Nos saludamos entre todos. —Bueno, ya estamos todos. —comentó César, después de darnos la mano con los recién llegados. —¿Ustedes les pasaron los agradecimientos a Alejo? —Sí. Respondimos más de uno. Mi primo salió de su oficina, no tenía idea con lo que saldrá, pero vamos a quedar sorprendido con lo que este loco hizo. —Tengo la leve sensación, que nos vamos a arrepentir por haberte delegado el regalo de Fernanda. —Más de uno soltó la carcajada ante el comentario de César. —No será así. Por favor caballeros, vamos a la sala de juntas. Nos miramos entre sí, esto parecía prometer. Nos enfilamos a seguirlo y la secretaria contenía las ganas de reírse. ¡Carajos! —Creo que, si nos vamos a arrepentir, —habló David. Al ingresar no había nada. Salvo un atril con una manta negra. —¿Orjuela? —dijo Carlos—. No veo nada. —Qué poca fe me tienen. Se acercó al atril, quitó la manta y vimos un cuadro en alto relieve con una chancleta… Literalmente una chancleta en bronce, muy bien hecha, i
Los brazos de José Eduardo rodeaban mi cintura, después de ese almuerzo quedamos con mucho sueño los dos, por eso decidimos encerrarnos en la habitación asignada y me alegró que fuera la última; así no escucharían nuestras locuras.Tenía dos semanas de pasar con mucho sueño y una vez nos encerramos me quedé dormida. Al abrir los ojos vi que mi marido me tenía prisionera de sus brazos fuertes, le acaricié el cabello azabache, luego las cejas. Lo adoraba, desde que lo vi esa tarde ingresando con Alejandro a la casa de mi hermana Maju.Desde ese entonces despertó en mí una extraña necesidad, porque no era la típica sensación de llevármelo a la cama. —En aquel entonces mi deseo estaba siendo controlado por los medicamentos que ya había iniciado a ingerir unos tres meses antes de conocerlo.Debo aceptarlo, mi vida cambió desde que el padre Castro se presentó en mi vida, de hecho, desde que conocí del Creador. El haber encontrado la fe fue el inicio de mi recuperación. —Yo sabía de mi condi
Era nuestra duodécima canción, estas integraciones me estaban gustando, la parranda se sentía en su furor, pronto serían las doce para desearle una vez más un feliz año a mi mujer. Tomamos un descanso, apenas bajamos de la tarima improvisada, busqué a mi esposa, ella le hacía cariñitos a su sobrina Maco, que mi cuñada no me escuche, delante de ellos la llamo por su nombre, era una copia exacta de Maju. Me encantaba la familia de mi Diosa. —llegué a su lado, la tomé de la cintura.—¿Preparándote para cuando tengamos a nuestra hija en brazos? —Le di un beso en la boca.—Cariño, esos trámites se demoran mucho, pero con todos los sobrinos que tengo ya estoy bien entrenada. —volví a besarla.—Dejen de ser exhibicionista, están ante un menor. —Nos dijo Maju, soltamos una carcajada—. Ya iban a ser las doce de la noche.Maju cargó a su hija y nos fuimos reuniendo cada uno en su núcleo familiar, se escuchó la animación de la emisora y la cuenta regresiva. Abracé más a mi mujer, me encantaba el
Llegamos hace tres días de Villavicencio, la pasamos increíble. Salí de la ducha, José Eduardo seguía en la cama. Corrí y me tiré sobre él.—Levántate flojo, debes trabajar.—Hoy no he tenido mi dosis de amor. —Sus ojos brillaron al ver que estaba desnuda—. Tramposa, te bañaste sin mí, debes pagar la penitencia. Pues lo siento, esposa mía, cobraré ahora mismo tu sanción.Salió de la cama, jaló mi pierna y como si no pasara nada me cargó como un bulto de papas, sacándome carcajadas, mientras nos dirigíamos a nuestro gigante baño me dio una nalgueada, abrió la ducha y aún conmigo sobre su hombro se mojó, con delicadeza me fue bajando.—¡Amor!, me dañaste el cepillado.Hice un puchero, la carcajada de mi marido se escuchó en todo el baño. Él adora mi melena y yo la detesto. —¡Ay, Diosa! Como me gustaría que pudieras meterte dentro del pecho, así supieras lo mucho que te amo y lo mucho que me pones con tus pucheros.José Eduardo me llevó a la pared, jamás me cansaba de él. Con mi espos
Salí del baño, José Eduardo me esperaba al pie de las escaleras. Mi hogar era grande. Hace tres años la compramos y la personalizamos, tenía un patio grande, cuatro habitaciones, más las tres de servicio en la planta baja. Despacho, cuatro baños más el de servicio, patio, dos salas, comedor, cocina, garaje, era mucho más pequeña que la de Maju, y la de mis padres, ni que decir la de mis suegros en Valledupar.Tanto José Eduardo como yo, somos del pensar en que una casa grande para nosotros dos solos sería deprimente. Yo adoraba la casa, era mi templo sagrado, donde me sentía segura, donde las ilusiones de los dos estaban en cada rincón. Porque cada lugar tenía nuestra huella, sudor y jadeos, literalmente, hemos hecho el amor en cada rincón de nuestro hogar.De la mano salimos al garaje. Me he acostumbrado a eso, a lo posesivo que era mi esposo, a muchas mujeres podría fastidiarle, pero en mí, esa necesidad de José de tenerme cerca fue de gran ayuda para mi terapia, por eso era y será
Desde que nos dijeron que pronto nos darían a nuestra hija y en dos semanas nos la entregarán y desde entonces no había dejado de sonreír. Y ver a Patricia tan ilusionada a la espera de que nos sea entregada un ser para cuidar, me hacía el hombre más feliz de la tierra. Hasta puso un calendario al que diario tachaba el día, exactamente faltan dos semanas para tener a María Paula en su casa, en nuestras vidas. Esa bebita tenía algo que me hizo caer a sus pies.Llegué a uno de los restaurantes, era el principal de la cadena de restaurantes que eran de propiedad de mi familia. Estábamos posicionados en uno de los mejores del país. Y la especialidad sin lugar a duda era nuestro vino y digo nuestro, porque mi abuelo en Chile tenía un gran viñedo, el cual por un tiempo lo manejé.En una de mis vacaciones a Colombia conocí a Patricia y me quedé, ahora lo manejaba el viñedo a distancia, viajaba cada dos meses, mi tío abuelo era quien estaba a cargo. Solía pasar por los restaurantes sin avisar
El padre estaba bastante enojado, y no era para menos, en esto no le había hecho caso por puro miedo.—Mira Patricia, por años he tratado de convencerte a que le digas a José Eduardo y te has negado rotundamente, ya no tengo nada más por decirte, solo espero cuando estalle tu problema. Créeme, he orado tanto por ti y no para salvar tu alma, no, es con la intención de que puedas soportar la avalancha que te vendrá cuando alguien te desenmascare.» Él tal Cifuentes se aprovecha porque tú le has demostrado miedo, corres a pagarle el valor del chantaje. ¿Qué esperas?, que él de alguna manera logre doblegarte y caigas de nuevo en su cama, con la plena seguridad de que te hará un video y así podrá chantajearte con más eficiencia.—¡Eso jamás pasará! No quiero a otro hombre dentro de mi cuerpo, solo a mi esposo. Ya dejé las pastillas y hasta el momento voy muy bien. Con mi marido tengo suficiente.—Si él supiera, estaría feliz de escuchar que por su compañía y amor has logrado salir adelante
Mi mujer salió de la parroquia y me regaló esa bella sonrisa. Debía disculparme por haber sido tan energúmeno y contestarle a ella de esa manera tan seca. No tenía por qué enojarme si ese tipo fue algo de ella en el pasado, fue su pasado, no debía afectarme. Pero si iba a preguntarle cuando estemos en la casa, quién era ese hombre y que tan importante fue en su vida, ahora teníamos una cena con mis padres.—Hola, amor.Besó mis labios y no la deje ir, alargué esa deliciosa sensación, Patricia besaba increíble.—Estás preciosa, Diosa. Vamos, mis padres nos esperan para cenar.—Que bien, ¿vamos a contarle de María Paula?—Aún no, cuando nos la entreguen, que será máximo en dos semanas.—Ya no veo la hora de tenerla en mis brazos.—Me imagino que hablabas de nuestra futura hija con el padre Castro. —afirmó.—Hay que bautizarla.—Me lo imaginé. Como quieras Diosa.Llegamos a uno de los restaurantes de nuestra cadena, mis padres nos estaban esperando en la zona de reservados. Ellos adoraba