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Marfil rompió el beso, jadeante, con la respiración temblorosa.La cercanía de Imanol la quemaba como un fuego dulce y desconocido. Lo miró a los ojos, y por un instante se vio reflejada en ellos. En esa imagen reconoció su vulnerabilidad. Dio un paso atrás.—Esto… no, Imanol —dijo en voz baja, como si cada palabra le doliera.Él bajó la mirada. No necesitaba decir nada más; su expresión lo decía todo. Estaba herido, profundamente.—¿Por qué? —susurró él con voz quebrada—. Pude sentirlo, Marfil. Ese beso no fue solo de amistad. Tú también lo sentiste. Yo no soy solo tu amigo, y lo sabes. Sé que has sufrido, que te han hecho daño, pero… estoy aquí. Déjame amarte. Déjame demostrarte que no todos somos monstruos. Solo… déjate amar.Ella apretó los labios. Su alma temblaba por dentro. Su corazón gritaba por él, pero el miedo seguía siendo más fuerte.—Imanol… lo siento. Yo… ya he sufrido tanto. Te lo conté, ¿recuerdas? Mi ex me rompió en mil pedazos. Me quitó la fe, la alegría, las ganas
Cuando Marfil cruzó la puerta, los primeros rayos del amanecer apenas comenzaban a pintar de oro las paredes. Entró en puntillas, con el corazón latiendo todavía a prisa. Miranda, que no había podido dormir, la esperaba en el sofá, envuelta en una manta y con los ojos llenos de ansiedad.—¡Marfil! —susurró aliviada al verla—. ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.Marfil no respondió de inmediato. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y nerviosismo. Caminó hacia su amiga, y al fin, sonrió.—Tenía que contártelo… —dijo, sentándose a su lado—. He tomado una decisión: le voy a dar una oportunidad a Imanol. Somos novios.Los ojos de Miranda se agrandaron. Tapó su boca, conteniendo un grito que igual escapó en forma de risa.Marfil le hizo un gesto para que bajara la voz, pero no pudo evitar sonreír también cuando Miranda la abrazó con fuerza.—¡Amiga, hiciste bien! —susurró emocionada—. Imanol te adora, lo veo en su mirada. Sé que él no va a fallarte.Marfil suspiró largo, como si s
Entonces, ella apartó sus manos. No porque dudara, sino porque su entrega era pura. Se dio a él por amor.Imanol la besó con ternura, con una pasión cálida que no ardía, sino que envolvía. Era una mezcla divina, un fuego lento que crecía entre caricias. El calor subía por sus cuerpos como una ola invisible, y Marfil sintió un miedo extraño, nacido desde lo más profundo de sus entrañas. Como un instinto, su mano empujó el pecho del hombre.Él lo notó al instante y se apartó apenas un poco, aun con la respiración agitada.—¿Qué pasa? —preguntó con voz entrecortada, la mirada fija en la de ella.—Tengo miedo... —confesó Marfil, sus labios temblaban.—¿Tienes miedo de mí? —inquirió, desconcertado, con el ceño ligeramente fruncido.Ella negó con la cabeza, con los ojos empañados.—¿No te importa que no seas el primer hombre en mi vida? —preguntó, y su voz se quebró con frustración.Imanol se quedó mirándola en silencio. Luego, sonrió. Fue la sonrisa más dulce que Marfil había visto jamás.
«Mi esposo me engaña», Ariana Torrealba temblaba.Sus manos apenas podían sostener el teléfono móvil, mientras su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como un tambor de guerra.Su respiración era errática, entrecortada, y una sensación de ardor le recorría la garganta.Sus ojos, abiertos de par en par, estaban fijos en la pantalla, en esas palabras que parecían puñales clavándose directo en su alma.«¿Sabes que tu esposo está en mi cama? Hoy no llegará a dormir, querida socia, puedes esperarlo, yo lo voy a atender muy bien.»Los dedos de Ariana resbalaron sobre la pantalla mientras se desplazaba por los mensajes, su visión nublada por las lágrimas que corrían sin control por sus mejillas.Y entonces vio las fotos.Su esposo, Sergio Torrealba, dormía en una cama que no era la suya.Su rostro relajado, su brazo enredado en el cuerpo de otra mujer, abrazándola con la misma ternura con la que tantas veces la abrazó a ella.Esa mujer... Ariana la reconoció de inmediato.Lorna.Gere
Ariana despertó con los ojos hinchados y la garganta seca. No había dormido bien, pero tampoco esperaba hacerlo. Su corazón estaba destrozado.Tomó su teléfono de la mesita de noche con manos temblorosas.Apenas lo desbloqueó, la pantalla se iluminó con una nueva notificación. No estaba preparada para lo que vio.Un video.Con un nudo en el estómago, presionó "reproducir". Sus pupilas se dilataron, el aire abandonó sus pulmones y un dolor punzante le atravesó el pecho.Ahí estaba Sergio, su esposo, el hombre al que le entregó su amor y su confianza… con otra mujer.No eran simples caricias ni besos robados.No, aquello era crudo, brutal, una confirmación de lo que ya sospechaba, pero que en el fondo deseaba no fuera real.Ariana sintió arcadas.Soltó el teléfono y corrió al baño, cayendo de rodillas junto al inodoro.Vomitó bilis, el vacío en su estómago solo hacía más doloroso el espasmo.Lágrimas calientes caían sin control mientras apretaba los puños contra el suelo frío de mármol.
—¡Respóndeme, Ariana! —gritó Sergio, sacudiéndola con fuerza.Ariana sintió miedo.No era la primera vez que discutían, pero algo en sus ojos… algo en su expresión… la hizo estremecerse. Había furia, desesperación, pero también algo más oscuro, algo que la puso en alerta.«Si le digo que me iré, ¿qué pasará? No… no puedo hacerlo ahora. Nuestra despedida debe ser limpia. No quiero peleas, no quiero escuchar sus excusas. No hay disculpas para lo que me hizo.»Tomó aire, obligándose a mantener la calma.—¿De qué hablas? —preguntó con voz controlada—. Hoy acompañé a Miranda con una abogada. Tiene problemas serios con su esposo… ella va a divorciarse.El agarre de Sergio se aflojó al instante. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero lo que más resaltó en su rostro fue el alivio.—¿Miranda…? —susurró, parpadeando.Por un segundo, temió haber dejado entrever demasiado.Ariana lo notó. Su mirada afilada lo perforó con sospecha.—¿Y por qué crees que yo pediría el divorcio, Sergio? —preguntó c
Al día siguienteAriana observó a su esposo salir de casa como lo hacía cada mañana.Desde la ventana, lo vio subir a su auto con la misma calma de siempre, como si todo siguiera igual, como si la traición no existiera.El nudo en su garganta se hizo más fuerte, y apenas el coche desapareció por la calle, ella tomó aire y salió con el chofer rumbo a casa de Miranda.Cuando llegó, su amiga ya la esperaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.Pero en cuanto la vio, su expresión se transformó en pura compasión.—¡Ariana! —susurró, extendiendo los brazos.Ariana corrió hacia ella y la abrazó con todas sus fuerzas, aferrándose como si ese abrazo pudiera sostener los pedazos de su alma rota.—No puedo creerlo —susurró Miranda, con el enojo y la incredulidad marcados en su voz—. Si no hubiera visto esas fotos con mis propios ojos, jamás habría pensado que él te engañaría. Siempre fue el esposo perfecto… y ahora…Las lágrimas de Ariana rodaron sin control.—No sé qué pasó… Nos perdimos…
—¡Maldita, lastimaste al heredero Torrealba! ¿Qué harás cuando Sergio se entere? —exclamó Lorna, con los ojos encendidos de furia.Ariana se detuvo de golpe.El sonido de sus tacones dejó de resonar en el pasillo, y su pecho subía y bajaba con una respiración entrecortada.Giró lentamente sobre sus talones, con la mirada oscura y llena de rabia.—¡Hazlo! Vamos, llama a tu amante —le espetó con una sonrisa venenosa—. Dile que te encontraste con su esposa, dile que me buscaste y me informaste de su pequeño y sucio secretito. A ver, Lorna… dime, ¿qué crees que hará? ¿Te defenderá? ¿Correrá a consolarte? ¿O simplemente te desechará como a todas las demás que seguro ha tenido?El rostro de Lorna perdió su color.La seguridad con la que había llegado se desplomó en cuestión de segundos, y una duda latente comenzó a carcomer su pecho.Ariana esbozó una sonrisa burlona y, sin esperar respuesta, se alejó con una calma fingida, dejando a Lorna temblando de rabia.Lorna apretó los puños con fuer