Capítulo37
De pie junto a la ventana, Leandro estaba de espaldas a la puerta, con una mano en el bolsillo. Aunque no se podía ver su expresión, sentía el escalofrío que emanaba de él.

Julieta palmeó ligeramente a Ismael y le hizo señas para que la dejara en el suelo. Se paró apoyándose en la puerta y después de respirar hondo, gritó:

—Leandro ¿qué más quieres saber? —Su voz temblaba; tenía miedo.

Ismael estaba un poco triste sin motivo. Seguramente le había pasado muchas veces.

Al oírla, Leandro se dio vuelta y la miró fríamente con sus ojos profundos. La mueca en sus labios era evidentemente de desprecio.

—Julieta, pensé que serías más obediente al tener una herida tan grave, pero me decepcionas.

Tomada del brazo de Ismael, Julieta entró cojeando.

Vio a Leandro caminar hacia ella y no pudo evitar contener la respiración esperando su "castigo". Después de unos instantes, en lugar de que la mano del hombre fuera tras de ella, tiró de Ismael hacia un lado y lo sacó de la habitación del hospital.

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