta de crédito, la llevó consigo. En el hospital. Jorge pagó la cuenta del hospital, el doctor dio la orden para que Mónica saliera, siempre que estuviese guardando reposo en casa. De pronto, Jorge recibió muchas notificaciones de transacciones bancarias. «Compra por diez mil pesos» «Compra por veintidós mil pesos» «Compra por cincuenta mil pesos» Se quedó perplejo, pensó si le habían robado la tarjeta, notó que solo llevaba consigo una tarjeta de crédito, la cartera estaba íntegra en casa. —¿Será posible…? —murmuró Vio a Mónica junto a su amiga Chantal. —¿Me ll
Días después, era el aniversario de la empresa, Mariza quiso negarse a ir, pero no tuvo mayor excusa, menos cuando su madre la llamó para exigirle que fuera. Se miró al espejo, llevaba un vestido color celeste, estaba ansiosa, no sabía si se llevaría bien con Jorge, desde hace días no se hablaban, ni siquiera se miraban a la cara. Bajó la escalera. Él ya la esperaba atento. Cuando él alzó la vista, sus ojos azules se abrieron enormes, y tragó saliva. «Es tan hermosa, es la mujer más bella que he visto», pensó. Ella se reflejó en sus ojos, respiró profundo que él no se dio cuenta. —¿Estás listo? Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo ella, él asintió. Subieron al auto. Al llegar al salón, saludaron a muchas personas, algunos estaban sorprendidos de que no hubiesen ido de luna de miel. Mariza se sintió harta de toda esa gente, fue al cuarto de baño, se sentía como un pez fuera del agua. Fue ahí que encontró Valeria, la esposa del medio hermano de Jorge. —Es una lástima que tú
—¡Suéltame! —gritó, él estrechó su cintura, ella le miró angustiada. —¡Calma, esposita! ¿Qué es lo que quieres? —preguntó afianzando su agarre a la curva de su cintura—. Ah, ya sé, te voy a dar lo que quieres —dijo con osadía, y besó sus labios con prisa. Mariza se asustó, él la besaba codicioso, con pasión, intentó alejarse, sus brazos fuertes la envolvían, sintió que sus agallas fallaban, su cuerpo cedía, ella lo amaba. Cuando fue consciente, estaba recostada sobre la cama, Jorge estaba encima de ella. —No, Jorge, aléjate… —¿Por qué? —dijo él y detuvo el beso—. ¿No dijiste que me amabas? Estoy cumpliendo tus sueños salvajes. Ella quiso alejarse, no pudo, él volvió a apresar sus labios. Sus besos exigentes la sofocaban, los abandonó para reclamar la piel de su cuello. El hombre dejó un camino húmedo en su piel, ardiente. Jorge no pensaba, se abandonó a su deseo, le quitó el vestido, su piel pálida le gustaba y ese olor a rosas le fascinaba. Estaba quemándose en ese cuerpo,
Mariza sollozó en el baño.«Soy una imbécil, no debí dejar que la pasión nublara mi mente, la verdad es que lo amo, que fui débil, estoy enamorada y cedí ante él, pero ¿dónde demonios se ha ido mi dignidad? ¡Ha sido mi peor error! Pero, es la última vez, ahora todo lo que haré será acabar con este maldito matrimonio, no me iré con las manos vacías, debo encontrar la forma de conseguir dinero para saber de mi hermana, y estudiar, para poder trabajar por mí misma», pensó.Su padre era tan machista que nunca dejó que sus hijas estudiaran la universidad, Mariza solo logró estudiar el colegio y hacer algunos pequeños cursos de marketing, y computación, su padre se negó a pagarle nada más, tampoco la dejó trabajar.Cuando Jorge llegó al departamento de Mónica, ella lloraba sin parar, Chantal estaba a su lado, ella también lloraba.—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó con angustiaMónica miró su rostro.—Fui a unos análisis médicos, Jorge, ¡tengo leucemia! Estoy muriendo.Ella se abrazó a él.Jo
Mariza se levantó de la mesa, se alejó.Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.—¿A dónde quiero ir?Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No
——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo
Jorge estaba en la empresa, terminó la última junta, fue directo a su oficina, su mejor amigo Bernardo fue tras él.—¿Sabes que Diego inauguró un nuevo restaurante? ¿Qué tal si vamos a cenar ahí? Llevaré a Solange, lleva a tu esposa, ellas se llevan bien.Jorge lo pensó.—Bueno, ¿a qué hora estarán ahí?Bernardo miró su reloj.—Siete de la noche, ¿te parece?—Déjame hablar con Mariza, y te confirmó.—Vale.Bernardo se fue.Jorge estaba por llamar a Mariza, cuando Mónica llamó, él no le respondió, llevaba toda la semana sin responder a las llamadas o mensajes de la mujer, no quería hablar con ella, sentía que, si lo hacía, se sentiría fatal.De pronto, llegó un mensaje, tenía consigo una fotografía.«Mónica no está bien, es su segundo día sin querer comer, Jorge, tuvo hemorragias nasales, el doctor le hizo ayer una trasfusión de plaquetas, si tienes compasión, ven a verla. Chantal»El mensaje se acompañaba de una fotografía de Mónica llorando, y se lograban apreciar pañuelos cubiertos d