—Dímelo tú —replicó su marido intentando no perder la compostura ante lo que él consideraba el cinismo de su esposa—. Mi viejo padre me odió toda su vida, no me quiso nunca, no importa cuando engañara a todos, las cosas fueron así. Me obligó a casarme contigo bajo la amenaza de que me desheredaría para dártelo todo y yo no soporté tantos años sus desplantes y maltratos solo para quedarme sin nada.
—Él dijo que tú lo habías pedido —corrigió la joven, quien para ese momento no entendía nada en absoluto—. Tu padre dijo que eras tú quien deseaba sentar cabeza y que me habías sugerido como potencial esposa.
—Qué estupidez, ¿por qué habría de desear como esposa a una usurpadora? ¡Mintió como siempre! —gritó enojado y ella retrocedió ante la furia de sus palabras—. Yo estaba con tu hermana y sabía que él nunca lo apoyaría, porque así era el cascarrabias, no aprobaba nada que yo quisiera, incluso si era bueno.
—Es que todo esto no tiene sentido. —Charlotte sollozó sin poder contenerse.
—Da igual como hayan sido las cosas —concluyó Maximilien —. Al final, tu hermana resultó una perra que se casó con otro creyendo que yo no tenía dinero. ¿Sabes que lo que más me repugna fue saber que el viejo tenía razón? Me dijo que mintiera a cualquier mujer sobre mi origen y que nadie me querría sin su apellido. Fue justo lo que hice y tu zorra hermana, se casó con otro creyendo que era un muerto de hambre.
—Ella nunca dijo que eras su pareja —aseguró temerosa—. Yo… yo no me habría casado contigo si lo hubiese sabido.
—Deja de mentir, eres igual de oportunista. No trates de engatusarme —Charlotte negó de manera repetitiva—. Me enfadé tanto con tu hermana por lo que hizo e incluso con mi padre por tener la razón y aun así me negué cuando el viejo me escribió para decirme que me casaría contigo o me olvidara de mi herencia, cuanto más hurgaba en las finanzas familiares, más comprendía que las dos, River y tú, eran iguales; tu firma en tantos retiros que iban a parar a una cuenta imposible de rastrear fue el colmo, muy inteligente de tu parte debo decir. Entonces después de ver todo eso, pensé: ¿por qué darle mi dinero a dos mujeres que son unas malditas oportunistas?
—Yo jamás hice esos retiros —refutó su esposa con determinación—. Sería incapaz de robarle al hombre que me dio cobijo cuando mi padre murió.
La carcajada de Maximilien resonó por toda la habitación.
—¿No es tu firma? —preguntó el hombre.
Charlotte miró los papeles unos segundos, pero luego de mucho revisar, terminó por asentir.
—No lo entiendo —dijo la castaña, visiblemente mortificada—. Yo no…
—¡Cállate! Resultaste peor que River, te acostabas con el viejo y luego lo convenciste para que me obligara a casar contigo, con su propia perra. —La silenció Maximilien y ella jadeó ante la acusación, llevando sus manos a la boca para cubrirse al sentirse tan humillada—. Eres despreciable, tanto como tu hermana, así que pensé que lo mejor sería hacerte pagar en lugar de enviarte a la cárcel, al final le importas un poco a tu hermana al parecer, ella se ha culpado de todo y, no dejas de ser una mujer, una muy caliente a juzgar por lo que le escribías a Marcus. Como sea, fingirte enamorada es el menor de tus males. Cuando este año acabe, no vas ni siquiera a reconocerte y de eso me voy a encargar yo. De tu hermana me ya estoy haciendo cargo.
—¡Eres un miserable! —gritó enfadada—. Yo jamás me acosté con tu padre, lo respetaba y amaba como si fuera el mío, jamás haría un acto tan vil y despreciable.
De nuevo, su esposo soltó una risa irónica.
—Tengo cartas de tu puño y letra confesando tus cochinadas con mi padre —argumentó Maximilien y ella negó con fervor—. Me crees estúpido, yo mismo las encontré entre las cosas del viejo y leí cada vulgaridad que le dijiste. ¡Eres simplemente una zorra!
Charlotte le volteó el rostro de una bofetada al sentirse completamente humillada.
—No vuelvas a decir que yo soy una zorra porque te vas a arrepentir —declaró furiosa—. Lo que sea que crees que hice, no fue así y te lo voy a demostrar, pero entretanto, ya sé porque tú padre no te amaba, eres simplemente repugnante.
—Tanto como tú, amorcito —se burló su marido y se acercó a ella para tomarla del cabello con fuerza, arrastrándola unos pasos hasta estamparla contra la pared—, pero hoy me siento fatal, tengo dos putas esperando por mí y el pene me va a reventar, así que, desquita el dinero que le robaste a mi familia y sírveme como lo que eres, una perra.
Un fuerte relámpago resonó en ese momento e iluminó toda la recámara. En el interior de esta, la atmósfera entre la pareja no podía ser más tensa y cargada de temor por parte de Charlotte.
Por su parte, Maximilien, con una expresión dura y ojos llenos de furia, parecía estar dispuesto a castigarla. Avanzó hacia su esposa con la respiración agitada y los puños cerrados, tan determinado que Charlotte creyó que la golpearía.
La mujer tembló de miedo, retrocedió al ver a su monstruoso marido caminar hacia ella como si quisiera matarla, buscando desesperadamente una salida. Su corazón latía con fuerza y sus asustados ojos se movían rápidamente por la habitación buscando una salida; no obstante, Maximilien quiso divertirse más con ella y su pánico. Con un movimiento brusco, la sujetó del brazo y tiró de ella con demasiada fuerza, hasta escucharla gritar.
—¡Suéltame, animal! —exclamó Charlotte con la voz quebrada por el miedo. Intentó liberarse, pero su fuerza era insignificante comparada con la de su marido. Clavó las uñas en la piel de Maximilien e intentó escapar, revolviéndose entre el feroz agarre.
—Te gusta ser una puta, no es así —dijo Maximilien con tono acerado, insultándola una y otra vez.
Mostrando la crueldad de la que era capaz y buscando tener a la mujer suplicante y horrorizada, comenzó a rasgar su ropa, tirando del delicado blusón de encaje que llevaba puesto, con una brutalidad despiadada que hizo que ella se viera suplicando en medio de sollozos. Los sonidos del tejido desgarrándose resonaron en la habitación, ahogándose con el llanto descontrolado de la pobre mujer, quien desesperada, intentaba salir de ahí.
Luchó, lo empujó, pataleó y gritó, pero Maximilien era implacable. Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, mezclándose con el sudor del esfuerzo que estaba haciendo pero nada parecía importar a su marido.
—¡Déjame ir! ¡Por favor, Maximilien, esto no está bien! Lo que haces es una aberración —suplicó en medio del llanto. Sus manos intentaban protegerse y estaba decidida a impedir que la ultrajara, así que lo rasguñó
Maximilien no la escuchaba y solo se detuvo cuando sintió el ardor de los arañazos que su esposa le estaba dando en su afán de liberarse, aun así, él buscaba asustarla hasta verla arrodillarse.
Estaba consumido por una ira, ciego de rabia, su mente se encontraba nublada por la furia y el resentimiento, no solo hacia ella y River, sino hacia su propio padre, quien ya no estaba y para él era mejor desquitarse con Charlotte. En ese momento, no veía a su esposa como una persona, sino como un objeto para su control, en ese instante la veía como un animal. Su crueldad no tenía límites, y cada acción estaba dirigida a quebrar su espíritu.
Finalmente, en un momento de descuido de su marido, Charlotte logró y corrió hacia la puerta; sin embargo, Maximilien la alcanzó rápidamente, sujetándola con aún más fuerza y arrestándola de vuelta hacia el centro de la estancia.
—¿A dónde crees que vas? —inquirió su esposo, su voz resonando con una furia aterradora. La arrastró sin importarle que ella parecía a punto de tener una crisis de pánico.
Luego de nos minutos, las fuerzas de su esposa comenzaron a agotarse y cada para él, la situación se tornó repetitiva y para nada divertida. Las lágrimas seguían corriendo por su rostro, pero su llanto se había convertido en un gemido silencioso de resignación, uno que no le divertía en absoluto, aun así, continuó torturándola psicológicamente como la bestia que era.
Sin ninguna ceremonia la lanzó contra la cama y la colocó boca abajo, bajando la cinturilla de su pantalón e intentando desbrochar el de ella, pero Charlotte se defendió, pataleó y se dio la vuelta manoteando para evitar que la forzara. Afortunadamente para ella, el dolor que sentía Maximilien lo hizo caer al piso, pero rápido se incorporó y la tomó de nuevo del cabello, esta vez para arrastrarla y sacarla de la habitación.
—¡Maldita! —vociferó al reponerse del dolor—. ¡Te vas a largar de mi casa como la puta barata que eres, sin nada! —gritó furioso y con ello la comenzó a bajar a arrastras por la escalera.
Hola, espero que esta novela les esté gustando. Si es así, no duden en dejarme sus comentarios, sus reseñas y así me ayudan a llegar a más personas a las que podría gustarle mi contenido. De antemano, muchas gracias por tanto. Con cariño, Lucy.
La arrastró del cabello por el vestíbulo y frente a la servidumbre, quienes sintieron un poco de pena de ver la furia del hombre desatarse.Maximilien abrió la puerta principal para posteriormente tirar de su cabello de Charlotte hasta hacerla caer y arrastrarla de la entrada hasta la verja que daba a la calle, abrió y la lanzó sobre la acera, a gritos, con un escándalo que despertó a sus más cercanos vecinos, quienes curiosos se asomaron por sus respectivas ventanas a mirar lo que pasaba. Era medianoche y ni siquiera le dejó sacar su bolso para obtener dinero. Sin importarle, incluso, lo que pudiera pasarle siendo tan tarde.Afuera, los vecinos comenzaron a encender sus luces, con descaro y, luego de escuchar el escándalo, sobre todo porque Maximilien gritaba para que todos escucharan, como si esa fuera su intención.Charlotte no pudo más que llorar de la vergüenza que sentía, ahí tirada en la acera, con la ropa sucia, despeinada y avergonzada sintió que quería morirse al ser el centr
—No hay nada que me haga pensar que usted necesita ayuda de la que creo que imagina que yo estoy intentando darle —añadió Marcus en su defensa—. Mis intenciones, no soy aprovecharme de usted para hacerle creer que necesita un protector. En realidad, es solo estoy haciendo lo que cualquier ciudadano habría hecho, ofrecerle ayuda para que pueda ir con bien.—Como ya le dije, puedo pedir un taxi para ir a la casa de una amiga —replicó Charlotte, pero en el fondo le acompañara. —¿Y por qué no lo pidió? —inquirió Marcus a sabiendas de que el taxi pudo llegar hasta su casa si pagaba lo suficientemente alto como para que rodeara la propiedad por la carretera principal; no obstante, era claro que fue echada sin dinero y tendría que caminar.—Eso no es de su incumbencia —contestó ella y siguió su camino. Marcus suspiró y se arrepintió de ser partícipe del juego de su amigo, pero en el fondo sabía que a Maximilien algo le provocaba leer sus cartas y correos, no en vano los leía más de una vez
Con la plena seguridad de que su amiga no se molestaría ni le reclamaría por haber visto las fotos sin permiso y luego de quedarse un poco sorprendida por su actuar cuando le contara lo que había pasado, no pudo evitar que las alarmas se dispararan y formaran un poco de duda. Era como si su amiga no estuviera sorprendida de los hechos o más bien, como si quisiera hacerla disuadir.Aquello para ella fue un pincho en el corazón, pero no quería pensar mal de Magdiel, aun así y, a pesar de que Charlotte era consideraba su mejor amiga, algo le instaba a buscar, por ello y luego de darse cuenta de que no habría nada que ella pudiera ocultarle, decidió ver los recuerdos de su amiga, abrió el álbum para ver los recuerdos de Magdiel. Se encontró con muchas fotos en varias etapas de su vida y en diversos lugares. Sonrió y al mismo tiempo pasó las páginas rápidamente, dando un vistazo a cada foto y se detuvo cuando una de ellas atrajo su mirada. Era Magdiel, abrazada a River, su hermana. Le so
Cuando el taxi se detuvo frente a su casa, pagó el servicio y se bajó del auto. La vecina de enfrente le miró mientras salía con su coche y ella fingió que nada pasaba, así que se acercó a la verja.Notó que no tenía los candados electrónicos, lo que le hizo pensar que el jardinero al no saber nada, los había quitado puesto que salía a dar mantenimiento.Se adentró en la casa y recorrió hasta la entrada. Abrió la puerta y se metió.Jamás aquella casa le había parecido tan solitaria y lúgubre, pero ahí estaba, mirando el sitio que era su hogar y más bien empezaba a parecerse una casa de locos, extraña para ella misma.Vio el celular de su esposo y fue hacia el objeto, lo tomó en sus manos, pensando si debía o no revisarlo, pero se dijo que la manera en que tenía de conocer los secretos de cada uno, era precisamente a través de ellos. Rogó que no tuviera contraseña y para fortuna suya, no fue así.Vio el mensaje de Magdiel y lo leyó:«Charlotte va para tu casa, no seas estúpido, deja que
Dos años atrás. —¿Por qué no te calmas, estás muy nerviosa? —dijo su hermana mayor, River, con un deje de molestia—. Eres la novia más fastidiosa que conozco, actúas como si te estuvieras casando con un príncipe.—Lo siento, respondió Charlotte y sonrió a su hermana. Estoy tan emocionada y para mí si es un príncipe. Maximilien Peterson es el mejor hombre del mundo —respondió con aire soñador y lanzó un chillido de emoción que hizo a la otra hacer un gesto de desagrado—. Voy a casarme con el hombre más maravilloso que existe. ¿Crees que no es suficiente motivo para estar feliz? —Querida, ni siquiera lo conoces, nunca lo has visto y todo lo que has recibido de él en meses, han sido esas ridículas cartas —añadió su hermana—. ¿No te has preguntado la verdadera razón por la que decidió casarse contigo? ¿Qué sabes tú si su padre lo obligó a aceptar tu mano en matrimonio?—Max dice que me ama —insistió la menor de ellas—. Tal vez, como yo, lo hizo para darle tranquilidad a su padre mientra
Charlotte miró por la ventana como cada mañana desde hacía dos años, solo que ese día era especialmente tenso, no solo porque era su aniversario de bodas, sino porque también era el segundo aniversario en el que la pasaría sola como desde que se había casado con Maximilien, quien desde hacía mucho ni siquiera era capaz de responderle las cartas.Al principio fue difícil para ella lidiar con las habladurías, la gente decía que la habían dejado tirada porque seguramente no era virgen y el novio lo descubrió; otros decían que ella tenía una amante, otros que su esposo la tenía. Cada persona se hacía una historia diferente y claramente cada una más ridícula y humillante que la otra.Durante semanas se habló en todos los medios de como el novio no dio la importancia suficiente a la boda y no se presentó, aunado a eso, no había un hijo y para familias tan poderosas como los Peterson, un heredero lo era todo.Sus ojos se cristalizaron ante el abandono en el que estaba sometida, ni siquiera e
Charlotte se limpió las lágrimas antes de entrar a su habitación, estaba tratando de calmarse luego de que su marido le humillara frente a todos los empleados.Sentía rabia y dolor, pero estaba enamorada de él, siempre lo estuvo y cada parte de sí seguía creyendo que era el amoroso hombre que le escribió cartas de amor.Recordó las palabras de su protector, el padre de Maximilien, antes de morir:«—Mi querida, Charlotte —musitó el cansado hombre mayor a la joven a la que amaba como una hija más y a la que había cobijado junto a su hermana una década atrás luego de que quedaran huerfanas, como una promesa a su mejor amigo, aunque en el fondo sabía que lo hacía para llenar el vacío que su propio hijo había dejado quince años antes al irse de su lado—. Promete que te casarás con Maximilien, él mismo lo ha pedido y la única manera en que puedo protegerte de mi interesada familia, es convirtiéndote en mi nuera. —Yo no estoy segura de que sea lo correcto —manifestó temerosa, tomando la mano
Durante algunos segundos, Charlotte solo miró al frente, furiosa y visiblemente confundida con todo lo que había escuchado. Levantó la vista hacia el cuadro de su hermana River, sintiendo el puñal de la traición clavarse profundamente en su interior, perforando su corazón para siempre. Trató de tranquilizarse, sobre todo cuando el sonido de la puerta y la voz de la servidumbre le hizo darse cuenta de que su esposo cumpliría su palabra y la haría bajar a la fuerza si no lo hacía por voluntad propia—Un momento por favor, ahora bajo —dijo desde su lugar. Se envaró en su sitio, fue al baño, se lavó la cara, respiró profundo y avanzó hacia la puerta. Dio un último suspiro al salir de la habitación y caminó hasta la planta baja, bajando las escaleras con lentitud pasmosa, como si con ello alargara el momento por siglos. Mientras bajaba podía ver el inmaculado rostro de su esposo, aunque él no podía verla a ella puesto que Charlotte, lo veía en el reflejo de los cristales; sin embargo, no