Capítulo28
Leandro se detuvo en seco, miró a Julieta y dijo:

—Deja ya de fingir, Julieta, tal mala hierba difícil de erradicar, tú de veras nunca morirías.

Ella nunca moriría...

¿Acaso no recordaba que ella acababa de salir del quirófano hacía menos de veinticuatro horas?

¿Cómo se atrevía a afirmar que nunca moriría?

Julieta se burló.

—¿Quieres apostar, Leandro? ¿Quieres apostar si muriese o no?

El corazón de Leandro se estremeció en ese momento. Le dolió un poco.

Frunció el ceño y dijo:

—Vale, apuesto contigo.

Julieta sonrió.

Leandro, has perdido la apuesta—pensó.

Leandro empujó la puerta y adentro se encontraba Dalila Ortega acostada en una cama.

La enfermera estaba preparando los utensilios necesarios para la transfusión de sangre y, cuando levantó la cabeza, vio entrar a Leandro con Julieta en brazos.

La enfermera se acordó de Julieta. Ella también había participado en la operación para salvarle la vida a ella la noche anterior.

—Sácale sangre.

—¿Está seguro, señor? Esta señora acababa de
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