Marcus enarcó una ceja al escucharla, incluso Maximilien la observó al verla tan agresiva en sus respuestas. A Maximilien le pareció que su mujer parecía imperturbable, como si aquello no le hubiera hecho ni pizca de mal y eso le sentó terrible, mientras para Marcus, el carácter de la esposa de su amigo resultó fascinante.
El herededor de los Peterson vio el comportamiento defensivo de su esposo y para él fue solo un aviso de que tenía enfrente a un alacrán más ponzoñoso de lo que imaginó.
Cuando terminaron de cenar, Maximilien se puso de pie y con toda la arrogancia que tenía, retiró el plato a su esposa.
—Vas a ponerte más cerda —declaró y ella apretó los labios, pero finalmente tomó la servilleta y se limpió—. Lava los platos para que al menos hagas ejercicio y desde hoy te encargarás de las tareas de la casa, total el aspecto de vagabunda ya lo tienes. En fin, saldré un rato y cuando vuelva quiero todo limpio, sin excusa ni pretexto, voy a divertirme con mujeres de verdad.
Charlotte no respondió nada, solo le miró impertérrita y finalmente asintió sin más.
Su esposo entrecerró los ojos al verla tan sumisa y finalmente salió de ahí llevándose a su amigo, quien no podía con la vergüenza que sentía y lo miserable que estaba comportándose Maximilien y encima embarcándolo a él.
En cuanto se quedó sola, escuchó las risillas en la cocina, así que se acercó lentamente y una vez en la puerta escuchó lo que hablaban de ella.
—Ojalá la eche pronto —dijo el ama de llaves—. Mi patrón no merece a una oportunista y si él la ve así, es por algo.
—Sí, nunca me ha dado buena espina —concordó otra voz en el interior de la cocina.
—Estoy segura de que de alguna mala forma, con artimañas, logró que se casara con ella, algo le dijo ella al padre del joven amo para que la considerara y comprometiera después —insistió la tercera mujer—. Como sea, esperemos que se vaya pronto, tres años sirviéndole cuando ella es igual a nosotras es el colmo.
Charlotte entró a la cocina. Aún seguía administrando el dinero y todavía tenía el poder, se dijo que jamás lo perdería.
—Señoras, que bueno que están juntas —dijo mirando a las tres mujeres—. Mi esposo acaba de tomar la decisión de que sea yo quien se encargue de las labores de cocina y la casa en general. —No le pasó desapercibida la sonrisa que las mujeres intentaron ocultar—. Como dio una nueva indicación, también ordenó que tenemos que prescindir de absolutamente todo el personal doméstico. Me temo que están despedidas, por supuesto mañana mismo le entregaré la carta de recomendación que merecen y también pagaré los días que tienen trabajando y su liquidación. Pueden venir después del mediodía.
—Pero… llevo muchos años trabajando aquí, soy vieja ahora, ¿dónde conseguiré un trabajo? —preguntó la mujer mayor—. He sido el ama de llaves desde que él era un niño.
—Creo que no importa si usa un uniforme de un tono diferente —anunció Charlotte con ese tono calmo que le caracterizaba—. Para mi marido no deja de ser una sirvienta y le diría que me apena o que intercedería por usted, pero en primera ya se dio cuenta que a Maximilien mi opinión no le importa y en segunda, tal vez la próxima vez usted pueda pensar bien de qué lado coloca sus lealtades. Por favor abandone la casa a la brevedad y mañana mismo tendré su liquidación.
—No es justo —replicó el ama de llaves.
—No lo es, señora —concordó Charlotte y le dio una sonrisa victoriosa—, pero parece que en esta casa las cosas serán así, los inocentes pagarán. Creo que ya se dio cuenta. —Hizo una pausa en la que solo miró a la aturdida anciana—. Por favor abandone la casa, yo no puedo quedarme a charlar, como verá hay mucho que limpiar.
Se dio la vuelta y la dejó parada en medio de la cocina, muda como a todas las demás.
Fue a su habitación y se adentró, miró el cuadro y comenzó lanzando sobre él todo lo que encontró hasta que lo tiró y lo despedazó con su tacón.
Cuando terminó se dejó caer en la cama y sollozó durante mucho tiempo, hasta quedarse dormida.
Despertó largo rato después y al bajar fue con el jardinero para preguntar por las domésticas y este le dijo que ya se habían ido.
—¿También nos echarán? —preguntó el jardinero.
—No, al menos que estés contra mí —contestó riendo y por dentro se dijo a sí misma que ya era hora de que se comportaba como la bruja que tanto querían ver.
Se dio la vuelta y volvió a la casa, recogió los platos y los llevó al fregadero.
Los soltó de golpe cuando escuchó el sonido de la puerta y el escándalo proveniente de la entrada. Se encontró con su esposo, el amigo de este y dos mujerzuelas de lo más corrientes.
Los cuatro se caían de borrachos y las dos mujeres se detuvieron al verla.
—Es la frígida de mi esposa —dijo Maximilien y besó a una de ellas frente a Charlotte, quien, a pesar de todo, sentía el pecho oprimirse, no supo si porque estaba enfadada, desilusionada o porque en el fondo seguía enamorada de él—. No le hagan caso y tú —agregó refiriéndose a ella—. Tráenos unos buenos tragos.
Charlotte se dio la vuelta para ir por los tragos y al pasar cerca del mueble del teléfono, vio el libro de medicina de su padre, recordó entonces una de las tantas páginas y luego de ir a la cocina por vasos y por la botella, comenzó a prepararlo.
Estuvo sentada en la cocina durante largo rato, oyendo a su esposo humillarla, insultarla y pasar a las prostitutas frente a ella como si nada, así que se levantó y salió rumbo a la habitación del antiguo padre de Maximilien. En su camino vio a su marido besar y meter la mano bajo la ropa de una de las mujeres. Así que se metió al cuarto de su antiguo protector y rebuscó en sus cosas.
Nada se había tocado desde que murió y por ello mismo, su botiquín estaba intacto. Encontró un pequeño frasco, verificó la caducidad y aun estaban vigente las gotas que el anciano Peterson tomaba para la hipertensión pulmonar que padecía.
Sonrió recordando que el sildenafil también servía para la disfunción eréctil.
—¿Quieres vivir humillándome? —dijo mientras llegaba a la cocina y colocaba la tetera y agregaba unas gotas a los vasos de ellos—. Vamos a ver quién termina humillado esta noche. ¿Quieres una erección? Haré que la tengas, miserable.
Preparó una cargada, muy cargada, infusión para estreñimiento, y la colocó en el vaso para después colocar el alcohol.
El sildenafil puede causar diarrea, erecciones y con el té, seguro que vas a necesitar un pañal —dijo enfadada mientras su esposo gritaba que le llevara otro trago.
Maximilien bebió el licor sin darse cuenta de nada, mientras tanto, Charlotte miró a ambas mujeres quienes atendían a su esposo sin importarle lo humillante que era para ella y mucho menos sin tomar en cuenta cómo podía sentirse de verlas ahí. Por su parte, Marcus estaba dormido en el sofá, producto de la terrible borrachera que traía encima, por lo que la mujer que le acompañaba tuvo que alejarse y en ese momento prestaba atención a Maximilien, el único que se mantenía en pie de los dos; lo besaba y le prodigaba toda clase de caricias gimiendo de manera exagerada con cada rose del hombre, a tal punto que Charlotte se vio rodando los ojos ante la, tan mala, actuación que estaba dando en ese momento. Se retiró de nuevo a la cocina y solo se detuvo unos segundos al ver que las mujeres estaban prácticamente semidesnudas, una de ellas, incluso, tenía los senos al aire y su esposo le daba toda su atención a las tetas de la suelta mujer, misma que no podía ser de otra manera más que vulgar
—Dímelo tú —replicó su marido intentando no perder la compostura ante lo que él consideraba el cinismo de su esposa—. Mi viejo padre me odió toda su vida, no me quiso nunca, no importa cuando engañara a todos, las cosas fueron así. Me obligó a casarme contigo bajo la amenaza de que me desheredaría para dártelo todo y yo no soporté tantos años sus desplantes y maltratos solo para quedarme sin nada.—Él dijo que tú lo habías pedido —corrigió la joven, quien para ese momento no entendía nada en absoluto—. Tu padre dijo que eras tú quien deseaba sentar cabeza y que me habías sugerido como potencial esposa.—Qué estupidez, ¿por qué habría de desear como esposa a una usurpadora? ¡Mintió como siempre! —gritó enojado y ella retrocedió ante la furia de sus palabras—. Yo estaba con tu hermana y sabía que él nunca lo apoyaría, porque así era el cascarrabias, no aprobaba nada que yo quisiera, incluso si era bueno.—Es que todo esto no tiene sentido. —Charlotte sollozó sin poder contenerse.—Da igu
La arrastró del cabello por el vestíbulo y frente a la servidumbre, quienes sintieron un poco de pena de ver la furia del hombre desatarse.Maximilien abrió la puerta principal para posteriormente tirar de su cabello de Charlotte hasta hacerla caer y arrastrarla de la entrada hasta la verja que daba a la calle, abrió y la lanzó sobre la acera, a gritos, con un escándalo que despertó a sus más cercanos vecinos, quienes curiosos se asomaron por sus respectivas ventanas a mirar lo que pasaba. Era medianoche y ni siquiera le dejó sacar su bolso para obtener dinero. Sin importarle, incluso, lo que pudiera pasarle siendo tan tarde.Afuera, los vecinos comenzaron a encender sus luces, con descaro y, luego de escuchar el escándalo, sobre todo porque Maximilien gritaba para que todos escucharan, como si esa fuera su intención.Charlotte no pudo más que llorar de la vergüenza que sentía, ahí tirada en la acera, con la ropa sucia, despeinada y avergonzada sintió que quería morirse al ser el centr
—No hay nada que me haga pensar que usted necesita ayuda de la que creo que imagina que yo estoy intentando darle —añadió Marcus en su defensa—. Mis intenciones, no soy aprovecharme de usted para hacerle creer que necesita un protector. En realidad, es solo estoy haciendo lo que cualquier ciudadano habría hecho, ofrecerle ayuda para que pueda ir con bien.—Como ya le dije, puedo pedir un taxi para ir a la casa de una amiga —replicó Charlotte, pero en el fondo le acompañara. —¿Y por qué no lo pidió? —inquirió Marcus a sabiendas de que el taxi pudo llegar hasta su casa si pagaba lo suficientemente alto como para que rodeara la propiedad por la carretera principal; no obstante, era claro que fue echada sin dinero y tendría que caminar.—Eso no es de su incumbencia —contestó ella y siguió su camino. Marcus suspiró y se arrepintió de ser partícipe del juego de su amigo, pero en el fondo sabía que a Maximilien algo le provocaba leer sus cartas y correos, no en vano los leía más de una vez
Con la plena seguridad de que su amiga no se molestaría ni le reclamaría por haber visto las fotos sin permiso y luego de quedarse un poco sorprendida por su actuar cuando le contara lo que había pasado, no pudo evitar que las alarmas se dispararan y formaran un poco de duda. Era como si su amiga no estuviera sorprendida de los hechos o más bien, como si quisiera hacerla disuadir.Aquello para ella fue un pincho en el corazón, pero no quería pensar mal de Magdiel, aun así y, a pesar de que Charlotte era consideraba su mejor amiga, algo le instaba a buscar, por ello y luego de darse cuenta de que no habría nada que ella pudiera ocultarle, decidió ver los recuerdos de su amiga, abrió el álbum para ver los recuerdos de Magdiel. Se encontró con muchas fotos en varias etapas de su vida y en diversos lugares. Sonrió y al mismo tiempo pasó las páginas rápidamente, dando un vistazo a cada foto y se detuvo cuando una de ellas atrajo su mirada. Era Magdiel, abrazada a River, su hermana. Le so
Cuando el taxi se detuvo frente a su casa, pagó el servicio y se bajó del auto. La vecina de enfrente le miró mientras salía con su coche y ella fingió que nada pasaba, así que se acercó a la verja.Notó que no tenía los candados electrónicos, lo que le hizo pensar que el jardinero al no saber nada, los había quitado puesto que salía a dar mantenimiento.Se adentró en la casa y recorrió hasta la entrada. Abrió la puerta y se metió.Jamás aquella casa le había parecido tan solitaria y lúgubre, pero ahí estaba, mirando el sitio que era su hogar y más bien empezaba a parecerse una casa de locos, extraña para ella misma.Vio el celular de su esposo y fue hacia el objeto, lo tomó en sus manos, pensando si debía o no revisarlo, pero se dijo que la manera en que tenía de conocer los secretos de cada uno, era precisamente a través de ellos. Rogó que no tuviera contraseña y para fortuna suya, no fue así.Vio el mensaje de Magdiel y lo leyó:«Charlotte va para tu casa, no seas estúpido, deja que
Dos años atrás. —¿Por qué no te calmas, estás muy nerviosa? —dijo su hermana mayor, River, con un deje de molestia—. Eres la novia más fastidiosa que conozco, actúas como si te estuvieras casando con un príncipe.—Lo siento, respondió Charlotte y sonrió a su hermana. Estoy tan emocionada y para mí si es un príncipe. Maximilien Peterson es el mejor hombre del mundo —respondió con aire soñador y lanzó un chillido de emoción que hizo a la otra hacer un gesto de desagrado—. Voy a casarme con el hombre más maravilloso que existe. ¿Crees que no es suficiente motivo para estar feliz? —Querida, ni siquiera lo conoces, nunca lo has visto y todo lo que has recibido de él en meses, han sido esas ridículas cartas —añadió su hermana—. ¿No te has preguntado la verdadera razón por la que decidió casarse contigo? ¿Qué sabes tú si su padre lo obligó a aceptar tu mano en matrimonio?—Max dice que me ama —insistió la menor de ellas—. Tal vez, como yo, lo hizo para darle tranquilidad a su padre mientra
Charlotte miró por la ventana como cada mañana desde hacía dos años, solo que ese día era especialmente tenso, no solo porque era su aniversario de bodas, sino porque también era el segundo aniversario en el que la pasaría sola como desde que se había casado con Maximilien, quien desde hacía mucho ni siquiera era capaz de responderle las cartas.Al principio fue difícil para ella lidiar con las habladurías, la gente decía que la habían dejado tirada porque seguramente no era virgen y el novio lo descubrió; otros decían que ella tenía una amante, otros que su esposo la tenía. Cada persona se hacía una historia diferente y claramente cada una más ridícula y humillante que la otra.Durante semanas se habló en todos los medios de como el novio no dio la importancia suficiente a la boda y no se presentó, aunado a eso, no había un hijo y para familias tan poderosas como los Peterson, un heredero lo era todo.Sus ojos se cristalizaron ante el abandono en el que estaba sometida, ni siquiera e