Vestida de novia, observaba por la ventana, era de noche, abrió ligeramente el cristal, el sonido del viento como de aquellas voces se grabaron en sus oídos.
Mariza se había casado con Jorge Santalla hace unas horas, y estaban en su nueva residencia cuando esa mujer llegó a tocar su puerta, la conocía, solo de nombre, era Mónica Flores, los rumores apuntaban a que era la exnovia de su ahora marido.
—¡¿Y qué debía hacer?! ¡Me engañaste Mónica!
—¡Yo no quería engañarte! —exclamó la mujer en el jardín frente a ese hombre que vestía un esmoquin con aquel botonier—; tenía vergüenza de mi pasado, amor —ella quiso tocar su rostro.
Él se deshizo de su agarre.
—¿Cuándo ibas a sentirte avergonzada? ¡Nunca dejaste de trabajar como una… ni siquiera porque ya eres mía! ¿Te faltaba dinero? ¿Por qué no me lo pediste?
La mujer hundió la mirada.
—¡Nunca serás feliz con ella! No la amas, solo me amas a mí, ¡díselo! Grítale que cuando la besas, piensas en mí.
—¡Cállate! No voy a perdonarte, ahora vete, solo vete…
—¿De verdad quieres eso? —exclamó, ella acunó su rostro, intentó besarlo.
Él la rechazó, pero el corazón de Mariza estaba temblando, no hacía ni un ruido, pero lo veía todo.
—Vete, se acabó.
Mónica sollozó.
—Jorge, yo te amo, ¿me olvidaste por tu muñequita de porcelana? Dime, ¿me olvidaste? ¿Ahora la amas a ella?
Jorge tenía la mirada sobre esa mujer, se sintió dominado por su lujuriosa pasión, por sus labios carmesí, estuvo a punto de besarla, se detuvo, miró hacia la ventana, ella estaba ahí, sus ojos la miraron con horror, se alejó.
«No puedo, creí que Mónica sería la mujer que querría por siempre, no puedo olvidarlo, me traicionó, es solo una vil mujerzuela»
—¡Vete, ya te olvidé!
Mónica cayó a sus pies, sollozó como una niña pequeña.
Mariza tuvo suficiente, bajó las escaleras tan rápido como pudo, llegó hasta ahí.
—¡No tienes dignidad, mujer! ¿No te han rechazado lo suficiente?
—¡Jorge, la escuchas! Ella me insulta, mira lo cruel que es, ¡es una desgraciada mujer!
Mariza sintió su corazón empequeñecer, sintió la mirada feroz de Jorge contra ella, Mariza tomó su brazo.
—¡Haz que se vaya! ¿Me humillarás de esta forma?
Él quitó su agarre, como si ella lo quemara.
—Vete, Mónica, ahora mismo.
Mónica se levantó, Jorge tomó la mano de su esposa, la llevó adentro, cerró la puerta, aún escucharon el grito de Mónica frente a la puerta, sollozando.
Jorge cerró los ojos, su cabeza dolía.
—¿Por qué has permitido esto, Jorge?
Él la miró con rabia.
—¿Quién te has creído para decirme que hacer? No creas que no lo sé, no eres diferente a Mónica, sé por qué se dio este matrimonio, mejor reconócelo, ¿acaso no te vendiste como mi esposa por dinero?
Ella le miró con horror, golpeó su mejilla con una fuerte bofetada, Jorge se quedó perplejo, ninguna mujer, ni su difunta madre lo golpeó antes.
Él la tomó con fuerza del brazo.
—¿Acaso lo negarás?
—¡Lo niego! —exclamó con ojos llorosos—; y quédate con tu estúpido matrimonio, mañana mismo haré que lo anulen, no seré la esposa de un pobre idiota como tú.
Los ojos de Jorge se abrieron enormes, ella subió la escalera, se alejó de él.
Mariza llegó a su alcoba, sollozó sin control. Limpió sus lágrimas.
«No me quedaré en esto, ni siquiera porque lo amé con locura»
Recordó cuando lo conoció, era una fiesta de debutantes, hace tres años, entonces él estaba ahí acompañando a su prima, Jorge era el hombre más guapo que ella vio, y esos ojos azules la dominaron, ella lo amó desde ese primer momento, pero él nunca se dio cuenta.
Sus padres cayeron en la bancarrota, luego del escándalo de su hermana mayor, Perla, quien abandonó a su marido, y se suicidó meses después, eso fue terrible, los destruyó en la sociedad.
Nadie quiso ayudarlos, hasta que la familia Santalla les ayudó con una alianza comercial, pero hace unos meses, la madrastra de Jorge fue quien propuso a sus padres que Mariza se casara con Jorge, para ella fue como un sueño real, pero los rumores se pusieron en su contra, todos hablaban de una mujer de la vida galante que había hechizado el corazón del primogénito de los Santalla, ahora ella descubrió la verdad.
Volvió a la realidad y Jorge abrió la puerta, su mirada era severa.
—¿Qué? ¿Te vas a ir?
Ella le miró con rabia, tomó su valija, salió, no dijo nada más.
Jorge se quedó justo ahí.
Mariza salió de, sintió su corazón roto, subió al auto, manejó hasta su casa.
Al llegar, entró con su maleta, su padre salió del despacho en cuánto la vio, la empleada que le abrió la puerta estaba sorprendida de verla con el vestido de novia, y la maleta en la mano.
—Lleve mi maleta a mi habitación.
—¡No, claro que no! ¿Qué haces aquí, Mariza? Deberías estar con tu esposo.
—Padre…
Su padre Abel pidió a la sirvienta que se fuera, tomó el brazo de su hija, la obligó a ir a su despacho.
—¿Qué demonios te pasa? No puedes abandonar a tu esposo en plena noche de bodas, ¿qué pasó?
—¡Él no me ama, padre! Dice que soy una interesada, una mujerzuela que se vende por dinero, ¿por qué ha dicho eso?
Abel siseó.
—¡Ya basta! Escúchame muy bien, niña, te he mantenido durante veintidós años, ya no eres pequeña para que no lo entiendas, ¡claro que este matrimonio es por interés! ¿Acaso crees que Los Santalla nos han apoyado tanto estos años por nada? No, hay mucho dinero de por medio, y más te vale que vuelvas con tu esposo, no me hagas perder la paciencia, Mariza.
—¡No soy una moneda de cambio! ¡No soy una propiedad de la que te puedes deshacer o traspasar a otro hombre! ¿Te enteras?
Mariza lanzó un quejido al sentir esa bofetada en el rostro, chilló en el suelo.
—¡Estúpida mocosa! ¿Qué crees que haces?
Su madre entró, levantó a su hija del suelo, ella sollozó.
—Vamos, Mariza, debes volver con tu esposo.
—Madre, ¿por qué me tratan así?
—¡Vete, Mariza! Si no vuelves con tu esposo, aquí no volverás, estarás en la calle —dijo su padre
Mariza tomó su valija, las lágrimas rodaban por su rostro, salió de ahí, volvió al auto.
Condujo de vuelta a casa, odió tener que volver, sintió vergüenza, no tenía a donde más ir.
Al llegar, pensó en lo que haría.
«Hablaré con él, le diré la verdad, que no sabía nada de que mi familia recibiría dinero, él se divorciará de mí, no me importa nada más», pensó
Mariza subió a su alcoba, Jorge estaba bebiendo, levantó la vista, se sorprendió de verla ahí.
—Mira, ¿qué tenemos aquí? La esposa digna por fin volvió a casa —dijo con una sonrisa burlona.
—¿Qué haces aquí, querida esposa? ¿Te golpeó la puerta al salir? Mariza hundió la mirada. —Yo no sabía que mi padre recibió dinero… Jorge se echó a reír a carcajadas. —¿Así que esta es tu mejor treta? ¿Mentir? —No estoy mintiendo, en comparación con tu querida zorra, yo no miento. Jorge la tomó del brazo con rabia. —¡¿Qué has dicho?! Mariza se asustó, él ya estaba ebrio, lo sintió tan cerca de su cuerpo. —Al menos a ella la dejé, ¿por qué debería estar casado con una cazafortunas como tú? Ella intentó manotear, Jorge estrechó más su cintura contra él, miró sus ojos verdes, se acercó a ella. —¡Aléjate! Divórciate de mí, haz lo que quieras si no me crees, yo sé la verdad, tu fortuna no me interesa. —¿No? Entonces, dime, ¿por qué te casaste conmigo? Ella titubeó. —¡¿Por qué?! —¡Porque te amo! —exclamó por impulso, al instante se sintió tonta por lo que dijo. Los ojos de Jorge se abrieron enormes. —¿Me amas? —preguntó, miró su rostro, sus ojos estaban cubiertos de lágrima
Al día siguiente. Mariza despertó, se levantó de la cama, se miró al espejo, sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más. Luego rio como si estuviese loca. —¡Vaya novia absurda! Se quitó el vestido, sintió tanta rabia, que tomó unas tijeras del cajón, lo cortó, se sentía decepcionada, fue a darse un largo baño, se vistió. Salió de ahí, y buscó en la maleta de Jorge Santalla, entonces sonrió al verla, era una tarjeta de crédito, la llevó consigo. En el hospital. Jorge pagó la cuenta del hospital, el doctor dio la orden para que Mónica saliera, siempre que estuviese guardando reposo en casa. De pronto, Jorge recibió muchas notificaciones de transacciones bancarias. «Compra por diez mil pesos» «Compra por veintidós mil pesos» «Compra por cincuenta mil pesos» Se quedó perplejo, pensó si le habían robado la tarjeta, notó que solo llevaba consigo una tarjeta de crédito, la cartera estaba íntegra en casa. —¿Será posible…? —murmuró Vio a Mónica junto a su amiga Chantal. —¿Me ll
Días después, era el aniversario de la empresa, Mariza quiso negarse a ir, pero no tuvo mayor excusa, menos cuando su madre la llamó para exigirle que fuera. Se miró al espejo, llevaba un vestido color celeste, estaba ansiosa, no sabía si se llevaría bien con Jorge, desde hace días no se hablaban, ni siquiera se miraban a la cara. Bajó la escalera. Él ya la esperaba atento. Cuando él alzó la vista, sus ojos azules se abrieron enormes, y tragó saliva. «Es tan hermosa, es la mujer más bella que he visto», pensó. Ella se reflejó en sus ojos, respiró profundo que él no se dio cuenta. —¿Estás listo? Debemos irnos o llegaremos tarde —dijo ella, él asintió. Subieron al auto. Al llegar al salón, saludaron a muchas personas, algunos estaban sorprendidos de que no hubiesen ido de luna de miel. Mariza se sintió harta de toda esa gente, fue al cuarto de baño, se sentía como un pez fuera del agua. Fue ahí que encontró Valeria, la esposa del medio hermano de Jorge. —Es una lástima que tú
—¡Suéltame! —gritó, él estrechó su cintura, ella le miró angustiada. —¡Calma, esposita! ¿Qué es lo que quieres? —preguntó afianzando su agarre a la curva de su cintura—. Ah, ya sé, te voy a dar lo que quieres —dijo con osadía, y besó sus labios con prisa. Mariza se asustó, él la besaba codicioso, con pasión, intentó alejarse, sus brazos fuertes la envolvían, sintió que sus agallas fallaban, su cuerpo cedía, ella lo amaba. Cuando fue consciente, estaba recostada sobre la cama, Jorge estaba encima de ella. —No, Jorge, aléjate… —¿Por qué? —dijo él y detuvo el beso—. ¿No dijiste que me amabas? Estoy cumpliendo tus sueños salvajes. Ella quiso alejarse, no pudo, él volvió a apresar sus labios. Sus besos exigentes la sofocaban, los abandonó para reclamar la piel de su cuello. El hombre dejó un camino húmedo en su piel, ardiente. Jorge no pensaba, se abandonó a su deseo, le quitó el vestido, su piel pálida le gustaba y ese olor a rosas le fascinaba. Estaba quemándose en ese cuerpo,
Mariza sollozó en el baño.«Soy una imbécil, no debí dejar que la pasión nublara mi mente, la verdad es que lo amo, que fui débil, estoy enamorada y cedí ante él, pero ¿dónde demonios se ha ido mi dignidad? ¡Ha sido mi peor error! Pero, es la última vez, ahora todo lo que haré será acabar con este maldito matrimonio, no me iré con las manos vacías, debo encontrar la forma de conseguir dinero para saber de mi hermana, y estudiar, para poder trabajar por mí misma», pensó.Su padre era tan machista que nunca dejó que sus hijas estudiaran la universidad, Mariza solo logró estudiar el colegio y hacer algunos pequeños cursos de marketing, y computación, su padre se negó a pagarle nada más, tampoco la dejó trabajar.Cuando Jorge llegó al departamento de Mónica, ella lloraba sin parar, Chantal estaba a su lado, ella también lloraba.—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó con angustiaMónica miró su rostro.—Fui a unos análisis médicos, Jorge, ¡tengo leucemia! Estoy muriendo.Ella se abrazó a él.Jo
Mariza se levantó de la mesa, se alejó.Jorge tocó el puente de su nariz con desesperación.—Perdóname, Mariza, no quería lastimarte así… ¡Maldita sea! —murmuró, quiso ir y decírselo, no fue capaz.Mariza estaba en su alcoba, escuchó el ruido de un auto, se asomó por la ventana, lo vio salir de la casa.—Vuelve con ella —musitó con los ojos cubiertos de lágrimas—. ¿De verdad estará muriendo? Nadie jugaría con algo tan cruel, pero… siento que no es real.Jorge manejaba sin rumbo, en la oscura noche, no había un lugar a donde ir.Se detuvo en plena carretera, cuando supo que no había otro lugar al que ir, quería volver.—¿A dónde quiero ir?Recordó a Mariza, sus besos, sus caricias, todos esos recuerdos volvieron a él.—¿Qué está pasando conmigo? Sé que, Mónica es importante, ella y yo llevamos tantos años juntos, cuatro, ¿cinco años? Luchamos por un amor que parecía prohibido, y al final, ella falló, me arruinó. ¿Y Mariza? Ella solo es mi esposa de contrato, ¿por qué hicimos el amor? No
——¡Mariza! —exclamó Jorge, y sintió miedo.—¿Qué hace está aquí? —espetó Mariza con rabia.Los ojos de la mujer se empequeñecieron, se acercó a ella.—Está, tiene su nombre, ¿y tú que haces aquí?Mariza sintió que la ira cegaba su mente.—¿Qué hago aquí? Recuerda tu lugar, mujer, ¡soy la esposa!Mónica estalló en furia.—¿La escuchas, mi amor? ¡Mira cómo me humilla! ¡Eres nada para mí!—¡Ya basta, no peleen! —dijo Jorge—Y tú, para mí, solo eres la amante, una mujerzuela barata, que se aprovecha de un débil hombre como Jorge.—¡La has escuchado, Jorge! Eres cruel… —Mónica levantó la mano, intentó pegarle en la mejilla, pero Mariza sujetó su mano con fuerza.Mónica sollozó, asustada.—¡Jorge!—¡No pegues a Mónica, Mariza! Recuerda que está enferma, por favor…—Lo ves, eres mala, me quieres lastimar, yo tengo cáncer, estoy moribunda.Mariza puso ojos en blanco de fastidio, la soltó.—A mí no me importa si vives o mueres, pero no quiero ver tu expresión tonta, así que, o te vas o me voy.
Mariza se quedó perplejo, èl deliraba y la llamaba a ella, no a Mónica, eso hizo que su corazón retumbara con fuerza. «¿Qué dices? ¿Qué es lo que haces, Jorge? Estás a punto de acabar con mi cordura, el amor no duele, y tú me dueles, odio que te amo, Jorge», pensóAl día siguienteJorge abrió los ojos y vio a Mariza descansando en el sofá.Al principio frunció el ceño, una suave sonrisa apareció en sus labios.«Me cuidó, se quedó a mi lado sin importar su enojo, se preocupó por mí, ¿quién eres, Mariza? No te pareces a nadie que conocí»Ella abrió los ojos, lo observó.—¿Estás bien?Él asintió.—Creo que sí, será mejor que vayamos a casa, estás muy cansada.El doctor apareció, comenzó a revisarlo.—¿Cómo se siente? Me dijeron que tuvo una noche con mucha fiebre.—Ya estoy bien, doctor.—Bueno, haremos la resonancia, y después de eso, puede irse.Varias horas después, por fin, Jorge recibió el alta.Estaban por irse, cuando encontraron a Sylvia, Valeria y su padre Jerónimo.—Hijo, ¿cómo