Fue la cuidadora quien compró las empanadas, y al retornar vio a Ismael, a quien saludó con una sonrisa: — Hola señor, ¿vino a ver a la señorita Rosales?— Shhh —Ismael la detuvo rápidamente—. No le digas que estoy aquí. Cuídala bien. Yo me voy.— La cuidadora se quedó perpleja. Asintió con la cabeza y atinó a decir: — Bueno.Julieta tomó la leche. Miró la hora y luego a la cuidadora que había estado sentada a su lado. Su corazón estaba un poco ansioso. Julieta no tenía ni idea de quién había contratado a esta cuidadora. Temía que fuese Leandro y que la cuidadora le vendiera su paradero a él. “Tengo que hallar una forma de distraerla”, pensó Julieta.— ¿Soy la única a quien cuidas?La joven se quedó inmóvil por un momento y respondió: —Sí, sólo la cuido a usted, señorita Rosales.—Seguramente estás cansada de cuidarme estos últimos días. Ya que estoy despierta hoy, ¿por qué no vuelves a tu casa a descansar esta noche, y vienes de nuevo mañana?De forma inesperada, la joven negó
— Deje el cuerpo de don Camilo en paz. Él ya está muerto. ¿Qué más quieren?El hombre sonrió lascivamente y levantó su mano para tocar la mejilla de Julieta. — ¿Qué tal si me acompañas esta noche y te doy el cadáver del viejo?— ¡Lárgate! —espetó Julieta, al tiempo que giraba la cabeza hacia el otro lado y golpeaba la mano del hombre—. ¡Ni siquiera pienses en amenazarme con estos asquerosos métodos!El hombre no se inmutó. Levantó su mano y agarró las manos de Julieta, poniéndolas sobre su cabeza en la cama. —¿No era importante ese viejo para ti? ¿Ahora ni siquiera haces un poco de sacrificio con tu cuerpo? Tu marido ya ni siquiera te ama, de todas formas. Ante sus ojos, tú y yo hace tiempo que le pusimos los cuernos. No veo por qué tienes que ser tan terca.Julieta se mordió su labio, queriendo resistirse, pero su cuerpo estaba demasiado débil y la fuerza de la otra parte era demasiado fuerte. Ella quiso luchar, pero ni podía moverse.Sí, don Camilo era muy importante para ella, y
Julieta quería moverse, pero las piernas entumecidas no se lo permitían. De repente, una poderosa mano tiró de su cabeza y la levantó de la cama.— ¿No te atreves a contestar? Julieta, ¿por qué eres tan rastrera? ¿Ni siquiera puedes soportar la soledad por un día?— Fui forzada...—¿Forzada? Veo que estás muy contenta. ¿Cómo te forzaron?El corazón de Julieta se hundió en el más profundo abismo de dolor al oír la burla de Leandro. La escena era tan caótica que hablaba por sí misma. ¿Acaso no tenía ojos? Después de todo, él estaba ciego por culpa de las mentiras. — Fui forzada —repitió ella.Leandro se enfadó aún más. La fuerza de su mano se volvió casi insostenible. Su otra mano sujetó su barbilla y le levantó el rostro de modo que se vio obligada a verlo a los ojos.Al encontrarse ambas miradas, el cuerpo de Julieta se estremeció.—¡Julieta, tú me obligaste a hacer esto!“¿Yo le obligué? Fue él quien me obligó.”Julieta no sabía de dónde se llenó de coraje, pero de repente golpeó
Justo después de decirlo, se sintió un poco extraña. Con todo lo había pasado entre ellos, no tenía sentido preguntar algo así. La respuesta ya no importaba. Pensando en eso, Julieta resopló. — Antes me prometiste que me ibas a proteger por el resto de mi vida. Dijiste que nada me faltaría, y me harías la mujer más feliz del mundo. Miró a Leandro y continuó diciendo:— Pero ahora, ¿qué es lo que nos ha pasado? En estos dos años, sólo me has tratado con odio y recelo. Todo lo que hago está mal. No importa lo que haga, tú te pones de mal humor. ¿Qué sentido tiene que estemos casados todavía?Julieta no era una persona enamoradiza; jamás perseguiría el amor de Leandro, aunque siguiese amándolo profundamente. Ella quería ser libre, sólo que Leandro se lo negaba, por lo que sólo podía seguir en el limbo en el que se encontraba.Leandro la miró con recelo. Por alguna razón, de repente se dio cuenta de que los brillantes ojos de ella se habían oscurecido como la noche. — Julieta, no mer
— Dalila, él me prometió mucho más antes. Mi situación de hoy es tu situación de mañana. No actúes frente a mí. — ¡Julieta! —bramó Leandro—. ¿Todavía quieres echarle la culpa a Dalila? Si no fuera por ella, que me implora piedad por ti, no habría forma de que te perdonara en absoluto. — Leandro, por favor no actúes así —suplicó Dalila.Leandro dejó de hablarle a Julieta, y tiernamente acarició la cabeza a Dalila. — ¿Tu herida ya está mejor? —le preguntó.Dalila se hundió en sus brazos, asintió y dijo:— Ya estoy mejor, pero si me acompañaras, podría curarme más rápido.— Dalila, a partir de ahora, quiero que vigiles a Julieta, y no permitas que salga de esta habitación. Dalila se quedó atónita. Frunció el ceño, mientras advertía: — Leandro, tú... Julieta tiene que comer también. — Hmm... comer, sí, encárgate de eso también, por favor. Después de decir eso, Leandro abrazó a Dalila mientras miraba fríamente a Julieta, quien estaba aún en el piso. Luego, cerró la puerta con indif
La voz de Julieta no era alta, pero Dalia la oyó claramente.En opinión de Dalila, hoy en día Julieta no era nada más que un juguete cautivo. ¿Cómo tenía coraje de clamar contra ella?—Julieta, no olvides que Leandro me pidió que me encargue de tus comidas. ¿Quieres morirte de hambre?Julieta ni le hizo caso, y metió su cabeza debajo del cobertor.Dalila, quien estaba fuera no podía oír el movimiento de dentro, y se quedó descontenta. Entonces preguntó con una sonrisa:—¿No estás curiosa por saber dónde tiré los restos de don Camilo? Ese viejo se metió en donde no le llaman. Así que lo arrojé al mar para alimentar a los peces. Probablemente ya no quedan ni los huesos. ¿No te sorprende? En cuanto a la caja, ya me deshice de ella; las pruebas que necesitabas han desaparecido. ¿Estás enojada?Julieta agarró la colcha y apretó los dientes para aguantar el enfado de su corazón.“¡Dalila! No la dejaré vivir. Mientras aún me quede aliento, la mataré, aunque acabe siendo enviada a prisión por
Dalila hizo una mueca y dijo: —Julieta, te estoy llamando amablemente para cenar, ¡no seas malagradecida!—Entonces abre la puerta. ¿Por qué la atrancaste? ¿Acaso puedes ser más hipócrita?—Jeje, Julieta, tienes que hacerme feliz si quieres comer. ¿Qué tal esto? Tú ladras un poco, y si me satisface, veo si te abro la puerta para que comas.Julieta sonrió maliciosamente. “¡Esa perra va a pagar por todo!”, dijo para sus adentros.Pero lo que oyó fue la voz clara y fría de Julieta: — ¿A ladrar? Dalila, ¡ni en tus sueños! Dalila se enfadó y golpeó la puerta. Dijo de forma amenazadora:— No tomes mi oferta por asegurada. Si no comes ahora, no te traeré comida por el resto del día. Además, no creo que a Leandro le importe un comino. Julieta sonrió amargamente y sacudió la cabeza. Si ella se quejaba a Leandro, lo que tendría sería un mayor desastre.Como su cuerpo ya estaba muy débil para luchar, ella prefería quedarse aquí tranquilamente hasta que Leandro se deshaga de su enfado. No qu
Dalila dijo cuidadosamente: — Leandro, tú trancaste la puerta desde fuera.Al oír esto, Leandro miró fríamente de reojo a Dalila. — ¿No le llevaste comida? ¿Luego la trancaste de nuevo?Dalila se sobresaltó por su mirada y bajó la cabeza quejándose: — Yo... Temía que me culparas por dejarla salir, no me atreví... — Olvídalo.Leandro no tenía ganas de escuchar su explicación. Siguió golpeando fuertemente la puerta, cada vez más fuerte.— Julieta, ¿quieres que patee la puerta para abrir?No hubo sonido, ni respuesta alguna desde el interior. Justo cuando Leandro estaba por patear la puerta, Dalila cayó de repente en sus brazos, sosteniendo su cabeza con las manos. — ¿Qué te pasa?— Cabeza... me duele mi cabeza... super fuerte ...Leandro miró la puerta y de vuelta a Dalila, y dijo: — Te llevaré hasta tu cuarto.— Um... Lo siento, Leandro.Leandro vio el sufrimiento de Dalila, y le surgió algo de angustia en su corazón. Su tono se suavizó de repente. — Yo soy el que debe pedir di