Dos años atrás.
—¿Por qué no te calmas, estás muy nerviosa? —dijo su hermana mayor, River, con un deje de molestia—. Eres la novia más fastidiosa que conozco, actúas como si te estuvieras casando con un príncipe.
—Lo siento, respondió Charlotte y sonrió a su hermana. Estoy tan emocionada y para mí si es un príncipe. Maximilien Peterson es el mejor hombre del mundo —respondió con aire soñador y lanzó un chillido de emoción que hizo a la otra hacer un gesto de desagrado—. Voy a casarme con el hombre más maravilloso que existe. ¿Crees que no es suficiente motivo para estar feliz?
—Querida, ni siquiera lo conoces, nunca lo has visto y todo lo que has recibido de él en meses, han sido esas ridículas cartas —añadió su hermana—. ¿No te has preguntado la verdadera razón por la que decidió casarse contigo? ¿Qué sabes tú si su padre lo obligó a aceptar tu mano en matrimonio?
—Max dice que me ama —insistió la menor de ellas—. Tal vez, como yo, lo hizo para darle tranquilidad a su padre mientras agonizaba en su lecho, pero claramente me ama y lo sé perfectamente, no vas a hacerme pensar lo contrario. Es claro que desde que Robert Petterson murió ha sido diferente para nosotras, fuimos sus protegidas desde que nuestro padre murió y con nuestra presencia llenamos el vacío que sentía luego de que su hijo partió al extranjero. Aun así, nos amaba y cuidó de que no termináramos en la miseria.
—Lo sé, es solo que me desconcierta que su hijo ni siquiera se haya presentado a su funeral, que simplemente nos haya dejado aquí como si nada y peor aún, que haya aceptado el matrimonio —aseguró River—. Algo no me gusta. Además, nunca entendí por qué te eligió a ti.
—El señor Maximilien fue quien eligió a la señorita —declaró el ama de llaves, quien se tomó el atrevimiento de hablar—. Supongo que, sus razones tendrá. La idea de contraer matrimonio con la señorita Charlotte vino de él y al señor Peterson en paz descanse, le hizo muy feliz la idea.
—¡Lo ves! —dijo Charlotte—. No importa y la verdad es que no sé de qué te quejas, cuando la propuesta llegó, estabas recién casada con tu esposo. Por cierto, ¿por qué nunca está contigo? ¿Vendrá a la boda?
—No vendrá. Ya estamos separados, pero no quiero hablar de eso ahora —anunció River de mala gana y viendo la cara de susto de su hermana—. Hablaremos de esto después. Ahora apresúrate, ya debe estar abajo y la gente está esperando.
Afortunadamente para ambas, pronto apareció el abogado de la familia y les pidió que bajaran puesto que el juez estaba listo y no había motivo para demorar la ceremonia.
Charlotte se miró al espejo y bajó emocionada junto a su hermana, viendo a la gente esperar por ellas y sosteniendo su ramo en las manos con toda la ilusión de una mujer que está feliz de convertirse en una esposa.
El juez estaba en su lugar y dándole la espalda, se encontraba, quien Charlotte asumía, era su novio Maximiliane.
Los nervios le apretaron el estómago. Se sintió emocionada de por fin conocer al hombre que llevaba meses escribiéndole cartas tan bellas, así que, emocionada, miró a su hermana y esta le dio una sonrisa tenue antes de alejarse e ir directamente a su lugar para que ella continuara los últimos pasos hasta el altar.
El calor que se apoderó de sus entrañas se acrecentó aún más en Charlotte, quien suspiró, pasó las manos por su lujoso y hermoso vestido y caminó hacia el juez antes de detenerse de golpe cuando vio al hombre girarse.
Un sujeto de aspecto de matón le observó. Tenía una enorme cicatriz en el rostro y al verla, la recorrio de arriba abajo.
—Señorita Charlotte —dijo el sujeto—. Mi nombre es Michael Watson, abogado del señor Maximilien Peterson. Le he entregado al juez el poder para ser yo quien firme el acta nupcial.
—¿De qué habla? —preguntó la joven.
—Mi cliente ha decidido que esto sea un matrimonio por poderes —continuó diciendo el abogado—. Es decir, de acuerdo con la ley, no necesita estar presente para casarse, para eso estoy yo aquí con el debido documento ante el juez, lo que me da a mí el poder de firmar cualquier documento en nombre de mi cliente, incluyendo su acta de matrimonio. No era necesario hacer una ceremonia, creí que le habían avisado. Llamé hace semanas para informar la situación y esperaba encontrarme con su abogado para que firmara por usted. No esperaba esto. —Charlotte le observó con los ojos llorosos—. Me temo que hubo falta de comunicación y la persona que me respondió, no le hizo saber el procedimiento.
Al ver que no hablaba en absoluto y que el abogado de difunto viejo Peterson revisaba el documento y veía la firma estampada de su homólogo, solo miró a Charlotte y asintió para dejarle claro que estaba todo en orden.
—El documento es legal y solo tu falta tu firma —dijo a Charlotte y miró al litigante de Maximilien, quien le dio una sonrisa de agradecimiento.
—¿Me está diciendo que solo debo firmar para estar casada, pero que mi esposo no consideró importante presentarse a su propia boda? —cuestionó la joven con la mandíbula tensa—. No firmaré nada.
—Me temo que no es opcional —respondió Michael, el litigante—. Usted firmó hace meses un contrato en el que se comprometía a desposar a mi cliente, a cambio de recibir una compensación monetaria efectiva luego de tres años de matrimonio, de incumplirse ese contrato, me temo que tendremos una disputa en la corte. —Le entregó el documento que Charlotte no recordaba haber firmado.
La joven se sintió enferma, pero por recomendación de su abogado y de su hermana, aturdida ante todas las cosas que escuchaba, gritó y estampó su firma en el contrato de matrimonio, desposando a Maximilien y saliendo del lugar corriendo hacia la planta alta.
No dejó que nadie le explicara nada, solo se fue y su hermana se vio enviando a todos fuera, diciendo que no habría recepción.
Los corrió a todos, inclusive a los abogados, quienes dijeron que llegarían el siguiente día.
Una vez a solas, River no pudo negar que sintió algo de gozo después de haber humillado a su hermana. Fue ella quien recibió la notificación del abogado del prometido de Charlotte, pero no la hizo llegar al suyo; al contrario, alentó a la más joven a preparar una fiesta e invitar a la gente.
Se sintió tan bien de verla sufrir, después de todo, a sus ojos, el viejo debió elegirla a ella y no a Charlotte para ser la esposa de su hijo.
River creía que ella se merecía ser la esposa del heredero Peterson y no Charlotte.
Se dio la vuelta y fue al despacho para servirse un trago.
Se encontró con Max, su antiguo amante, en el sillón principal. Lo había dejado meses atrás para casarse con otro hombre, pero al final todo salió mal puesto que su esposo al igual que ella, no tenía un centavo y se había casado con ella para salir de la banca rota. Así que su divorcio estaba por cumplirse y tendría que buscar un nuevo esposo, esta vez, cerciorándose de que fuera millonario de verdad.
—¿Cómo entraste aquí? —preguntó.
—No pido autorización para entrar en mi casa, River —declaró el hombre con ese tono profundo que lo caracterizaba y ella se mostró confundida ante la declaración—. Soy Maximilien Peterson, el hombre al que dejaste para casarte con otro sin siquiera avisar.
—¿Qué? —inquirió River—. Dijiste que te llamabas Maximilien Waller.
—Es el apellido de mi madre, no me gusta el Peterson —aclaró mientras ella empezaba a transpirar al verlo burlarse—. Me traicionaste a pesar de que dije que te amaba, pero bueno, no importa, ya soy un hombre casado y nada menos que con tu insípida hermana, supongo que es otra igual que tú. No me creo eso de que, de pronto le nació el amor por mí y terminó enviándome cartas de amor ridículas, ¿pero qué relevancia tiene ahora? Ninguna, ¿cierto? Sin embargo, quise estar aquí para decirte de frente que voy a hacerte pagar la traición, empezando con destrozar a tu única hermana.
Charlotte miró por la ventana como cada mañana desde hacía dos años, solo que ese día era especialmente tenso, no solo porque era su aniversario de bodas, sino porque también era el segundo aniversario en el que la pasaría sola como desde que se había casado con Maximilien, quien desde hacía mucho ni siquiera era capaz de responderle las cartas.Al principio fue difícil para ella lidiar con las habladurías, la gente decía que la habían dejado tirada porque seguramente no era virgen y el novio lo descubrió; otros decían que ella tenía una amante, otros que su esposo la tenía. Cada persona se hacía una historia diferente y claramente cada una más ridícula y humillante que la otra.Durante semanas se habló en todos los medios de como el novio no dio la importancia suficiente a la boda y no se presentó, aunado a eso, no había un hijo y para familias tan poderosas como los Peterson, un heredero lo era todo.Sus ojos se cristalizaron ante el abandono en el que estaba sometida, ni siquiera e
Charlotte se limpió las lágrimas antes de entrar a su habitación, estaba tratando de calmarse luego de que su marido le humillara frente a todos los empleados.Sentía rabia y dolor, pero estaba enamorada de él, siempre lo estuvo y cada parte de sí seguía creyendo que era el amoroso hombre que le escribió cartas de amor.Recordó las palabras de su protector, el padre de Maximilien, antes de morir:«—Mi querida, Charlotte —musitó el cansado hombre mayor a la joven a la que amaba como una hija más y a la que había cobijado junto a su hermana una década atrás luego de que quedaran huerfanas, como una promesa a su mejor amigo, aunque en el fondo sabía que lo hacía para llenar el vacío que su propio hijo había dejado quince años antes al irse de su lado—. Promete que te casarás con Maximilien, él mismo lo ha pedido y la única manera en que puedo protegerte de mi interesada familia, es convirtiéndote en mi nuera. —Yo no estoy segura de que sea lo correcto —manifestó temerosa, tomando la mano
Durante algunos segundos, Charlotte solo miró al frente, furiosa y visiblemente confundida con todo lo que había escuchado. Levantó la vista hacia el cuadro de su hermana River, sintiendo el puñal de la traición clavarse profundamente en su interior, perforando su corazón para siempre. Trató de tranquilizarse, sobre todo cuando el sonido de la puerta y la voz de la servidumbre le hizo darse cuenta de que su esposo cumpliría su palabra y la haría bajar a la fuerza si no lo hacía por voluntad propia—Un momento por favor, ahora bajo —dijo desde su lugar. Se envaró en su sitio, fue al baño, se lavó la cara, respiró profundo y avanzó hacia la puerta. Dio un último suspiro al salir de la habitación y caminó hasta la planta baja, bajando las escaleras con lentitud pasmosa, como si con ello alargara el momento por siglos. Mientras bajaba podía ver el inmaculado rostro de su esposo, aunque él no podía verla a ella puesto que Charlotte, lo veía en el reflejo de los cristales; sin embargo, no
Marcus enarcó una ceja al escucharla, incluso Maximilien la observó al verla tan agresiva en sus respuestas. A Maximilien le pareció que su mujer parecía imperturbable, como si aquello no le hubiera hecho ni pizca de mal y eso le sentó terrible, mientras para Marcus, el carácter de la esposa de su amigo resultó fascinante. El herededor de los Peterson vio el comportamiento defensivo de su esposo y para él fue solo un aviso de que tenía enfrente a un alacrán más ponzoñoso de lo que imaginó. Cuando terminaron de cenar, Maximilien se puso de pie y con toda la arrogancia que tenía, retiró el plato a su esposa. —Vas a ponerte más cerda —declaró y ella apretó los labios, pero finalmente tomó la servilleta y se limpió—. Lava los platos para que al menos hagas ejercicio y desde hoy te encargarás de las tareas de la casa, total el aspecto de vagabunda ya lo tienes. En fin, saldré un rato y cuando vuelva quiero todo limpio, sin excusa ni pretexto, voy a divertirme con mujeres de verdad.Char
Maximilien bebió el licor sin darse cuenta de nada, mientras tanto, Charlotte miró a ambas mujeres quienes atendían a su esposo sin importarle lo humillante que era para ella y mucho menos sin tomar en cuenta cómo podía sentirse de verlas ahí. Por su parte, Marcus estaba dormido en el sofá, producto de la terrible borrachera que traía encima, por lo que la mujer que le acompañaba tuvo que alejarse y en ese momento prestaba atención a Maximilien, el único que se mantenía en pie de los dos; lo besaba y le prodigaba toda clase de caricias gimiendo de manera exagerada con cada rose del hombre, a tal punto que Charlotte se vio rodando los ojos ante la, tan mala, actuación que estaba dando en ese momento. Se retiró de nuevo a la cocina y solo se detuvo unos segundos al ver que las mujeres estaban prácticamente semidesnudas, una de ellas, incluso, tenía los senos al aire y su esposo le daba toda su atención a las tetas de la suelta mujer, misma que no podía ser de otra manera más que vulgar
—Dímelo tú —replicó su marido intentando no perder la compostura ante lo que él consideraba el cinismo de su esposa—. Mi viejo padre me odió toda su vida, no me quiso nunca, no importa cuando engañara a todos, las cosas fueron así. Me obligó a casarme contigo bajo la amenaza de que me desheredaría para dártelo todo y yo no soporté tantos años sus desplantes y maltratos solo para quedarme sin nada.—Él dijo que tú lo habías pedido —corrigió la joven, quien para ese momento no entendía nada en absoluto—. Tu padre dijo que eras tú quien deseaba sentar cabeza y que me habías sugerido como potencial esposa.—Qué estupidez, ¿por qué habría de desear como esposa a una usurpadora? ¡Mintió como siempre! —gritó enojado y ella retrocedió ante la furia de sus palabras—. Yo estaba con tu hermana y sabía que él nunca lo apoyaría, porque así era el cascarrabias, no aprobaba nada que yo quisiera, incluso si era bueno.—Es que todo esto no tiene sentido. —Charlotte sollozó sin poder contenerse.—Da igu
La arrastró del cabello por el vestíbulo y frente a la servidumbre, quienes sintieron un poco de pena de ver la furia del hombre desatarse.Maximilien abrió la puerta principal para posteriormente tirar de su cabello de Charlotte hasta hacerla caer y arrastrarla de la entrada hasta la verja que daba a la calle, abrió y la lanzó sobre la acera, a gritos, con un escándalo que despertó a sus más cercanos vecinos, quienes curiosos se asomaron por sus respectivas ventanas a mirar lo que pasaba. Era medianoche y ni siquiera le dejó sacar su bolso para obtener dinero. Sin importarle, incluso, lo que pudiera pasarle siendo tan tarde.Afuera, los vecinos comenzaron a encender sus luces, con descaro y, luego de escuchar el escándalo, sobre todo porque Maximilien gritaba para que todos escucharan, como si esa fuera su intención.Charlotte no pudo más que llorar de la vergüenza que sentía, ahí tirada en la acera, con la ropa sucia, despeinada y avergonzada sintió que quería morirse al ser el centr
—No hay nada que me haga pensar que usted necesita ayuda de la que creo que imagina que yo estoy intentando darle —añadió Marcus en su defensa—. Mis intenciones, no soy aprovecharme de usted para hacerle creer que necesita un protector. En realidad, es solo estoy haciendo lo que cualquier ciudadano habría hecho, ofrecerle ayuda para que pueda ir con bien.—Como ya le dije, puedo pedir un taxi para ir a la casa de una amiga —replicó Charlotte, pero en el fondo le acompañara. —¿Y por qué no lo pidió? —inquirió Marcus a sabiendas de que el taxi pudo llegar hasta su casa si pagaba lo suficientemente alto como para que rodeara la propiedad por la carretera principal; no obstante, era claro que fue echada sin dinero y tendría que caminar.—Eso no es de su incumbencia —contestó ella y siguió su camino. Marcus suspiró y se arrepintió de ser partícipe del juego de su amigo, pero en el fondo sabía que a Maximilien algo le provocaba leer sus cartas y correos, no en vano los leía más de una vez