Capítulo 2

Charlotte miró por la ventana como cada mañana desde hacía dos años, solo que ese día era especialmente tenso, no solo porque era su aniversario de bodas, sino porque también era el segundo aniversario en el que la pasaría sola como desde que se había casado con Maximilien, quien desde hacía mucho ni siquiera era capaz de responderle las cartas.

Al principio fue difícil para ella lidiar con las habladurías, la gente decía que la habían dejado tirada porque seguramente no era virgen y el novio lo descubrió; otros decían que ella tenía una amante, otros que su esposo la tenía. Cada persona se hacía una historia diferente y claramente cada una más ridícula y humillante que la otra.

Durante semanas se habló en todos los medios de como el novio no dio la importancia suficiente a la boda y no se presentó, aunado a eso, no había un hijo y para familias tan poderosas como los Peterson, un heredero lo era todo.

Sus ojos se cristalizaron ante el abandono en el que estaba sometida, ni siquiera el personal la respetaba, podía escuchar las risillas, los murmullos y las miradas de lástima que recibía cada vez que se aparecía.  

En esa casa era un mueble más, uno sin ninguna importancia y ella no podía estar más infeliz, pero que más daba, se dijo, lo hecho, hecho estaba y faltaban todavía doce meses para que el matrimonio terminara de una vez por todas.

Más de una vez lo leyó, buscando alguna traba para ella al cabo de los tres años, pero no halló nada, por fortuna y se dijo que todo lo que podía hacer, era aguardar el momento oportuno para largarse de una vez por todas lejos de su esposo.

En dos años y por mucho que lo intentó, ella aún seguía guardando un poco de amor para él, también esperaba que su marido le escribiera, se disculpara y comenzaran de nuevo, pero no pasó y su ausencia solo hizo que el personal le mirara como una basura.

Por una parte, lo entendía, todos en esa casa la veían como aprovechada, como la mujer que sacó provecho del antiguo dueño y aunque antes nunca nadie le trató mal debido a que el hombre que le protegió impedía malos tratos, siempre creyó que todos la veían como una mercenaria aprovechada.

Sin embargo, en ese momento, cuando el dueño de la casa y la fortuna era otro, las cosas cambiaron. Todo el personal la toleraba pero eran ásperos con ella.

En dos años no había recibido una sola señal de vida de su esposo. La última carta y correo los recibió dos días antes de la boda. Lo había leído tantas veces que ya se sabía de memoria el texto o más bien y cada día revisaba su correo o la correspondencia para saber si le había escrito de nuevo; sin embargo, nunca obtuvo nada de nuevo.

—Señorita Charlotte. —La voz del ama de llaves hizo que se girara a verla. Le molestó la soberbia con la que la mujer le miraba, pero entendía que su lealtad solo estaba del lado de los Peterson—. El señor Maximilien ha llamado para informar su llegada.

—¿Qué? —preguntó ella girándose de inmediato y con los ojos muy abiertos—. ¿Cu… cuándo llegará?

—Posiblemente en un par de horas —contestó la mujer mayor mientras Charlotte mantenía los ojos sobre ella—. Le aviso para que esté preparada para recibirle.

—¿Espera que salga a recibirlo como si fuera un rey? —preguntó Charlotte con su mal humor evidente—. ¿Me pide que salga a recibir al hombre que en dos años jamás me ha dado una señal de existencia?

—Es exactamente lo que pido —contestó la mujer de mala gana—. Esas fueron las indicaciones del señor.

Charlotte apretó los labios y sin decir absolutamente nada, salió de ahí rápidamente, dejando a la joven sola y sintiéndose más humillada que nunca.

Por su parte, la joven se arregló un poco el cabello y esperó en lo que ella llamaba su jaula de oro a que le avisaran de la llegada de su marido.

No tuvo que esperar mucho puesto que más pronto que tarde, llegaron a decirle que el auto de su marido, estaba arribando por el sendero.

Se levantó entonces de la cama y bajó con toda la calma del mundo hasta el vestíbulo donde el personal estaba completamente solícito y listo para recibir a su Amo, como perros amaestrados, se dijo.

Se paró al frente, tomando su lugar y esperó a que su marido arribara hasta la puerta, así que en cuanto vio el carro llegar y detenerse frente a la entrada principal, sus latidos se dispararon, no supo si porque estaba furiosa, porque tenía miedo o porque aún estaba enamorada de él.

Las puertas de auto se abrieron y de ella bajaron cuatro hombres, entre ellos el abogado que se presentó a su boda, otro hombre que supuso era el chofer, uno más con aspecto de matón y otro hombre alto, que no supo cómo describir.

Maximilien bajó del auto y por primera vez se encontró con la mujer que ahora era su esposa. Le pareció tan pequeña y tan insignificante, incluso con esa ropa tan sencilla e insípida que se ponía, era como si aun fuera una cría colegiala.

Charlotte le parecía tan poco interesante, incluso desde el momento en que recibió el primer correo para decirle una sarta de tonterías en las que aclaraba que estaba conforme con el matrimonio y además llenó de halagos innecesarios el texto, pero a fin de cuentas, tomó aquello como lo que era, una estupidez, y comenzó a hacerle cartas estúpidas a través de su amigo, quien las escribía para él.

Por su parte, la joven estaba hiperventilando y supo cuál de todos era su marido desde el momento en que el hombre fijó la vista en ella y la recorrió de arriba abajo.

Le pareció que era incluso más guapo de lo que había imaginado. Cuando lo vio quitarse las gafas de sol, pudo observar sus ojos completamente azules y las enormes pestañas que los rodeaban.

Su oscuro cabello y su blanca piel acentuaba aún más la belleza de sus ojos. Su altura y el cuerpo completamente musculado dejaba claro que su marido era un hombre que se comprometía con su cuidado y apariencia.

Le dio una sonrisa débil, esperando que este la devolviera, en cambio, Maximilien la observó desde su lugar y le miró como si fuera una bolsa de basura que no merecía ni un segundo de atención, al menos eso hizo durante unos segundos antes de ver a los hombres que le acompañaban y seguir su camino hacia la entrada.

La azulada mirada del hombre se colocó sobre ella cuando se posicionó a su lado. Charlotte solo atinó a levantar sus azules ojos hacia él para enfrentarlo y no supo para qué, en realidad, pero le miró.

Volvió a sonreírle y bajó la mirada unos segundos, abrumada por las sensaciones.

Una especie de amor y odio a partes iguales se apoderó de ella, quien no tuvo de otra que volver a verlo.

Lo vio esbozar una sonrisa esta vez, pero no fue una amable, fue una risa de burla. Una que pudo ver, se contagió a su gente, puesto que la vio, después giró a verlos a todos y luego volvió a reír, como si les dijera que se avergonzaba de su esposa.

—Bienvenido —dijo Charlotte en un acto de amabilidad y tratando de contener el llanto.

—Me das la bienvenida a mi propia casa, mi amor —replicó su marido, haciendo especial hincapié en las palabras mi amor, con un deje irónico—. Tal vez no te has dado cuenta, pero esta siempre ha sido mi casa, no importa cuánto te haya hecho creer el viejo que eras alguien de la familia, no lo eres. El único Amo de esta propiedad soy yo, a quien obedecen es a mí y todo lo que ves aquí, me pertenece, incluyéndote. No gozas de ningún privilegio en esta casa, eres tan irrelevante o más insignificante que cualquier otro sirviente. Ya estoy aquí y te aseguro que las cosas van a cambiar por si pensabas que eras alguien importante.

—No voy a permitir que me trates como si fuera cualquier cosa —declaró ella tratando de imponerse—. Soy tu esposa y…

—¡A mí, me vas a permitir cualquier cosa, porque así lo decido y porque no puedes irte de esta casa hasta que a mí me dé la gana! —amenazó con un tono tan severo y acercándose a ella a solo un palmo de su cara, dejando que Charlotte sintiera el amaderado olor de la bebida y el ligero aroma a tabaco, los mismos aromas que en la correspondencia, Maximilien dijo odiar—. Ahora soy yo, quien te da la bienvenida a nuestro peculiar nidito de amor, querida esposa.

Charlotte le miró con los ojos muy abiertos. No entendía por qué estaba tan agresivo, irónico y grosero. Tampoco sabía a cuenta de qué venía todo ese maltrato, pero no pensaba permitir que Maximilien le pasara encima. Si quería una guerra, entonces le daría una batalla legendaria.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo