Salí del baño, José Eduardo me esperaba al pie de las escaleras. Mi hogar era grande. Hace tres años la compramos y la personalizamos, tenía un patio grande, cuatro habitaciones, más las tres de servicio en la planta baja. Despacho, cuatro baños más el de servicio, patio, dos salas, comedor, cocina, garaje, era mucho más pequeña que la de Maju, y la de mis padres, ni que decir la de mis suegros en Valledupar.
Tanto José Eduardo como yo, somos del pensar en que una casa grande para nosotros dos solos sería deprimente. Yo adoraba la casa, era mi templo sagrado, donde me sentía segura, donde las ilusiones de los dos estaban en cada rincón. Porque cada lugar tenía nuestra huella, sudor y jadeos, literalmente, hemos hecho el amor en cada rincón de nuestro hogar.
De la mano salimos al garaje. Me he acostumbrado a eso, a lo posesivo que era mi esposo, a muchas mujeres podría fastidiarle, pero en mí, esa necesidad de José de tenerme cerca fue de gran ayuda para mi terapia, por eso era y será mi salvador.
De camino al orfanato, me había dicho que pasaríamos por la trabajadora social y luego nos llevaría al lugar donde se encontraban los bebitos para ver con cuál nos encariñábamos. Las manos me sudaban, llegamos a tiempo, luego nos llamaron, nos hicieron firmar varios papeles, pasada la hora salimos en dirección al lugar donde conocería a nuestra hija. Los nervios se apoderaron de mí cuando José Eduardo se estacionó al frente de ese lugar.
—No tengas nervios. —dijo la trabajadora social, nos bajamos del carro—. Respire, cierre los ojos y pídale a Dios que la ilumine y escoger a la criatura que su corazón le haga palpitar.
Estaba acostumbrada a este tipo de lugares, no de niños, pero sí de jóvenes rehabilitándose, entre las varias funciones que me puso a hacer el padre Castro estaba en darle clase a los niños de una fundación que tienen problemas con las drogas. Mi clase era de arte, no tenía nada que ver con mi profesión de relaciones públicas, y me había dedicado a la finca raíz.
A esos quince chicos les he enseñado a pintar, por un año tomé varios cursos de diferentes técnicas de pintura, no podía llegar a enseñarles barrabasadas. —La mano de José Eduardo me apretó, no era la única nerviosa—. Había varias habitaciones, con tantos niños. Maju y sus amigos estaban construyendo varias escuelas y eso me enorgullecía, siempre de mi hermana mayor, la cual era un orgullo para mí.
También sabía de los planes de Virginia y a Alejandro, los cuales querían hacer una clínica diferente por petición de Eros. Veremos con que salen. Por mi parte, aunque nadie lo sepa, daba clases de pintura a varios grupos de jóvenes descarriados quienes trataban de enderezar su camino y eso sí que me había ayudado. Gran parte del dinero que me consignaba las empresas de mi padre eran para ayudar a en esos lugares.
Mientras caminábamos mi esposo y yo nos soltamos de las manos, él continuó hablando con la trabajadora social y yo ingresé a ese pabellón que tenía quince corrales. Uno a uno los fui mirando, la antepenúltima cuna era de una niña de unos seis o siete meses, jugaba con sus piecitos, apenas la bebita me miró, sentí algo en el pecho, la saqué de la cuna y balbuceaba, sus ojos eran negros al igual que su cabello, cachetona preciosa y en un acto de ternura, la bebé puso su cabecita en mi hombro, la piel se me erizó.
—Diosa, hay otros niños…
Me giré, mis ojos estaban llenos de lágrimas, la niña salió del escondite de mi cuello, apenas escuchó la voz de José Eduardo y le extendió los brazos, al mirarme afirmé, el labio me tembló, ¡quería llevarme a la niña ya!, pero… sé que se tardarán un par de semanas más. Ella apoyó su cabecita en el hombro de mi esposo.
—¿Lo sentiste? —afirmó—. La quiero a ella —mi marido me limpió las lágrimas que salían de mí sin poder contenerlas.
—Veo que esta bebita los conmovió.
—¿Cómo se llama?
—Ustedes pueden nombrarla como lo deseen.
—María Paula si era niña y Andrés Camilo si es varoncito.
Al inicio de nuestro matrimonio habíamos acordado los nombres de nuestros futuros hijos.
—¿Se durmió? —me preguntó y afirmé.
—Qué raro. —miramos a la mujer que ingresaba—, ella es una ternura, pero le cuesta dormir. —José Eduardo y yo nos miramos sin dejar de sonreír.
—Queremos que sea esta bebé nuestra hija. —dijo mi esposo.
—Y al parecer ella también los escogió. Continuemos con los papeles que ya no falta nada más que firmen.
—¿Cuándo nos la podemos llevar?
—Se puede tardar de tres a cuatro semanas.
—¿Y puedo venir a verla?
—No es recomendable. Apenas todo esté listo podrán venir por ella.
Le quité la niña de los brazos a José, la tomé en mis brazos, le di un beso en la mejilla gordita, mi esposo igual, la acosté, no quería dejarla, a esa bebé la necesitaba.
—Patricia, debemos firmar unos papeles, luego podemos comprar las cosas para su cuarto. —Sus brazos me envolvieron y nos quedamos mirándola dormir.
—María Paula se ve linda. —dije.
—La mamá de María Paula Villalobos L’Charme se ve preciosa cargándola. —Yo no sé qué tenía, pero andaba con mucha sensibilidad.
—Nuestra hija tendrá al papá más bello del mundo.
—Ya me metió al bolsillo.
Había pasado una semana desde que firmamos los papeles de adopción de María Paula, el fin de semana pasado no salimos de la casa, especialmente del cuarto de nuestra hija, nos quedó preciosa, aunque también hicimos otras cosas. El cuarto parecía el de una princesa, la gama de los rosados y los morados predominaban.
Ayer llegó la trabajadora social a ver cómo vivíamos, donde dormiría la niña y se fue satisfecha al ver que ya todo estaba listo para recibirla. Acordamos no decir nada en la familia para que sea sorpresa el día que en brazos la presentemos como una nueva integrante de la familia. En tres días sería el cumpleaños de Ernesto, harán una reunión en su casa. Mi celular sonó y no miré quién era.
—¿Diga?
—Estoy cansado de que ignores mis mensajes, correos y llamadas. —El corazón me latió a mil, ¡maldito karma! —. Te espero el doce de enero a las tres de la tarde en la dirección que te enviaré a tu correo. Si no llegas, todo el portafolio tuyo, con todos los hombres con quien te acostaste, se lo enviaré a tu marido.
—Ese día tengo un compromiso familiar.
—¡Eso no me importa!, mira Patricia, aunque tú nunca aceptaste acostarte con mujeres, ni participar en un trío, solo era un hombre por un par de horas. Siempre te buscaban y eso me generaba mucho dinero. Siguen solicitándote, hasta han ofrecido una millonaria cantidad para volver a estar contigo. Varios te han reconocido.
Esa era la razón por la cual pasaba tan paranoica, sentía muchos nervios de que se le acerquen a José Eduardo y le digan. Esa era la razón por la cual en el viaje la pasé tan feliz. Ir al club para mí era un martirio. Me avergonzaba decirlo, pero muchos hombres pasaron por mi cama, por eso no me gustaba ir a ese lugar a menos que fuera estrictamente necesario.
» ¡Ya sabes!, no me obligues a desenmascararte, ¿tenemos un trato?
Terminó la llamada. El mundo se me vino de nuevo al piso, las manos me temblaron, la imagen de quien podría ofrecerme un poco de calma y un buen consejo, vino a mí. Tomé mi celular.
—Padre…
—¿Patricia?
—¿En qué momentos del día puedo pasar para hablar con usted? Padre… Las llamadas y amenaza de Rodrigo volvieron.
—A las cuatro puedes pasar hija, tengo un par de horas antes de prepararme para oficializar la misa.
—Gracias. En la tarde nos vemos.
Desde que nos dijeron que pronto nos darían a nuestra hija y en dos semanas nos la entregarán y desde entonces no había dejado de sonreír. Y ver a Patricia tan ilusionada a la espera de que nos sea entregada un ser para cuidar, me hacía el hombre más feliz de la tierra. Hasta puso un calendario al que diario tachaba el día, exactamente faltan dos semanas para tener a María Paula en su casa, en nuestras vidas. Esa bebita tenía algo que me hizo caer a sus pies.Llegué a uno de los restaurantes, era el principal de la cadena de restaurantes que eran de propiedad de mi familia. Estábamos posicionados en uno de los mejores del país. Y la especialidad sin lugar a duda era nuestro vino y digo nuestro, porque mi abuelo en Chile tenía un gran viñedo, el cual por un tiempo lo manejé.En una de mis vacaciones a Colombia conocí a Patricia y me quedé, ahora lo manejaba el viñedo a distancia, viajaba cada dos meses, mi tío abuelo era quien estaba a cargo. Solía pasar por los restaurantes sin avisar
El padre estaba bastante enojado, y no era para menos, en esto no le había hecho caso por puro miedo.—Mira Patricia, por años he tratado de convencerte a que le digas a José Eduardo y te has negado rotundamente, ya no tengo nada más por decirte, solo espero cuando estalle tu problema. Créeme, he orado tanto por ti y no para salvar tu alma, no, es con la intención de que puedas soportar la avalancha que te vendrá cuando alguien te desenmascare.» Él tal Cifuentes se aprovecha porque tú le has demostrado miedo, corres a pagarle el valor del chantaje. ¿Qué esperas?, que él de alguna manera logre doblegarte y caigas de nuevo en su cama, con la plena seguridad de que te hará un video y así podrá chantajearte con más eficiencia.—¡Eso jamás pasará! No quiero a otro hombre dentro de mi cuerpo, solo a mi esposo. Ya dejé las pastillas y hasta el momento voy muy bien. Con mi marido tengo suficiente.—Si él supiera, estaría feliz de escuchar que por su compañía y amor has logrado salir adelante
Mi mujer salió de la parroquia y me regaló esa bella sonrisa. Debía disculparme por haber sido tan energúmeno y contestarle a ella de esa manera tan seca. No tenía por qué enojarme si ese tipo fue algo de ella en el pasado, fue su pasado, no debía afectarme. Pero si iba a preguntarle cuando estemos en la casa, quién era ese hombre y que tan importante fue en su vida, ahora teníamos una cena con mis padres.—Hola, amor.Besó mis labios y no la deje ir, alargué esa deliciosa sensación, Patricia besaba increíble.—Estás preciosa, Diosa. Vamos, mis padres nos esperan para cenar.—Que bien, ¿vamos a contarle de María Paula?—Aún no, cuando nos la entreguen, que será máximo en dos semanas.—Ya no veo la hora de tenerla en mis brazos.—Me imagino que hablabas de nuestra futura hija con el padre Castro. —afirmó.—Hay que bautizarla.—Me lo imaginé. Como quieras Diosa.Llegamos a uno de los restaurantes de nuestra cadena, mis padres nos estaban esperando en la zona de reservados. Ellos adoraba
José Eduardo me miraba, analiza mis expresiones. «Dios ayúdame», ¡mal nacido hijo de mierda de Rodrigo!—Fue un mal novio.—Lo supuse, sé que tuviste tus novios amor, pero este tipo realizó ese comentario como si él fuera la gran cosa.—Fue un pésimo novio, lo dejé cuando intentó ponerme la mano.Eso no fue mentira, él intentó ponerme la mano cuando renuncié a la agencia. Fue hace muchos años.—Ese tipo, ¿casi te pega?, si lo vuelvo a ver en uno de los restaurantes, te juro que lo saco a patadas, Diosa. —Todo me temblaba, me paralicé ante la idea de confesar la verdad—. Ven aquí amor, no te pongas roja, soy celoso, pero no de alguien que es historia. Ven, quiero abrazarte.—¿Solo eso?—Nooo, —dijo con picardía—. Sabes que no.Le sonreí. Fue la primera vez que mi mente estaba a mil kilómetros de los brazos de mi esposo, Rodrigo acaba de amenazarme a través de él, me dio a entender que no estaba jugando. Ahora ¿qué quería de mí? Y si vuelvo a darle dinero sería su cajero automático y na
Le puse cita a Julio en el restaurante más cerca a nuestra casa, para que no se demore, más tarde pasar a recoger a Patricia quien quedó en la casa esperándome. La sensación de que podamos ser padres… eso me tienen contento, hasta feliz deseo que sea mañana para saber si seremos padres o no. —Le estreché la mano al investigador, ya solo quería que me dijera lo que le ocurre a mi mujer, para saber qué le pasaba y así poder ayudarla. No creo que sea algo grave.—Don José Eduardo.—Julio. —En ese momento llegó un mensaje a mi celular«¿Crees que tu mujer se encuentra en tu casa? Apenas saliste, vino a mí, ella siempre viene a mí, gracias por decirle que Rodrigo Cifuentes estaba en Bogotá». —Un calor recorrió todo mi cuerpo.«Estamos en el hotel a tres cuadras de tu casa, ven y compruébalo».—Don José Eduardo, ¿le pasa algo?—Debemos reunirnos mañana, debo irme. —Me levanté de la silla.—Tome, es el informe, por favor léalo hasta el final.—Gracias.Tomé el informe y como loco conduje has
Me mantuve alejada de todos y nada que llegaba o me contestaba José Eduardo. David llegó hace unos diez minutos y se fue a hablar con César, yo seguía insistiendo en marcarle a mi marido, los nervios estaban a punto de jugarme una mala pasada. Volví a marcarle, la esperanza era lo último en perderse, pero se va a buzón. Seguía con el celular apagado.—¡Patricia! —me llamó Alejo—. ¿Dónde está el primo? Le marco y no me contesta,Los nervios en ese instante se apoderaron de mí, caminé hasta donde ellos cuando mi esposo llegó como un torbellino lleno de ira, decepción y tomado. Estaba tomado. Los ojos se me humedecieron, era evidente que mi matrimonio iniciaba su descenso. —¡CONFIÉZALO!Todos nos encontrábamos en la sala, adultos y niños, en plena sesión de fotos con la increíble decoración del cumpleaños. Por un momento todo se movía en cámara lenta, José Eduardo me miraba con asco, César de manera rápida se interpuso entre él y yo. Y David quedó muy cerca. Alejo se fue acercando.» ¡
Mi padre condujo mi carro, se llenaron de miedo al verme tan alterado, y no los culpo, mi hermano murió por un arranque de enojo y se estrelló al perder el control por la velocidad perdiendo la vida al instante. Por eso, ante el recuerdo de mi hermano, papá me quitó las llaves y mi madre nos seguía.Cuando abrí ese informe y supe la gran farsa de esposa que he tenido, fui por la caja de vino que me había pedido Alejo y le iba a entregar hoy. Me bebi la mitad, no estaba borracho, fue muy consciente de todo lo que le dije y me da ira el no poder decirle lo que era. Una bandida… Por más que trato de pensar en si me merecía tal traición, no encuentro una falla de mi parte, no era el hombre perfecto, pero sí la respeté hasta con el pensamiento.No era partidario de hacer este tipo de escándalos, pero ¡me vio la cara de idiota! Como un marica, las lágrimas salieron de mis ojos en el asiento del copiloto, un tipo de treinta y un años, llorando por una vieja, eso era estar muy jodido. ¿Con cu
Los paramédicos llegaron y terminaron de estabilizar a mi padre, todo pasaba de manera tan rápida. Primaba la salud de papá, no me perdonaría en la vida si muere por mi culpa. En este momento no me quedaba nada más que aferrarme a esa fuerza invisible que hacía magia en el alma y entregarle una vez más mis cargas al ser que todo lo podía. «Jesús, en ti confió». Tú que conocías mis miedos y sabías lo que a diario te imploraba, no me abandones. —Mis manos temblaban, mi madre se fue con papá dentro de la ambulancia, mientras César y Maju salieron detrás de ella.Solo escuché cuando mi hermana le gritaba a Virginia, a Blanca y a Fernanda que cuidaran de sus hijos. No me nombró a mí. Mi prima Socorro también salió detrás de ellos con su familia, y los papás de César hicieron lo mismo. Yo seguía en el mismo lugar, la gente pasaba por mi lado, era como si de la nada me volví invisible.Un par de manos me hicieron mirar abajo, una mano fue tomada por Julián y la otra por Samuel, mis sobrinos