Leandro se detuvo en seco, miró a Julieta y dijo: —Deja ya de fingir, Julieta, tal mala hierba difícil de erradicar, tú de veras nunca morirías.Ella nunca moriría...¿Acaso no recordaba que ella acababa de salir del quirófano hacía menos de veinticuatro horas?¿Cómo se atrevía a afirmar que nunca moriría?Julieta se burló. —¿Quieres apostar, Leandro? ¿Quieres apostar si muriese o no?El corazón de Leandro se estremeció en ese momento. Le dolió un poco.Frunció el ceño y dijo: —Vale, apuesto contigo.Julieta sonrió.Leandro, has perdido la apuesta—pensó.Leandro empujó la puerta y adentro se encontraba Dalila Ortega acostada en una cama.La enfermera estaba preparando los utensilios necesarios para la transfusión de sangre y, cuando levantó la cabeza, vio entrar a Leandro con Julieta en brazos.La enfermera se acordó de Julieta. Ella también había participado en la operación para salvarle la vida a ella la noche anterior.—Sácale sangre.—¿Está seguro, señor? Esta señora acababa de
Leandro se sentó junto a la cama y abrazó a Dalila con ternura. —Ya está todo bien, no tengas miedo.Dalila movió las pestañas empapadas de lágrimas, se mordió los labios y miró a Leandro.—Abrázame, por favor, más fuerte.Leandro se detuvo un momento, y la estrecho con gran fuerza entre sus brazos.Inmediatamente, oyó las penas de la mujer que tenía entre sus brazos. —Te fuiste durante tanto tiempo, y Juli también se había ido. Mi corazón empezó a entrar en pánico porque me preocupaba mucho, que le hubiera algo malo a los dos, así que salí al balcón a echar un vistazo.—No esperaba que un murciélago viniera volando hacia mí, ¡y me aterrorizó tan cerca de mis heridas! Quise coger algo para espantarlo, pero fue inútil, y después de eso... Ni siquiera sé cómo me desmayé.—Leandro, ¿por qué cuando te llamé no contestaste? Me preocupaba mucho que pudiera pasarte algo.Leandro. Pensó con detenimiento. ¿Cómo podía sospechar de la amable y frágil Dalila?—Lo siento, no oí sonar el teléfono.
Julieta se quedó atónita. Dalila lo sabía.Si a Julieta le preguntaban por la cosa de la que más se arrepentía, ¡sin duda sería haber recogido a la serpiente Dalila del borde de la carretera y haberla traído a vivir casa!—¡Eres diabólica!Dalila soltó las manos y se echó a reír como loca. —Sí, soy diabólica, pero Leandro no piensa lo mismo. Cree que soy la persona más amable y generosa del mundo.Luego se acercó a Julieta y le gritó:—En su corazón, ¡tú eres la diabólica!Las palabras de Dalila hirieron profundamente el corazón de Julieta.No quería admitirlo, pero lo que Dalila decía no estaba equivocado.Leandro Cisneros sí pensaba así de ella.Menuda broma.—Dalila, ¿por qué no obligas entonces a Leandro a divorciarse? Llevo tres años siendo la señora de Cisneros y ya estoy cansada de serlo. ¿Te concedo este lugar a ti, entonces?Dalila fue la que más se enfadó precisamente por este hecho.Era capaz de meter mano en todo menos en el lugar de la señora Cisneros.Mostró los dientes,
Julieta se estaba arrastrando hasta la puerta cuando entró Ismael.Se había arrastrado por el camino, toda cubierta de sangre. Además, el rostro de Julieta tenía un aspecto terrible, por eso, Ismael quedó desconcertado al instante.Su primera reacción fue pensar que Leandro había estado aquí. Se apresuró a recogerla del suelo y la llevó hasta la cama. Luego se dio la vuelta con la intención de ir a buscar al médico, pero Julieta agarró su muñeca. —Señor Soto, ¿podría hacerme un favor? Se lo suplico.—Sea lo que sea que haya pasado, primero tiene que venir el doctor a revisar cómo están las heridas de tu cuerpo porque están agrietadas y probablemente tengan que vendarlas de nuevo…Antes de que Ismael pudiera terminar de hablar, Julieta dio un grito: —¡No hay tiempo! Señor, no hay tiempo.—¿Pero qué te ha pasado? ¿Leandro volvió a hacerte daño? —Ismael se quedó atónito.Julieta negó con la cabeza mientras luchaba por levantarse de la cama.—Alguien va a morir.¿Alguien va a morir? La
¿Dalila?Ismael parecía un poco sorprendido. Nunca había estado interesado en las mujeres de Leandro, así que no se molestó en investigar sobre Dalila. Sin embargo, aunque no estuviera interesado, jamás habría imaginado que esa mujer haría algo así.Ella sabía que Julieta estaba muy débil y que no podía caminar. Además, le contó su plan deliberadamente para que fuera consciente de que no podía hacer nada al respecto; ¡era realmente cruel!¿Lo sabía Leandro? En realidad, Ismael no necesitaba hacer esa pregunta. Estaba seguro de que Leandro no lo sabía.—¿Por qué razón querría matar a un mayordomo?Julieta frunció los labios. No se atrevía a contarle a nadie las sospechas que tenía sobre la muerte de sus padres; después de todo, ni siquiera tenía pruebas. Además, en caso de que Dalila volviera a acusarla falsamente, temía que, hiciera lo que hiciera, no fuera capaz de explicarlo.Al final dijo con cierta reserva: —¿Puedo no decírtelo?—Por supuesto —Ismael no la presionó y simplemente a
Dalila estaba ligeramente molesta. Si no fuera porque Ismael todavía estaba ahí, le habría dado una buena paliza a Julieta para demostrarle quién mandaba ahora.Pero Ismael estaba presente y él era un buen amigo de Leandro, tanto que si ella revelaba algo, Leandro podría empezar a sospechar. Por lo tanto, todavía debía ser cuidadosa con lo que hacía.Dalila bajó y frunció el ceño mientras miraba a Ismael con cierta preocupación.—Señor Soto, ¿por qué animas a Julieta en sus ideas sin sentido? Ella está enferma. Debiste detenerla aunque tuviera la mente poco clara. ¿Por qué llevas a una persona enferma a un viaje tan largo? No va a llevar a nada bueno para la salud de Julieta.¡Hipócrita!Ignorando las heridas de su cuerpo, Julieta avanzó cojeando y abordó a Dalila hasta tirarla al suelo. La agarró por el cuello y la interrogó una y otra vez.—¿Dónde diablos está don Camilo? Devuélvemelo, Dalila. ¡Si no me lo dices ahora, te mato!Con las mejillas enrojecidas, Dalila le suplicó a Ismael
El corazón de Julieta latía con fuerza. Sabía que esto le iba a resultar difícil de explicar y, aunque le contara toda la historia, temía que Leandro no le creyera.Justo cuando las dos partes estaban en un punto muerto, Dalila se lanzó a los brazos de Leandro y lloró.—Leandro, no culpes a Julieta. Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí… Yo fui la que vio algo que no debía y ella solo me ahorcó.—¿Te ahorcó?Leandro bajó la cabeza para poder echarle un vistazo al cuello de Dalila. Entonces se percató de las evidentes huellas en su cuello blanco. Sus ojos se hundieron.—Julieta, ¿tú le hiciste esto?Sabiendo que no podía esconder la verdad, Julieta respiró hondo y asintió con la cabeza.—Sí, fui yo quien la atacó, pero fue debido a…—Dalila, tú explicarás el por qué. —Leandro no esperó a que terminara para interrumpirla.Dalila miró con cautela a Julieta. Luego observó temerosamente a Leandro y al final se mordió el labio:—Leandro, olvidemos esto, de todas maneras, estoy bien. Fing
Sus palabras enfurecieron a Leandro una vez más. Su rostro palideció. Estiró la mano para alcanzar a Julieta y estrangular su cuello.—¡Julieta, no te atrevas a decir eso otra vez!La cara de Julieta enrojeció por el estrangulamiento. Le costaba respirar y el sabor ferroso de la sangre mezclándose en su garganta le daba ganas de vomitar.—¡Leandro, suéltala!Ismael levantó la mano y le dio un puñetazo a Leandro, lo que lo obligó a soltarla. Ismael sujetó a Julieta, que estaba débil y colgaba solo de un aliento.—¿Quieres matarla? No sabes que ella…Julieta no lo dejó terminar. De repente tiró de su camisa y movió la cabeza hacia él, indicando que dejara de hablar.Entonces, usando una voz que solo Ismael podía oír, le suplicó: —Vámonos…Ella solo quería salir de ahí, de ese lugar que le estaba impidiendo respirar bien.Realmente no tenía fuerzas para discutir con Leandro, estaba muy cansada…Julieta no duró lo suficiente como para salir de la Península antes de desmayarse. Sus ojos se