ZebelaDi varias vueltas en la cama mientras trataba de dormir, pero no podía conciliar el sueño. ¿Qué rayos me pasaba? Estaba tan nerviosa que me dolía el estómago y el corazón me latía muy rápido. No podía dejar de pensar en el día siguiente; toda la anticipación que ese encuentro me hacía sentir me tenía en vilo.De repente, sentí un leve dolor en el pecho y mi loba se empezó a agitar dentro de mí. ¿Por qué estaba tan inquieta?Las lágrimas fluyeron a través de mis mejillas y el dolor empezó a agudizarse.¿Qué me sucedía?Mi cuerpo fue sacudido por varios temblores y mis colmillos salieron. La ira de mi loba se esparció por cada partícula de mi ser, como si se hubiera encendido una línea de pólvora que pronto llegaría a su detonante y estallaría dentro de mí.Me tiré en el piso, debido al dolor que me desgarraba el pecho, y traté de calmar mi respiración arrítmica. De a poquito me fui recuperando. Suspiré aliviada cuando mi loba se calmó y se apagó dentro de mí, como si estuviera d
ZebelaFue difícil levantarme después de la terrible noche que había pasado. El sueño se me escapaba de forma constante, y cuando por fin lograba alcanzarlo, las pesadillas me arrastraban de vuelta a la vigilia, empapada en sudor y con el corazón desbocado.Soñaba con un fuego voraz que lo consumía todo a mi alrededor, un fuego que parecía vivo y sediento de venganza. Las llamas me rodeaban, abrazando mi piel, pero no me destruían. Más bien, sentía que ese fuego era una extensión de mí, aunque el dolor que provocaba era insoportable, como si quisiera recordarme su presencia con cada chispa.En medio de ese tormento, de mis manos emergía una luz rosada, cálida y apaciguadora. Era como un bálsamo que aliviaba las heridas y refrescaba mi cuerpo agotado. Esa luz no solo calmaba el dolor, sino que traía consigo una paz profunda, un respiro entre las llamas.El alivio alcanzó su máxima expresión cuando el fuego se entrelazó con la luz rosada. Juntos, se unieron en una danza hipnótica, fusio
ZebelaEl alba apenas comenzaba a despuntar cuando decidí entrar a la ducha. El agua caliente se deslizaba por mi piel, relajándome al punto de provocarme un sueño irresistible. Era irónico, considerando que estaba a punto de entrenar con el alfa, una tarea que requería de todos mis sentidos alerta, no de este letargo que me dominaba en aquel momento.¿Por qué no se me ocurrió tomar una ducha cuando no lograba conciliar el sueño? Ah, cierto, las pesadillas. No sabía qué era peor: el insomnio que me dejaba dando vueltas en la cama o el terror sofocante de esos sueños horribles que parecían perseguirme noche tras noche.—Esto me recuerda...—murmuré mientras el aroma del jabón llenaba el reducido espacio de la ducha. La nostalgia se deslizó sobre mí, tan sutil como el vapor que empañaba el espejo. Casi sin darme cuenta, me transporté a ese día en que había comenzado mis entrenamientos con Roan, ansiosa por convertirme en una guerrera.Recordé lo torpe que había sido al principio, cómo su
ZebelaDespués de la emotiva charla que el alfa y yo compartimos, comenzamos a entrenar. O, más bien, a enfrentarnos en un combate cuerpo a cuerpo en el que él evaluaba mis habilidades con puños y patadas.Hasta ese momento me sentía victoriosa, ya que lograba esquivar sus ataques sin demasiado esfuerzo.—Bien, tienes conocimiento básico, ahora vamos a profundizar un poco, ¿de acuerdo? —me informó, y retomó su posición de lucha.Asentí en señal de entendimiento, aunque estaba confundida. ¿A qué se refería con ir más profundo? Yo ya había dado todo lo que sabía en la batalla.De imprevisto, el alfa atacó, usando habilidades que me fueron imposibles de detener o igualar. Sus movimientos eran precisos y veloces, cada uno cargado de una destreza impresionante.Sus puños buscaban alcanzarme con gran agilidad, moviéndose rápidos hacia mí. Un ataque frontal impactó directo a mi rostro y me rompió la nariz. Sentí la calidez de la sangre correr fuera de mis fosas nasales hasta llegar a mis lab
Bastian¡Maldición!—¿Qué diablos acaba de ocurrir? —pregunté a la nada, como si estas paredes tuvieran esas respuestas que buscaba desesperado.Todo esto era nuevo para mí, así que estaba desorientado, confundido y... asustado.—Yo, el alfa Bastian, estoy asustado. ¿Qué es esta mierda? —golpeé uno de los sacos de boxeo, con la intención de sacar la furia que me estaba quemando por dentro.Me sentía fuera de control.—Alfa, disculpe la interrupción —dijo uno de mis guerreros. A leguas se le notaba la preocupación por atreverse a interrumpir mis entrenamientos privados.—¿Qué quieres? —gruñí entre dientes, para evitar pagar mi frustración con él, aunque ganas no me faltaban.Ah, hasta en eso estoy cambiando. Nunca fui considerado con nadie ¿y ahora resultaba que me abstenía a despotricar mi enojo?¡Con un demonio!—Sus guerreros desembarcaron una hora atrás y están en camino. ¿Necesita que se haga algo especial para recibirlos? —preguntó con cautela, como si temiera incomodarme, pues m
BastianEl silencio de Laurel empezó a incomodarme. Su mirada inquisitiva me hacía sentir avergonzado y estúpido, de verdad me estaba cuestionando sí venir aquí fue lo correcto.Sin embargo, ¿quién más podría ayudarme a entender lo que me estaba ocurriendo? Solo Laurel conocía mi secreto. Bueno, mi progenitor también, pero por supuesto, nunca buscaría consejo de la persona que más me odiaba. Una sensación amarga me recorrió el paladar. Pese a que toda mi vida experimenté en carne propia su desprecio, reconocer que mi propio padre me aborrecía dolía aún.¡Qué patético!—¿Te quedarás mirándome como pendeja? Ni que hubiera dicho algo transcendental —me quejé, e hice una mueca de disgusto.—¿Cómo fue que pasaste de "yo no soy capaz de enamorarme" a...?—¿A qué? ¡Maldición! Sabía que estaba cometiendo una estupidez al venir aquí —proferí airado y decidido a largarme, pero ella saltó del sofá y me interceptó con los brazos abiertos.¿Era en serio? Esta mujer era muy rara.» ¿Qué diablos hac
ZebelaCaminé junto a Zael hasta el comedor, arrastrando una ansiedad que se había instalado en cada rincón de mi cuerpo. La anticipación de volver a verlo me tenía temblando, con las manos húmedas de sudor y la mente invadida por imágenes caóticas de las que luchaba por liberarme.Desde el momento en que cruzamos el umbral, todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Los comensales detuvieron sus conversaciones, sus ojos fijos en cada uno de nuestros movimientos. La incomodidad se intensificó, como si el aire en la sala se hubiera vuelto más denso.Me sentí desnuda bajo el peso de sus juicios. La desaprobación se reflejaba en sus gestos, y en sus miradas se percibía una mezcla de rechazo y repulsión que me dejó helada.De repente, un impulso me invadió: quería salir corriendo. Pero mis piernas permanecieron inmóviles, ancladas al suelo, mientras mi mente se debatía entre el pánico y la indecisión. No sabía qué decir ni qué hacer.Mis ojos buscaron al alfa en la cabecera de la mesa
ZebelaA medida que mis pasos se alejaban del patio, mi ira sin sentido fue menguando hasta que solo quedó un sentimiento de culpa por haber tratado mal a la única persona, aparte del alfa Bastian, que me había tratado con amabilidad en esta manada.Zael, pese a que era un bocón imprudente, no merecía que le hablara de esa forma.Exhalé un suspiro triste mientras me convencía de que debía disculparme con él.—Este lugar es tan hermoso y lleno de vida —musité encantada con tanta belleza. De repente, todo el malestar anterior fue reemplazado por una fascinación tan fuerte que me sentía presa de un encantamiento.—Hola, amiguitos —saludé a los animalitos que me rodearon. Una mariposa se posó en mi dedo meñique, algunas aves volaron a mi alrededor y las ardillas, lagartos y conejos corrían detrás de mí.Ya extrañaba este contacto con la naturaleza que muy pocas veces me fue permitido por Roan. Sentí un cosquilleo cálido en los ojos, lo que me dio a entender que estaban brillando con luz r