Maximilien bebió el licor sin darse cuenta de nada, mientras tanto, Charlotte miró a ambas mujeres quienes atendían a su esposo sin importarle lo humillante que era para ella y mucho menos sin tomar en cuenta cómo podía sentirse de verlas ahí.
Por su parte, Marcus estaba dormido en el sofá, producto de la terrible borrachera que traía encima, por lo que la mujer que le acompañaba tuvo que alejarse y en ese momento prestaba atención a Maximilien, el único que se mantenía en pie de los dos; lo besaba y le prodigaba toda clase de caricias gimiendo de manera exagerada con cada rose del hombre, a tal punto que Charlotte se vio rodando los ojos ante la, tan mala, actuación que estaba dando en ese momento.
Se retiró de nuevo a la cocina y solo se detuvo unos segundos al ver que las mujeres estaban prácticamente semidesnudas, una de ellas, incluso, tenía los senos al aire y su esposo le daba toda su atención a las tetas de la suelta mujer, misma que no podía ser de otra manera más que vulgar y escandalosa.
Sin embargo, unos cuantos minutos más tarde, escuchó a su marido subir las escaleras a toda prisa y las risas de las mujeres por el vestíbulo.
Imaginó lo que estaba pasando y al menos un poco de placer sintió de saber que estaba humillándolo.
Salió de la cocina y las observó. Las dos la observaron en silencio. Una de ellas bajó la vista, un tanto avergonzada de hacerle pasar la humillación que estaba sufriendo con su presencia; sin embargo, para ese momento, a Charlotte aquello le sentaba tan bien, ya no se sentía triste; al contrario, la tristeza había dado paso al coraje y a los inmensos deseos de cobrarse la afrenta de su esposo.
—No se alarmen señoritas —dijo a las dos mujeres con un tono conciliador—. Cóbrenle doble cada una, se lo merecen y él se merece que lo estafen.
Las dos prostitutas sonrieron divertidas y más cuando ella fue a la oficina y tomó dinero de la caja fuerte, esa misma a la que todavía tenía acceso. Sacó suficiente y volvió para darles un poco.
—¿Es nuestro pago? —preguntó una de ellas—. Es demasiado dinero.
—No, es un regalo. —Les guiñó un ojo y las dos chicas se miraron antes de agradecer—. Es un regalo para que se rían de la vergüenza de mi marido apenas baje. Me encargué de que tenga diarrea y muchos cólicos, eso sí, con una erección duradera. Yo les estoy pagando para que le hagan sentir la misma humillación a la que él me acaba de someter y él les pagará por sus servicios y en silencio. No le gustará que en burdel se sepa que tiene problemas para controlar el esfínter y si no les paga, seguro que ustedes podrán decir pormenores entre los demás para que aprenda la lección, ¿no es así?
Las mujeres contuvieron la risa a sabiendas de que la joven quería venganza y se miraron entre sí antes de encogerse de hombros. Al final, a ellas solo les importaba el dinero y si les estaban pagando para eso, pues mejor para todavía. Después de todo, no eran prostitutas por gusto.
—Gracias y cuente con nosotras —añadió una de las chicas, dándole una sonrisa cómplice.
—Me alegra que entre mujeres nos entendamos —añadió Charlotte con un deje de cinismo—. Se quedan en su casa. Ah, ¿me harían un último favor?
—Por supuesto —anunció una de las mujeres.
—Serían tan amables de sacar a ese hombre de mi casa y dejarlo afuera, no es bienvenido aquí y ya es tarde para llamar al jardinero —pidió mientras las mujeres veían a un desmadejado Marcus sentado en el sofá, completamente rendido e inconsciente—. Sáquenlo fuera, lo más humillante que se pueda, yo me encargaré del resto.
—Claro, ya mismo nos encargaremos de eso —respondió la que parecía ser la más atrevida de las dos—. Es pesado pero nos las apañaremos.
—Les agradezco mucho —manifestó Charlotte y después de darles un asentimiento de cabeza, se dio la vuelta para irse.
Caminó con toda la dignidad que pudo reunir y fue escaleras arriba, rumbo a su cuarto. Se detuvo en la puerta y suspiró antes de adentrarse.
La escena que le recibió fue una digna de grabar.
Su marido estaba sentado en la cama, abrazándose a sí mismo, apretando su abdomen con ambos brazos y sudando frío mientras lo veía tensar la mandíbula.
Sintió un poco de pena, sobre todo cuando vio el erecto pene bajo ropa. El medicamento había hecho efecto y la erección clamaba ser liberada, pero con la diarrea y los calambres que seguro sentía con la infusión suministrada, pensó que debía estar pasándola muy mal.
Abrió la boca para decirle que podía ayudarlo a controlar el dolor y la diarrea, con la erección tenía que arreglárselas solo, pero antes de que pudiera decir nada, el hombre lanzó las primeras palabras.
—¿Cómo te atreviste a romper el cuadro? —preguntó parándose de la cama con dificultad e intentando llegar a ella—. ¡Ese cuadro estará ahí para recordar que me voy a follar a las hermanas más putas y perras que he conocido!
Toda la rabia que había mermado un poco al verlo padecer volvió y lo hizo con fuerza.
Charlotte apretó los dientes y levantó la barbilla para encararlo, pero no dijo absolutamente nada. En cambio, pensó en su padre, en que siempre soñó casarse con un hombre que la valorara como él lo hizo con su madre hasta el último día de su vida y sin embargo, todo lo que tenía era a un hombre que vivía para insultarla.
Se limpió las lágrimas que comenzaron a correr sin que pudiera contenerlas y ni siquiera se inmutó cuando lo vio doblarse del dolor e inhalar y exhalar para controlar los seguros cólicos que le provocaba el té que le dio.
—No voy a permitir que me hagas daño —dijo ella cuando por fin tuvo el coraje para hablar—. Mucho menos que sigas burlándote de mí, ni tú ni tu estúpido amigo. Si quieres convertir esta casa en un campo de batalla, hazlo. Yo voy a defenderme y te aseguro que voy a ser igual de mala que tú. No merezco que me trates como si fuera una cualquiera, soy tu esposa, lo hiciste por elección. Se supone que deberías amarme.
Maximilien soltó una carcajada que hizo que ella le mirara con resentimiento y a trompicones fue hasta uno de los cajones del vestidor, de donde sacó un portafolios con contraseña de seguridad. Después de ingresarla para abrirlo, sacó una carpeta que lanzó sobre ella.
—¿¡Qué has hecho con todo el dinero que le quitaste a mi padre a lo largo de todos estos años!? —cuestionó demandante—. ¡Me dirás que después de muerto te dejó una pensión vitalicia por haber sido su puta por años!
Charlotte tomó las hojas que se esparcieron por el piso y vio su firma en cada retiro de efectivo de la cuenta del padre de Maximilien a lo largo de todos esos años, incluso cuando ya estaba muerto.
—¿Qué es esto? —preguntó ella, sin entender por qué su firma estaba en todos esos documentos.
Hola, hermosas criaturas, espero que tengan un buen día. Quiero pasar por aquí para que agradecer que se den el tiempo de leer mi trabajo. Soy nueva en la plataforma y agradecería mucho que me dejaran sus reseñas y comentarios en mi novela. Espero que les guste y que si es así, me sigan para estar al tanto. De nuevo muchas gracias. Con amor, Lucy.
—Dímelo tú —replicó su marido intentando no perder la compostura ante lo que él consideraba el cinismo de su esposa—. Mi viejo padre me odió toda su vida, no me quiso nunca, no importa cuando engañara a todos, las cosas fueron así. Me obligó a casarme contigo bajo la amenaza de que me desheredaría para dártelo todo y yo no soporté tantos años sus desplantes y maltratos solo para quedarme sin nada.—Él dijo que tú lo habías pedido —corrigió la joven, quien para ese momento no entendía nada en absoluto—. Tu padre dijo que eras tú quien deseaba sentar cabeza y que me habías sugerido como potencial esposa.—Qué estupidez, ¿por qué habría de desear como esposa a una usurpadora? ¡Mintió como siempre! —gritó enojado y ella retrocedió ante la furia de sus palabras—. Yo estaba con tu hermana y sabía que él nunca lo apoyaría, porque así era el cascarrabias, no aprobaba nada que yo quisiera, incluso si era bueno.—Es que todo esto no tiene sentido. —Charlotte sollozó sin poder contenerse.—Da igu
La arrastró del cabello por el vestíbulo y frente a la servidumbre, quienes sintieron un poco de pena de ver la furia del hombre desatarse.Maximilien abrió la puerta principal para posteriormente tirar de su cabello de Charlotte hasta hacerla caer y arrastrarla de la entrada hasta la verja que daba a la calle, abrió y la lanzó sobre la acera, a gritos, con un escándalo que despertó a sus más cercanos vecinos, quienes curiosos se asomaron por sus respectivas ventanas a mirar lo que pasaba. Era medianoche y ni siquiera le dejó sacar su bolso para obtener dinero. Sin importarle, incluso, lo que pudiera pasarle siendo tan tarde.Afuera, los vecinos comenzaron a encender sus luces, con descaro y, luego de escuchar el escándalo, sobre todo porque Maximilien gritaba para que todos escucharan, como si esa fuera su intención.Charlotte no pudo más que llorar de la vergüenza que sentía, ahí tirada en la acera, con la ropa sucia, despeinada y avergonzada sintió que quería morirse al ser el centr
—No hay nada que me haga pensar que usted necesita ayuda de la que creo que imagina que yo estoy intentando darle —añadió Marcus en su defensa—. Mis intenciones, no soy aprovecharme de usted para hacerle creer que necesita un protector. En realidad, es solo estoy haciendo lo que cualquier ciudadano habría hecho, ofrecerle ayuda para que pueda ir con bien.—Como ya le dije, puedo pedir un taxi para ir a la casa de una amiga —replicó Charlotte, pero en el fondo le acompañara. —¿Y por qué no lo pidió? —inquirió Marcus a sabiendas de que el taxi pudo llegar hasta su casa si pagaba lo suficientemente alto como para que rodeara la propiedad por la carretera principal; no obstante, era claro que fue echada sin dinero y tendría que caminar.—Eso no es de su incumbencia —contestó ella y siguió su camino. Marcus suspiró y se arrepintió de ser partícipe del juego de su amigo, pero en el fondo sabía que a Maximilien algo le provocaba leer sus cartas y correos, no en vano los leía más de una vez
Con la plena seguridad de que su amiga no se molestaría ni le reclamaría por haber visto las fotos sin permiso y luego de quedarse un poco sorprendida por su actuar cuando le contara lo que había pasado, no pudo evitar que las alarmas se dispararan y formaran un poco de duda. Era como si su amiga no estuviera sorprendida de los hechos o más bien, como si quisiera hacerla disuadir.Aquello para ella fue un pincho en el corazón, pero no quería pensar mal de Magdiel, aun así y, a pesar de que Charlotte era consideraba su mejor amiga, algo le instaba a buscar, por ello y luego de darse cuenta de que no habría nada que ella pudiera ocultarle, decidió ver los recuerdos de su amiga, abrió el álbum para ver los recuerdos de Magdiel. Se encontró con muchas fotos en varias etapas de su vida y en diversos lugares. Sonrió y al mismo tiempo pasó las páginas rápidamente, dando un vistazo a cada foto y se detuvo cuando una de ellas atrajo su mirada. Era Magdiel, abrazada a River, su hermana. Le so
Cuando el taxi se detuvo frente a su casa, pagó el servicio y se bajó del auto. La vecina de enfrente le miró mientras salía con su coche y ella fingió que nada pasaba, así que se acercó a la verja.Notó que no tenía los candados electrónicos, lo que le hizo pensar que el jardinero al no saber nada, los había quitado puesto que salía a dar mantenimiento.Se adentró en la casa y recorrió hasta la entrada. Abrió la puerta y se metió.Jamás aquella casa le había parecido tan solitaria y lúgubre, pero ahí estaba, mirando el sitio que era su hogar y más bien empezaba a parecerse una casa de locos, extraña para ella misma.Vio el celular de su esposo y fue hacia el objeto, lo tomó en sus manos, pensando si debía o no revisarlo, pero se dijo que la manera en que tenía de conocer los secretos de cada uno, era precisamente a través de ellos. Rogó que no tuviera contraseña y para fortuna suya, no fue así.Vio el mensaje de Magdiel y lo leyó:«Charlotte va para tu casa, no seas estúpido, deja que
Dos años atrás. —¿Por qué no te calmas, estás muy nerviosa? —dijo su hermana mayor, River, con un deje de molestia—. Eres la novia más fastidiosa que conozco, actúas como si te estuvieras casando con un príncipe.—Lo siento, respondió Charlotte y sonrió a su hermana. Estoy tan emocionada y para mí si es un príncipe. Maximilien Peterson es el mejor hombre del mundo —respondió con aire soñador y lanzó un chillido de emoción que hizo a la otra hacer un gesto de desagrado—. Voy a casarme con el hombre más maravilloso que existe. ¿Crees que no es suficiente motivo para estar feliz? —Querida, ni siquiera lo conoces, nunca lo has visto y todo lo que has recibido de él en meses, han sido esas ridículas cartas —añadió su hermana—. ¿No te has preguntado la verdadera razón por la que decidió casarse contigo? ¿Qué sabes tú si su padre lo obligó a aceptar tu mano en matrimonio?—Max dice que me ama —insistió la menor de ellas—. Tal vez, como yo, lo hizo para darle tranquilidad a su padre mientra
Charlotte miró por la ventana como cada mañana desde hacía dos años, solo que ese día era especialmente tenso, no solo porque era su aniversario de bodas, sino porque también era el segundo aniversario en el que la pasaría sola como desde que se había casado con Maximilien, quien desde hacía mucho ni siquiera era capaz de responderle las cartas.Al principio fue difícil para ella lidiar con las habladurías, la gente decía que la habían dejado tirada porque seguramente no era virgen y el novio lo descubrió; otros decían que ella tenía una amante, otros que su esposo la tenía. Cada persona se hacía una historia diferente y claramente cada una más ridícula y humillante que la otra.Durante semanas se habló en todos los medios de como el novio no dio la importancia suficiente a la boda y no se presentó, aunado a eso, no había un hijo y para familias tan poderosas como los Peterson, un heredero lo era todo.Sus ojos se cristalizaron ante el abandono en el que estaba sometida, ni siquiera e
Charlotte se limpió las lágrimas antes de entrar a su habitación, estaba tratando de calmarse luego de que su marido le humillara frente a todos los empleados.Sentía rabia y dolor, pero estaba enamorada de él, siempre lo estuvo y cada parte de sí seguía creyendo que era el amoroso hombre que le escribió cartas de amor.Recordó las palabras de su protector, el padre de Maximilien, antes de morir:«—Mi querida, Charlotte —musitó el cansado hombre mayor a la joven a la que amaba como una hija más y a la que había cobijado junto a su hermana una década atrás luego de que quedaran huerfanas, como una promesa a su mejor amigo, aunque en el fondo sabía que lo hacía para llenar el vacío que su propio hijo había dejado quince años antes al irse de su lado—. Promete que te casarás con Maximilien, él mismo lo ha pedido y la única manera en que puedo protegerte de mi interesada familia, es convirtiéndote en mi nuera. —Yo no estoy segura de que sea lo correcto —manifestó temerosa, tomando la mano