Inicio / Romántica / Esposa, aún me perteneces / Capítulo 1: Una digna esposa
Esposa, aún me perteneces
Esposa, aún me perteneces
Por: J.D Anderson
Capítulo 1: Una digna esposa

Vestida de novia, observaba por la ventana, era de noche, abrió ligeramente el cristal, el sonido del viento como de aquellas voces se grabaron en sus oídos.

Mariza se había casado con Jorge Santalla hace unas horas, y estaban en su nueva residencia cuando esa mujer llegó a tocar su puerta, la conocía, solo de nombre, era Mónica Flores, los rumores apuntaban a que era la exnovia de su ahora marido.

—¡¿Y qué debía hacer?! ¡Me engañaste Mónica!

—¡Yo no quería engañarte! —exclamó la mujer en el jardín frente a ese hombre que vestía un esmoquin con aquel botonier—; tenía vergüenza de mi pasado, amor —ella quiso tocar su rostro.

Él se deshizo de su agarre.

—¿Cuándo ibas a sentirte avergonzada? ¡Nunca dejaste de trabajar como una… ni siquiera porque ya eres mía! ¿Te faltaba dinero? ¿Por qué no me lo pediste?

La mujer hundió la mirada.

—¡Nunca serás feliz con ella! No la amas, solo me amas a mí, ¡díselo! Grítale que cuando la besas, piensas en mí.

—¡Cállate! No voy a perdonarte, ahora vete, solo vete…

—¿De verdad quieres eso? —exclamó, ella acunó su rostro, intentó besarlo.

Él la rechazó, pero el corazón de Mariza estaba temblando, no hacía ni un ruido, pero lo veía todo.

—Vete, se acabó.

Mónica sollozó.

—Jorge, yo te amo, ¿me olvidaste por tu muñequita de porcelana? Dime, ¿me olvidaste? ¿Ahora la amas a ella?

Jorge tenía la mirada sobre esa mujer, se sintió dominado por su lujuriosa pasión, por sus labios carmesí, estuvo a punto de besarla, se detuvo, miró hacia la ventana, ella estaba ahí, sus ojos la miraron con horror, se alejó.

«No puedo, creí que Mónica sería la mujer que querría por siempre, no puedo olvidarlo, me traicionó, es solo una vil mujerzuela»

—¡Vete, ya te olvidé!

Mónica cayó a sus pies, sollozó como una niña pequeña.

Mariza tuvo suficiente, bajó las escaleras tan rápido como pudo, llegó hasta ahí.

—¡No tienes dignidad, mujer! ¿No te han rechazado lo suficiente?

—¡Jorge, la escuchas! Ella me insulta, mira lo cruel que es, ¡es una desgraciada mujer!

Mariza sintió su corazón empequeñecer, sintió la mirada feroz de Jorge contra ella, Mariza tomó su brazo.

—¡Haz que se vaya! ¿Me humillarás de esta forma?

Él quitó su agarre, como si ella lo quemara.

—Vete, Mónica, ahora mismo.

Mónica se levantó, Jorge tomó la mano de su esposa, la llevó adentro, cerró la puerta, aún escucharon el grito de Mónica frente a la puerta, sollozando.

Jorge cerró los ojos, su cabeza dolía.

—¿Por qué has permitido esto, Jorge?

Él la miró con rabia.

—¿Quién te has creído para decirme que hacer? No creas que no lo sé, no eres diferente a Mónica, sé por qué se dio este matrimonio, mejor reconócelo, ¿acaso no te vendiste como mi esposa por dinero?

Ella le miró con horror, golpeó su mejilla con una fuerte bofetada, Jorge se quedó perplejo, ninguna mujer, ni su difunta madre lo golpeó antes.

Él la tomó con fuerza del brazo.

—¿Acaso lo negarás?

—¡Lo niego! —exclamó con ojos llorosos—; y quédate con tu estúpido matrimonio, mañana mismo haré que lo anulen, no seré la esposa de un pobre idiota como tú.

Los ojos de Jorge se abrieron enormes, ella subió la escalera, se alejó de él.

Mariza llegó a su alcoba, sollozó sin control. Limpió sus lágrimas.

«No me quedaré en esto, ni siquiera porque lo amé con locura»

Recordó cuando lo conoció, era una fiesta de debutantes, hace tres años, entonces él estaba ahí acompañando a su prima, Jorge era el hombre más guapo que ella vio, y esos ojos azules la dominaron, ella lo amó desde ese primer momento, pero él nunca se dio cuenta.

Sus padres cayeron en la bancarrota, luego del escándalo de su hermana mayor, Perla, quien abandonó a su marido, y se suicidó meses después, eso fue terrible, los destruyó en la sociedad.

Nadie quiso ayudarlos, hasta que la familia Santalla les ayudó con una alianza comercial, pero hace unos meses, la madrastra de Jorge fue quien propuso a sus padres que Mariza se casara con Jorge, para ella fue como un sueño real, pero los rumores se pusieron en su contra, todos hablaban de una mujer de la vida galante que había hechizado el corazón del primogénito de los Santalla, ahora ella descubrió la verdad.

Volvió a la realidad y Jorge abrió la puerta, su mirada era severa.

—¿Qué? ¿Te vas a ir?

Ella le miró con rabia, tomó su valija, salió, no dijo nada más.

Jorge se quedó justo ahí.

Mariza salió de, sintió su corazón roto, subió al auto, manejó hasta su casa.

Al llegar, entró con su maleta, su padre salió del despacho en cuánto la vio, la empleada que le abrió la puerta estaba sorprendida de verla con el vestido de novia, y la maleta en la mano.

—Lleve mi maleta a mi habitación.

—¡No, claro que no! ¿Qué haces aquí, Mariza? Deberías estar con tu esposo.

—Padre…

Su padre Abel pidió a la sirvienta que se fuera, tomó el brazo de su hija, la obligó a ir a su despacho.

—¿Qué demonios te pasa? No puedes abandonar a tu esposo en plena noche de bodas, ¿qué pasó?

—¡Él no me ama, padre! Dice que soy una interesada, una mujerzuela que se vende por dinero, ¿por qué ha dicho eso?

Abel siseó.

—¡Ya basta! Escúchame muy bien, niña, te he mantenido durante veintidós años, ya no eres pequeña para que no lo entiendas, ¡claro que este matrimonio es por interés! ¿Acaso crees que Los Santalla nos han apoyado tanto estos años por nada? No, hay mucho dinero de por medio, y más te vale que vuelvas con tu esposo, no me hagas perder la paciencia, Mariza.

—¡No soy una moneda de cambio! ¡No soy una propiedad de la que te puedes deshacer o traspasar a otro hombre! ¿Te enteras?

Mariza lanzó un quejido al sentir esa bofetada en el rostro, chilló en el suelo.

—¡Estúpida mocosa! ¿Qué crees que haces?

Su madre entró, levantó a su hija del suelo, ella sollozó.

—Vamos, Mariza, debes volver con tu esposo.

—Madre, ¿por qué me tratan así?

—¡Vete, Mariza! Si no vuelves con tu esposo, aquí no volverás, estarás en la calle —dijo su padre

Mariza tomó su valija, las lágrimas rodaban por su rostro, salió de ahí, volvió al auto.

Condujo de vuelta a casa, odió tener que volver, sintió vergüenza, no tenía a donde más ir.

Al llegar, pensó en lo que haría.

«Hablaré con él, le diré la verdad, que no sabía nada de que mi familia recibiría dinero, él se divorciará de mí, no me importa nada más», pensó

Mariza subió a su alcoba, Jorge estaba bebiendo, levantó la vista, se sorprendió de verla ahí.

—Mira, ¿qué tenemos aquí? La esposa digna por fin volvió a casa —dijo con una sonrisa burlona.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo