Julieta se estaba arrastrando hasta la puerta cuando entró Ismael.Se había arrastrado por el camino, toda cubierta de sangre. Además, el rostro de Julieta tenía un aspecto terrible, por eso, Ismael quedó desconcertado al instante.Su primera reacción fue pensar que Leandro había estado aquí. Se apresuró a recogerla del suelo y la llevó hasta la cama. Luego se dio la vuelta con la intención de ir a buscar al médico, pero Julieta agarró su muñeca. —Señor Soto, ¿podría hacerme un favor? Se lo suplico.—Sea lo que sea que haya pasado, primero tiene que venir el doctor a revisar cómo están las heridas de tu cuerpo porque están agrietadas y probablemente tengan que vendarlas de nuevo…Antes de que Ismael pudiera terminar de hablar, Julieta dio un grito: —¡No hay tiempo! Señor, no hay tiempo.—¿Pero qué te ha pasado? ¿Leandro volvió a hacerte daño? —Ismael se quedó atónito.Julieta negó con la cabeza mientras luchaba por levantarse de la cama.—Alguien va a morir.¿Alguien va a morir? La
¿Dalila?Ismael parecía un poco sorprendido. Nunca había estado interesado en las mujeres de Leandro, así que no se molestó en investigar sobre Dalila. Sin embargo, aunque no estuviera interesado, jamás habría imaginado que esa mujer haría algo así.Ella sabía que Julieta estaba muy débil y que no podía caminar. Además, le contó su plan deliberadamente para que fuera consciente de que no podía hacer nada al respecto; ¡era realmente cruel!¿Lo sabía Leandro? En realidad, Ismael no necesitaba hacer esa pregunta. Estaba seguro de que Leandro no lo sabía.—¿Por qué razón querría matar a un mayordomo?Julieta frunció los labios. No se atrevía a contarle a nadie las sospechas que tenía sobre la muerte de sus padres; después de todo, ni siquiera tenía pruebas. Además, en caso de que Dalila volviera a acusarla falsamente, temía que, hiciera lo que hiciera, no fuera capaz de explicarlo.Al final dijo con cierta reserva: —¿Puedo no decírtelo?—Por supuesto —Ismael no la presionó y simplemente a
Dalila estaba ligeramente molesta. Si no fuera porque Ismael todavía estaba ahí, le habría dado una buena paliza a Julieta para demostrarle quién mandaba ahora.Pero Ismael estaba presente y él era un buen amigo de Leandro, tanto que si ella revelaba algo, Leandro podría empezar a sospechar. Por lo tanto, todavía debía ser cuidadosa con lo que hacía.Dalila bajó y frunció el ceño mientras miraba a Ismael con cierta preocupación.—Señor Soto, ¿por qué animas a Julieta en sus ideas sin sentido? Ella está enferma. Debiste detenerla aunque tuviera la mente poco clara. ¿Por qué llevas a una persona enferma a un viaje tan largo? No va a llevar a nada bueno para la salud de Julieta.¡Hipócrita!Ignorando las heridas de su cuerpo, Julieta avanzó cojeando y abordó a Dalila hasta tirarla al suelo. La agarró por el cuello y la interrogó una y otra vez.—¿Dónde diablos está don Camilo? Devuélvemelo, Dalila. ¡Si no me lo dices ahora, te mato!Con las mejillas enrojecidas, Dalila le suplicó a Ismael
El corazón de Julieta latía con fuerza. Sabía que esto le iba a resultar difícil de explicar y, aunque le contara toda la historia, temía que Leandro no le creyera.Justo cuando las dos partes estaban en un punto muerto, Dalila se lanzó a los brazos de Leandro y lloró.—Leandro, no culpes a Julieta. Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí… Yo fui la que vio algo que no debía y ella solo me ahorcó.—¿Te ahorcó?Leandro bajó la cabeza para poder echarle un vistazo al cuello de Dalila. Entonces se percató de las evidentes huellas en su cuello blanco. Sus ojos se hundieron.—Julieta, ¿tú le hiciste esto?Sabiendo que no podía esconder la verdad, Julieta respiró hondo y asintió con la cabeza.—Sí, fui yo quien la atacó, pero fue debido a…—Dalila, tú explicarás el por qué. —Leandro no esperó a que terminara para interrumpirla.Dalila miró con cautela a Julieta. Luego observó temerosamente a Leandro y al final se mordió el labio:—Leandro, olvidemos esto, de todas maneras, estoy bien. Fing
Sus palabras enfurecieron a Leandro una vez más. Su rostro palideció. Estiró la mano para alcanzar a Julieta y estrangular su cuello.—¡Julieta, no te atrevas a decir eso otra vez!La cara de Julieta enrojeció por el estrangulamiento. Le costaba respirar y el sabor ferroso de la sangre mezclándose en su garganta le daba ganas de vomitar.—¡Leandro, suéltala!Ismael levantó la mano y le dio un puñetazo a Leandro, lo que lo obligó a soltarla. Ismael sujetó a Julieta, que estaba débil y colgaba solo de un aliento.—¿Quieres matarla? No sabes que ella…Julieta no lo dejó terminar. De repente tiró de su camisa y movió la cabeza hacia él, indicando que dejara de hablar.Entonces, usando una voz que solo Ismael podía oír, le suplicó: —Vámonos…Ella solo quería salir de ahí, de ese lugar que le estaba impidiendo respirar bien.Realmente no tenía fuerzas para discutir con Leandro, estaba muy cansada…Julieta no duró lo suficiente como para salir de la Península antes de desmayarse. Sus ojos se
Después de preguntar, Ismael se quedó paralizado. ¿Cómo podía haber hecho semejante pregunta? Acababa de decirle que no le importaban en absoluto sus asuntos personales…—En realidad, señor Soto, iba a pedirle que me ayudara a redactar los papeles del divorcio.—¿Ahora?Ismael se puso nervioso, aunque aparentemente no había una razón para ello. Incluso albergaba en su corazón una pequeña esperanza de que Julieta y Leandro se divorciaran.Julieta resopló.—Solía pensar que ya que tres personas estamos tan cansadas de llevarnos bien, lo mejor es que nos devolviéramos la libertad. Ya vio cómo están las cosas. Leandro no quiere darme mi libertad, pero tampoco quiere vivir bien conmigo.»Pero Dalila sí quiere que me divorcie. No quiero cumplir sus esperanzas ahora y, de todos modos, podría morir en cualquier momento. Lo mejor sería que la haga sentir incómoda hasta que me muera.Cuando terminó de hablar giró la cabeza para mirar a Ismael, apretando los labios.—Tercera rueda, voy a dejar qu
De pie junto a la ventana, Leandro estaba de espaldas a la puerta, con una mano en el bolsillo. Aunque no se podía ver su expresión, sentía el escalofrío que emanaba de él.Julieta palmeó ligeramente a Ismael y le hizo señas para que la dejara en el suelo. Se paró apoyándose en la puerta y después de respirar hondo, gritó: —Leandro ¿qué más quieres saber? —Su voz temblaba; tenía miedo.Ismael estaba un poco triste sin motivo. Seguramente le había pasado muchas veces.Al oírla, Leandro se dio vuelta y la miró fríamente con sus ojos profundos. La mueca en sus labios era evidentemente de desprecio.—Julieta, pensé que serías más obediente al tener una herida tan grave, pero me decepcionas.Tomada del brazo de Ismael, Julieta entró cojeando.Vio a Leandro caminar hacia ella y no pudo evitar contener la respiración esperando su "castigo". Después de unos instantes, en lugar de que la mano del hombre fuera tras de ella, tiró de Ismael hacia un lado y lo sacó de la habitación del hospital.J
Leandro no se detuvo. Abrió la puerta y salió.¿Julieta se estaba muriendo? ¿Quién lo creería? ¿No había tenido solamente una neumonía? ¿La neumonía podría matarla?Ahora su fiebre había desaparecido, estaba llena de energía e incluso tenía fuerzas para seducir a Ismael. ¿Y se iba a morir?¿¡Quién lo iba a creer!?Leandro estaba furioso cuando irrumpió en la sala. Se encontró a Julieta sentada en la cama, esperando intranquila su llegada.Levantó la vista y miró a Leandro con cierta alarma. —Leandro, no pasó nada entre el señor Soto y yo, esa es la verdad.Aunque sabía que era inútil, se tomó la molestia de volver a explicarlo.—Ja, ¿no pasó nada? ¿Entonces qué estaban haciendo en la Península a mitad de la noche? ¿No me digas que es para buscar a alguien?Leandro se acercó a Julieta a zancadas, pellizcó con fuerza su delicada mandíbula y se mofó: —¡Ya comprobé la vigilancia y hoy no ha ido nadie a la Península!Era imposible, cómo podía ser…Pero Julieta reaccionó rápidamente. Dalil