Renzo se quedó asombrado y negó con la cabeza. —No, ¿por qué me pregunta eso, señor?Leandro entrecerró sus ojos y no respondió. Pensó: “¿Qué hacía exactamente Julieta en la Villa Oeste?”. No podía creer que Julieta hubiera aceptado verse con otro hombre en un lugar así.......Ismael no golpeó la puerta hasta que vio salir a Leandro.Julieta pensó que era la pequeña cuidadora, por lo que se puso su ropa, se cubrió con la cobija y dijo: — Pasa. Sin embargo, cuando levantó la vista, se encontró cara a cara con Ismael. — ¿Señor Soto? — En estos días he venido a visitarte, pero no estabas despierta. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Estás mejor? Julieta asintió mientras decía: — Bueno, estoy mejor. Dormir ayuda con las heridas.Las dos puñaladas que tenía en su torso prácticamente ya estaban curadas, si bien quedaban aún algunas pequeñas cicatrices en sus manos y rodillas. Ella pensaba que de a poco las cicatrices desaparecían. —¿Por qué fuiste a la Villa del Oeste? —preguntó Ismael. Juli
Julieta tenía remordimientos por no haber podido salvar a su querido don Camilo, por eso ella no podía dejar su cuerpo en las manos de otras personas. Él la había cuidado desde que era una niña y también había sido la última persona cercana a ella.En cuanto pensó en todo esto, Julieta no pudo contener las lágrimas. Antes, ella se veía a sí misma como una princesa en un castillo, con un estilo de vida lujoso, siempre bien amada y mimada. Jamás se le pasó por la mente que un día no tendría nada. —¿Julieta? —dijo Ismael mientras la empujaba por el brazo gentilmente. Julieta se recompuso. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, y con una sonrisa amarga respondió: — Estoy bien, estoy un poco triste por haber pensado en la muerte de don Camilo. Tranquilo, en serio estoy bien. Ismael frunció el ceño. Inexplicablemente sintió un poco de pena en el corazón, y dijo para sus adentros:“¿Por qué ella siempre era tan terca? ¿Por qué no quiere pedirme ayuda?”. Aunque pensándolo bien: ¿
Fue la cuidadora quien compró las empanadas, y al retornar vio a Ismael, a quien saludó con una sonrisa: — Hola señor, ¿vino a ver a la señorita Rosales?— Shhh —Ismael la detuvo rápidamente—. No le digas que estoy aquí. Cuídala bien. Yo me voy.— La cuidadora se quedó perpleja. Asintió con la cabeza y atinó a decir: — Bueno.Julieta tomó la leche. Miró la hora y luego a la cuidadora que había estado sentada a su lado. Su corazón estaba un poco ansioso. Julieta no tenía ni idea de quién había contratado a esta cuidadora. Temía que fuese Leandro y que la cuidadora le vendiera su paradero a él. “Tengo que hallar una forma de distraerla”, pensó Julieta.— ¿Soy la única a quien cuidas?La joven se quedó inmóvil por un momento y respondió: —Sí, sólo la cuido a usted, señorita Rosales.—Seguramente estás cansada de cuidarme estos últimos días. Ya que estoy despierta hoy, ¿por qué no vuelves a tu casa a descansar esta noche, y vienes de nuevo mañana?De forma inesperada, la joven negó
— Deje el cuerpo de don Camilo en paz. Él ya está muerto. ¿Qué más quieren?El hombre sonrió lascivamente y levantó su mano para tocar la mejilla de Julieta. — ¿Qué tal si me acompañas esta noche y te doy el cadáver del viejo?— ¡Lárgate! —espetó Julieta, al tiempo que giraba la cabeza hacia el otro lado y golpeaba la mano del hombre—. ¡Ni siquiera pienses en amenazarme con estos asquerosos métodos!El hombre no se inmutó. Levantó su mano y agarró las manos de Julieta, poniéndolas sobre su cabeza en la cama. —¿No era importante ese viejo para ti? ¿Ahora ni siquiera haces un poco de sacrificio con tu cuerpo? Tu marido ya ni siquiera te ama, de todas formas. Ante sus ojos, tú y yo hace tiempo que le pusimos los cuernos. No veo por qué tienes que ser tan terca.Julieta se mordió su labio, queriendo resistirse, pero su cuerpo estaba demasiado débil y la fuerza de la otra parte era demasiado fuerte. Ella quiso luchar, pero ni podía moverse.Sí, don Camilo era muy importante para ella, y
Julieta quería moverse, pero las piernas entumecidas no se lo permitían. De repente, una poderosa mano tiró de su cabeza y la levantó de la cama.— ¿No te atreves a contestar? Julieta, ¿por qué eres tan rastrera? ¿Ni siquiera puedes soportar la soledad por un día?— Fui forzada...—¿Forzada? Veo que estás muy contenta. ¿Cómo te forzaron?El corazón de Julieta se hundió en el más profundo abismo de dolor al oír la burla de Leandro. La escena era tan caótica que hablaba por sí misma. ¿Acaso no tenía ojos? Después de todo, él estaba ciego por culpa de las mentiras. — Fui forzada —repitió ella.Leandro se enfadó aún más. La fuerza de su mano se volvió casi insostenible. Su otra mano sujetó su barbilla y le levantó el rostro de modo que se vio obligada a verlo a los ojos.Al encontrarse ambas miradas, el cuerpo de Julieta se estremeció.—¡Julieta, tú me obligaste a hacer esto!“¿Yo le obligué? Fue él quien me obligó.”Julieta no sabía de dónde se llenó de coraje, pero de repente golpeó
Justo después de decirlo, se sintió un poco extraña. Con todo lo había pasado entre ellos, no tenía sentido preguntar algo así. La respuesta ya no importaba. Pensando en eso, Julieta resopló. — Antes me prometiste que me ibas a proteger por el resto de mi vida. Dijiste que nada me faltaría, y me harías la mujer más feliz del mundo. Miró a Leandro y continuó diciendo:— Pero ahora, ¿qué es lo que nos ha pasado? En estos dos años, sólo me has tratado con odio y recelo. Todo lo que hago está mal. No importa lo que haga, tú te pones de mal humor. ¿Qué sentido tiene que estemos casados todavía?Julieta no era una persona enamoradiza; jamás perseguiría el amor de Leandro, aunque siguiese amándolo profundamente. Ella quería ser libre, sólo que Leandro se lo negaba, por lo que sólo podía seguir en el limbo en el que se encontraba.Leandro la miró con recelo. Por alguna razón, de repente se dio cuenta de que los brillantes ojos de ella se habían oscurecido como la noche. — Julieta, no mer
— Dalila, él me prometió mucho más antes. Mi situación de hoy es tu situación de mañana. No actúes frente a mí. — ¡Julieta! —bramó Leandro—. ¿Todavía quieres echarle la culpa a Dalila? Si no fuera por ella, que me implora piedad por ti, no habría forma de que te perdonara en absoluto. — Leandro, por favor no actúes así —suplicó Dalila.Leandro dejó de hablarle a Julieta, y tiernamente acarició la cabeza a Dalila. — ¿Tu herida ya está mejor? —le preguntó.Dalila se hundió en sus brazos, asintió y dijo:— Ya estoy mejor, pero si me acompañaras, podría curarme más rápido.— Dalila, a partir de ahora, quiero que vigiles a Julieta, y no permitas que salga de esta habitación. Dalila se quedó atónita. Frunció el ceño, mientras advertía: — Leandro, tú... Julieta tiene que comer también. — Hmm... comer, sí, encárgate de eso también, por favor. Después de decir eso, Leandro abrazó a Dalila mientras miraba fríamente a Julieta, quien estaba aún en el piso. Luego, cerró la puerta con indif
La voz de Julieta no era alta, pero Dalia la oyó claramente.En opinión de Dalila, hoy en día Julieta no era nada más que un juguete cautivo. ¿Cómo tenía coraje de clamar contra ella?—Julieta, no olvides que Leandro me pidió que me encargue de tus comidas. ¿Quieres morirte de hambre?Julieta ni le hizo caso, y metió su cabeza debajo del cobertor.Dalila, quien estaba fuera no podía oír el movimiento de dentro, y se quedó descontenta. Entonces preguntó con una sonrisa:—¿No estás curiosa por saber dónde tiré los restos de don Camilo? Ese viejo se metió en donde no le llaman. Así que lo arrojé al mar para alimentar a los peces. Probablemente ya no quedan ni los huesos. ¿No te sorprende? En cuanto a la caja, ya me deshice de ella; las pruebas que necesitabas han desaparecido. ¿Estás enojada?Julieta agarró la colcha y apretó los dientes para aguantar el enfado de su corazón.“¡Dalila! No la dejaré vivir. Mientras aún me quede aliento, la mataré, aunque acabe siendo enviada a prisión por